Moondale

Categoría: Bosque de los Lobos

  • UNA ESTRELLA EN MITAD DEL CAOS

    LEO ARKKAN

    BOSQUE DE LOS LOBOS – MADRUGADA

    Sentí un tirón y aparecimos en mitad del Bosque de los Lobos. Nada más llegar, percibí la conexión con aquel lugar y la lucha del licántropo que pugnaba por salir.

    Recorrimos un tramo en silencio. Miré un par de veces hacia Kaylee pero ella evitaba devolverme la mirada y caminaba a la altura de Dante, hablando sobre el resto del equipo. Tras un rato, llegamos a un claro donde nos esperaban Jane, Nate, Cole y los amigos de Noah: Lexie y Niall.

    No hubo mucho intercambio de saludos. Casi todos estaban nerviosos por lo que estaba a punto de pasar. No teníamos planes, solo el poder con el que habíamos nacido y la intención de salvar a nuestros seres queridos. Jane estaba especialmente inquieta. Siempre me había parecido una de las más sensatas de todos, pero en ese momento la situación la superaba, como a todos.

    Después de aclarar algunas cosas, la tenue conversación se detuvo de golpe a mi señal. Había captado un olor, pero muy ligero, se perdía en el aroma a los abedules que nos rodeaban. Cerré los ojos y, con miedo, dejé que el licántropo y yo fuésemos uno, sin llegar a ceder del todo. Los colmillos rajaron mis encias al crecer en tamaño. Ese dolor empezaba siendo molesto, pero terminabas notando alivio. Sin embargo, notar las uñas desgarrar la punta de mis dedos era una de las cosas que peor llevaba. El pelo apenas se notaba y los huesos dolían poco al pasar a esa forma más humana que licantrópica. No era muy  lobo, pero sí lo suficiente como para que mi olfato captase un olor familiar. Mi hermano estaba cerca.

    Me coloqué delante de los demás y les hice una seña para que me siguieran. En ese momento era todo sentidos. El viento rozaba mi piel y era capaz de paladear los aromas que dejaba el aire que respiraba. No tarde en empezar a escucharles también.

    – [Zeus]El camino pacífico es la sumisión.[/Zeus] – escuché decir a una voz. El lobo en mí reconoció que era un líder por su tono.

    – [Elle]No hemos venido a luchar[/Elle].- dijo una voz femenina. Era mi prima Elle.

    – [Hades]Pequeñas ratas ladronas.[/Hades] – añadió un desconocido. El licántropo rehuía esa presencia y eso no me gustó nada. No presagiaba nada bueno.

    – [Zeus]Nadie os hará daño si os entregáis a nuestra autoridad.[/Zeus] – afirmó de nuevo el alfa.

    – [Amy]No.[/Amy]- esa voz no podía olvidarla. Ahora no era el lobo quien no quería enfrentarse a esa persona, si no yo, porque era la de Amy. Sabía cómo le había afectado mi marcha y durante años me había protegido evitando hablar con ella. En el tiempo que llevaba en Moondale no había salido del Bosque por no encontrarme a nadie que me reconociese, pero también para no verla a ella, porque no sabía qué decir.- [Amy]Tenían a dos personas en cápsulas, ¿pensáis que estamos tan mal de la cabeza?[/Amy] – su voz seguía siendo la de una alfa y mi licántropo la reconocía.

    Una nueva voz femenina, serena y calmada, habló.- [Atenea]No están preparados para el exterior.[/Atenea]- empezó a decir. -[Atenea]Cuando lo estén, Infinity les dejará ir.[/Atenea] – dudaba que nadie fuese a creerse eso, y menos Noah, con la historia que teníamos en nuestra familia con aquél lugar.

    – [Ezra]No soy ningún experimento vuestro. Quedé atrapado aquí por error. No podéis retenerme.[/Ezra] – esa voz no la reconocí, debía ser una de las personas que habían ido a rescatar. Kaylee no había entrado en detalles pero se suponía que era el famoso Ezra, el hijo de Edward en una realidad alternativa. Mi olfato emparejó la voz con el olor y supe que era otro licántropo. Amy estaba cerca suyo.

    – [Atenea]Crees que estás atrapado, pero estás enfermo.[/Atenea] – respondió la mujer. Apuré el paso y los demás me siguieron. La tensión estaba aumentando, podía sentirla incluso desde allí. Ellos no se iban a rendir e Infinity aún menos.

    – [Hermes]Aún estás confuso por haber despertado tan brusco. Infinity no experimenta, salva vidas. Sin nosotros habrías muerto[/Hermes] – añadió otro de los del otro bando. Noté algo extraño en él, como si yo mismo quisiera creerme sus palabras.

    – [Owen]Tío no erais capaces ni de abrir su cápsula. Lo teníais de adorno en un almacén.[/Owen] – replicó la voz de Owen. No la escuchaba prácticamente desde el día en el que me di cuenta de que no era tan tonto como parecía.

    – [Hermes]Para no exponerlo a un trauma como el que ha tenido que pasar ahora. Su mente está confusa.[/Hermes] – el mismo tipo de antes, tratando de volver lo blanco negro, por desgracia sus palabras tenían sentido. No estaba tan cerca de él como para saber si ese tal Ezra decía la verdad, pero incluso aunque no mintiese, podía creerse la historia porque ese tiempo encerrado hubiese hecho estragos en su mente.

    En ese momento estábamos llegando a un pequeño claro cerca de la linde del bosque que daba hacía la sede de Infinity. No se veían soldados en el horizonte, solo el grupo que ya había olido antes. Catorce personas con uniformes completos en fila frente a los nuestros.

    Al vernos llegar, su mirada se fijó en nosotros. Miré a Noah y asentí cuando le vi sonreír. Por suerte estaba a salvo. Antes de poder saludar a los demás olí algo que no debía estar allí, un olor duplicado. Era tenue, no era exactamente igual, pero sí muy parecido. Mis ojos siguieron el rastro y se encontraron con otra Jane en el grupo de Noah.

    El cambio era sutil, engañana al olfato y a la vista. Evidentemente no engañaba al hecho de que hubiésemos traido otra Jane con nosotros. En cuando los demás se dieron cuenta, cundió el caos.

     – [Amy]¿Qué cojones…?[/Amy] – espetó Amy.

    – [Elle]¿Jane?[/Elle] – gritó Elle, mirando hacia nuestra Jane. Todos empezamos a distanciarnos de ambas. Mi hermano estaba mirando fijamente a su Jane, con suspicacia. El grupo de Infinity parecía confuso, pero irradiaban tanta seguridad que no se habían movido.

    – [Xander]¿Omega?[/Xander] – la voz de Xander parecía a punto de quebrarse. Se alejó de su Jane, aterrado, esperando una respuesta que no fuera la que él ya parecía saber a ciencia cierta.

    – [Kaylee]Aléjate de ella[/Kaylee]. – le gritó Kaylee. La miré, debía haber visto algo que los demás no.

    Por desgracia, fue tarde. La Jane que estaba al lado de Xander hizo un gesto con la mano y nuestra Jane salió volando a toda velocidad contra un árbol. Ni siquiera Noah pudo reaccionar a tiempo.

    -[Ezra] Lo sabía. Sabía que eras tú. [/Ezra] – Ezra se lanzó contra ella pero acabó varios metros más allá, estrellado contra el suelo.

    – [Elle]¡Jane![/Elle] – el grito de Elle se superpuso a las palabras de Ezra y la vi cruzando el claro a toda velocidad para unirse a los que habían ido a ver cómo se encontraba Jane, inconsciente en ese momento.

    La que se hacía pasar por Jane tenía un gesto completamente diferente a la que conocía de toda la vida. Parecía cruel y violenta, todo en su nueva postura lo emanaba. De pronto todos se habían vuelto contra y su respuesta fue desatar una tormenta de arena a nuestro alrededor. Pronto apenas se pudo ver nada. No veía a los demás, estábamos aislados y el caos reinó por todas partes, así que empecé a guiarme solo por mi olfato y mis instintos.

    Necesitaba mis poderes así que me concentré.

    You can be anything you want to be
    Just turn yourself into anything you think that you could ever be
    Be free with your tempo, be free be free
    Surrender your ego – be free, be free to yourself

    Sentí el anillo en mi dedo y mi cuerpo se convirtió en plata pura. La arena ya no me hacía daño, así que me adentré en ella para ayudar a los demás.

    – [Elle]Jane está inconsciente.[/Elle]- escuché decir a Elle, más alejada. La tormenta era más tenue donde se encontraba. Me abrí paso hasta ellas. – [Elle]Noah, tienes que llevártela a un hospital.[/Elle]- vi a mi prima con los ojos brillantes por las lágrimas que estaba tratando de controlar. Mi hermano apareció a nuestro lado, estaba en su forma Rakkthathor y llevaba a una muchacha inconsciente atada a la espalda. Cogió a Jane en brazos. Desapareció y al instante volvió a estar allí, un miembro de Infinity le miraba fijamente, cerca de nosotros, le había cortado el paso. Lo intentó varias veces más, sin resultado. Me preocupó pensar que era más rápido que mi hermano.

    Un cuerpo salió de la tormenta, tosiendo. Era Xander. – [Xander]Elle, el poder de papá.[/Xander] – le indicó a Ellie. Llevaba una espada en la mano y tenía varios cortes, al parecer ya no estábamos peleando solo contra la Jane falsa, los de Infinity habían decidido intervenir.

    – [Elle]¿Y si la quemo y es peor?[/Elle] – preguntó, dudando. Algo la preocupaba, algo que no estaba contando. Podía oler su miedo.

    Un cuerpo fornido salió de la tormenta y se escuchó el sonido de metal contra metal cuando una espada enorme chocó contra la de Xander. Vi sus brazos ceder ante la fuerza de quien estaba atacándole, un tipo de piel oscura con el símbolo de un casco emplumado y una lanza.

    Alguien se lanzó sobre él, evitando que golpease a Xander, y lo echó hacia atrás con un torrente de hielo. – [Idris]No hay nada peor.[/Idris] – dijo, tosiendo.

    El licántropo en mí sintió algo y al ver una punta afilada asomar entre la arena, me coloqué entre Jane y Elle y el atacante, que resultó ser una arquera que no dudó en disparar. Sus primeras flechas rebotaron, pero después empezó a cargarlas con un aura brillante. Una de ellas me rozó el brazo y me hizo un corte, pese a ser de plata maciza. Entonces se giró al escuchar la voz del que parecía el líder.

