Moondale

Categoría: Afueras

  • LOS ESTRAGOS DE LA GUERRA

    Edward MacLay – Bosque de los Lobos

     

    El aullido de un licantropo seguido del de una manada, posiblemente la de Canton, amortiguo por unos segundos todos los demás sonidos tras esto volvió el completo caos. La guerra era tal y como te la mostraban en lo libros de historia, cruel, pero cundo le sumas poderes a la ecuación todo era mucho mas horrible.

    Antes de la batalla pusimos a toda la gente que encontramos por las calles en refugios improvisados en la Universidad y la Nave. Era gente que salia de trabajar, estudiar o que no quisieron creer en lo que vieron en el discurso de Mia, a la gente le costaba quitarse la venda de los ojos. Sin embargo el mensaje llego a más gente de la que pensaba, Moondale parecía un pueblo fantasma que se había quedado sin habitantes, pero dentro de todas esas casas la gente permanecía expectante a oscuras a que todo terminara.

    Nunca había sido un guerrero y posiblemente nunca lo seria, pero no podía quedarme sentado a oscuras sin hacer nada mientras el resto ponía sus vidas en peligro. Por un lado el bando de Z, por otro el bando del general Preston y nosotros en medio con un reducido grupo de voluntarios dispuestos a ayudarnos a evitar bajas inocentes, algo que habíamos conseguido de momento pero que no valdría de nada si no conseguíamos detener a ambos grupos.

    Era sencillo localizar a alguien del grupo por si necesitaba alguna ayuda, todos íbamos a  juego con los trajes que nos había confeccionado Lucy, pero había alguien que reconocí que no iba como el resto. Llevaba el pelo rubio alborotado y su ropa estaba raída por el paso del tiempo.

    -[Ed] ¿Ez…ra?.-[/Ed] Lo primero que hice fue buscar a la reina negra por si se trataba de alguna de sus artimañas, pero estaba ocupada enfrentándose a Diana. Mire a mi alrededor por si se trataba de alguien más pero como si de mi misma vida se tratara nadie me prestaba atención.

    -[Ezra] ¿Padre?.-[/Ezra] Resultaba raro que me llamara padre cuando prácticamente teníamos mas o menos la misma edad. Su expresión era la misma que debía de tener yo en ese momento, de pura confusión, aun así acelero el paso hasta donde me encontraba e intento abrazarme pero paso  a través de mi.

    – [Ed] ¿Como…?.-[/Ed] Habitual en mi fui incapaz de encontrar las palabras. Ezra miraba extrañado sus manos intentando encontrar alguna respuesta y yo buscaba alguna que lo consolara.

    – [Ezra]No lo se.-[/Ezra] Negó con la cabeza y observo a su alrededor, por un instante había olvidado donde me encontraba – [Ezra]¿Que esta pasando? ¿Veronica?.[/Ezra]

    -[Ed]No.-[/Ed] Podía ver su rabia e impotencia al no poder hacer nada. Su mundo lo había moldeado en alguien fuerte para sobrevivir, en un autentico guerrero, no se parecía en nada a mi, pero tenía los ojos y el pelo de su madre, Lucy. -[Ed]No, no es ella. Es la batalla que puede cambiarlo todo. ¿Donde…?.[/Ed]

    [Ezra]-…estoy.-[/Ezra] Era como si conociera mi incapacidad de finalizar una frase completa y lo hacia por mi. Volvió a negar. -[Ezra]Todo lo que siento es frío y solo veo oscuridad, nada más. [/Ezra]

    [Ed]Aguanta, pronto…-[/Ed] No pude terminar la frase porque Ezra se desvaneció frente a mi dejando a  la vista a la Reina Negra. Su forzada sonrisa me provocaba escalofrios. Se fue acercando poco a poco balanceándose de un lado a otro, disfrutando de cada paso que daba, mientras se pasaba un alfiler por los dedos.

    – [Aislinn]Te maldigo…[/Aislinn]-  Era incapaz de tragar y moverme, la Reina Negra miro a su alrededor como buscando a alguien, se pincho el dedo indice y dejo caer una gota de sangre sobre el humedecido suelo.  – [Aislinn]hasta que con tu hijo tu camino cruces[/Aislinn].

    La Reina Negra volvió a sonreír de manera forzada, una bola de fuego paso cerca de ella, Diana había vuelto a entrar en acción, quería ir a ayudarla pero me quede inmóvil pensando en lo que acababa de decir. No tenía ni idea de con que me había maldecido y la única manera de romper el hechizo era encontrar a mi hijo del cual desconocía su paradero.

    – [Nicholas]¡Cuidado!.-[/Nicholas] Alguien me empujo y salí rodando por el suelo.  La cabeza me daba vueltas y apenas era capaz de enfocar la vista. La tierra caía del cielo junto a la ceniza de los arboles. Me arrastre por el suelo acercándome hasta donde había estado hace un momento, donde había tenido lugar la explosión.

    Encontré a Nicholas tirado en el suelo, me arrastre un poco más y me arrodille junto a él. Tenía quemaduras por todo el torso y el cuello. No tenía conocimiento de medicina y no encontré a Daniel por ningún lado para que me ayudara, lo único que podía hacer era quedarme a su lado hasta el final. Agarre su mano y la otra la pose en su frente, temblaba e intentaba hablar, negué con la cabeza para que no lo hiciera. El temblor fue cesando y su mirada quedo fija en el cielo, aparte su gafas para cerrarle los ojos. Apenas conocía a Nicholas, solo sabía que en el futuro casi había matado  mi hijo y ahora me había salvado la vida. Era otra muerte más en la que cargar en mi conciencia, nunca no podía salvar a nadie.

