Moondale

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  • ENCONTRANDO AL MAGO

    IDRIS SOLO-NOVAK

    ESFERA NEXUS

    No podía decir que el viaje por aquel mundo sacado de un videojuego postapocalíptico de Tim Burton fuese lo ideal. Tendía a ser una persona bastante positiva y alegre, pero es mucho más fácil serlo desde la comodidad de un sofá, una cama, un ordenador, una comida caliente y la posibilidad de ver y hablar con Coquito.

    Después de la caída de Laura fuimos con pies de plomo, especialmente porque al cabo de un rato mi bocaza había acertado y empezamos a escuchar ruidos extraños. Zahra nos cambió de pronto la ruta por una más escarpada que nos condujo hasta una caverna. Apenas minutos después de entrar vimos varias sombras oscuras pasar a toda velocidad por delante.

    Como ya era noche cerrada, comimos algo de lo que habíamos podido recolectar por la zona con la guía de Zahra, que se basaba en darnos manotazos si cogíamos algo venenoso – o al menos eso pensaba, quizá lo hacía aleatoriamente por diversión. Dos rarísimas frutas que parecían un hijo no reconocido de un aguacate y un plátano no me saciaron mucho, pero al menos era mejor que nada.

    Después de comer y de ayudar a Henry a entablillar mejor la mano de Laura, nos fuimos a dormir, o al menos, a descansar. Zahra se fue a la punta más alejada, era una chica sociable.

    Como me aburría y los nervios no me dejaban dormir bien, decidí mantener la cabeza ocupada y me acerqué a Laura para hablar de nada en concreto.

    – [Idris]¿Te duele mucho?[/Idris] – pregunté, sentándome al lado de su saco de dormir, que no tenía pinta de ser el suyo porque tenía bordado el nombre de Henry.

    – [Laura]Ahora mismo no.[/Laura]- respondió. Parecía cansada.- [Laura]Gracias.[/Laura] – añadió.

    – [Idris]Si necesitas más frío, soy una bolsa de guisantes humana.[/Idris] – le recordé. Habíamos obviado contarle que había tenido que hacer un esfuerzo adicional para que su mano no pareciese una morcilla.

    – [Laura]Si veo que se hincha, te avisaré.[/Laura]- comentó pensativa. Prometo que intenté no echarme a reír, pero soy un tipo simple que aprovecha las oportunidades que le ofrece la vida. Así que me tiré al suelo tratando de contener la carcajada.

    – [Laura] Tu mente solo piensa cosas X, ¿no?[/Laura] – preguntó. Cuando usas las bromas para enmascarar lo que te preocupa corres el riesgo de que la gente te tome por alguien a quien no le importa nada, aunque no sea el caso. Hay que reconocerlo, los dobles sentidos son siempre una buena fuente de bromas.

    – [Idris]Solo un amplio porcentaje del tiempo que pienso.[/Idris] – repliqué, sonriendo. Era más fácil bromear que dejar que la gente supiera de verdad cómo eres. Eso permitía que tuvieran poder sobre ti, que te volvieras más vulnerable. Dejando a un lado mi familia, la única persona que me conocía de verdad era Ellie. Quizá por conocerme tan bien tenía tanto miedo de decirle que quería algo serio con ella y perder lo que ya teníamos. Me había decidido a hacerlo varias veces pero al final, nunca había cogido fuerzas. Siempre había una buena excusa para aplazarlo.

    – [Laura]¿Echas de menos a alguien?[/Laura] – preguntó. La miré, sorprendido, y ella simuló distraerse con la cremallera del saco.- [Laura]Perdona por la pregunta. No nos conocemos casi.[/Laura] – se disculpó.

    Le sonreí. – [Idris]Estamos perdidos y casi hemos muerto varias veces juntos, eso nos califica para mejor amistad según el estándar Moondie.[/Idris] – a los hechos me remito. – [Idris]Echo de menos a Coquito…a Elle. No sé si la conoces.[/Idris] – no tenía claro que se hubieran cruzado muchas veces aunque las dos tuviesen a Jane de amiga común.

    – [Laura]¿La mejor amiga de Jane?[/Laura] – preguntó ella. Pues igual sí la conocía. Tiene gracia, lo de Jane, porque antes de empezar a ser más «cercanos», había asumido que el crush juvenil de Elle con Jane había ido a más. Era cierto, sí que había ido a más, pero solo amigas.

    – [Idris]Estoy acostumbrado a hablar con ella a diario y ahora…[/Idris] – comenté, más pensativo de lo que tenía intención de mostrar. Me sentía triste y sabía que lo estaba. La echaba de menos, pero mi forma de ser pugnaba por ocultarlo.

    – [Laura]Me imagino.[/Laura]- dijo ella. Es curioso como a veces lo que más necesitas no es que te pregunten y hablar sobre un tema, si no que te escuchen y que no le den importancia.

    – [Idris]Bueno, no quiero aburrirte, que parezco un enterrador.[/Idris] – añadí. ¿Estaba preocupado por Elle? Sí, claro, viendo el mundo que me había tocado a mí, a ella podía haberle tocado peor o incluso en el mismo. Pero verdaderamente no tenía miedo de su integridad física, era mi David el Gnomo, siete veces más fuerte, y veloz, y siempre de buen humor. Sabía que ella podría estar a salvo y lidiar con lo que se encontrase. Estaba preocupado porque no quería pasar tiempo sin ella, porque echaba de menos hablar juntos y…bueno, también su integridad física.

    – [Laura]Rápido: haz una broma[/Laura] – dijo ella, sonriendo. Parecía que ya estaba empezando a pillar el punto a mi carácter.

    – [Idris]Dios…es demasiada presión….¡TETA![/Idris] – improvisé, echándonos a reír.