    Detrás de mí, escuché la respiración profunda de Elle antes de que una luz saliese de sus manos, temblorosas, colocadas sobre Jane. Era el poder de mi tío, nunca había visto a Elle utilizarlo, pero tampoco había hecho falta hacerlo. Era nuestro primer combate y se notaba.

    Al cabo de un rato, Jane volvió en sí. – [Jane]Me encuentro mal.[/Jane] – dijo llevándose una mano a la cabeza. Michael llegó corriendo, había tenido que bordear la tormenta.

    – [Mike]Tenemos que llevárnosla, aquí no la puedo atender bien.[/Mike] – dijo, después de agacharse a su lado y observarla.

    – [Noah]Es más rápido que yo, no me va a dejar pasar.[/Noah] – explicó mi hermano. El tipo nos observaba, listo para lanzarse sobre cualquier en cualquier momento. Me extrañó que no lo hubiese hecho ya. Quizá estaba pendiente de sus compañeros, que debían estar encargándose de la Jane falsa.

    – [Henry]Es rápido, pero no lo suficiente.[/Henry] – un tipo joven al que no conocía, pero al parecer los demás sí, apareció a nuestro lado de pronto. Se había teletransportado, porque de lo contrario habría sentido su rastro acercándose. Llevaba a una muchacha inconsciente a cuestas y caminó hasta Jane.

    – [Elle] Yo no me puedo ir.[/Elle] – le explicó mi prima. Muchos estábamos ya allí, cerca de Jane, cerrando un círculo a su alrededor para protegerles mientras se iban. Kaylee estaba cerca, murmurando un hechizo de protección.

    – [Xander]Tienes que cuidar de ella. Protegedles.[/Xander] – le pidió Xander.

    – [Elle]Xander, tienes que irte tú con Jane.[/Elle] – Elle se acercó a su hermano y le miró frente a frente.

    – [Xander]No os puedo dejar aquí solos.[/Xander] – sentenció. Entendía a Xander, yo tampoco sé si habría podido irme sabiendo lo que pasaba. En el tiempo que tardase ese chico en teletransportarse podrían habernos cogido a los demás.

    – [Elle]Se lo debes.[/Elle] – añadió, mirándole seria. Xander pareció callarse una infinidad de maldiciones, pero todo sucedía demasiado deprisa, nuestro tempo era cada vez más apremiante y caótico.

    Respiré profundamente y empecé a hacer sonar una canción en mi mente. Eso me relajaba mientras los de Infinity nos atacaban, por suerte, una pequeña fracción, el resto se enfrentaba a la otra Jane.

    Aguantamos como pudimos, prácticamente estábamos derrotados porque los poderes de aquellos soldados parecían los de los dioses olímpicos. El más grande, el dios de la guerra, era una bestia que apenas conseguimos parar Xander, Elle y yo. Idris fue listo y se enfrentó a su Poseidón, que pese a estar en inferioridad por poder, no cedía ni un ápice. Un licántropo fue en su ayuda, Ezra supuse. Nate aguantaba solo contra Atenea, que luchaba de forma implacable. Noah se encargó de distraer a su Hermes, pero estaba recibiendo demasiados golpes, hasta que de pronto había dos copias exactas de Noah y Hermes empezó a estar confuso, cerca de ellos, oculta tras un árbol, estaba su amiga Lexie. Su otro amigo, Niall, corrió a ayudarle con un grito que me hizo taparme los oídos. Cole y Dante caminaban sin un paso firme, enfrentándose a un hombre mayor, con la mirada fija en ellos, que parecían ebrios. No vi a Amy ni a Owen por ninguna parte. Kaylee estaba un poco más alejada, temblando. No sabía qué le estaba pasando, pero olía su miedo, su inseguridad.

    – [Idris]Necesitamos un poco de tu mojo señorita Granger.[/Idris] – escuché cómo le decía Idris. Me sorprendió su naturalidad a la hora de hablar de lo que le estaba pasando. Poseidón estaba enzarzado con Ezra, pero Idris se enfrentaba ahora a su versión de Deméter, que estaba alzando literalmente tentáculos de plantas de la misma tierra para apresarle. Quise ir en su ayuda, pero el falso Hefesto no me dejaba margen.

    – [Kaylee]No funciona.[/Kaylee] – respondió ella, mirándose las manos como si quiera enterrar la cara en ellas y esperar a que todo pasara.

    – [Idris]¿Cómo no va a funcionar? ¿Estás oxidada?[/Idris] – le replicó Idris.

    – [Kaylee]No, es que no funciona.[/Kaylee]- respondió, nerviosa. Quise ayudarla, quise decirle algo, pero no se me daba muy bien hablar, quizá por eso escribía canciones.

    – [Idris]Kaylee, necesitas concentrarte. ¿Cómo sabes que no funciona si no lo estás intentando?[/Idris] – insistió. Congelaba sin parar las enredaderas que trataban de llevarle, pero su enemiga no cedía.

    – [Kaylee]Lo estoy intentando.[/Kaylee] – afirmó ella, que permanecía inmóvil.

    – [Idris]No lo intentes, hazlo.[/Idris] – replicó, esquivando un latigazo. – [Idris]Porque yo estoy intentando no morir y veo la cosa muy negra.[/Idris] – aseguró. Una cadena del falso Hefesto me aferraba el brazo, tirando de mí. Tenía una fuerza que parecía que me lo iba a arrancar de cuajo, incluso siendo de plata.

    – [Kaylee]No puedo.[/Kaylee]- dijo, paralizada por el miedo. Idris fue a responderle pero recibió un golpe de una rama y salió despedido. Se puso en pie pero le sangraba una ceja.

    – [Idris]Kaylee, tienes dos opciones: seguir ahí diciendo que no puedes mientras mi cuerpo se separa de mi maravillosa cabeza o ayudarnos y salvarnos la vida.[/Idris] – le recordó. No pude evitar mirar hacia Kaylee, estaba preocupado por ella, pero a la vez no era capaz de decirle nada. Ese despiste me hizo recibir un golpe que me tiró al suelo.

    – [Kaylee]Yo no tendría que estar aquí.[/Kaylee] – replicó, aferrándose los brazos.

    – [Idris]Ya, yo tampoco, preferiría una playa y a Coquito en bikini al lado, pero como no hagamos algo, no voy a llegar a eso[/Idris] – insistió. Necesitabamos su magia. La había visto hacer algunos trucos cuando era pequeño y todos sabíamos el poder que tenía Diana.

    – [Idris]Kaylee, levántate por lo que más quieras.[/Idris] – le rogó. Los demás trataban de aguantar como podían.

    – [Kaylee]No puedo.[/Kaylee]- olí su tristeza y su estrés. Kaylee estaba pasando un muy mal momento. Quise correr hacia ella y reconfortarla, pero yo no era más que un cobarde. Por eso había dejado de lado a mi mejor amiga, había huído de la fama y me había refugiado de todos los que había conocido durante más de un mes.

    – [Idris]Sí puedes. Te necesitamos.[/Idris] – le recordó. Habría deseado ser como él. Ser yo quien pudiera inspirarla.

    – [Kaylee]No.[/Kaylee]- replicó, entre sollozos.

    – [Idris]No vamos a poder[/Idris] – continuó él.

    – [Kaylee]Lo siento.[/Kaylee] – se lamentó ella.

    – [Idris]No digas lo siento cuando puedes cambiarlo.[/Idris] – una enredadera le cogió un pie y después el otro, arrastrándole.

    – [Kaylee]No puedo.[/Kaylee] – repitió. Una delgada y ágil loba crinos de color pardo empezó a desgarrar plantas para intentar ayudar a Idris, pero la falsa Deméter parecía no estar cansada y sus plantas no daban tregua.

    – [Idris]Claro que puedes. Has venido hasta aquí. Tu hermana está en peligro.[/Idris] – estamos aguantando porque el resto de falsos dioses estaba enfrentándose a la otra Jane, pero no aguantaríamos mucho así, incluso ahora que Poseidón se había internado en la tormenta para ayudar a los otros.

    – [Kaylee]No me merezco la magia, ni nada.[/Kaylee] – se lamentó. Sentía parte de su dolor a través de mis sentidos aumentados y me desgarraba por dentro. ¿Quién era? ¿En quién me había convertido? ¿Por qué no era capaz de llegar a la gente?

    – [Idris]Abre los ojos y mira a tu alrededor[/Idris] – gritó Idris, peleando con todas sus fuerzas con las enredaderas que le devoraban.

    Kaylee abrió los ojos y observó el caos en el que estábamos sumidos. No había duda de que no estábamos preparados. Nuestros padres y madres a nuestra edad ya llevaban mucho tiempo luchando y entrenándose y nosotros nada. Por un momento me asaltó el pensamiento de quién defendería el mundo cuando ellos no estuviesen. – [Kaylee]¿Y qué puedo hacer yo?[/Kaylee] – preguntó, preocupada.

    – [Idris]Protegernos.[/Idris] – dijo, ya con dificultad. Dejé que mi mente flotase de nuevo libre hasta alcanzar el otro anillo, el de titanio. Mi cuerpo se convirtió en titanio puro y no esperé a que mi oponente se adaptase. Tiré de su cadena y la partí con mis manos, lancé el trozo contra él y me abalancé aprovechando su confusión. Él colocó unas manos ardientes en mi espalda y me lanzó sobre su cabeza. Me arrastró por el suelo, horadando la tierra, pero conseguí golpear su brazo y hacer que me soltara.

    – [Kaylee]¿Cómo?[/Kaylee] – preguntaba Kaylee. Estaba recuperando su energía pero todavía tenía dudas.

    – [Idris]¿Eres hija del Fénix o de la gallina?[/Idris] – le espetó, con una mirada burlona. Kaylee se puso en pie y le fulminó con la mirada.

    – [Kaylee]Del Fénix.[/Kaylee]- dijo. El lobo que había en mí la notó más segura, más confiada, y se sintió de nuevo atraído hacia ella. La estructura de los licántropos era más sencilla, respetaban el poder sin tener en cuenta si lo portaba un hombre o una mujer. – [Kaylee]Pero yo no lo soy.[/Kaylee] – retrocedió un poco, pero seguía teniendo su fuego.

    – [Idris]Pues haz como si lo fueras.[/Idris] – le aconsejó Idris. El hielo lo cubría todo a su alrededor pero las plantas no retrocedían.

    – [Kaylee]No va a salir bien.[/Kaylee] – dijo Kaylee, intentando concentrarse.

    – [Idris]Te estás boicoteando, deja de pensar y actúa.[/Idris] -ya casi no podía hablar, las enredaderas le estaban cubriendo y no tardarían en asfixiarle si nadie hacía nada. Traté de librarme y correr hacia él, pero el falso Hefesto me atacaba sin piedad. Aunque sí me di cuenta que ninguno de ellos parecía atacar con el fin de matarnos, si no de capturarnos. No sabía qué perspectiva me gustaba menos.