    [Diana]Ed, ¿crees que es el momento de ponerse a hacer un post instrospectivo?[/Diana]- Escuche a Diana gritar.- [Diana]Ahora toca patear culos[/Diana].

    Hice caso a Diana, me reincorpore e invoque el totem de sangre para que sacara a relucir toda su cólera dispuesto a evitar más bajas. Pero la realidad es que perdimos a mucha más gente aquella noche, y yo perdí algo que tarde mucho tiempo en descubrir que era.

  • No tengo todo el día para matarte

    LOGAN VILLIERS – BOSQUE DE LOS LOBOS

    No sé cómo me ha convencido Mia de escribir esta tontería del diario, pero ya que he llegado hasta este punto, supongo que tendré que seguir.

    Voy a ahorrarme un párrafo lacrimógeno sobre lo mucho que nos cambió ese día o la pena que sentía por la gente que murió. Si, las guerras eran una mierda, moría gente y casi todo el mundo sufría, pero no iba a lamentarme por defender a quien me importaba. Y si para eso tenía que llevarme por delante a alguien, lo haría.

    Cuando la Espada del Caos atravesó limpiamente el torso del tipo de piel negra – no lo digo en plan racista, su piel era negra azulada – seguía moviéndose como un condenado, con esos ojos rojo sangre fijos en mí mientras intentaba morderme con dientes como los de una piraña. Pero su ánimo empezó a decaer cuando la hoja empezó a alimentarse de su oscuridad hasta que dejó un cascarón vacío.

    No era la primera persona con la que acababa ese día. Tenía unos cuantos más, tanto de la Iniciativa como de Z. Para mí eran la misma mierda en dos colores diferentes. Por si queréis detalles, recuerdo a: uno que parecía un champiñón de roca, uno con pinta de serpiente, el cara de pasa con dientes afilados, un pez al que nadie querría follar, un demonio rojo con cuernos, unos cuantos vampiros, varios robots que parecían humanos y alguno más que no recuerdo.

    Los Moondies y sus Satellites – me negué en redondo a que me metieran en el mismo saco – se contenían más, intentando incapacitar a los que se enfrentaban en lugar de acabar con el mal de raíz. Con los únicos con los que habían empezado a contenerse menos era con los vampiros con el cerebro lavado que llegaron en cuanto anocheció.

    No íbamos del todo mal teniendo en cuenta que éramos muchos menos, era una ventaja de que los otros se estuvieran matando entre ellos, si hubiéramos tenido que ir contra uno solo de los bandos la cosa se habría puesto más complicada.

    Miré el móvil para ver si Mia había puesto algo y maldije a esos hijos de puta de la Iniciativa por habernos frito los teléfonos. Si su mayor miedo era que se viera lo que estaba pasando entonces era que no me habían conocido todavía.

    Volé por el claro en el que estaba el núcleo de la batalla, haciendo saltar por los aires de camino a los esqueletos que levantaba el tipo ese siniestro con cara de pervertido. De camino vi a los Moondies, no se les estaba dando mal. Sarah estaba peleando contra el Rey Blanco y sentí envidia. Cerca de ellos los otros dos aesir que habían salido menos favorecidos en el reparto genético estaban luchando contra un demonio. Al poco vi que no era un demonio cualquiera, cambiaba de forma y acarreaba a Sarah y a la novia maciza del aesir cabezón. Ese tenía que ser el hijo de puta del Rey Negro. Esbocé una sonrisa, le iba a devolver lentamente todo lo que le había hecho a Mia, multiplicado por cien.

    Cuando ya me estaba lanzando hacia él, sentí algo raro en mi cabeza. Entonces escuché la voz:

    – [April]Logan, Mia viene de camino, pero tenemos un problema.[/April] – dijo en mi mente. Era esa pelirroja tan alegre que leía las mentes. En cuanto nombró a Mia, tuvo mi atención.

    – [Logan]¿Qué problema?[/Logan] – pregunté, aunque ya no hacía falta. En ese momento, el sol volvió a salir, o al menos, lo pareció.

    Me giré para ver de dónde venía la luz y vi que dos figuras estaban volando, peleando entre sí soltando destellos de una luz de un verde no muy sano. A mis ojos no les hacía mucho daño la luz, así que pude fijarme en ellos. Uno era un viejo con barba y el otro el hombre radiactivo de la Iniciativa, el que llevaba una máscara y parecía que le iba el sado.

    – [Matias]George, el de la Iniciativa, está a punto de estallar por la energía que desprenden los dos.[/Matias] – dijo la voz del niño ese regordete que era tan listo. – [Matias]Es probable que a corto, medio o largo plazo nos mate a todos, pero a Mia y Beatrix las evaporará en el acto.[/Matias] – añadió.

    – [Logan]Yo me encargo.[/Logan] -pensé. No sabía como funcionaba del todo eso, pero según lo que nos habían enseñado, con eso valía para que April les llevara el mensaje.

    Sin perder el tiempo porque Mia estaba en peligro, desprendí energía para impulsarme a toda velocidad contra ellos. Cada vez los veía más cerca, pero ellos estaban enfrascados en su batalla de quién tenía la vara de uranio más larga. Cuanto más cerca estaba, más energía recibía mi cuerpo de la que ellos estaban lanzando. Si no hubieran estado volando tan alto las nuevas generaciones iban a salir con tres ojos.