    – [Laura]Menos mal, ya me estaba preocupando.[/Laura] – dijo ella, aún sonriendo. Era buena chica, lo cierto es que los isleños me estaban sorprendiendo gratamente, tanto ella como Henry. A Sophie no la conocía aún demasiado, pero a la vista también sorprendía. Eh, que no lo decía yo solo, Elle pensaba lo mismo.

    – [Idris]Casi parecía que tenía sentimientos. ¿En qué me he convertido?[/Idris] – bromeé.

    – [Laura]En un Henry.[/Laura]- comentó ella sonriendo. No pasé por alto que acababa de redirigir la conversación hacia él.

    – [Idris]Pobre hombre, está coladito.[/Idris] – repliqué con mi habitual tacto de lija del cincuenta. Puede que os sorprendan mis conocimientos insólitos de carpintería, pero había pasado bastantes tardes con el tío Bill, comiendo en su casa mientras él se dedicaba a su hobby en el garaje.

    Laura no dijo nada. Había tocado terreno pantanoso.

    – [Idris]Lo siento. Es una rara enfermedad.[/Idris] – repliqué al momento. – [Idris]Me crea muchos problemas, pero al menos le pusieron mi nombre «Boca de Idris». Afecta a un 100% de los yo.[/Idris] – sonreí, esperando que aceptara mis disculpas.

    Ella se rió.- [Laura]Henry es mi amigo. No quiero pensar que pueda estar sufriendo por mí.[/Laura] – admitió.

    – [Idris]Mujer sufrir sufrir…con ese beso seguro que no ha sufrido.[/Idris] – reconocí. Si Ellie me hubiera dado en ese momento un beso en el cuello me habría vuelto loco.

    Laura se tapó la cabeza con el saco de dormir – quien pudiera dormir en uno – y se hizo la dormida.

    – [Idris]No cuela.[/Idris] – susurré, poniéndome en pie. – [Idris]Y no te quejes que tienes su saco. Yo dormiré en mi roca marca lumbago.[/Idris] – añadí. Sí, vale, puede que necesitara un sitio medio en condiciones y un buen sueño para ser persona.

    – [Laura]Buenas noches.[/Laura] – dijo ella.

    – [Idris]Descansa[/Idris] – respondí, volviendo a mi rinconcito de vagabundo, pero sin ni siquiera un cartón.

    Después de eso busqué alguna postura cómoda para dormirme, pero no había manera. Entre otras cosas, me había acostumbrado a hablar con Coquito antes de dormir y estar allí en un lugar tan peligroso sin su fuerza para ayudarme, me hacía pensar en exceso.

    La cueva estaba ya oscura. La hoguera hacía un rato que se había extinguido y no había forma de ver mucho, salvo por la tenue luz de las lunas que venía del exterior. Dejé que mi cuerpo se transformase libremente al de un elfo de la luna y mis ojos se acostumbraron al instante a la oscuridad, pudiendo verlo todo.

    Zahra estaba dormida en su esquina. Laura, parecía que también dormía profundamente, seguramente una mezcla entre ser la única que tenía saco y las pastillas para el dolor. Henry por otra parte, estaba despierto, sentado en una roca cerca de la entrada.

    – [Henry]¿Tampoco puedes dormir?-[/Henry] preguntó al verme ya a la luz. Sonreí para mí mismo por haber llegado hasta allí sin que me escuchase. Era una habilidad innata de los elfos de la luna de la que me enorgullecía bastante.

    – [Idris]Soy un animal nocturno. Y en una manta en el suelo se duerme de pena, verdaderamente.[/Idris] – bueno puede que haya exagerado un poco con lo de dormir en una roca y no tener ni un cartón, pero una manta en el suelo rocoso de una cueva en un mundo como aquél tampoco es que sea una suite.

    – [Henry]También están esas cosas que rondan por aquí.-[/Henry] – comentó, volviendo a mirar hacia la entrada de la caverna. Por alguna razón no nos habían visto allí. Era una suerte, apenas nos habíamos podido librar del primero que nos encontramos, y por el camino habíamos visto de lo que eran capaces. Cuerpos de los que apenas quedaban huesos astillados. Era normal no tener sueño con eso ahí fuera sin una buena puerta de un metro de ancho que nos respaldara.

    – [Idris]Lo de que ahúyen no me mata, no. Especialmente sin puerta acorazada.[/Idris] – reconocí. Había sugerido una de esas casas que habíamos visto por el camino para dormir, pero Zahra no se fiaba. Decía que los espectros de los viejos dueños solían vagar por allí. Reprimí un escalofrío, siempre me habían dado miedo las leyendas urbanas y los espíritus. – [Idris]¿Eres de la isla, no?[/Idris] – pregunté, por intentar hablar de algo que no fuese muerte o muerte inminente.

    – [Henry]Criado no nacido.-[/Henry] bromeó. Sonreí, no me esperaba poder hablar con él de una forma tan desenfadada. De lejos parecía un tipo serio, había mantenido la cabeza fría cuando había tenido que hacer de líder y eso había ganado mi respeto, pero no me lo esperaba tan agradable.

    – [Idris]Yo casi acabo allí, pero ya sabes, alguien pensó que era buena idea contar con malos de cuento en su equipo.[/Idris] – comenté de pasada. No me apetecía en exceso rememorar cosas que habían pasado antes de que tuviese memoria. La mayor parte de los New Moondies lo sabía y por supuesto Elle también. No dudaba que Henry lo sabría, teniendo en cuenta de quién era hijo.

    – [Henry]No te has perdido gran cosa. Salvo que te guste la vida monótona.-[/Henry] admitió. Se notaba que no le encantaba la vida en la isla, lo que era una suerte, porque yo tenía bastante resentimiento guardado respecto a Z.

    – [Idris]No mucho. Se nota viendo que habéis vuelto tres a Ripper.[/Idris] – bromeé. La isla estaba teniendo un boom de emigración juvenil, así que la famosa utopía debía cansar. – [Idris]Los New Moondies tienen tirón.[/Idris] – añadí. Como nadie nos había bautizado en una buena temporada, decidí hacer los honores y qué mejor que referenciando al supergrupo bajo cuya sombra estábamos actuando.