    El falso dios me agarró por la espalda y trató de asfixiarme con su cadena. Mientras trataba de liberarme, pude ver a Kaylee concentrar su magia. Una especie de aura llameante la rodeaba y las enredaderas que contenían a Idris retrocedieron, ardiendo.

     

    – [Idris]Vale, eso parece el Fénix, así que sigue.[/Idris] – le agradeció, poniéndose en pie mientras se sumaba de nuevo a la lucha.

    – [Kaylee]Puedo con esto[/Kaylee] – dijo en voz alta. Sus ojos brillaron, por un instante creí ver fuego también en ellos. Cuando puso a obrar su magia estaba brillante. Resplandecía como una estrella en mitad de toda aquella vorágine de destrucción. Su magia era una chispa de belleza. Y yo habría creído merecer la oportunidad de estar con ella.

    De un momento a otro una cúpula llameante nos cubrió. El falso Hefesto soltó la presa que me retenía y se vio expulsado por la magia. Kaylee estaba apartando de nuestro camino a los falsos dioses, empujándolos a la tormenta de arena.

    – [Idris]Ya has podido.[/Idris] – la animó Idris, acercándose, con una sonrisa agradable. Ella le devolvió un abrazo y pensé que podría haber sido él, que tendría que haber dicho algo para ayudarla y en lugar de eso me había quedado allí, sin hacer nada.

    – [Kaylee]Gracias.[/Kaylee] – dijo. Por un instante nuestras miradas se cruzaron, pero enseguida sus hipnóticos ojos avellana se apartaron.

    Los falsos dioses no tardarían en volver a aparecer y Amy y Owen no estaban entre nosotros, así que mientras los demás se preparaban para huir, me adentré en la tormenta de nuevo. Escuchaba el combate y un eco de algún grupo de heavy metal que no conocía resonando de fondo. – [Owen] Me has tomado por un imbécil. Como a tu Owen[/Owen]. – escuché decir a Owen. Identifiqué una figura dando tumbos entre la tormenta, frente a mí.

    – [Omega]Hermanito, con lo que te gustaba jugar conmigo a Frozen.[/Omega]- respondió una voz que pese a ser la de Jane, no se parecía en nada. Había muy odio reprimido en sus palabras, mucha ira. La música procedía de ella, de sus auriculares.

    – [Owen] Muy gracioso que digas eso. Tienes el corazón congelado por lo que veo.[/Owen] – espetó Owen. Caminé, tratando de acercarme a ellos.

    – [Omega]Hazme un muñeco de… fuego…[/Omega]- canturreó, imitando una de las canciones. Recuerdo haber cantado de pequeño casi todas las canciones de Disney, así que escucharlas de esa forma me daba escalofríos. – [Omega]¿O no era así? [/Omega]- preguntó. Vi un destello de luz rojizo.

    – [Owen] Puede que tengas mi poder, pero el maestro de las llamas soy yo.[/Owen] – declaró Owen. No sabía qué estaba pasando pero parecía tener el poder del propio Owen, además de manipular la arena y la telekinesis de antes. Noah me había confesado cuando ya éramos mayores que Jane no estaba enferma como nos habían dicho, si no que su poder podía robar los poderes de otros que tocase, pero a costa de llevarse también su vida. Los destellos aumentaron y la arena se sumó al sofocante calor de las llamas, que por suerte notaba con menos intensidad en mi cuerpo de plata.

    – [Dionisio] O ya estoy borracho, o cada vez hay menos gente.[/Dionisio] – escuché decir a uno de los falsos dioses de Infinity, el más viejo.

    – [Dante]Puta mierda de poder.[/Dante] – se quejó Dante, cerca de él.

    – [Zeus]La prioridad es el sujeto Omega, pero no podemos dejar que escapen.[/Zeus] – escuché decir a la voz del líder. Supuse que esa era ella, ‘Omega’. La tormenta empezó a difuminarse ahora que ella luchaba contra Owen y los falsos dioses.

    Vi que Dante y Henry se estaban turnando para ir teletransportando a todo el mundo a un lugar seguro. No veía a Kaylee y a Noah por ninguna parte, así que esperé que ya estuviesen a salvo.

    Dante me hizo una señal, pero no podía dejar a Owen allí. Un estallido le lanzó varios metros más allá de ella. Cuando se incorporó, tenía delante una enorme licántropa hispo que lo agarró por la camiseta y se lo lanzó encima, corriendo a toda velocidad hacia nosotros. Reconocería su pelaje en cualquier parte.

    Los falsos dioses intentaron interceder. El más viejo era el único que estaba cerca e intentó embriagarles, pero Amy siguió corriendo.

    – [Owen] Porque me están arrastrando que sino te ibas a enterar…. uy que pelaje más suave.[/Owen] – gritó Owen con el puño alzado, bajo los efectos de su poder.

    En cuanto estuvieron en el radio de acción, Dante nos cubrió de oscuridad y el bosque dio lugar a la amplia zona de reuniones del edificio central de la Escuela Legado.

    Todos los demás estaban allí, salvo Xander, Mike y Jane. Después de comprobar que todos estuviésemos enteros, me di cuenta de que aún seguía siendo de plata y desactivé mi poder. Ya estábamos a salvo, por el momento. – [Nate]Estáis castigados tanto tiempo que vuestros nietos van a estar castigados también.[/Nate] – bramó el vozarrón de Nate.

    Infinity no dejaría estar las cosas tan fácilmente viendo los recursos que tenía a su disposición y era una empresa que prácticamente controlaba el mundo, con hilos en todas partes y su propio ministerio. Y por si eso fuera poco, había visto escaparse en el último instante a la versión malvada de Jane. Había desplegado unas enormes alas blancas y se había alejado mientras su telekinesis mantenía a raya a los falsos dioses. No estaba seguro de que Dante lo hubiese visto también, pero estaba mucho más silente y taciturno de lo habitual, así que probablemente pensaba lo mismo que yo. Omega era la asesina de su madre.

  • TODO ESTÁ CAMBIANDO

    Sarah – Bosque de los lobos

    Noche

    Me sentía culpable por cada persona que resultó herida aquella noche, por los que perdieron la vida incluso aunque fueran de moral cuestionable (¿Quién era yo para juzgar a nadie?) y por cada destrozo de la ciudad. Mi cuerpo no daba muestras de cansancio físico, porque no dejaba de ser una máquina de matar y en mi genética de Cazadora no existía la opción de «batería baja», al menos no de la misma forma que para el resto del mundo, pero sí que estaba agotada psicológicamente. Enfrentarme, primero a mis miedos a manos de El Rey Negro y después a Aaron, que era tan indestructible como parecía, hicieron que combatiese de manera mecánica, prácticamente sin pesar.

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  • FOBIA

    Daniel Arkkan | Bosque de los Lobos

    La vida había hecho de mí un guerrero. Quizá podría haber sido muy diferente, haber tomado cualquier otro camino, pero en ese momento me parecía lo más lógico. Un guerrero no tiene sentido sin un combate que librar, al menos en teoría. Dejadme que os confiese una cosa: en cualquier momento habría dejado con gusto el camino que había elegido con tal de no ver el horror y la pena de una guerra como la que estaba sucediendo.

    Por mucho que lo explique, resulta muy difícil llegar a empatizar con cómo se siente de verdad una guerra, pero lo intentaré. Lo primero es que por mucho que hagas planes, eventualmente te encontrarás en un amasijo de cuerpos luchando entre sí donde la confusión es capaz de convertir amigos en enemigos. Por eso los uniformes de Lucy nos permitían diferenciarnos mejor.

    Por otro lado, cuando empieza el combate de verdad, tienes que entregarte a un instinto primario de supervivencia. Las preocupaciones por los demás pasan a ser puntos débiles, por eso tienes que asegurarte de confiar en las personas junto a las que luchas y no dudar de sus capacidades. En mi caso, podía temer por algunos de ellos pero sabía que eran capaces de sobrevivir. El mayor miedo lo tenía por Christopher, Zack y los Satellites y otros que habían decidido ayudarnos pero no tenían experiencia.

    Cuando estás combatiendo, resulta prácticamente imposible vigilar dónde se encuentran los demás y si necesitan tu ayuda. Todo se empieza a suceder rápidamente. Tienes al enemigo frente a ti y todo se reduce a sobrevivir y en nuestro caso, dentro de lo posible, en incapacitar al otro sin acabar con su vida. Era un lujo que nos exigíamos y con el que la Iniciativa y Gambit no cargaban.

    Para mí fue un alivio que el plan del teletransporte funcionase. Principalmente por dejar de preocuparme de la gente inocente que podía estar sufriendo por algo en lo que no tenían nada que ver, pero también porque mis años de soledad me habían hecho sentirme cómodo en el bosque, sabía cómo aprovecharme de la naturaleza para conseguir ventaja y eso me permitió echar un vistazo a lo que ocurría a mi alrededor de vez en cuando.

    Principalmente conseguir ver a Sarah y a Cara, confiando en que los demás estuvieran a salvo. Cara parecía una auténtica amazona con su arco enfrentándose a auténticas oleadas de nuevos activos de la Iniciativa, que había formado un ejército. Sarah había ido directa a cortar la cabeza, enfrentándose al propio Z en combate singular, aguantando perfectamente contra él.

    El tiempo siguió pasando, en las guerras, no hay descanso y el cuerpo termina resintiéndose severamente. ‘Sendero Oscuro‘ cercenó las cabezas de dos vampiros de Gambit y tras las cenizas, varios metros más allá en el claro, vi un cuerpo menudo de cabellos rubios en el suelo.

    Mi corazón se detuvo instantáneamente. Olvidé todo lo que sabe un guerrero y corrí atravesando el campo de manera vulnerable hasta ella. Sarah no podía estar muerta, en mis Pruebas le había conseguido una oportunidad, en los futuros ella seguía viva. Z no podía haber dejado que muriese, creía que la necesitaba.

    Mi mente se daba todo tipo de argumentos para luchar contra la evidencia de mis ojos. Recibí un corte en una pierna de un demonio de la Iniciativa. Mi mano buscó la espada y escuché el grito cuando cortó carne y hueso, pero no me detuve a comprobar a mi enemigo.

    Me arrodillé al lado de su cuerpo, incapaz siquiera de llorar. Sarah estaba en el suelo, con su ferocidad convertida en el inocente cuerpo de una persona a quien se le ha robado la oportunidad de vivir y de ver a sus hijos. El dolor me estaba destrozando y no me dejaba pensar, pero me forcé a hacerlo y entonces empecé a notarlo.