    No frené y aproveché el impulso para chocar contra el viejo, que salió volando, inconsciente antes de tocar el suelo.

    – [Logan]Eh, Darth Vader, la despedida de soltera te espera.[/Logan] – sonreí, maldiciendo porque nadie hubiese escuchado esa frase.

    – [George]»El hombre superior es modesto en el hablar, pero abundante en el obrar.»[/George] – soltó como si estuviera en un teatro. Entonces me atacó.

    – [Logan]Dicen que vas a explotar y verás, no puedo permitirlo.[/Logan] – expliqué, evitando sus ataques y alimentándome de su energía. – [Logan]He conocido a una chica y viene volando de camino, así que no tengo todo el día para matarte.[/Logan]

    El radiactivo reaccionó con fuerza, lanzando su energía sin contenerse. Preparó un puñetazo en mi dirección y lo detuve con una mano. Luego repitió con la otra e hice lo mismo. Sin soltarle empecé a drenar toda su energía.

    – [George]»No pretendas apagar con fuego un incendio, ni remediar con agua una inundación».[/George] – su voz resonó en la máscara, burlona. Su energía parecía no terminarse nunca y no me hacía gracia ser yo el que explotase, así que empecé a ascender, sin soltarle, mientras dirigía mi energía en forma de calor hacia su cuerpo, colándose por cada hueco. Me sentí un poco sucio cuando mi imaginación se paró a pensarlo, pero no era una mala técnica.

    – [Logan]Ya, bueno, depende del fuego.[/Logan] – le sonreí. Seguí absorbiendo su energía y convirtiéndola en calor, hasta que empezó a sentir el fuego en su interior. No sé en qué punto lo supo, pero sus ojos cuando supo que se quemaba por dentro se me quedaron grabados.

    Ascendí más y cuando empecé a notar que no podía soportar la presión, dejé ir toda la energía que había acumulado en forma de un torrente contra él, elevándolo sin detenerse mientras su cuerpo se combustionaba. Subía cada vez más deprisa hasta que se perdió de vista.

    Su cuerpo debió congelarse al salir al espacio. Casi sentí pena por él, no me gustaba mucho el espacio. Descendí a suelo firme poco a poco, cansado por el esfuerzo que acababa de llevar a cabo. Me costaba caminar incluso, pero me recuperaría absorbiendo energía de aquí y allá. Lo importante era que Mía estaba a salvo. No sabía qué sería de mí si algún día le pasaba algo.

  • DESENCADENADO

    Christopher MacLeod – Bosque de los Lobos

    Se dice que la historia la escriben los supervivientes, pero la realidad es aún más triste. La historia la escriben los que tienen poder, para controlar y mantener en las sombras a los que no lo tienen, que, adoctrinados para ello, lo creerán.

    La historia en ese momento era la ‘Batalla de Ripper‘ o la ‘Guerra de Moondale‘ como llegaría a conocerse en el futuro. El Gobierno trataría el despliegue militar de su operación secreta ‘Iniciativa Awaken’ para disipar la amenaza de Z como una «operación militar para para la inhabilitación de una organización terrorista en suelo patrio«, abreviado como ‘Operación Serpiente Escondida‘. Esa organización terrorista no era otra que ‘Gambit‘, un grupo dirigido por el entonces Director de Inteligencia Nacional que había abusado de su poder para robar armamento de tecnología punta con el fin de «socavar nuestra gran nación«.

    En el clímax de la batalla, que aún estaba por llegar, la Iniciativa desplegaría un arma que dejaría fritos todos los dispositivos electrónicos en un rango de kilómetros a la redonda, evitando así dejar cualquier registro visual. Así que con el tiempo, para todos los que no lo hubiesen vivido en primera persona, los poderes, criaturas y magia que habían visto en esa batalla, no fueron más que el producto de un gas experimental, desacreditando a todos los testigos, que solo contaban con su palabra. Al final, pese a cómo se desarrolló todo, ellos resultaron victoriosos en última instancia, volviendo a mantener a los sobrenaturales en las sombras.

    Y mientras tanto allí estaba yo, viviendo la historia, luchando estoque en mano para intentar mantener a salvo a la gente inocente y evitar todas las muertes posibles hasta que nuestro as en la manga pudiera salvar el día, o al menos cambiar ligeramente las tornas.

    Mi muñeca sufrió al contener otro embite del Rey Gris. Por mucho que mi estoque fuese de adamantio y estuviese reforzado por la magia arcana de los aesir, físicamente era poco más que un humano promedio y me estaba enfrentando a un romano inmortal. Tampoco era un milagro que siguiese vivo, estaba claro que no quería matarme, solamente dejarme fuera de juego. Aun así los cortes superficiales y el cansancio estaban empezando a pasar factura y el Rey Gris tenía muchos enemigos a los que enfrentarse como para perder tanto tiempo conmigo. Si empezaba a impacientarse quizá no viese tan mal acabar conmigo.