    – [Henry]Bueno Laura no parece muy convencida. Le gustaría volver.-[/Henry] replicó. Para no estar liados a los dos les gustaba sin duda alguna llevar los temas hacia el otro.

    – [Idris]Todavía queda saber cómo volver a la Tierra, así que aprovecha para pasar tiempo juntos. Dicen que estar a millones de kilómetros de casa en peligro de muerte une.[/Idris] – eso cuando tienes la suerte de que te toque con tu otp en el equipo. La mía a saber dónde estaba.

    – [Henry]Nos conocemos desde pequeños, creo que estamos bastante unidos.-[/Henry] respondió él. Se me desencajó la mandíbula como al Genio. No, no el de Will Smith, por dios, ¿qué soy, un monstruo? El de dibujos. Henry había pasado mucho tiempo entre máquinas y necesitaba una clase urgente con Hitchdris.

    – [Idris]Me refería a…[/Idris] – respondí, pensando como decírselo. – [Idris]Verás las mujeres tienen vagina y los hombres, pene, y cuando un hombre y una mujer se quieren, aunque también un hombre y un hombre, o una mujer y una mujer, o alguien no binario, o una persona trans….[/Idris] – iba a empezar con una sencilla broma sobre las charlas sexuales con los padres y al final la cosa se me había desmadrado intentando reflejar la verdadera realidad de las relaciones sexuales entre personas. Ser políticamente correcto es complicado, pero compensa. Ni siquiera el humor tiene derecho a ofender a nadie abiertamente. Las mujeres pueden tener pene, los hombres vagina y cada cual que viva como sienta que debe vivir. Y el que opine lo contrario…bueno, siempre he mantenido que debería haber un botón de silencio universal para que esa persona perdiera al instante la capacidad de comunicarse. – [Idris]Sexo Henry, sexo, o no si eres asexual, lo que te guste. ¿De qué estaba hablando?[/Idris] – pregunté, perdido en mis pensamientos. El resumen para mí era que cada uno puede hacer su vida cómo y con quien quiera, siempre que no se meta con lo que hace otro, dentro de unos límites claro. Pero tampoco sé cómo he llegado a explicar esto.

    – [Henry]¿QUE?-[/Henry] preguntó, alzando la voz sorprendido. – [Henry]Yo… ella… no.-[/Henry] – titubeó. Pobre hombre, se veía que no sabía dónde meterse.

    – [Idris]Ya, tú y ella no. Pero tú sí y ella probablemente también, o no, pero si no te arriesgas no se sabe.[/Idris] – consejos vendo y para mí no tengo. Ese era yo. Quizá debería plantearme en serio hablar con Elle. No sé, estar al borde de la muerte era una buena excusa si ella decía que no.

    – [Henry]Créeme, pasamos más de un año juntos viajando. Ella no me ve como yo la veo a ella.-[/Henry] me tuve que reír por dentro para que no pensara que me reía de él. Un año juntos viajando y yo llevaba años pegado a Coquito como una lapa.

    Al final decidí ser sincero en un arrebato de amor al prójimo. – [Idris]No sé, mira, yo soy un bocazas, estoy colado por Elle y años después aquí sigo, con miedo a decirle lo que siento y que me rechace.[/Idris] – comenté. No sé si quería ayudar a Henry con Laura por pura bondad de mi alma, porque me sentía identificado o simplemente quería reconocer mi problema en voz alta. Hola, me llamo Idris y soy Ellecohólico. – [Idris]No se lo deseo a nadie y menos a alguien que sea buena gente como tú.[/Idris] – añadí. Igual sí que lo hacía porque era buena gente. No sé, soy simpático, me gusta la bondad en el mundo. Tampoco tengo que pensar mal de mí de base. Puto Idris pensando mal de mí mismo. – [Idris]A veces vale más una respuesta mala que ninguna.[/Idris] – sentencié, como lección para los dos.

    Henry me miró y se quedó pensativo. Las criaturas aullaron fuera y decidí que no me apetecía seguir cerca de la entrada, así que le puse una mano en el hombro y me marché a intentar dormir.

    Diez minutos después, o al menos eso me pareció a mí, una bota me zaleó para despertarme. – [Zahra]Arriba, holgazanes.[/Zahra] – entreabrí los ojos y vi que el sol ya había salido hacía un rato. Si hace diez minutos era de noche cerrada, que alguien apague eso, por dios.

    Como nadie me hizo caso y lo apagó, me incorporé y traté de mantenerme despierto, aunque probablemente las siguientes dos horas fuese una mezcla entre mi yo despierto y mi yo somnoliento. – [Idris]Lo dices como si esto contase como dormir.[/Idris] – repliqué.

    Ella obvio responderme, se estaba preparando el desayuno, para ella sola, tan generosa como siempre.

    Tal y como os decía, las dos o tres horas siguientes pasaron como en un sueño. Un sueño en el que caminabamos por un frondoso bosque montañoso y no parábamos ni para beber agua, hasta que llegamos a la base de unas largas escaleras que desembocaban en un poblado sobre las copas de los árboles que parecía Rivendel venido a la…donde sea que estuviéramos.

    Empezamos a ascender las escaleras y por el camino sentí que había ojos pendientes de cada uno de nuestros pasos. Ellos nos llevaban viendo desde hacía mucho, pero como supimos más tarde, al ver a Zahra con nosotros, nos habían dejado pasar.

    Hacia la mitad de las empedradas escaleras comenzaron a dejarse ver. Había un pequeño ejército de ellos en las ramas de los árboles, armados con arcos de un diseño que daba ganas de llevarse uno de recuerdo. Sí, eran elfos, el poblado estaba lleno de ellos.