    No olía a Sarah. Un licántropo podría haberse dado cuenta antes, pero a mí me había llevado tiempo y concentración. El engaño que tenía ante mis ojos me habría convencido completamente si no hubiera tenido la predisposición de enfrentarme en algún momento a mis miedos, convertidos en realidad por el Rey Negro.

    Como si hubiese sentido que le había descubierto, el cuerpo inerte de la Sarah de pesadilla emitió una carcajada gutural mientras se ponía en pie con agilidad e intentaba clavarme la Lágrima de Freya. Me eché hacia atrás y aferré con fuerza Sendero Oscuro, pidiendo a quien pudiera escucharme no tener que enfrentarme a Sarah, ni siquiera a una imagen suya.

    – [BlackMask]Eres un festín andante.[/BlackMask] – se jactó la pesadilla con una voz gutural masculina. El Rey Negro se alimentaba de los miedos que él mismo desataba. Era un enemigo peligroso al que habría preferido no enfrentarme, pero ya no había marcha atrás.

    Evité responderle. Por lo que sabía, sus tentáculos ya estaban reptando por mi mente, buscando miedos y traumas a los que aferrarse. Me preparé para volver a ver a mis padres, aunque jamás estaría preparado para ello verdaderamente. Su muerte había cambiado mi vida irrevocablemente.

    Pero en lugar de en ellos, la Sarah de pesadilla se transformó en un enorme demonio con aspecto de depredador que supe instantáneamente quién era: El Juthrbog. Sonrió, mostrando unos dientes afilados y se acercó. A sus pasos le acompañaba el sonido de algo arrastrándose por el suelo. Tardé unos segundos en ver los cuerpos que llevaba encadenados a su torso. No quise mirarlos, era lo que quería, pero reconocí a varios antes de apartar la mirada: mis padres, Cara, Dom y de nuevo, Sarah.

    El demonio golpeó con uno de sus enormes brazos pero lo esquivé. Aun así, no esperaba que ese monstruo de pesadilla fuese tan rápido como para asestar otro golpe con el brazo contrario que me tumbó. Para ser producto de mi cabeza, pegaba con bastante fuerza. Mientras estaba en el suelo, el demonio sacó una maza que lanzó dispuesto a aplastarme, pero se detuvo en el aire a unos centímetros de mi pierna izquierda.

    En la cintura del Juthrbog aparecieron más víctimas y supe que era Dom antes de girarme para verlo.

    – [Dom]No es real. ¿Crees que este es mi mayor miedo? – [/Dom] preguntó, enfrentándose al demonio que había asesinado tanto a sus padres como a los míos mientras yo me ponía en pie. A Dom y a mí siempre nos uniría la tragedia, pero habíamos conseguido ir más allá y convertirnos en verdaderos amigos.

    Me uní al combate esperando que nuestras fuerzas le hicieran retroceder, pero el demonio era duro como si fuese real.

    – [BlackMask]Conozco todos tus miedos, Dominic Williams.[/BlackMask] – espetó la voz del demonio. Llevó una mano a su cintura y alzó tres cuerpos colgados de unas cadenas. Intenté no apartar la vista al ver a Rebecca, mi mejor amiga en la infancia, muerta a manos de ese ser. No quise imaginarme cómo sería para Dominic, porque yo mismo acababa de pasar por algo parecido con Sarah.

    – [Dom]¿Sabes cual es el problema de los miedos? Pueden hundir a las personas y es entonces cuando atacas.[/Dom] – replicó Dominic mientras aguantaba un zarpazo del demonio. – [Dom]Pero también les puede hacer luchar más todavia y acabas de tocar un tema que realmente me molesta. -[/Dom] sentenció. Sus ataques se hicieron más fuertes, pero también más salvajes y descontrolados. Intenté equilibrarme a su estilo de combate, tratando de defenderle cuando se dejaba demasiado vulnerable.

    – [BlackMask]¿Créeis que esto es un cuento donde perderé poder al tener más enemigos?[/BlackMask] – preguntó, sin perder el control. Esa había sido una de las teorías. Pensé que quizá no estaba surtiendo efecto porque Dominic y yo teníamos un miedo común, pero temía que el poder del Rey Negro fuese más de lo que esperábamos. – [BlackMask]El miedo no entiende de eso. Se adapta, busca cada resquicio, cada hueco, cada deseo más profundo.[/BlackMask] – por un momento volvió a su forma habitual y sus ojos se tiñeron de un negro absoluto. A su alrededor pareció encenderse una hoguera de puro fuego negro.

    Del fuego surgió una figura digna de las pesadillas. Vestida con un traje de cuero con púas de acero en varios puntos y un rostro letal, Omega continuó caminando con una sonrisa en los labios mientras miraba a su padre. Intenté interponerme, ese miedo sería menos fuerte si se enfrentaba a mí, pero sin ni siquiera mirarme Omega me alzó en el aire y sentí que mi garganta era presionada por una mano invisible y férrea.

    – [Dom]Jane… detente, tú no eres así.-[/Dom] intervino Dominic. Boqueé, tratando de coger aire. De nuevo me sentía como cuando era pequeño, luchando por respirar. Había vuelto a ser un niño indefenso que no podía luchar por su vida.

    – [Omega] ¿Y tú qué sabes cómo soy? [/Omega] – le espetó, dejándome caer. Boqueé a toda prisa intentando coger aire. Miré mis manos, con las pequeñas cicatrices a las que me había acostumbrado. No eran las manos de un niño, no me estaba ahogando. Solo explotaba mis miedos, pero de una forma que no dejaba nada que envidiar al demonio del miedo.

    – [Dom]Pa… para.. no…-[/Dom] escuché pedir a Dominic, sujeto esta vez por la mano de Omega en lugar de la telekinesis. Si emulaba perfectamente nuestros miedos, Dominic debía estar sintiendo que Omega le absorbía su poder y con él, su vida, acompañado de un dolor que era como sentir que cada terminación nerviosa de tu cuerpo estuviese atravesada a la vez por una aguja.

    – [Daniel]Dom no…[/Daniel] – me puse en pie y me abalancé contra Omega, pero algo me golpeó con fuerza en los tobillos haciéndome caer de nuevo. Me levanté lo más rápido que pude y la vi frente a mí.

    – [Sasha] Eres débil, aesir. Por eso ella se ha cansado de ti[/Sasha] – Sasha estaba en pie de guerra delante de mí, armada con el bastón que le había hecho y enfundada en el traje blanco que se había cambiado después de que Sarah se lo sugiriese.

    Antes de poder responderle que no era ella, que era solo un miedo, escuché un ruido sordo y me giré para ver a Dom inerte en el suelo, delante de Omega, que se desvaneció. El terror y el dolor me invadieron como en una oleada, apoderándose de mí. – [BlackMask]Solo otra vez. Aunque nunca has dejado de estarlo realmente.[/BlackMask] – se mofó el Rey Negro.

    – [Daniel]Solo es otro truco.[/Daniel] – dije, intentando convencerme. Pero Dominic no se movía ni se desvanecía. Corrí hacia él, dando la espalda a Sasha. Dom no tenía pulso ni respiraba. Intenté reanimarle, pero estaba completamente inmóvil, sin vida.

    Volví la mirada con rabia buscando al Rey Negro, pero solo vi a Sasha. Caminaba hacia mí, pero se detuvo y miró hacia otro lado. Al poco, Sarah se acercó a ella y le dio la mano para caminar juntas. Sarah estaba cambiada, llevaba un traje como el de Sasha pero en negro.  – [Sarah]¿Lo es?[/Sarah] – me preguntó. Su voz se parecía tanto a la de ella.

    – [Daniel]Sé que lo es.[/Daniel] – respondí intentando parecer firme. No temía que Sarah me dejase por Sasha, la conocía, sabía que quería estar conmigo. Pero…

    – [Sarah]Entonces no te importará que la bese. [/Sarah] –  replicó ella. Se giró para mirar a Sasha y el amor que sentí en sus ojos me partió el corazón. Seguía arrodillado en el suelo junto al cuerpo de Dominic y esa mirada me dejó clavado. Después, Sarah la atrajo hacia sí y sus cuerpos se fundieron en un apasionado beso que duró siglos.

    No sabía qué hacer, ahora, narrándolo, es muy distinto, pero en aquél momento la sensación de realidad estaba desapareciendo casi al completo por el efecto del poder de Rey Negro. No solo invocaba tus peores pesadillas delante de ti, si no que se alimentaba del miedo que generaba, haciéndose más fuerte y parasitaba tu cerebro sumergiéndote cada vez más en sus escenarios.

    No sabía qué hacer, tampoco podía luchar contra ellas por estar besándose. – [Daniel]No vas a poder.[/Daniel] – intenté luchar en vano. Estaba roto, creía de verdad que había perdido a mi mejor amigo y a mi amor y mejor amiga en un lapso de minutos.

    – [Sarah]Al final, me cansé de ti.[/Sarah] – continuó. Las palabras dolían más que los golpes del demonio. Empezó a embargarme una pena muy profunda, acompañada de rabia e impotencia. – [Sarah]Con ella era todo fácil.[/Sarah] – añadió, acariciando a Sasha con complicidad.

    – [Daniel]No. Sarah, por favor, no me dejes…[/Daniel] – le pedí. Ahora lo pienso y me avergüenzo no solo del miedo que había conseguido explotar el Rey Negro, si no imaginarme en rodillas, con los ojos anegados de lágrimas, rogando. No era bonito, pero la vida nunca es bonita. Los héroes no son invulnerables, también caen, tienen miedo y lloran. Si mis hijos leen algún día esto, quiero que sepan que su padre era humano.

    – [Sarah]Ella no arrastra su pasado como algo trágico.[/Sarah] – la sonrisa de Sarah me atravesaba. La luz de mi oscuridad se estaba convirtiendo en tinieblas. Siempre había temido que la muerte de mis padres me hubiese convertido en alguien que no era capaz de tener a nadie cerca. Había alejado a los MacLeod, me había alejado de todos cuando Sarah se fue al Palacio y al final, me había alejado de ella. Era culpa mía, yo la había perdido, había perdido a la persona que más quería en este mundo.

    – [Daniel]No.[/Daniel] – pedí. La sal de mis lágrimas se cristalizó en el suelo. Hacía frío.