    Resultaba un poco frustrante enfrentarme a un enemigo al que no era capaz de vencer. Era un Daë, había sido elegido para salvar el mundo del Soberano, pero no tenía nada que hacer con el resto. Como ya he dicho en otras ocasiones, caminaba entre dioses. Mia, Sasha o cualquiera de los Satellites habrían encajado mejor que yo como Daë, y sin embargo, había sido elegido y había cumplido las Pruebas. Y desde esas pequeñas victorias, no hacía más que perder: a Kaylee, a Sarah, a Daniel, a Ed, a todos los que estaban heridos o ya habían muerto ese día…

    El Rey Gris empujó con fuerza y mi brazo se resintió. Sujeté el estoque con las dos manos y vi el brillo en sus ojos al ver que me tenía justo donde quería, así que hice una finta y me aparté de él. Normalmente habría contraatacado aprovechando que había bajado la guardia, pero ya no podía, sería arriesgar demasiado.

    Quizá debí hacer caso a los demás cuando insistieron en que me quedase en la periferia del combate, como había hecho Vincent o cualquiera de los que estaba en la Nave o en la Universidad. Esta vez la decisión de quedarme no era estratégica ni meditada, era una mezcla de orgullo con la incapacidad para dejar que los demás se arriesgasen mientras yo estaba relativamente a salvo.

    Ni siquiera mi orgullo me había dejado nunca dejar paso al licántropo para poder utilizar su fuerza. En algún lugar del bosque, Alexander Fenris estaba caminando como un enorme crinos, abatiendo soldados con ayuda de su manada, que también luchaba contra sus propios hermanos en el bando de Z. Yo no podía hacerlo. Era diferente.

    Mi pecho subía y bajaba con la respiración agitada. Mi corazón parecía a punto de salirse de mi cuerpo. No podía vencer al hombre de la armadura que estaba frente a mí. Lo había sabido desde el principio. Todo el mundo tiene que saber su lugar y sus dominios. El mío no era el físico, era el mental. No podía derrotar al Rey Gris, pero podía entretenerlo el tiempo suficiente para que Dominic, que estaba ocupado con dos activos de la Iniciativa, se librase de ellos y lanzase su martillo contra el inmortal, que acabó clavado contra una pared de piedra, intentando moverse.

    Le di las gracias a Dominic, que no tuvo tiempo a detenerse mientras corría a ayudar a Daniel contra el Rey Negro, en ese momento un enorme demonio que no debía ser otro que el Juthrbog, el asesino de su familia y de la de Dom. Mi corazón dio un vuelco al ver a Sarah inerte a sus pies, cubierta de sangre, pero la vi también varios metros más allá, aguantando contra un demonio lobuno de piel blanca y marcas color sangre por su cuerpo, el propio Z. Volví la mirada al Juthrbog, la Sarah muerta era una ilusión más del miedo de Daniel, una muy convincente. No sabía cómo era capaz de enfrentarse a eso solo, pero sin duda agradeció que apareciese Dom. Los miedos en compañía, son menos, por eso siempre intentan aislarnos, dejarnos solos para enfrentarnos a ellos.

    Preferí no pensar en qué se convertiría el Rey Negro ante mí. Ya había sobrevivido a mis miedos una vez, pero ahora tenía más que perder y eso los hacía más fuertes. Tenía mucho más por donde atacarme. Instintivamente, localicé a Diana, que en ese momento estaba cubriendo con sus llamas a la Reina Negra, que se protegía con un muro de sangre.

    Tenía un enemigo muy difícil por su capacidad de alterar las probabilidades, pero confiaba en el poder de Diana. Aun así, quise ayudarla cuando la Reina convirtió su muro en un ejército de dagas sangrientas, lanzando un conjuro eléctrico que ella desvió al final, volviendo a convertir las dagas en un escudo. Su fría mirada se fijó en mí mientras murmuraba algo. Empecé a encontrarme mal, terriblemente mal.

    Diana volvió a distraerla sin dejarle tiempo a tomar su venganza conmigo, pero fuera lo que fuera lo que hubiese hecho, seguía teniendo efecto en mí. Todo mi cuerpo dolía como si fuese a explotar de un momento a otro. Notaba la piel tirante y parte de mí quería salir de ella. Entonces lo supe. No necesité ver crecer mis uñas hasta convertirse en garras para saberlo. Había usado su poder para desencadenar la posibilidad de que me convirtiese en licántropo.

    Sentía todo mi cuerpo desgarrarse, cambiando rápidamente. No, no, no – rogué en mis pensamientos. La batalla todavía era un caos, no podía abandonarlos así, no podía dejarles solos. Puse toda mi voluntad y la transformación empezó a ir más lenta, pero no conseguía detenerla.

    – [Diana]Christopher, concéntrate en revertir la transformación[/Diana].- escuché la voz de Diana antes de levantar la mirada y verla frente a mí, con su pelo brillando en tonos rojizos bajo la luz del sol que se filtraba a través de las copas de los árboles.

    – [MacLeod]¿Y la Reina Negra?[/MacLeod] – pregunté, clavando las garras en la tierra con cada oleada de dolor. Sabía que no podía conseguir lo que Diana me estaba pidiendo. Sentía defraudarla, pero lo único que podía hacer era retenerlo mientras buscaba una forma de evitar el peligro para los demás.

    – [Diana]Se está encargando Ed[/Diana].- respondió ella con paciencia. No me paré a mirar tras ella, donde Ed hacia lo que podía por mantener a la Reina Negra a raya.

    – [MacLeod]No lo voy a conseguir.[/MacLeod] – me sinceré. Nunca había conseguido reprimir la transformación sin las infusiones de acónito así que no lo iba a conseguir ahora, en mitad de aquella guerra, sabiendo que podía perder a todas las personas por las que me había preocupado alguna vez y que mi hija podría criarse sin su familia. – [MacLeod]Tengo que evitar que salga libre.[/MacLeod] – traté de explicarle. En cuanto la idea cruzó mi mente, actué sin pensar, murmurando un conjuro para crear una esfera de electricidad que pudiese dejarme inconsciente. Solo esperaba no pasarme con el choque.