    Os diré una cosa, la fantasía es tremendamente racista. Sí, hay elfos claros o de la luz, elfos del bosque y elfos de la noche o de la luna entre otros, pero eso no quiere decir que sean todos una maldita fotocopia de uno rubio platino, de orejas puntiagudas, ojos claros y sosos como ellos solos.

    En la vida real, además de poder ser mestizos como en mi caso y tener una forma humana que no tenía por qué encajar en su estereotipo racista, el color de piel dentro de las distintas razas variaba, igual que el pelo, los ojos y la constitución, igual que en los seres humanos.

    Los elfos oscuros, por lo que sabía, no solo tenían la piel de color negro como el azabache, si no también en tonos azulados, marrones, morados, granates o verdes. Parece lógico si tenemos en cuenta que se mueven en la oscuridad. Los del bosque, siguiendo la misma línea, tenían la piel en tonos verdosos y cobrizos, para fundirse con el entorno. Y los claros, variaban también, estando algunos más bronceados que otros, más rosados y con melenas azabache, cobrizas o pelirrojas, además de rubias.

    Lo mío la verdad es que tenía su gracia. Podía haber sido mitad elfo claro perfectamente, pero era lo que era y no me avergonzaba. Me sentía orgulloso de mi piel en sus dos formas, por muchos problemas que me hubiese causado incluso en el tiempo en el que estábamos.

    Estos elfos en concreto se notaba que habían tenido su esplendor en su día. Esos arcos labrados y esas armas que llevaban algunos, estaban viejas y gastadas. Sus ropas, remendadas y la mayoría estaban delgados, pero no por elfos, si no por falta de comida. Las cosas iban mal en aquél mundo.

    Subimos aquellas escaleras mientras tarareaba ‘Gonna Fly Now‘. Cuando por fin llegamos arriba, no os creáis que pudimos descansar, porque Zahra todavía subió otro tramo más de escaleras hasta la casa más elevada de todo el maldito poblado. Era más grande, la típica a la que irías de cabeza en un videojuego para que el tipo importante de la zona te dejase avanzar en la historia. Por suerte habíamos muerto hasta el momento menos que Link en el ‘Breath of the Wild‘.

    – [Zahra]Ya habéis llegado.[/Zahra] – comentó, apenas fijándose en nosotros cuando se detuvo frente a la puerta, tras hablar con dos elfos armados que vigilaban la puerta. – [Zahra]Yo me voy que tengo cosas que hacer.[/Zahra]- se excusó.

    – [Idris]¿Adónde?[/Idris] – pregunté. Tenía demasiada prisa para ir a volver a ser una versión demasiado realista de Tarzán en el apocalípsis.

    – [Zahra]A mi hogar.[/Zahra]- replicó. La gente tiene claramente unas expectativas más bajas de hogar que yo.- [Zahra]Ya he hecho bastante tiempo de niñera.[/Zahra] – llevaba mucho rato hablando sin meterse con nosotros así que ya tocaba.

    – [Henry]Espera, no te vayas. Puedes venir con nosotros si quieres.-[/Henry] – intervino Henry, que seguía siendo buena gente.

    – [Zahra]¿Y qué gano yo con eso?[/Zahra] – preguntó, quedándose en el sitio. Se hacía la dura, pero tenía tantas ganas de volverse sola como yo de seguir lejos de Coquito.

    – [Idris]Tenemos seguro dental.[/Idris]- repliqué. La muchacha tenía los dientes muy blancos y perfectos para tratarse del apocalipsis, así que seguro que los cuidaba bien. – [Idris]Lisa necesita un aparato…[/Idris] – canturreé de fondo cuando nadie ya me escuchaba, o quizá sí, porque Laura me miró mal. En la isla no debían poner reposiciones de los Simpson.

    – [Henry]No estar sola por el resto de tu vida.-[/Henry] replicó Henry. Vendido.

    – [Zahra]Nunca estoy sola.[/Zahra] – dijo ella completamente en serio. Aquella respuesta me dio unas serias vibraciones de Crazy Jane.

    – [Idris]Sure, sure.[/Idris] – respondí, llevándome una mano a la sien, bromeando. Trataba de quitarle importancia, pero esperaba que de verdad no se hubiese vuelto loca mientras estaba sola. Habría sido muy triste.

    Ella me fulminó con la mirada y de un momento a otro, literalmente porque intenté ver cómo lo hacía pero no fui capaz, su apariencia cambió completamente. Ahora tenía el aspecto de un hombre de color de unos treinta con pinta de ser más sonriente que Zahra. Y también de fumar algo más que ella.

    – [Idris]Tengo una amiga que también hace eso, pero solo con chicas.[/Idris] – comenté de pasada. Lo de Lexie era visualmente bastante diferente, llegabas a ver parte de esa transición delante de ti. . – [Idris]Aunque tengas otra cara, sigues estando sola.[/Idris] – respondí. Por mucho que a todos nos guste estar solos de vez en cuando, al final puede llegar a ser una tortura.

    – [Zahra]No sé para qué queréis que os acompañe.[/Zahra] – respondió ella, volviendo a la cara que conocíamos, como si se avergonzara.

    – [Henry]Porque así te podras resarcir de lo que has hecho y ver que no fue tu culpa.-[/Henry] replicó Henry. Un viaje de redención, parecía un buen discurso para añadir a un nuevo miembro al equipo. Estaba deseando cambiar sus armas por las mías y ver si tenía algún accesorio de mayor nivel.

    – [Zahra]Está bien.[/Zahra]- dijo finalmente.

    – [Idris]Bueno, ¿a quién nos vas a presentar?[/Idris] – pregunté, al ver que no salía ninguna cinemática en la que se unía al grupo.

    – [Zahra]A un líder.[/Zahra] – dijo ella. Me pareció ver una nota de orgullo en su voz antes de que se girase para abrir la puerta.