    – [Sasha]Soy como tú, aesir.[/Sasha] – Sasha se acercó hasta mí. No comprendía que eso pudiera ser un miedo, ni siquiera intentaban atacarme, solo estaban diciendo la verdad. – [Sasha]Yo también pienso que es la luz de mi oscuridad.[/Sasha] – me puso una mano en el hombro, como si intentase animarme. Ese gesto fue mucho peor que si me hubiese golpeado. Al menos así habría sabido su propósito, pero eso solo hizo que me viese más inmerso aún en la pesadilla.

    – [Daniel]No. Nunca la querrás como yo.[/Daniel] – no quería mirarlas, no quería que me vieran así, llorando, pequeño, débil…incapaz de hacer nada por la mujer a la que amaba. Traté de lanzar un destello de luz con mi poder para despejar esa pesadilla, pero no pude. Me miré las manos y volví a canalizar mi poder. Nada. Ya no tenía poder.

    – [Sasha]Puede que no me creas ahora, pero cuando todo acabe, seguirás pensando en esto y al final, volverás a estar solo.[/Sasha] – añadió Sasha. No sería la última vez que tuviese esa pesadilla y eso quizá sería por culpa de esa frase, que me perseguiría durante mucho tiempo.

    Ya no era nada, sin Sarah no era más que un niño roto que juega a ser el héroe con espadas afiladas. Xander y Elle vinieron a mi cabeza y lloré incontrolablemente, ya no los conocería nunca.

    Mis pesadillas se prepararon para rematarme. Sentían pena de mí, querían ayudarme. Quizá debía dejarles, así todo sería más fácil. Podrían ser felices todos sin que yo les molestase. Fue entonces cuando un destello abordó mi mente.

    – [Sarah]No sé qué estás viendo, pero te quiero muchísimo[/Sarah].- escuché decir a la voz de Sarah. Miré al frente, no era esa Sarah, estaba seguro. Es difícil explicar cómo es hablar con alguien mentalmente, no es como una conversación por internet, no son solo palabras lo que vienen a tu mente, son también imágenes, esencias de esa persona. Resumiendo, la sientes cerca de ti, sabes que está ahí.

    Sarah estaba luchando contra Aaron, manteniendo el tipo contra su terrible fuerza. La admiré, embriagándome de la luz que desprendía en toda mi existencia. Sentía que los sombríos tentáculos del miedo se disipaban.

    – [Daniel]Sarah… Yo también te quiero. Puede que os haya visto a Sasha y a ti.[/Daniel] – me puse en pie. La pesadilla compuesta por Sasha y Sarah me observó como un depredador. Se juntaron más, volviéndose más íntimas, intentando a la desesperada explotar un miedo que ya no podían aprovecha. Tomé nota para agradecerle a April que me conectase con Sarah en un momento así, pero lo cierto era que no sabía cómo podría haber conseguido saber qué era lo que necesitaba, parecía obra de un telépata con más poder, y así era.

    Sarah soltó una carcajada. No una carcajada literal si no que se rió en persona y sentí en los ecos de su mente que se habría echado a reír. La comunicación mental es un tema complejo.- [Sarah]¿Estás seguro de que era una pesadilla?[/Sarah] – preguntó, mofándose.

    – [Daniel]Ahora que lo dices.[/Daniel] – respondí, echándome a reír. La forma de mi mente de ver la situación cambió completamente.

    – [Sasha]Eres un pervertido, aesir[/Sasha].- replicó la voz de Sasha. Era curioso sentir cómo su «presencia» se parecía más a la mía que al blanco impoluto y tranquilo de la presencia de Sarah. Nosotros teníamos más violencia, rabia y tristeza acompañándonos. Quizá por eso también se había explotado ese miedo, porque sabía que me parecía a Sasha.

    – [Daniel]Eh, sal de mi cabeza, Cazadora.[/Daniel] – respondí con familiaridad. Sabía por Sarah que la vida de Sasha había sido muy dura y también veía perfectamente lo que sentía por Sarah, así que podía ponerme en su piel viviendo día a día el miedo que yo había sentido durante unos minutos. Por eso sentía la necesidad de ayudarla y ser buena persona con ella.

    El efecto del Rey Negro se desvaneció del todo. Las Sarasha (así las llamaba Diana) íntimas desaparecieron. Miré detrás de mí y el cuerpo de Dominic también, pero seguía enfrentándose a Omega.

    – [Sarah]Dom, ¿qué está pasando?[/Sarah]- escuché preguntar a Sarah con una voz suave. Quien nos estuviera conectando era capaz de meternos a todos en una misma conversación mental. Nos habría venido bien tener a alguien así a menudo. La mente de Dom se sentía presente, pero tardó en responder.

    – [Dom]Jane… Omega esta aquí.-[/Dom] dijo finalmente. Yo que le estaba viendo sufrir a manos del Rey Negro le vi observando a su alrededor, alterado. Omega ya no le estaba estrangulando, en su lugar le estaba torturando con las muertes que había sembrado en aquél distópico futuro. El motivo de que la Iniciativa no pudiese ganar. Dos soldados de la misma intentaron coger a Dominic desprevenido, pero corrí hacia ellos y le defendí mientras se enfrentaba a su miedo. – [Dom]Owen…-[/Dom] dijo en su mente. Vi por el rabillo del ojo cómo se arrodillaba y aferraba un puñado de hojas. La visión debía ser muy intensa para él pero esta vez yo no estaba viendo nada, el Rey Negro parecía estar concentrándose en él después de no haber podido conmigo.

    – [Sarah]Piensa un poco: tus hijos no han nacido todavía. ¿Por qué dejas que El Rey Negro te diga que eres un mal padre?[/Sarah]- respondió Sarah, empatizando justo con lo que Dominic necesitaba escuchar. Era una líder, nadie podía negarlo. Estaba concentrada en ayudarnos mientras ella misma libraba su propio combate.

    Uno de los soldados iba derecho a disparar a Dominic, así que no me quedó más remedio que lanzar un tajo que le dejó malherido. Cayó al suelo, sangrando. El otro siguió atacando.

    – [Dom]Porque lo soy Sarah. Apenas recuerdo a los míos. No sé ser padre. No pude protegerlos…-[/Dom] pensó. Su cuerpo seguía acunando la imagen de su hijo sin vida mientras que Omega estaba plantada frente a él. El Rey Negro estaba disfrutando tanto de alimentarse de nosotros que no había decidido rematarnos a ninguno para conseguir lo máximo de nosotros. Ese era su error, confiaba demasiado en sus posibilidades.

    Entendía a Dom. Yo tampoco sabía qué tipo de padre podría llegar a ser. Recordaba con mucho cariño al mío, pero cuando estaba vivo no estábamos tan unidos. A mi me enfadaba tener que movernos tan a menudo de ciudad y él solía estar serio a menudo. Ahora podía entender que estaba preocupado por el ser que nos daba caza, pero siendo niño no tenía ni idea. Quería ser más cercano a mis hijos, que me vieran siempre como un apoyo.

    – [Sarah]¿Vas a dejar que un tío que coleccionaba caras te diga lo que eres? ¿Vas a permitir que tu pasado te defina?[/Sarah]- preguntó Sarah con ánimo. Era un orgullo escucharla hablar, bueno, dialogar mentalmente. Con Sarah no tenía ningún miedo respecto al tipo de madre que sería. Estaba seguro de que lo haría de maravilla.- [Sarah]¿Sigues siendo el mierdas que estaba cada día con una chica diferente?[/Sarah] – añadió, haciéndole reaccionar. Las Echolls tenían una vena empática envidiable.

    – [Dom]No, no lo soy. Quiero a Rebecca y…-[/Dom] empezó a decir mi amigo, poniéndose en pie lentamente. – [Dom]…y seré un buen padre. Por cierto, eso de colecionar caras es asqueroso.-[/Dom] replicó, cargado de una renovada confianza. Omega y el resto de visiones que debían plagar su mente se desvanecieron. Con las ilusiones rotas, el Rey Negro se mostró delante de nosotros. – [Dom]Gracias Sarah.[/Dom] – añadió Dom.

    – [Sarah]¿Gracias? La consulta de la psicóloga son 100 pavos, chato[/Sarah].- bromeó ella.

    – [Daniel]Te quiero. Nos vemos pronto.[/Daniel] – me despedí, enviándole todo el cariño que fui capaz de transmitir. Resultaba que no solo las palabras eran insuficientes, también las impresiones mentales. Sentí que me devolvía ese amor antes de cortar la conexión.

    Antes de enfrentarse a él, Dominic alzó en volandas al soldado al que me enfrentaba y lo mandó a la copa de un árbol, inconsciente. Se lo agradecí con un gesto y me arrodillé al lado del que acababa de cortar. Tenía una herida peligrosa y estaba a punto de desmayarse por la pérdida de sangre. Todos los Moondies lo habíamos hablado antes de entrar al combate, los soldados de la Iniciativa eran en su gran mayoría activos, personas que podían ser o no inocentes pero que estaban controladas mentalmente, así que había que hacer lo posible por ayudarles. Convoqué mi poder en mis manos y cerré su herida. No podía hacer mucho más y él perdió el conocimiento por el dolor, pero viviría. Es lo que Sarah habría hecho.

     

    Mi herencia de Cazadora sintió una oscuridad acercándose. Era una oscuridad cercana, conocida, una que estaba de nuestro lado. Una oleada de calor salió de la mano de Logan, que caminaba hacia el Rey Negro con la Espada del Caos en la mano izquierda.

    El Rey Negro interpuso varias pesadillas para resistir el ataque. Me pareció ver un astronauta, que debía de ser cosa de Logan, un demonio motero como los que habían atacado a Sarah que era cosa mía y un Dom que parecía haberse ahogado.

    Dominic le lanzó una onda telekinética que dio tiempo a Logan a ponerse a su altura.

    – [BlackMask]Un bufón con armas de destrucción masivas…[/BlackMask] – replicó, sonriendo mientras se limpiaba una gota de sangre. De pronto Logan se detuvo y alzó la Espada del Caos. De la hoja empezaron a surgir tentáculos de oscuridad que parecían engullirle. De entre las pesadillas surgió una cándida imagen de Mia. Me imaginé lo que estaba a punto de pasar, pero Logan no la vio aparecer, estaba intentando controlar la Espada, que al parecer se había descontrolado. En el lapso de unos segundos atravesó a la Mia aparecida con la hoja.

    – [Mia]Siempre he sabido que eras un asesino[/Mia].- le escuché decir. Dom y yo tratamos de acercarnos, pero tuvimos que lidiar con soldados de la Iniciativa y un par de protegidos de Z. Para Logan no iba a ser fácil librarse de los miedos, tenía demasiado equipaje emocional.