    — [Diana]Keliiiiii.[/Diana]— llamó Diana. Agradecí que no intentase disuadirme, bastante difícil era ya dejarme ir sabiendo que para cuando despertase, todo habría ocurrido ya, para bien o para mal. Keli no respondió, después de la magia que había obrado para teletransportarnos a todos y cada uno, no era extraño.

    – [MacLeod]Acaba de transportarnos a todos. No creo que pueda…[/MacLeod] – la esfera crepitaba, impaciente, en mi mano.- [MacLeod]Ponedme a resguardo y avisad a Mia de que me recoja cuando deje a Beatrix. Así no os molestaré mientras salváis el mundo.[/MacLeod] – le dediqué una sonrisa triste, conteniendo las lágrimas. Horrores de una sociedad machista. Los hombres no lloran, pues sí lo hacen, pero no podía delante de Diana, no con el trabajo que aún tenían por delante. – [MacLeod]Ten mucho cuidado, por favor, manteneos a salvo.[/MacLeod] – le pedí, derrotado. Me preparé para el dolor de electrocutarme a mi mismo. Por suerte cuando perdiera la concentración la esfera se desvanecería, así que solo me haría el daño necesario para quedarme inconsciente y mi constitución de licántropo se encargaría de que no quedasen secuelas.

    ¿Conocéis la Ley de Murphy? Bueno, la vida la resume bastante bien. Siempre que algo pueda salir mal, probablemente saldrá mal. No diré que va a ser siempre así, porque no soy una persona que suela usar a menudo términos absolutos ni generalizaciones. Pero en ese momento, cuando escuché el grito de Daakka y vi a Cara desmayarse en sus brazos, estuve de acuerdo con él.

    Nos quedamos paralizados durante un minuto, el tiempo que me llevó asumir que mi plan ya no tenía sentido, no podían preocuparse de poner a salvo a dos personas inconscientes y Mia solo podía llevarse a una. La esfera se desvaneció en mi mano.

    – [MacLeod]Ponedla a salvo. Mia puede llevársela, pero no podrá con ambos.[/MacLeod] – le pedí a Diana. Ella asintió, preocupada.  Ya no podía ser una carga, tenía que apartarme de ellos antes de que el licántropo sembrase el caos.

    — [Diana]Te quiero. Confía en el lobo.[/Diana] – pidió. Diana sería una buena consejera para Amy si resultaba ser una licántropa, que todo parecía indicar que sí. Yo lo tendría más difícil. Prefería que si Amy lo era, pudiera llegar a aceptarlo y a convivir con ello, sin tener que considerarlo una maldición toda su vida. Seguro que mi pequeña era más fuerte que yo.

    – [MacLeod]Nunca. Te quiero.[/MacLeod] – repliqué echando a correr. La tensión y los nervios de la transformación inminente hicieron que esta se acelerase. Crucé el campo de batalla esquivando golpes y proyectiles.

    Conseguí alejarme un poco del epicentro del combate, pero el olor de la sangre y la lucha que se respiraba en el ambiente hicieron que cayera de rodillas en el suelo y dejase escapar un grito de dolor mientras mi boca se rasgaba y mi mandíbula se destrozaba para dar paso al hocico del licántropo. Christopher se desvaneció.


    ANZANOC EL LOBO – BOSQUE DE LOS LOBOS

    La libertad sabía a humo y a sangre. Mi olfato se deleitaba con el aroma del aire libre y por mi cuerpo corría ardiendo el ansia de violencia. Mis garras sintieron la hierba por primera vez en mucho tiempo y empecé a correr hacia la gran lucha.

    Cuando estaba llegando al claro, un aroma familiar me distrajo. Corrí hacia él y vi una lucha aislada que ya había terminado. Un hombre de dos patas que olía a polvo de huesos, piedra y menta. Su melena blanca era larga y casi rozaba el cuerpo de su víctima, que agonizaba en el suelo. Se levantó y limpió la sangre de sus colmillos de mano. Entonces me vio y se colocó en guardia.

    Corrí hacia él y de nuevo capté el olor familiar. El carcelero me hizo dudar. Desvié la mirada hacia el cuerpo que había en el suelo, a quien ya se le escapaba la vida. Un ser de dos patas, nada importante, pero para el carcelero sí. El aroma familiar era el del carcelero, era de su manada.

    El carcelero sufrió y se retiró, dejándome completamente al mando. Mis fauces se abrieron en un gruñido y arremetí contra el ser blanco. Sus colmillos de mano acariciaron mi piel mientras saltaba como un conejo, pero igual que ellos, su cuello se partió entre mis fauces como una vieja astilla.

    Olfateé de nuevo el cuerpo de olor conocido. – [Zack]No sufras, Toph.[/Zack] – dijo. No entendí sus palabras, pero recordé que su nombre era como cortar madera. Fue incapaz de decir nada más, sus heridas se lo llevaron. Hermano mayor del carcelero, luchaste y moriste con honor. Aullé para que su espíritu encontrase el camino y escuché otros aullidos sumarse al mío.

    Después corrí, quizá alguna otra presa haría que el carcelero volviese a dejarme el control.