    Allí estábamos, Henry el León, Laura la Espantapájaros y Zahra la persona de hojalata junto a mí, que evidentemente soy Dorothy pero con menos maldad, más belleza y sin zapatos gratis, esperando para conocer a nuestro Mago para cumplir nuestros deseos. Coquito, allá voy.

  • NO ME GRUÑAS QUE NO TE ENTIENDO

    OWEN WILLIAMS

    ESFERA KOURAS

    Íbamos con prisa y apenas había podido disfrutar de mi estancia en el viejo oeste más allá de ser capturado y dejado en una tienda que parecía una sauna. No me había dado tiempo de probar esa pipa que iban pasándose unos a otros en un reducido corrillo, aunque por las risillas más que tabaco me daba a mí que era otra cosa.

    Gracias a Lekwaa, ya podría la gente ponerse nombre más normales, habíamos conseguido algo de ropa para no llamar tanto la atención en este mundo, cosa que ya habíamos hecho. A Vera el rollito india le quedaba bien, pero yo con el chaleco marrón con el pecho al descubierto parecía más un stripper que otra cosa.

    En la caminata por la montaña para dar con el Daë de nombre impronunciable empecé a pensar en lo que haría cuando saliera de allí. Una buena hamburguesa, una ducha para apaciguar este calor y una charla con Amy, debía ser el calor porque me imagine a ambos en una ducha comiendo hamburguesas.

    Pero esto no iba a ser tan fácil como estaba pensando y en cuanto pensé en cómo le iría a los demás algo me vino a la mente.  – [Owen]He estado echando cuentas, y si los Daesdi nos han dividido en equipo de cuatros… me parece que esto no va a terminar aquí.[/Owen]

    – [Vera]Tienes razón.-[/Vera] Lo mismo era por Lekwaa, pero parecía más callada que antes, lo mismo le gustaba.

    – [Hotah]¿Cuántos sois?[/Hotah] – Pregunto Lekwaa mientras iba a la cabeza guiándonos el camino. Estas cuestas montañosas le tenían que proporcionar buenos glúteos a esta gente.

    [Owen]Pues veamos…-[/Owen] Estire los brazos y me dispuse a enumerar en voz alta. – [Owen]…esta mi crush, mi hermana, mi hermano, el que le hizo daño a mi crush, un primo del futuro de mi crush, una ex que es hermana de mi crush y Vera…-[/Owen] Me fije en que Vera tenía los ojos como platos pero no tenía tiempo de decirle nada que entonces perdía la cuenta y tenía que empezar de nuevo. –[Owen]…Speedy, la que tiene mucha pechonalidad, mi hermano de otra madre, su hermana ultra sexy salida de la nada, míster y miss simpatía…-[/Owen] Lapsus mental porque me ha venido a la mente Elle subiendo la montaña. –[Owen]…mi otro hermano de otra madre, el hermano de este que es ninja, el otro hermano de este que canta o algo así…-[/Owen] Por las caras de ambos me parece que estaba empezando a perderlos. –[Owen]…los tres de la isla que están de Erasmus, el único con carrera de todos y futuro… ah y Nate.[/Owen]

    – [Hotah]Sois…unos cuantos. ¿Y dices que hay…catorce mundos?[/Hotah] – Medite un segundo, porque tampoco soy muy de pensar las cosas, cuanto podía decirle. No es que lo conociéramos muy bien, podía ser uno de los malos. O peor, que se le fuera la olla cuando descubriera los demás mundos.

    – [Owen]Bueno, eso aquí. En realidad el espacio es infinito.-[/Owen] Me sentía un poco sabelotodo al decirle esto. Seguro que su mente estaba explotando por dentro.

    – [Hotah]Owen, que también vengo del futuro.[/Hotah] – Vale igual no estaba explotando tanto.

    – [Owen]Eso se te había pasado mencionarlo.-[/Owen] Me dirigí a los dos pero ambos pasaron de mi. Ya tienen que estas las cosas jodidas en el futuro como para acabar en mitad del oeste o en un presente un tanto precario. – [Owen]¿Qué pasa, estaban de descuento los viajes al pasado?[/Owen]

    – [Hotah]Llevo casi cuatro meses aquí.[/Hotah] – Comento encogiéndose de hombros. – [Hotah]Me guiaron hasta un portal mágico y me encontré en mitad del desierto.[/Hotah]

    – [Owen]Si están cansado de la vida en el desierto puedes venir con nosotros si quieres. No creo que los demás pongan pegas.-[/Owen] En su día nuestros padres acogieron a Nate y acabo siendo como un padre para todos. Seguro que ahora a algunos no les importaba tener un hijo más.

    – [Hotah]Creo que mi destino era encontraros. Por eso nos hemos cruzado.[/Hotah] – que mala leche tiene el destino para echarte por un portal mágico y dejarte a tu suerte con unos indios que te podrían haber arrancado la cabellera. – [Hotah]¿Cuál es vuestra misión exactamente?[/Hotah]

    – [Vera]Reclutar Daë.-[/Vera] Vera debía de estar en piloto automático, o tal vez tenía un cortocircuito en su poder que le impedía articular más de dos palabras.

    – [Hotah]¿Para qué? ¿Qué son?.-[/Hotah] Intente buscar algún símil con superhéroes, pero al venir del futuro lo mismo se enteraba de menos.

    – [Owen]Entre todos deben enfrentarse a un gran mal que podría consumir los 14 mundos del nexus.-[/Owen] Evite la parte en la que mueren salvándolos. No sabía cuánto podría aguantar guardándome esa información, lo mismo se me escaba a alguno de los Daë, pero siendo algo que está escrito dudo que cambiase nada.

    – [Vera]Y también el nuestro.-[/Vera] Siempre olvidaba que el nuestro también estaba en peligro, como si no fuera suficiente con la versión corrupta de mi hermana.

    – [Hotah]Supongo que después de perder mi hogar tiene sentido que os ayude a salvar el vuestro.[/Hotah] – Espera, eso quiere decir que el futuro del que viene es de uno de los planetas del nexus. No tuve tiempo de preguntarle porque se adentro en una cueva.

