Moondale

Etiqueta: Demonio del Miedo

  • LEOH Y BEN

    [b][ Ben McBeth | Base Vathurst – Islandia][/b][/align]

    benjaminmcbeth

    -[b][i]Te presento a tu torturadora.[/b][/i]

    Aiko salió de entre la multitud con una sonrisa pintada en la cara. Seguía teniendo el mismo aspecto de niña de catorce años demasiado frágil y delgada para un ambiente como aquel. Y por si fuera poco, la impresión se acentuaba porque llevaba uno de esos vestidos por encima de la rodilla, sin mangas, como si acabase de salir de la escuela y se dirigiese a casa a hacer sus deberes de geometría. Caminaba con tranquilidad hacia mí, nunca siguiendo un camino totalmente recto, y balanceándose como si dentro de su cabeza sonase alguna de las melodías que tanto le gustaban.

    Contuve una sonrisa satisfecha. No sabía cómo lo había hecho, cómo había descubierto que estaba allí o que estaba en peligro ni cómo había conseguido engañar a Leoh para colarse entre sus filas, pero Aiko acababa de convertirse en mi única amiga en territorio enemigo. No iba a ser la primera vez que escapáramos de circunstancias adversas pero, tenía que advertírselo, ésta vez no iba a ser como las anteriores. Ésta vez no iba a ser un demonio cualquiera enfrentándose a una amenaza, esta vez era [i]Leoh[/i] y su asunto era algo personal. No estaba seguro de que nadie aparte de mí entendiese lo que un [i]asunto personal[/i] significaba en el idioma de mi viejo mentor.

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  • UN MUNDO EN TECHNICOLOR

    [align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=4]Diana Echolls| Bosque en Technicolor [/b][/SIZE][/font]

    oraculo

    En cuanto puse los pies sobre el andén, éste (y con él toda la estación, incluido el tren de marras) empezó a desdibujarse. Como si fuera parte de una historieta que alguien escribe y cuando ve que algo no le gusta, la borra y pasa página. Poco a poco, ante mis ojos empezó a aparecer un bosque, pero no era uno cualquiera, si no uno en el que el cielo era de un azul imposible y cuyas hojas, eran tan verdes, que me hacían dudar de mi cordura. Una extraña sensación de comodidad me invadió y me di cuenta, de que ya había estado allí. Era una comodidad extraña, porque la última vez que había estado en ese sitio me habían cambiado de un cuerpo de fea pero simpática a uno de guapa y simpática todo en uno, a la hermana vampiresa por una imbécil, a la normal por una que me odiaba y de paso, nadie recordaba nada de mi yo feo, ni siquiera, que no era la Barbie que todos pensaban que era.

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  • PERDERLOS POR MI MIEDO

    [align=center][b][font=Book Antiqua][SIZE=4][color=black]Dominic Williams | Puente[/SIZE][/color][/b][/font]

    puente

    El bosque cada vez menos denso dio paso a un barranco, un barranco que estaba a escasos pasos de salir del bosque. Delante tenía un puente bastante destartalado pero el temor se apodero de mi, ¿Y si Jessica salió corriendo y no vio el puente? Di un par de pasos y me asome al vacio, note un escalofrío y a duras penas conseguí ver el fondo por la distancia y el repentino mareo.

    Me tambalee dando par de pasos hacia atrás, cerré los ojos intentando que se me pasara el mareo, cuando volví a abrirlos vi la figura de dos personas al otro lado del barranco, una de ellas era Jessica y la otra por extrañó que me pareciese, Arthur. Dude por un instante de que fuese él, según Jessica había venido ella sola a Moondale, pero en ella había algo distinto, no parecía la misma Jessica que me encontré hace unos minutos, no parecía una vampiresa.

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  • EL DEMONIO EN UNA BOTELLA

    [align=center][b][font= Book Antiqua][SIZE=4][color=black]Christopher McLeod | Su casa[/SIZE][/color][/font][/b]

    alcohol

    El vaso se hizo añicos en el suelo.

    CINCO MINUTOS ANTES. Acerqué el vaso a mis labios y dio un pequeño sorbo por si estaba demasiado caliente. En cuanto el líquido entró en mi boca percibí su sabor, muy distinto al que esperaba, y lo escupí al fregadero. Acerqué la taza a mi nariz y comprobé que el olor no era el de una infusión de té, sino el del whisky. Tiré el contenido y llené la taza de agua para eliminar el amargo sabor que se había quedado en mi boca, tan amargo como mi pequeña victoria contra el alcohol.

    Me aparté del fregadero para evitar incluso el contacto con el olor que pudiese quedar, ya que no estaba aún en condiciones, sin la infusión los temblores no habían parado.

    Escuché un ‘plop’ y busqué con la mirada de dónde venía y cuando di con la fuente apenas pude creérmelo. Varias botellas se habían abierto y de ellas salía alcohol sin parar, casi parecía que buscándome para torturarme aún más.

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  • UN COLOR ENNEGRECIDO BASTANTE PREOCUPANTE

    [align=center][SIZE=5][b]Cecil Anwalt | Casa [s]de los horrores[/s][/b][/SIZE]

    brazo

    Mis ojos habían dejado de funcionar. Por un momento, me sentí ciego, indefenso sin la capacidad de percibir lo que tenía cerca de mí. Todo, de buenas a primeras, había desaparecido.