     

  • EL PALO ROSA DE MEAR

    Cara Elle – Bosque de los lobos

    Tarde – Noche

    Os voy a contar una cosa de las batallas que quizás os sorprenda: no molan. Las películas, las series y los libros las venden como si fuera inevitables, pero la mayoría de las veces, lo son. Si algo había aprendido de mi «infancia» con Elizabeth y Daakka, era el poder de hablar para solucionar las cosas.

    Por ejemplo, alguna vez he querido pegarme con alguien por hablar en el cine o por colarse en el supermercado, pero no lo he hecho. Otras veces he querido matar y deshacerme del cadáver con disimulo por pegarle una patada a un perro, pero también me he aguantado. ¿Por qué? Porque Elizabeth no me dejaba. Porque no está bien. Pero ahora estábamos luchando y tenía que creerme que la balanza moral que te prohíbe hacerlo normalmente, dejaba de funcionar en momentos como ese.

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  • ALGO PERDIDO

    DANIEL ARKKAN | FUNDICIÓN ABANDONADA

    Mis dedos volvieron a pasearse trazando los surcos del níveo metal, una forma que ya reconocían. El calor de la fragua quedó atrás y sentí un viento frío azotarme el rostro mientras observaba a una muchacha joven, de larga cabellera rubia y engañoso aspecto frágil.

    Frente a ella reposaban tres objetos. Uno de ellos eran un colgante circular que representaba el ‘Arbol de la Vida’. – [b][i][color=#968e49]El Círculo de Gaia…es…especial para las Cazadoras[/color][/i][/b].- dijo Eleanor mientras lo miraba fijamente. El colgante parecía emitir un brillo dorado blanquecino, como si irradiase…vida.

    – [b][i][color=#968e49]La Cazadora vive un tiempo prestado y tú mismo lo sabes[/color][/i][/b].- sentenció con voz dulce la otra Cazadora. Sentí de nuevo la misma sensación, un escalofrío recorriendo mi cuerpo, el miedo tomando el control y amenazando con relegarme a una esquina.

    – [b][i][color=#4F5360]Es fuerte y yo la protegeré, todos lo haremos.[/color][/i][/b] – mis pensamientos no habían cambiado nada desde entonces, pese a todo lo que había pasado, pero ahora tenía el recuerdo de lo que había visto en el futuro. Sarah muerta y Omega paseándose con su apariencia.

    – [b][i][color=#968e49]Morirá joven, como todas las demás. No es diferente[/color][/i][/b].- las duras palabras de Eleanor seguían calando en mí. Cuanto más las escuchaba, más temía que se hiciesen realidad. Especialmente ahora que el combate estaba tan cerca.

    – [b][i][color=#4F5360]Tiene que haber algo que pueda hacer, si no, no me lo estarías diciendo.[/color][/i][/b] – repliqué. Ella guardó silencio.

    – [b][i][color=#968e49]Puedes elegir esto, pero…tiene un precio[/color][/i][/b].- el precio. Cada objeto había tenido un precio, como si lo que habíamos sufrido en las Pruebas no era suficiente. Pero para los Daesdi no lo era, todo nos lo teníamos que ganar con sangre, sudor y lágrimas.

    – [b][i][color=#4F5360]¿La salvará?[/color][/i][/b] – pregunté simplemente.

    – [b][i][color=#968e49]No soy quién para darte una respuesta definitiva, pero lo intentará, aunque el final…nadie lo sabe[/color][/i][/b].- explicó de manera críptica, aunque con pesar. No le dejaban desvelar ese secreto.- [b][i][color=#968e49]Es…lo que puedo decirte[/color][/i][/b]. – se disculpó con unos ojos sinceros fijos en los míos. Se parecía mucho a Sarah y su vida había acabado muy pronto, por lo que Daakka había averiguado con su elección.

    – [b][i][color=#4F5360]¿Cuál es el precio?[/color][/i][/b] – pregunté, preparado para cualquier cosa.

    – [b][i][color=#968e49]——————-[/color][/i][/b].- sentenció ella con una mirada que parecía compadecerme. Lo volví a intentar, como todas las veces que lo había revivido, pero no escuché nada de lo que decía Eleanor ni de lo que decía yo mismo en esos instantes.

    – [b][i][color=#968e49]No hace falta que te responda, porque ya lo sabes[/color][/i][/b].- mi otro yo se colocó frente a un espejo cercano y reflexionó durante unos segundos.

    – [b][i][color=#4F5360]Elijo el Círculo de Gaia.[/color][/i][/b] – dijo mi recuerdo. – [b][i][color=#4F5360]Daré lo que sea por salvarla, incluso aunque solo sea una vez.[/color][/i][/b] – afirmé. Habría dado incluso la vida. Por lo que sabía, podía haberla dado, podía haber entregado mis últimos años de vida por salvarla, aunque no dejaba de pensar que había entregado recuerdos.

    – [b][i][color=#968e49]Nadie recordará lo que has perdido, ni siquiera tú[/color][/i][/b].- aclaró ella, esperando que reflexionase. – [b][i][color=#968e49]Añorarás algo y no sabrás el qué[/color][/i][/b].- añadió con ojos tristes. Desde ese día a veces me invadía un extraño desasosiego al sentir que mi mente no era la misma, que había algo que faltaba en mi vida pero que no era capaz de recuperar. Me habían robado algo, algo importante, y jamás lo sabría.