    Al cabo de unos minutos que resumiré en que me destroce el trasero en una roca enorme esperando, Lekwaa reapareció seguido por una figura enorme que le sacaba otro cuerpo.

    – [Hotah]Este es Ugg’Krah.[/Hotah] – Me limite a asentir, no pensaba ni intentar pronunciar su nombre no fuera a mosquearse. Parecía un gatito asustado, un gatito enorme oculto tras Lekwaa.

    – [Vera]Te necesitamos.-[/Vera] La siguiente conversación está traducida por Vera, pero en su momento todo eran gruñidos de tener la rabia y demás ruidos de cavernícola.- [Vera]Por favor.[/Vera]

    – [Uggkrah]No puedo marcharme, humanos malos vienen por piedras preciosas y atacan pueblo de Hotah.-[/Uggkrah] Puede que no le entendiera, pero ahora comprendía los gestos hacia la cueva y Lekwaa.

    – [Vera]El destino de quince mundos depende de ti.-[/Vera]

    – [Hotah]Hay un gran grupo dirigiéndose hacia aquí. Y…dos personas un poco más adelante.[/Hotah] – Mire hacia la dirección que se dirigía él. Solo veía una enorme nube de polvo.

    – [Owen]¿Si te ayudamos a vencer a esos hombres malos, vendrás con nosotros?.-[/Owen] Vera se dispuso a traducir lo que había dicho, pero por como me observaba diría que me había entendido.

    – [Uggkrah]Pueblo de Hotah libre. Ugg’Krah no tener a nadie. Ugg’Krah ir con vosotros si ayudar.-[/Uggkrah] Así que lo único que teníamos que hacer para que viniera con nosotros era zurrarle a un par de vaqueros.

    Jane y Elliot llegaron a la carrera hasta donde nos encontrábamos, tras casi echar el hígado recuperándose nos contaron que básicamente casi toda la ciudad había salido a dar caza al bueno de Ugg.

    Mi ayuda consistió en lanzar llamas por el terreno elevado impidiendo así el avance de los vaqueros. Por muy mezquinos que fueran no eran más que simples humanos. Lewkaa y Ugg por su parte no pensaban igual. El primero lanzaba una flecha detrás de otra acertando mortalmente en todas. El segundo se abalanzo por la ladera levantando una nube de polvo y tierra, lanzando por los aires a todo el que se encontraba por su camino.

    Unos cuantos vaqueros flanquearon la montaña y llegaron por detrás. A Jane no le pillo por sorpresa y le soltó tal puñetazo a uno que le volaron dos dientes. Tampoco es que tengan muy buena higiene bucal. Mi hermana se había estado entrenando desde pequeña con mi padre en boxeo, no quería que ningún gamberro le hiciera daño a su princesa.  – [Jane]Aún a riesgo de parecer un cliché: gracias, papi.[/Jane]

    Encendí un par de flechas que Lekwaa lanzo sobre los carruajes cargados de dinamita haciéndolos estallar por los aires. La cuesta estaba repleta de cuerpos inertes y de lamentos agonizantes.

    Aviamos conseguido reclutar a nuestro primer Daë, ahora solo faltaba lo más importante que nadie había pensando. ¿Cómo leches salimos de allí?. Una pena no tener en marcación rápida a los Daesdi en el móvil.

  • ESPÍRITU GUERRERO

    HOTAH ‘LEKWAA’ TEIKWEIDÍ

    ESFERA KOURAS

    Lo primero que pensé cuando Kohana entró a llamarme a mi tienda diciendo que habían llegado unos forasteros fue que querían que hiciese de traductor para algún intercambio de productos. Pero cuando dijo que teníamos que ir a ver a Ptaysanwee primero, supe que era más grave.

    Por el camino Kohana dijo que tenían a dos forasteros cautivos. Les habían divisado ya a las afueras de Dodge y eso no significaba nada bueno. La ciudad de Dodge era la más cercana a aquél territorio y de allí casi nunca venía nadie a comerciar. Aquella ciudad era una representación viva del clásico Viejo Oeste, un lugar de vicios, muerte y codicia, donde los forajidos campaban a sus anchas y las mujeres no eran más que un objeto.

    Cuando llegué frente a Ptaysanwee vi una modesta preocupación en su rostro. Era la líder de aquella tribu y uno de los motivos por los que había elegido quedarme en aquél poblado Sioux en lugar de otra de las tribus hermanas que ocupaban la zona. Mi madre era una líder Tlingit, una tribu de Alaska. Aquella mujer me recordaba a ella, transmitía la misma calma.

    Ptaysanwee me explicó que habían cogido a los forasteros cerca de la entrada de la tribu. No habían hablado todavía con ellos, pero una de los dos, una chica joven y pelirroja, hablaba su lengua. A los que les habían capturado les llamaron la atención sus ropas, que no se parecían a ningunas que habían visto antes, salvo las que yo mismo llevaba cuando me encontraron. También les llamó la atención que no oliesen como los vaqueros. Mientras que las tribus se bañaban y aseaban a diario, los vaqueros no, y eso junto a llevar prendas menos aptas para aquél clima, hacía que a veces se les percibiese desde lejos.

    Caminé en dirección a las tiendas en las que los tenían. Estaba acostumbrado a tratar con ese tipo de asuntos de vez en cuando. Por mis capacidades, me había convertido en una especie de chamán no solo para aquella tribu sioux, si no para las tribus aliadas de toda aquella zona, ya fuesen sioux, apache, cheyenne o cualquier otra.

    Lo hacía sin protestar. A fin de cuentas, ellos me habían salvado la vida y me habían dado un lugar al que llamar hogar después de haber perdido el mío.

