January Allard | Subterraneo 3
Había pasado casi todo el tiempo en un estado de duermevela, a medio camino entre las pesadillas de los sueños y la pesadilla del mundo real. Y la del mundo real era mucho peor, porque no podía consolarme pensando que era un sueño. Veía a la gente entrar y salir de la habitación de experimentación y se me encogía el corazón pensando que, antes o después, sería a mí a quien sacaran a rastras de mi celda para hacerme ve tú a saber qué cosas. No sabía cómo iba a reaccionar o si lo iba a hacer en absoluto.
En ese momento, por ejemplo, me frotaba los ojos, intentando despabilarme. Si seguía tumbada en aquel incómodo camastro, intentando inútilmente ignorar que el chico de la celda que tenía enfrente había sido sacada también de allí o el grito femenino que apenas había conseguido penetrar en mi cerebro, acabaría quedándome en una especie de trance que no quería ni tocar. Así que me incorporé e intenté no darle muchas vueltas a la chica que aún no había salido de la sala de experimentación, la que probablemente había proferido aquel grito que tan amortiguado me había llegado y que quizás estuviera…