    – [b][i][color=#4F5360]Me he acostumbrado a la nostalgia. Mientras tenga a Sarah, podré con ella.[/color][/i][/b] – admitió mi yo pasado sin saber que en unos meses su mundo se vendría abajo cuando su vida con Sarah pareciese llegar a su fin. – [b][i][color=#4F5360]Estoy listo.[/color][/i][/b] – mintió. Lo sabía entonces, pero no llegaba a saber el alcance de mi mentira.

    Dejé de sentir el frío y reconfortante metal contra mis dedos y volví a sentir el calor del horno a mi alrededor a medida que llegaba a la temperatura necesaria.

    Había repasado mi elección muchas veces, pero todas ocurría lo mismo. No conseguía sacar nada por el contexto de nuestra conversación, ni escucharlo, ni siquiera leer los labios. Lo único que tenía claro, al menos en teoría, es que era un recuerdo.

    Había intentado buscar huecos en blanco en mis recuerdos, pero había varios y no podía saber exactamente cuáles. Había cosas que no recordaba de mi infancia, de mis años con los MacLeod, de la época que pasé vagando por el mundo… Podía ser cualquier cosa.

    No me arrepentía de mi decisión, volvería a tomar exactamente la misma, pero esperaba que algo me sacase de esa incertidumbre constante, de esa nostalgia inexplicable que se apoderaba de mí en ocasiones. Pero no veía solución, probablemente fuese a formar parte de mí para siempre, igual que las cosas que había vivido.

    Por suerte, mi introspectiva soledad se vio rota por la aparición de Dominic, que ya había vuelto con varias hamburguesas de las más baratas, para que primase la cantidad.

    Después de un ‘banquete’ en el que Dominic no podía ya con más patatas fritas (también había oferta) y yo impulsé mis límites, nos pusimos a sudar esa grasa durante un par de horas.

    – [Daniel]Creo que ya está.[/Daniel] – afirmé, elevando la voz sobre el crepitar del agua hirviendo en contacto con el ardiente metal. – [Daniel]Nunca había enseñado a hacer esto a nadie.[/Daniel] – comenté mientras alzaba el gran martillo para tendérselo a Dominic.

    – [Dom]Déjame verla… el arma.-[/Dom] puntualizó cogiendo el martillo a dos manos. -[Dom]Me llamo Thor Odisson.-[/Dom] bromeó, lanzando el martillo contra una pared, que atravesó limpiamente antes de volver a sus manos. En este caso no era tanto que el martillo fuese mágico como que Dom lo hizo volver con su telekinesis.

    – [Daniel]Dom… que es adamantio.[/Daniel] – le recordé. Con ese martillo podía derribar con facilidad todo el edificio. Una viga de acero maestra no soportaría el choque del metal con fuerza. – [Daniel]Ha costado, pero ya están todas.[/Daniel] – dije mirando hacia un lado, donde las nuevas armas yacían apiladas, recién forjadas y aún sin encantar con runas. – [Daniel]Sé que tu favorita es la de Ed.[/Daniel] – bromeé señalando una de ellas.

    – [Dom]Sigo si entender porque se llama roncola. Es una pequeña hoz. Deberia ser hozcita o algo así.-[/Dom] comentó, pensativo, mientras se secaba el sudor de la frente y apoyaba el martillo junto al resto.

    – [Daniel]Hozcita con pincho secreto.[/Daniel] – repliqué cogiéndola para pulsar una pequeña palanquita en el mango que dejaba al descubierto un pincho de la anchura de un alfiler, pero con la resistencia del adamantio.

    – [Dom]Espero que Ed esté vacunado del tétanos, tanto corte no puede ser bueno.-[/Dom] sentenció Dom. La verdad es que Ed tenía que sufrir hasta con su arma secreta.

    Esbocé una sonrisa y mi mirada se detuvo en unas armas de diseño extraño. Eran un par de cuchillas que se cogían como las tonfas, una especie de cuchillas de brazo. – [Daniel]Prueba las de tu primo.[/Daniel] – dije lanzándoselas. Habían sido una petición detallada de Hiroshi.

    – [Dom]¿Es que quieres matarme?-[/Dom] preguntó, deteniéndolas en el aire. – [Dom]Entiendo por qué las pidió, no se le va a acercar nadie.[/Dom] – comentó antes de volver a dejarlas en su sitio.

    – [Daniel]Ventajas de saber que no vamos a morir al menos hasta que nazcan Xander, Jane y Owen.[/Daniel] – comenté pensativo, sin apenas escuchar todo lo que había dicho. Lo de nuestros futuros hijos siendo prácticamente un hecho aún me tenía descolocado, especialmente por no haber podido hablar con Sarah. Pasé la mano por las dos varas de adamantio que serían para Sarah, no letales, pero bastante útiles. A Sasha le encantarían, porque en el fondo se parecían a su bastón, que descansaba un poco más allá, tallado en una madera de roble lisa y brillante que formaba un intrincado dibujo que más tarde se completaría con las runas.

    – [Dom] La maldición Aesir, pasada de hombres a mujeres.-[/Dom]  aseguró Dominic. No sabía qué me pasaría por la cabeza de estar en su lugar, sabiendo que su hija en un futuro se convirtió en una asesina de la Iniciativa con ansias de poder que ronda ahora por nuestro tiempo, esperando para atacar.

    – [Daniel]¿Se lo has contado a Rebecca? Ya sabes…lo de que Omega ya está aquí.[/Daniel] – pregunté mientras empaquetaba las armas por separado. Cubrí el cuchillo de Cara con un paño de color aguamarina. Su hoja era fina y resistente.