    Kohana me señaló la tienda de la muchacha. Empezaría por ella y por su conocimiento de la lengua sioux. Entré y vi una figura menuda sentada en el suelo. Tenía las manos a la espalda y su cabello cobrizo caía libre por sus hombros. Al verme, alzó la mirada, podría decir que desafiante. Iba vestida con unos pantalones de esos con bolsillos laterales, una camiseta y lo que parecía un chubasquero atado a la cintura, sin duda una ropa poco apropiada para aquél clima.

    – [Lekwaa]Dicen que hablas nuestra lengua.[/Lekwaa] – pregunté en sioux. En el tiempo que llevaba entre ellos había aprendido el suficiente sioux como para expresarme como uno de ellos. Tenía que dar gracias a la insistencia de mi madre por aprender Tlingit, porque de lo contrario, me habría resultado casi imposible.

    – [Vera]Y tienen razón.[/Vera]- respondió en un perfecto sioux. Lo hablaba mejor que yo, sin el más mínimo acento. Me resultó extraño.

    – [Lekwaa]¿Y tu compañero?[/Lekwaa] – pregunté a continuación.

    – [Vera]No lo sé.[/Vera]- respondió ella, esta vez en un perfecto tlingit, que era en lo que acababa de hablarle.

    – [Lekwaa]¿Eres consciente de que ahora te estoy hablando en Tlingit?[/Lekwaa] – pregunté. Ella pareció no inmutarse.

    – [Vera]Sí.[/Vera]- aseguró. Era mucho asumir, pero por la forma en la que lo hacía, parecía que los idiomas no eran una barrera para ella.

    – [Lekwaa]Llevais ropa del futuro. ¿Qué hacéis en este mundo?[/Lekwaa] – dije, sentándome frente a ella. No me gustaba la sensación de estar de pie y ella allí, sentada sin posibilidad de levantarse.

    – [Vera]¿Cómo sabes que es ropa del futuro y no de otro continente?[/Vera] – replicó, inquisitiva. Le estaba dando la vuelta a la conversación, pero me dejé llevar.

    – [Lekwaa]Porque yo también llegué aquí desde el futuro.[/Lekwaa] – afirmé, sin dar demasiados detalles. No me parecía que decirle eso me pudiera perjudicar más de lo que ya lo hacía estar en el pasado.

    – [Vera]¿Eres un Daë?[/Vera] – continuó interrogando.

    – [Lekwaa]No entiendo esa palabra.[/Lekwaa] – respondí, hablando ya en inglés. No tenía sentido seguir hablando en otros idiomas cuando los dos hablábamos inglés y para mí era más cómodo. Era extraño hablarlo en voz alta, las únicas veces que lo había hecho desde que estaba allí era para hacer intercambios, por lo general se reservaba para mis pensamientos.

    – [Vera]Entonces no lo eres.[/Vera]- sentenció firmemente. Lo dejé estar, tenía otros asuntos que cumplir antes de preguntarle a qué se refería.

    – [Lekwaa]¿Eres de la Tierra?[/Lekwaa] – dije.

    – [Vera]Sí. De Moondale.[/Vera]- explicó ella. Si la historia hubiese sido diferente, no habría tenido que conocer ese nombre de una ciudad de un condado remoto de Estados Unidos, pero en mi historia, ese nombre era importante.

    – [Lekwaa]¿Moondale? Ahí se inicio «La Putrefacción».[/Lekwaa] – dije, tratando de no recordar demasiado. Desde allí habían saltado las primeras alertas, la cuarentena. El mundo civilizado se lo tomó como un evento climático. Yo acepté esa mentira sin dudar, mi madre y su tribu, no. Decían que era algo más, algo oscuro y antigüo como el mundo. Tenían razón.

    – [Vera]Me parece que vienes de una realidad alternativa.[/Vera] – afirmó ella. Os contaré una cosa, normalmente uno no espera que le digan eso, si no decirlo.

    – [Lekwaa]¿Realidades diferentes?[/Lekwaa] – pregunté. Me llevé una mano a la frente. Mi vida había sido perfectamente normal hasta hacía algo menos de un año. Desde entonces había visto espíritus, magia, seres sobrenaturales, viajes en el tiempo y ahora…realidades alternativas. – [Lekwaa]¿Tu mundo está…bien? ¿No sabes quien es «El Acechante»?[/Lekwaa] – pregunté tratando de centrarme. Tenía muchos nombres y ninguno. Mi pueblo lo llamaba así.

    – [Vera]En mi mundo están las cosas regular, pero las estamos arreglando.[/Vera] – respondió. Asentí.

    – [Lekwaa]Entiendo.[/Lekwaa] – respondí, pensativo. En realidad no lo entendía, ¿por qué mi realidad si mientras que en la suya ni siquiera habían oído hablar de él? ¿Quizá todavía no había pasado? – [Lekwaa]¿Qué hacéis en este mundo?[/Lekwaa] – le pregunté. Al principio lo había tomado por el pasado de mi Tierra, pero cuando las dos lunas se alzaron al caer la noche, supe que estaba aún más lejos de mi hogar de lo que pensaba.

    – [Vera]Tenemos algo que hacer.[/Vera]- dijo de forma escueta. Aquella muchacha era muy ágil de mente. No parecía dispuesta a contar mucho.

    – [Lekwaa]Puedo hablar con los demás para dejaros libres, pero necesito que me mires a los ojos un instante.[/Lekwaa] – le ofrecí. Aquella parte era complicada de explicar, especialmente porque no lo comprendía aún lo suficiente y porque no estaba dispuesto a que todo el mundo lo supiera.

    – [Vera]Eso es un poco extraño.[/Vera] – admitió, pero se encogió de hombros y fijó sus ojos en mí.

    Eran bonitos, pero pronto dejé de verlos porque ante mí estaba todo su vibrante ser espiritual. Sabía cómo lo veían otros, mis ojos centelleaban con un fulgor espectral, como una llama muerta, mientras que yo entraba a aquél mundo lleno de color. Al menos en algunos casos, cuando las intenciones de a quien estaba mirando eran las de una buena persona. – [Lekwaa]Está bien. Podemos ir con tu amigo.[/Lekwaa] – dije apartando la mirada.