    – [Logan]No…no soy ningún asesino…fue un accidente.[/Logan] – replicó. Su poder estaba descontrolado, la hierba a su alrededor ardió y era imposible acercarse. La oscuridad cada vez le rodeaba más y lo peor era que parecía real. Esa espada tenía mucho poder y podía ser verdad que la influencia del Rey Negro la estuviese descontrolando.

    – [Daniel]Logan huye, son tus miedos. Si sigues aquí moriremos todos. Mia está a salvo, lejos.[/Daniel] – grité, intentando sintetizar todo lo que pensaba que Logan querría escuchar. No era el momento de instarle a superar sus miedos, ni siquiera lo conocía lo suficiente como para intentarlo o confiar en que lo conseguiría. A veces la mejor opción es huir.

    Logan dudó, tardó una eternidad en decidirse, pero finalmente se propulsó, alejándose a toda velocidad de nosotros con la espada a cuestas. El Rey Negro había conseguido incapacitarlo durante un buen rato. El efecto se le pasaría al alejarse, pero no iba a ser instantáneo.

    Nos tocaba a nosotros volver a enfrentarnos a él, pero con suerte, si seguíamos con fuerza y tenacidad conseguiríamos que se quedase sin miedos que mostrar y cuando se agotase, estaríamos ahí para detenerlo definitivamente.

    – [Daniel]¿Volvemos?[/Daniel] – le pregunté a Dom, a mi lado. Frente a nosotros el Rey Negro alzó un ejército de pesadillas ya conocidas. Versiones oscuras de nosotros, nuestros seres queridos y nuestros hijos, fantasmas de nuestros pasados, anhelos y temores. Pero volvimos a la carga. Albergábamos esperanza en nuestro corazón, porque era lo único que nos quedaba enfrentándonos a una guerra para proteger a la gente. Y siendo lo único que teníamos, no íbamos a dejarla escapar.

  • LOS ESTRAGOS DE LA GUERRA

    Edward MacLay – Bosque de los Lobos

     

    El aullido de un licantropo seguido del de una manada, posiblemente la de Canton, amortiguo por unos segundos todos los demás sonidos tras esto volvió el completo caos. La guerra era tal y como te la mostraban en lo libros de historia, cruel, pero cundo le sumas poderes a la ecuación todo era mucho mas horrible.

    Antes de la batalla pusimos a toda la gente que encontramos por las calles en refugios improvisados en la Universidad y la Nave. Era gente que salia de trabajar, estudiar o que no quisieron creer en lo que vieron en el discurso de Mia, a la gente le costaba quitarse la venda de los ojos. Sin embargo el mensaje llego a más gente de la que pensaba, Moondale parecía un pueblo fantasma que se había quedado sin habitantes, pero dentro de todas esas casas la gente permanecía expectante a oscuras a que todo terminara.

    Nunca había sido un guerrero y posiblemente nunca lo seria, pero no podía quedarme sentado a oscuras sin hacer nada mientras el resto ponía sus vidas en peligro. Por un lado el bando de Z, por otro el bando del general Preston y nosotros en medio con un reducido grupo de voluntarios dispuestos a ayudarnos a evitar bajas inocentes, algo que habíamos conseguido de momento pero que no valdría de nada si no conseguíamos detener a ambos grupos.

    Era sencillo localizar a alguien del grupo por si necesitaba alguna ayuda, todos íbamos a  juego con los trajes que nos había confeccionado Lucy, pero había alguien que reconocí que no iba como el resto. Llevaba el pelo rubio alborotado y su ropa estaba raída por el paso del tiempo.

    -[Ed] ¿Ez…ra?.-[/Ed] Lo primero que hice fue buscar a la reina negra por si se trataba de alguna de sus artimañas, pero estaba ocupada enfrentándose a Diana. Mire a mi alrededor por si se trataba de alguien más pero como si de mi misma vida se tratara nadie me prestaba atención.

    -[Ezra] ¿Padre?.-[/Ezra] Resultaba raro que me llamara padre cuando prácticamente teníamos mas o menos la misma edad. Su expresión era la misma que debía de tener yo en ese momento, de pura confusión, aun así acelero el paso hasta donde me encontraba e intento abrazarme pero paso  a través de mi.

    – [Ed] ¿Como…?.-[/Ed] Habitual en mi fui incapaz de encontrar las palabras. Ezra miraba extrañado sus manos intentando encontrar alguna respuesta y yo buscaba alguna que lo consolara.

    – [Ezra]No lo se.-[/Ezra] Negó con la cabeza y observo a su alrededor, por un instante había olvidado donde me encontraba – [Ezra]¿Que esta pasando? ¿Veronica?.[/Ezra]

    -[Ed]No.-[/Ed] Podía ver su rabia e impotencia al no poder hacer nada. Su mundo lo había moldeado en alguien fuerte para sobrevivir, en un autentico guerrero, no se parecía en nada a mi, pero tenía los ojos y el pelo de su madre, Lucy. -[Ed]No, no es ella. Es la batalla que puede cambiarlo todo. ¿Donde…?.[/Ed]

    [Ezra]-…estoy.-[/Ezra] Era como si conociera mi incapacidad de finalizar una frase completa y lo hacia por mi. Volvió a negar. -[Ezra]Todo lo que siento es frío y solo veo oscuridad, nada más. [/Ezra]

    [Ed]Aguanta, pronto…-[/Ed] No pude terminar la frase porque Ezra se desvaneció frente a mi dejando a  la vista a la Reina Negra. Su forzada sonrisa me provocaba escalofrios. Se fue acercando poco a poco balanceándose de un lado a otro, disfrutando de cada paso que daba, mientras se pasaba un alfiler por los dedos.

    – [Aislinn]Te maldigo…[/Aislinn]-  Era incapaz de tragar y moverme, la Reina Negra miro a su alrededor como buscando a alguien, se pincho el dedo indice y dejo caer una gota de sangre sobre el humedecido suelo.  – [Aislinn]hasta que con tu hijo tu camino cruces[/Aislinn].

    La Reina Negra volvió a sonreír de manera forzada, una bola de fuego paso cerca de ella, Diana había vuelto a entrar en acción, quería ir a ayudarla pero me quede inmóvil pensando en lo que acababa de decir. No tenía ni idea de con que me había maldecido y la única manera de romper el hechizo era encontrar a mi hijo del cual desconocía su paradero.

    – [Nicholas]¡Cuidado!.-[/Nicholas] Alguien me empujo y salí rodando por el suelo.  La cabeza me daba vueltas y apenas era capaz de enfocar la vista. La tierra caía del cielo junto a la ceniza de los arboles. Me arrastre por el suelo acercándome hasta donde había estado hace un momento, donde había tenido lugar la explosión.

    Encontré a Nicholas tirado en el suelo, me arrastre un poco más y me arrodille junto a él. Tenía quemaduras por todo el torso y el cuello. No tenía conocimiento de medicina y no encontré a Daniel por ningún lado para que me ayudara, lo único que podía hacer era quedarme a su lado hasta el final. Agarre su mano y la otra la pose en su frente, temblaba e intentaba hablar, negué con la cabeza para que no lo hiciera. El temblor fue cesando y su mirada quedo fija en el cielo, aparte su gafas para cerrarle los ojos. Apenas conocía a Nicholas, solo sabía que en el futuro casi había matado  mi hijo y ahora me había salvado la vida. Era otra muerte más en la que cargar en mi conciencia, nunca no podía salvar a nadie.

    [Diana]Ed, ¿crees que es el momento de ponerse a hacer un post instrospectivo?[/Diana]- Escuche a Diana gritar.- [Diana]Ahora toca patear culos[/Diana].

    Hice caso a Diana, me reincorpore e invoque el totem de sangre para que sacara a relucir toda su cólera dispuesto a evitar más bajas. Pero la realidad es que perdimos a mucha más gente aquella noche, y yo perdí algo que tarde mucho tiempo en descubrir que era.

  • No tengo todo el día para matarte

    LOGAN VILLIERS – BOSQUE DE LOS LOBOS

    No sé cómo me ha convencido Mia de escribir esta tontería del diario, pero ya que he llegado hasta este punto, supongo que tendré que seguir.

    Voy a ahorrarme un párrafo lacrimógeno sobre lo mucho que nos cambió ese día o la pena que sentía por la gente que murió. Si, las guerras eran una mierda, moría gente y casi todo el mundo sufría, pero no iba a lamentarme por defender a quien me importaba. Y si para eso tenía que llevarme por delante a alguien, lo haría.

    Cuando la Espada del Caos atravesó limpiamente el torso del tipo de piel negra – no lo digo en plan racista, su piel era negra azulada – seguía moviéndose como un condenado, con esos ojos rojo sangre fijos en mí mientras intentaba morderme con dientes como los de una piraña. Pero su ánimo empezó a decaer cuando la hoja empezó a alimentarse de su oscuridad hasta que dejó un cascarón vacío.

    No era la primera persona con la que acababa ese día. Tenía unos cuantos más, tanto de la Iniciativa como de Z. Para mí eran la misma mierda en dos colores diferentes. Por si queréis detalles, recuerdo a: uno que parecía un champiñón de roca, uno con pinta de serpiente, el cara de pasa con dientes afilados, un pez al que nadie querría follar, un demonio rojo con cuernos, unos cuantos vampiros, varios robots que parecían humanos y alguno más que no recuerdo.

    Los Moondies y sus Satellites – me negué en redondo a que me metieran en el mismo saco – se contenían más, intentando incapacitar a los que se enfrentaban en lugar de acabar con el mal de raíz. Con los únicos con los que habían empezado a contenerse menos era con los vampiros con el cerebro lavado que llegaron en cuanto anocheció.

    No íbamos del todo mal teniendo en cuenta que éramos muchos menos, era una ventaja de que los otros se estuvieran matando entre ellos, si hubiéramos tenido que ir contra uno solo de los bandos la cosa se habría puesto más complicada.

    Miré el móvil para ver si Mia había puesto algo y maldije a esos hijos de puta de la Iniciativa por habernos frito los teléfonos. Si su mayor miedo era que se viera lo que estaba pasando entonces era que no me habían conocido todavía.

    Volé por el claro en el que estaba el núcleo de la batalla, haciendo saltar por los aires de camino a los esqueletos que levantaba el tipo ese siniestro con cara de pervertido. De camino vi a los Moondies, no se les estaba dando mal. Sarah estaba peleando contra el Rey Blanco y sentí envidia. Cerca de ellos los otros dos aesir que habían salido menos favorecidos en el reparto genético estaban luchando contra un demonio. Al poco vi que no era un demonio cualquiera, cambiaba de forma y acarreaba a Sarah y a la novia maciza del aesir cabezón. Ese tenía que ser el hijo de puta del Rey Negro. Esbocé una sonrisa, le iba a devolver lentamente todo lo que le había hecho a Mia, multiplicado por cien.