    – [Dom]Cómo le explicas eso a alguien. Ehm, sí. Mira cariño, resulta que nuestra hija puede llegar a ser malvada y una versión futura de ella ya ronda por aquí.-[/Dom] explicó, con toda la razón del mundo. No era un tema fácil, ni siquiera para las vidas que estábamos acostumbrados a llevar. Y en el caso de Rebecca, era aún más difícil. Convivía con ese tipo de vida, pero no le entusiasmaba.

    – [Daniel]Al menos lo de malvada lo sabe…pero sí, pone los pelos de punta imaginarse que tu hija ronda por ahí en una versión malvada y asesina.[/Daniel] – repliqué. De Verónica había oído hablar, pero lo que habíamos descubierto viendo la utopía de Z era más perturbador. No solo teníamos dos enemigos cerca, si no tres.

    – [Dom]Encima somos incapaces de localizarla. Ed no lo ha conseguido, debe de tener alguna especie de poder de ocultación.-[/Dom] comentó, ayudándome a empaquetar.

    – [Daniel]A saber cuántos poderes tiene a estas alturas.[/Daniel] – respondí, pensativo. El poder de absorber los poderes de otros matándolos era peligroso, incluso aunque no te criase Victor Preston. – [Daniel]Además, Ed tampoco ha podido encontrar a Ezra, quizá tenga que ver con el viaje en el tiempo.[/Daniel]. – teoricé. Si Ezra había conseguido viajar atrás en el tiempo igual que había hecho Omega, eso significaba que ya debía estar aquí desde hacía tiempo. Por lo que sabíamos, la propia Omega se había fugado de la Iniciativa la misma noche que nos escapamos los demás, hacía ya lo que parecía un siglo. Pero por más que lo había intentado, Ed no veía nada.

    – [Dom]Malditos y enrevesados viajes en el tiempo.-[/Dom] – espetó Dominic. Asentí y los dos quedamos de acuerdo en que los viajes en el tiempo y las realidades alternativas son mucho más emocionantes cuando las ves en televisión que cuando te toca vivirlas.

    Terminamos de empaquetar las armas y las metimos en el maletero del coche. Para el ritual de encantamiento no necesitaba estar tan alejado de casa, así que volví a dejar las puertas de la fundición cerradas y candadas antes de subirnos al coche y volver a Moondale.

    Por el camino intentamos no hablar de hijos que aún no teníamos, enemigos que aún no habían aparecido y guerras que estaban a punto de llegar. Pero sinceramente, no lo conseguimos. Nuestra vida no era normal ni seguramente nunca lo sería, porque nosotros tampoco éramos «normales». Y eso no tenía nada de malo, al contrario, salvo, bueno, el hecho de tener que arriesgar la vida.

  • DEMASIADO TARDE

    Amy | Bosque

    NOCHE

    Era una mañana fría, pero soleada. El bosque rezumaba olores de invierno y los animales, a pesar de todo, parecían activos. Me gustaba sentir el frío en mi pelaje y cómo la hierba acariciaba mis patas a medida que iba ganando velocidad, pero cuando noté su olor, dejé de correr y adquirí mi forma humana, muy a mi pesar. Caminé desnuda hasta la zona en la que estaba mi ropa y vi a Leo, que esperaba con ella en la mano. Quizás tenía que haber sentido cierto pudor, pero es absurdo tener ese tipo de sensaciones cuando estás frente a la persona con la que creías que ibas a pasar el resto de tu vida.

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  • SECRETOS DESVELADOS

    SECRETOS DESVELADOS

    DANIEL ARKKAN | CABAÑA

    MAÑANA

    daniellong

    No entraré en detalles de lo agradable que resultó la reconciliación con Sarah porque espero que a mis hijos les sea algún día de utilidad este diario, aunque pensándolo bien, quizá esta entrada en concreto quede vetadas a ellos salvo que Sarah diga lo contrario.

    El caso es que por fin volvía a sentirme completamente feliz después de mucho tiempo, con la cabeza de Sarah descansando sobre mi pecho, subiendo y bajando junto a él. Volver a sentir su piel contra la mía era como volver a estar completo, como si durante todo este tiempo hubiese estado vacío. Quizá era así, quizá por eso la oscuridad que había en mí salía con mayor facilidad cuando ella no estaba, porque era literalmente lo bueno que había en mí, me complementaba.

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  • SOLO SOY ESPECIAL A TUS OJOS

    SOLO SOY ESPECIAL A TUS OJOS

    Sarah | Cabaña de Daniel

    MEDIODÍA

    sarahyellow65

    Después del entrenamiento con Christopher, me di una ducha y guardé el chándal en la bolsa de deporte. Había sido una mañana movida, porque tras ayudar a Lucy a colocar unos cuantos muebles y hablar un poco con ella para ir conociéndola mejor, fui a la Nave para entrenar y ahora, estaba dispuesta a acercarme hasta la cabaña de Daniel, otra cosa era que lo consiguiese.

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  • INCURSION HOSTIL

    INCURSION HOSTIL

    Diarios de Destino | La Iniciativa

    MAÑANA (5 AM aprox)

    bionichand

    Los pasillos del subterráneo dos de la Iniciativa estaban repletos de personal corriendo de un lado a otro, en una especie de frenesí que llevaba durando tres días, desde que un grupo se había abierto paso y había liberado a unos sujetos de experimentos, dejando al General a cargo de la operación manco en el proceso.

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