    Primero me había encontrado allí, encerrado entre las cuatro frías paredes del baño. La “mercancía” que los colmillitos me habían dicho estaba aquí, preparada para que fuera utilizada. Me había encerrado aquí, intentando ganar tiempo, intentando pensar alguna manera de poder salir más o menos ileso de la situación en la que me encontraba metido. Pero el miedo continuaba, estaba dentro de mí, como si fuera una infección que se extendía por momentos. Me impedía pensar con claridad, me hacía dudar de quién era yo o de lo que realmente pensaba. Antes, desde que me había despertado, desde que había discutido con mi madre, había tenido más o menos claro que esto no podía ser real, incluida la escena del salón, que parecía sacada de una peli de vampiros.

    Pero siempre estaba la pregunta, la duda. Siempre había una desagradable voz que me decía lo contrario, que me equivocaba y lo que veía era verdad. Pero continuaba negándome a afirmar eso, aunque a veces titubease.

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  • PRISIONEROS DEL MIEDO. TERCERA PARTE

    [align=center][b][font= Bookman Old Style][SIZE=5]Diarios de Destino | Desconocido[/SIZE][/font][/b][/align]

    [b][font=Bookman Old Style][SIZE=4]Benjamin McBeth[/b][/SIZE][/font]

    benjaminmcbeth

    Ben intentaba zafarse de los dos fortachones que le arrastraban, pero parecían estar mucho más fuertes que él, y fue incapaz de librarse de ellos. Al final llegaron a una pequeña población. En lo que parecía la plaza central se reunían algunos niños que ya no parecían serlo demasiado, en su mirada se dejaba ver que ya habían probado su primera sangre, pese a que algunos contaban con apenas nueve o diez años.

    Allí en el centro lo ataron en un poste con las manos inmovilizadas y aún mojado. Los guardias se apostaron cerca por si tenían que entrar en acción. Durante los siguientes minutos sólo pudo ver el gentío moverse de un lado para otro. Algunas caras le resultaban familiares pero otras no las reconocía, hasta que vio una cara muy familiar acercándose, Aiko.

    – [b]Te presento a tu torturadora.[/b] – dijo uno de los guardias.

    [spoiler]
    – Lista la máster, para Aiko y algunos otros que aparecerán, entre Stefy, tú y yo nos apañamos ^^
    [/spoiler]

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  • ENTERRADA VIVA

    [b]Sarah Echolls | Ataud [/b]

    sarahcarachunga

     

    Oscuridad.

    – ¿Tantas ganas tienes por vivir? – retumbó la voz de la muerte. – Así sea entonces. – tronó de nuevo. No tuve tiempo de responder ni de defenderme. Ni siquiera de decir perdón o de que de mi boca salieran unas últimas palabras inspiradoras o quizás, graciosas.

    Me abracé a mí misma y permanecí quieta mientras la oscuridad me engullía. Me sentía como en el centro de un tornado. No podía ver más allá de la punta de mi nariz y el miedo me paralizaba, pero no sabía qué hacer. La impotencia me consumía por momentos. Recordé la noche en la que Seamus Ferguson, mi primer vigilante, me dejó sola en un bar lleno de demonios. Sola e indefensa. Salí corriendo como pude, me deshice de unos cuantos demonios a la salida y fui hasta casa. Cuando llegué a la habitación me escondí debajo de la cama, temblando de miedo como hacía cuando era pequeña. Lo que yo no sabía es que había llegado sana y salva gracias a Daniel.

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  • SIEMPRE JUNTOS, INCLUSO DESPUES DE LA MUERTE

    [align=center][b][font= Book Antiqua][SIZE=4][color=black]Edward MacLay | Cementerio[/SIZE][/color][/font][/b]

    tumba

    Continúe avanzando sin saber muy bien hacia donde, no sabía de dónde había sacado este repentino valor, o tal vez era locura lo que me empujaba a seguir hacia delante. Me detuve para mirar atrás, solo para alcanzar a ver una fina línea de humo en la oscuridad de la noche, el fuego debía haberse apagado ya o yo había andado demasiado.

    Había recorrido ese bosque miles de veces y sabía dónde me encontraba, no muy lejos de ese lugar que no había visitado en mucho tiempo. Me dispuse a continuar por el camino contrario, alejarme de ese lugar, pero si iba a enfrentarme a Mason al menos debería despedirme o que fueran haciéndome un hueco donde quiera que estuviesen.

    Avance un par de kilómetros hasta dar con muro que rodee hasta dar con la entrada, una valla metálica destrozada y medio caída. Le di un leve empujón a uno de los lados de la valla la cual rechino un poco y cayó al suelo. [i]Genial, si alguien ha escuchado el ruido tengo poco tiempo.[/i]

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  • ME VA A BAJAR LA REGLA DEL DISGUSTO

    [align=center][b]Silver Wolfe | Moondale[/b]

    zombie

    Aquel gemido seguía retumbando en mi cabeza, como una ametralladora que perforaba cada neurona que me quedaba, que no son muchas no. Pero yo seguía corriendo. Ni siquiera me habia parado a pensarlo, es decir, no existió ese momento instantáneo en el que decides si correr o esperar alguna nueva respuesta. No, algo dentro de mi me dijo: [i]“Corre Sylver, corre, o no volverás a tomarte un frappuccino en el Starbucks”[/i]. Y así mismo hice, sin pensarlo, con fuerzas que aun no entiendo de dónde salieron (supongo que del miedo), y con aquella ropa a punto de deshilarse.

    El siguiente sonido se unió al de los gemidos: unos pasos, atropellados, pesados, extraños. Era cómo si se estuviesen arrastrando, como si cojearan de uno de ellos, o cómo si hubiesen aprendido a caminar pocas horas antes. Y aquello me asustó aún más. [i]“Me va a bajar la regla del disgusto”[/i], dijo una pequeña voz dentro de mí.

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