    Cuando ya me estaba lanzando hacia él, sentí algo raro en mi cabeza. Entonces escuché la voz:

    – [April]Logan, Mia viene de camino, pero tenemos un problema.[/April] – dijo en mi mente. Era esa pelirroja tan alegre que leía las mentes. En cuanto nombró a Mia, tuvo mi atención.

    – [Logan]¿Qué problema?[/Logan] – pregunté, aunque ya no hacía falta. En ese momento, el sol volvió a salir, o al menos, lo pareció.

    Me giré para ver de dónde venía la luz y vi que dos figuras estaban volando, peleando entre sí soltando destellos de una luz de un verde no muy sano. A mis ojos no les hacía mucho daño la luz, así que pude fijarme en ellos. Uno era un viejo con barba y el otro el hombre radiactivo de la Iniciativa, el que llevaba una máscara y parecía que le iba el sado.

    – [Matias]George, el de la Iniciativa, está a punto de estallar por la energía que desprenden los dos.[/Matias] – dijo la voz del niño ese regordete que era tan listo. – [Matias]Es probable que a corto, medio o largo plazo nos mate a todos, pero a Mia y Beatrix las evaporará en el acto.[/Matias] – añadió.

    – [Logan]Yo me encargo.[/Logan] -pensé. No sabía como funcionaba del todo eso, pero según lo que nos habían enseñado, con eso valía para que April les llevara el mensaje.

    Sin perder el tiempo porque Mia estaba en peligro, desprendí energía para impulsarme a toda velocidad contra ellos. Cada vez los veía más cerca, pero ellos estaban enfrascados en su batalla de quién tenía la vara de uranio más larga. Cuanto más cerca estaba, más energía recibía mi cuerpo de la que ellos estaban lanzando. Si no hubieran estado volando tan alto las nuevas generaciones iban a salir con tres ojos.

    No frené y aproveché el impulso para chocar contra el viejo, que salió volando, inconsciente antes de tocar el suelo.

    – [Logan]Eh, Darth Vader, la despedida de soltera te espera.[/Logan] – sonreí, maldiciendo porque nadie hubiese escuchado esa frase.

    – [George]»El hombre superior es modesto en el hablar, pero abundante en el obrar.»[/George] – soltó como si estuviera en un teatro. Entonces me atacó.

    – [Logan]Dicen que vas a explotar y verás, no puedo permitirlo.[/Logan] – expliqué, evitando sus ataques y alimentándome de su energía. – [Logan]He conocido a una chica y viene volando de camino, así que no tengo todo el día para matarte.[/Logan]

    El radiactivo reaccionó con fuerza, lanzando su energía sin contenerse. Preparó un puñetazo en mi dirección y lo detuve con una mano. Luego repitió con la otra e hice lo mismo. Sin soltarle empecé a drenar toda su energía.

    – [George]»No pretendas apagar con fuego un incendio, ni remediar con agua una inundación».[/George] – su voz resonó en la máscara, burlona. Su energía parecía no terminarse nunca y no me hacía gracia ser yo el que explotase, así que empecé a ascender, sin soltarle, mientras dirigía mi energía en forma de calor hacia su cuerpo, colándose por cada hueco. Me sentí un poco sucio cuando mi imaginación se paró a pensarlo, pero no era una mala técnica.

    – [Logan]Ya, bueno, depende del fuego.[/Logan] – le sonreí. Seguí absorbiendo su energía y convirtiéndola en calor, hasta que empezó a sentir el fuego en su interior. No sé en qué punto lo supo, pero sus ojos cuando supo que se quemaba por dentro se me quedaron grabados.

    Ascendí más y cuando empecé a notar que no podía soportar la presión, dejé ir toda la energía que había acumulado en forma de un torrente contra él, elevándolo sin detenerse mientras su cuerpo se combustionaba. Subía cada vez más deprisa hasta que se perdió de vista.

    Su cuerpo debió congelarse al salir al espacio. Casi sentí pena por él, no me gustaba mucho el espacio. Descendí a suelo firme poco a poco, cansado por el esfuerzo que acababa de llevar a cabo. Me costaba caminar incluso, pero me recuperaría absorbiendo energía de aquí y allá. Lo importante era que Mía estaba a salvo. No sabía qué sería de mí si algún día le pasaba algo.

  • DESENCADENADO

    Christopher MacLeod – Bosque de los Lobos

    Se dice que la historia la escriben los supervivientes, pero la realidad es aún más triste. La historia la escriben los que tienen poder, para controlar y mantener en las sombras a los que no lo tienen, que, adoctrinados para ello, lo creerán.

    La historia en ese momento era la ‘Batalla de Ripper‘ o la ‘Guerra de Moondale‘ como llegaría a conocerse en el futuro. El Gobierno trataría el despliegue militar de su operación secreta ‘Iniciativa Awaken’ para disipar la amenaza de Z como una «operación militar para para la inhabilitación de una organización terrorista en suelo patrio«, abreviado como ‘Operación Serpiente Escondida‘. Esa organización terrorista no era otra que ‘Gambit‘, un grupo dirigido por el entonces Director de Inteligencia Nacional que había abusado de su poder para robar armamento de tecnología punta con el fin de «socavar nuestra gran nación«.

    En el clímax de la batalla, que aún estaba por llegar, la Iniciativa desplegaría un arma que dejaría fritos todos los dispositivos electrónicos en un rango de kilómetros a la redonda, evitando así dejar cualquier registro visual. Así que con el tiempo, para todos los que no lo hubiesen vivido en primera persona, los poderes, criaturas y magia que habían visto en esa batalla, no fueron más que el producto de un gas experimental, desacreditando a todos los testigos, que solo contaban con su palabra. Al final, pese a cómo se desarrolló todo, ellos resultaron victoriosos en última instancia, volviendo a mantener a los sobrenaturales en las sombras.

    Y mientras tanto allí estaba yo, viviendo la historia, luchando estoque en mano para intentar mantener a salvo a la gente inocente y evitar todas las muertes posibles hasta que nuestro as en la manga pudiera salvar el día, o al menos cambiar ligeramente las tornas.

    Mi muñeca sufrió al contener otro embite del Rey Gris. Por mucho que mi estoque fuese de adamantio y estuviese reforzado por la magia arcana de los aesir, físicamente era poco más que un humano promedio y me estaba enfrentando a un romano inmortal. Tampoco era un milagro que siguiese vivo, estaba claro que no quería matarme, solamente dejarme fuera de juego. Aun así los cortes superficiales y el cansancio estaban empezando a pasar factura y el Rey Gris tenía muchos enemigos a los que enfrentarse como para perder tanto tiempo conmigo. Si empezaba a impacientarse quizá no viese tan mal acabar conmigo.

    Resultaba un poco frustrante enfrentarme a un enemigo al que no era capaz de vencer. Era un Daë, había sido elegido para salvar el mundo del Soberano, pero no tenía nada que hacer con el resto. Como ya he dicho en otras ocasiones, caminaba entre dioses. Mia, Sasha o cualquiera de los Satellites habrían encajado mejor que yo como Daë, y sin embargo, había sido elegido y había cumplido las Pruebas. Y desde esas pequeñas victorias, no hacía más que perder: a Kaylee, a Sarah, a Daniel, a Ed, a todos los que estaban heridos o ya habían muerto ese día…

    El Rey Gris empujó con fuerza y mi brazo se resintió. Sujeté el estoque con las dos manos y vi el brillo en sus ojos al ver que me tenía justo donde quería, así que hice una finta y me aparté de él. Normalmente habría contraatacado aprovechando que había bajado la guardia, pero ya no podía, sería arriesgar demasiado.

    Quizá debí hacer caso a los demás cuando insistieron en que me quedase en la periferia del combate, como había hecho Vincent o cualquiera de los que estaba en la Nave o en la Universidad. Esta vez la decisión de quedarme no era estratégica ni meditada, era una mezcla de orgullo con la incapacidad para dejar que los demás se arriesgasen mientras yo estaba relativamente a salvo.

    Ni siquiera mi orgullo me había dejado nunca dejar paso al licántropo para poder utilizar su fuerza. En algún lugar del bosque, Alexander Fenris estaba caminando como un enorme crinos, abatiendo soldados con ayuda de su manada, que también luchaba contra sus propios hermanos en el bando de Z. Yo no podía hacerlo. Era diferente.

    Mi pecho subía y bajaba con la respiración agitada. Mi corazón parecía a punto de salirse de mi cuerpo. No podía vencer al hombre de la armadura que estaba frente a mí. Lo había sabido desde el principio. Todo el mundo tiene que saber su lugar y sus dominios. El mío no era el físico, era el mental. No podía derrotar al Rey Gris, pero podía entretenerlo el tiempo suficiente para que Dominic, que estaba ocupado con dos activos de la Iniciativa, se librase de ellos y lanzase su martillo contra el inmortal, que acabó clavado contra una pared de piedra, intentando moverse.

    Le di las gracias a Dominic, que no tuvo tiempo a detenerse mientras corría a ayudar a Daniel contra el Rey Negro, en ese momento un enorme demonio que no debía ser otro que el Juthrbog, el asesino de su familia y de la de Dom. Mi corazón dio un vuelco al ver a Sarah inerte a sus pies, cubierta de sangre, pero la vi también varios metros más allá, aguantando contra un demonio lobuno de piel blanca y marcas color sangre por su cuerpo, el propio Z. Volví la mirada al Juthrbog, la Sarah muerta era una ilusión más del miedo de Daniel, una muy convincente. No sabía cómo era capaz de enfrentarse a eso solo, pero sin duda agradeció que apareciese Dom. Los miedos en compañía, son menos, por eso siempre intentan aislarnos, dejarnos solos para enfrentarnos a ellos.

    Preferí no pensar en qué se convertiría el Rey Negro ante mí. Ya había sobrevivido a mis miedos una vez, pero ahora tenía más que perder y eso los hacía más fuertes. Tenía mucho más por donde atacarme. Instintivamente, localicé a Diana, que en ese momento estaba cubriendo con sus llamas a la Reina Negra, que se protegía con un muro de sangre.

    Tenía un enemigo muy difícil por su capacidad de alterar las probabilidades, pero confiaba en el poder de Diana. Aun así, quise ayudarla cuando la Reina convirtió su muro en un ejército de dagas sangrientas, lanzando un conjuro eléctrico que ella desvió al final, volviendo a convertir las dagas en un escudo. Su fría mirada se fijó en mí mientras murmuraba algo. Empecé a encontrarme mal, terriblemente mal.

