Diana | Sede de los O.W.L.S.
MADRUGADA
Eran las doce del mediodía en Amsterdam, cuando el portal que abrió Vincent, nos llevó a él a Ed y a mí a una tienda regentada por una pareja de porreros que estuvieron encantados de vendernos todas las hierbas y darnos unas cuantas más para el camino. Fue bastante gracioso ver cómo Ed se ponía como un tomate para decirle que no a unos brownies «con misterio» que la rubia tetona (de cara era un orco) le ofrecía. Vincent y yo nos llevamos unos cuantos -solo esperaba que no estuvieran demasiado duros el día que naciese Amy-.