    Diana volvió a distraerla sin dejarle tiempo a tomar su venganza conmigo, pero fuera lo que fuera lo que hubiese hecho, seguía teniendo efecto en mí. Todo mi cuerpo dolía como si fuese a explotar de un momento a otro. Notaba la piel tirante y parte de mí quería salir de ella. Entonces lo supe. No necesité ver crecer mis uñas hasta convertirse en garras para saberlo. Había usado su poder para desencadenar la posibilidad de que me convirtiese en licántropo.

    Sentía todo mi cuerpo desgarrarse, cambiando rápidamente. No, no, no – rogué en mis pensamientos. La batalla todavía era un caos, no podía abandonarlos así, no podía dejarles solos. Puse toda mi voluntad y la transformación empezó a ir más lenta, pero no conseguía detenerla.

    – [Diana]Christopher, concéntrate en revertir la transformación[/Diana].- escuché la voz de Diana antes de levantar la mirada y verla frente a mí, con su pelo brillando en tonos rojizos bajo la luz del sol que se filtraba a través de las copas de los árboles.

    – [MacLeod]¿Y la Reina Negra?[/MacLeod] – pregunté, clavando las garras en la tierra con cada oleada de dolor. Sabía que no podía conseguir lo que Diana me estaba pidiendo. Sentía defraudarla, pero lo único que podía hacer era retenerlo mientras buscaba una forma de evitar el peligro para los demás.

    – [Diana]Se está encargando Ed[/Diana].- respondió ella con paciencia. No me paré a mirar tras ella, donde Ed hacia lo que podía por mantener a la Reina Negra a raya.

    – [MacLeod]No lo voy a conseguir.[/MacLeod] – me sinceré. Nunca había conseguido reprimir la transformación sin las infusiones de acónito así que no lo iba a conseguir ahora, en mitad de aquella guerra, sabiendo que podía perder a todas las personas por las que me había preocupado alguna vez y que mi hija podría criarse sin su familia. – [MacLeod]Tengo que evitar que salga libre.[/MacLeod] – traté de explicarle. En cuanto la idea cruzó mi mente, actué sin pensar, murmurando un conjuro para crear una esfera de electricidad que pudiese dejarme inconsciente. Solo esperaba no pasarme con el choque.

    — [Diana]Keliiiiii.[/Diana]— llamó Diana. Agradecí que no intentase disuadirme, bastante difícil era ya dejarme ir sabiendo que para cuando despertase, todo habría ocurrido ya, para bien o para mal. Keli no respondió, después de la magia que había obrado para teletransportarnos a todos y cada uno, no era extraño.

    – [MacLeod]Acaba de transportarnos a todos. No creo que pueda…[/MacLeod] – la esfera crepitaba, impaciente, en mi mano.- [MacLeod]Ponedme a resguardo y avisad a Mia de que me recoja cuando deje a Beatrix. Así no os molestaré mientras salváis el mundo.[/MacLeod] – le dediqué una sonrisa triste, conteniendo las lágrimas. Horrores de una sociedad machista. Los hombres no lloran, pues sí lo hacen, pero no podía delante de Diana, no con el trabajo que aún tenían por delante. – [MacLeod]Ten mucho cuidado, por favor, manteneos a salvo.[/MacLeod] – le pedí, derrotado. Me preparé para el dolor de electrocutarme a mi mismo. Por suerte cuando perdiera la concentración la esfera se desvanecería, así que solo me haría el daño necesario para quedarme inconsciente y mi constitución de licántropo se encargaría de que no quedasen secuelas.

    ¿Conocéis la Ley de Murphy? Bueno, la vida la resume bastante bien. Siempre que algo pueda salir mal, probablemente saldrá mal. No diré que va a ser siempre así, porque no soy una persona que suela usar a menudo términos absolutos ni generalizaciones. Pero en ese momento, cuando escuché el grito de Daakka y vi a Cara desmayarse en sus brazos, estuve de acuerdo con él.

    Nos quedamos paralizados durante un minuto, el tiempo que me llevó asumir que mi plan ya no tenía sentido, no podían preocuparse de poner a salvo a dos personas inconscientes y Mia solo podía llevarse a una. La esfera se desvaneció en mi mano.

    – [MacLeod]Ponedla a salvo. Mia puede llevársela, pero no podrá con ambos.[/MacLeod] – le pedí a Diana. Ella asintió, preocupada.  Ya no podía ser una carga, tenía que apartarme de ellos antes de que el licántropo sembrase el caos.

    — [Diana]Te quiero. Confía en el lobo.[/Diana] – pidió. Diana sería una buena consejera para Amy si resultaba ser una licántropa, que todo parecía indicar que sí. Yo lo tendría más difícil. Prefería que si Amy lo era, pudiera llegar a aceptarlo y a convivir con ello, sin tener que considerarlo una maldición toda su vida. Seguro que mi pequeña era más fuerte que yo.

    – [MacLeod]Nunca. Te quiero.[/MacLeod] – repliqué echando a correr. La tensión y los nervios de la transformación inminente hicieron que esta se acelerase. Crucé el campo de batalla esquivando golpes y proyectiles.

    Conseguí alejarme un poco del epicentro del combate, pero el olor de la sangre y la lucha que se respiraba en el ambiente hicieron que cayera de rodillas en el suelo y dejase escapar un grito de dolor mientras mi boca se rasgaba y mi mandíbula se destrozaba para dar paso al hocico del licántropo. Christopher se desvaneció.


    ANZANOC EL LOBO – BOSQUE DE LOS LOBOS

    La libertad sabía a humo y a sangre. Mi olfato se deleitaba con el aroma del aire libre y por mi cuerpo corría ardiendo el ansia de violencia. Mis garras sintieron la hierba por primera vez en mucho tiempo y empecé a correr hacia la gran lucha.

    Cuando estaba llegando al claro, un aroma familiar me distrajo. Corrí hacia él y vi una lucha aislada que ya había terminado. Un hombre de dos patas que olía a polvo de huesos, piedra y menta. Su melena blanca era larga y casi rozaba el cuerpo de su víctima, que agonizaba en el suelo. Se levantó y limpió la sangre de sus colmillos de mano. Entonces me vio y se colocó en guardia.

    Corrí hacia él y de nuevo capté el olor familiar. El carcelero me hizo dudar. Desvié la mirada hacia el cuerpo que había en el suelo, a quien ya se le escapaba la vida. Un ser de dos patas, nada importante, pero para el carcelero sí. El aroma familiar era el del carcelero, era de su manada.

    El carcelero sufrió y se retiró, dejándome completamente al mando. Mis fauces se abrieron en un gruñido y arremetí contra el ser blanco. Sus colmillos de mano acariciaron mi piel mientras saltaba como un conejo, pero igual que ellos, su cuello se partió entre mis fauces como una vieja astilla.

    Olfateé de nuevo el cuerpo de olor conocido. – [Zack]No sufras, Toph.[/Zack] – dijo. No entendí sus palabras, pero recordé que su nombre era como cortar madera. Fue incapaz de decir nada más, sus heridas se lo llevaron. Hermano mayor del carcelero, luchaste y moriste con honor. Aullé para que su espíritu encontrase el camino y escuché otros aullidos sumarse al mío.

    Después corrí, quizá alguna otra presa haría que el carcelero volviese a dejarme el control.

     

  • EL PALO ROSA DE MEAR

    Cara Elle – Bosque de los lobos

    Tarde – Noche

    Os voy a contar una cosa de las batallas que quizás os sorprenda: no molan. Las películas, las series y los libros las venden como si fuera inevitables, pero la mayoría de las veces, lo son. Si algo había aprendido de mi «infancia» con Elizabeth y Daakka, era el poder de hablar para solucionar las cosas.

    Por ejemplo, alguna vez he querido pegarme con alguien por hablar en el cine o por colarse en el supermercado, pero no lo he hecho. Otras veces he querido matar y deshacerme del cadáver con disimulo por pegarle una patada a un perro, pero también me he aguantado. ¿Por qué? Porque Elizabeth no me dejaba. Porque no está bien. Pero ahora estábamos luchando y tenía que creerme que la balanza moral que te prohíbe hacerlo normalmente, dejaba de funcionar en momentos como ese.

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  • DEMASIADO TARDE

    Amy | Bosque

    NOCHE

    Era una mañana fría, pero soleada. El bosque rezumaba olores de invierno y los animales, a pesar de todo, parecían activos. Me gustaba sentir el frío en mi pelaje y cómo la hierba acariciaba mis patas a medida que iba ganando velocidad, pero cuando noté su olor, dejé de correr y adquirí mi forma humana, muy a mi pesar. Caminé desnuda hasta la zona en la que estaba mi ropa y vi a Leo, que esperaba con ella en la mano. Quizás tenía que haber sentido cierto pudor, pero es absurdo tener ese tipo de sensaciones cuando estás frente a la persona con la que creías que ibas a pasar el resto de tu vida.

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  • LA ENCARGADA DE LEER MENTES

    LA ENCARGADA DE LEER MENTES

    April | Bosque de los Lobos

    TARDE

    aprilhalpertpost

    A April le gustaba notar el sonido de las hojas secas que se partían bajo sus pies y ver cómo sus zapatillas Converse de color fucsia se ensuciaban. La hacían sentir parte de algo importante. Por primera vez en su vida era algo más que «la tarada que oía voces», aunque no tenía ni idea de lucha, ni de expediciones y mucho menos, de incursiones secretas, pero eso no iba a suponer un problema, porque su misión, como bien había recalcado Ted, era la encargada de leer mentes y eso, lo dominaba a la perfección.

    Era una tarde fría de cielo plomizo que amenazaba lluvia, pero sonrisa de April podía verse a kilómetros de distancia, mientras se aferraba con fuerza al asa derecha de su mochila. A su lado, caminaba Ted, con sus pintas de jardinero de incógnito, que estaba muy concentrado en no morirse de miedo involuntariamente y que todo el plan se fuera al garete <<Si me muero, el bibliotecario me matará>>. No muy lejos, estaba la chica embarazada, Diana, cuyo cabello rojizo y ojos de color miel hacían que la telépata pensara en lo mucho que le recordaba a una elfa del bosque, además, ese día llevaba un peto vaquero que evidenciaba todavía más que se encontraba al final del segundo trimestre de embarazo. Sus pensamientos eran mucho más divertidos, porque se estaba entreteniendo en imaginarse quién se comería a quién en caso de quedar atrapados en la Iniciativa.

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