    – [Vera]No es mi amigo.[/Vera]- puntualizó ella.- [Vera]Es el hermano de mi amigo.[/Vera] – añadió.

    – [Lekwaa]Sea como sea, necesito comprobar que él también tiene buenas intenciones.[/Lekwaa] – le expliqué. No era una habilidad que me hiciese sentir cómodo, pero tenía su utilidad. Si pasaban la prueba, no tendría problema en pedir a la tribu que los liberase.

    – [Vera]Lo único que puede pasar es que le gustes.[/Vera]- comentó, encogiéndose de hombros. Me imaginé que bromeaba.

    – [Lekwaa]Deja que te libere. Y vamos.[/Lekwaa] – me coloqué tras ella y saqué un cuchillo del cinto para cortar las cuerdas.

    – [Vera]Gracias.[/Vera]- dijo ella incorporándose y frotándose las muñecas.- [Vera]Me llamo Vera, ¿y tú?[/Vera] – preguntó.

    – [Lekwaa]Hotah…Hotah Teikweidí.[/Lekwaa] – respondí. Hacía no mucho tiempo habría respondido simplemente Hunter Travis. – [Lekwaa]Pero me llaman ‘Lekwaa'[/Lekwaa] – era el nombre con el que me había bautizado por segunda vez mi madre, significaba «espíritu guerrero«.

    – [Vera]Un placer conocerte, Lekwaa.[/Vera] – dijo con una sonrisa.

    – [Lekwaa]Lo mismo digo, Vera.[/Lekwaa] – repliqué.

    – [Vera]Lo normal es sonreír cuando te sonríen.[/Vera]- dijo ella. La miré. Los sioux se habían acostumbrado a mi forma de ser, no preguntaban cosas como aquella, así que me sorprendió.

    – [Lekwaa]Solía sonreír. Antes de todo lo que pasó.[/Lekwaa] – resumí. A veces parecía que habían pasado años, otras, segundos.

    – [Vera]Vaya.[/Vera]- dijo, apartando la mirada.- [Vera]Lo siento.[/Vera] – añadió. Parecía sentirlo de verdad. Era buena persona, aunque eso ya lo había visto.

    – [Lekwaa]Gracias.[/Lekwaa] – respondí. – [Lekwaa]No te preocupes por lo de antes. Solo he visto las intenciones de tu alma.[/Lekwaa] – añadí, para despejar las dudas que pudiese tener sobre lo que veía. Alguno había huido pensando que le robaba el alma, por suerte no era una buena persona y eso le mantendría alejado de la tribu.

    – [Vera]Espero que hayas visto que soy una persona horrible.[/Vera] – comentó.

    – [Lekwaa]Por suerte para ti, no.[/Lekwaa] – estuve a punto de sonreír. Ya había estado más cerca de hacerlo de lo que había estado en años. Ella sonrió abiertamente y salimos al exterior.

    El sol aún golpeaba fuerte, necesitaría cambiarse de ropa para seguir por allí, pero aún faltaba su compañero. Por el camino, la gente la miraba, extrañados y curiosos. Por suerte, como habían dicho, no olía como los vaqueros, olía a lavanda, a almendras y algo picante.

    Continuamos caminando hacia la tienda en la que estaba su compañero. Abrí y ella entró primero. Pensé que sería una mejor muestra de buena voluntad.

    – [Owen]Veo que has hecho un nuevo amigo.-[/Owen] dijo al verme entrar. Era algo mayor que ella. Tenía una constitución atlética, marcada por su camiseta apretada. Llevaba unos pantalones vaqueros clásicos y unas deportivas similares a las que yo llevaba cuando llegué aquí.

    – [Vera]Soy muy sociable.[/Vera] – replicó ella despreocupadamente.

    – [Lekwaa]Necesito que me mires a los ojos un momento.[/Lekwaa] – le dije, sentándome frente a él.

    – [Owen]¿Estas intentando ligar conmigo? Me siento halagado pero… oh que ojos tan profundos. – [/Owen] sonrió, fijándose en mis ojos.

    – [Hotah]Tenias razón.[/Hotah] – dije a Vera. Entonces volví a conectar con mi habilidad y el iris de aquél joven me mostró plenamente su alma. Cuando estuve seguro, aparté la mirada.

    – [Vera]Es rarito.[/Vera]- escuché decir a Vera. No tenía claro a quién de los dos se refería.

    – [Hotah]Está bien, hablaré con la tribu. Sois libres.[/Hotah] – aclaré, poniéndome en pie.

    – [Vera]Gracias.[/Vera]- dijo Vera. Me acerqué al chico y le solté las cuerdas.

    – [Owen]Muy amable. ¿Le has preguntado por eso?-[/Owen] escuché preguntarle crípticamente.

    Ella asintió.- [Vera]No sabe nada[/Vera] – me imaginé que se trataba de todo aquél asunto del «Daë».

    – [Hotah]No puedo ayudaros con ese «Daë».[/Hotah] – lo sentía, pero sin más información, no podía hacer nada. A fin de cuentas, seguía siendo un extraño en ese mundo. – [Hotah]Pero en la tribu os pueden conseguir ropa y alojamiento mientras tanto.[/Hotah] – ofrecí. La ropa la necesitarían y algo de comida y agua no les vendría mal seguramente.

    – [Owen]La ropa nos vendrá bien, pero no podemos quedarnos.-[/Owen] aseguró él.

    – [Hotah]Debéis tener cuidado con las ciudades. Las tribus son el único sitio seguro.[/Hotah] – le respondí. La ficción había tratado a las tribus de salvajes, pero la realidad era bastante diferente y en aquél mundo más. Los vaqueros eran aún más violentos.

    – [Owen]No deberíamos habernos separado[/Owen]. – comentó, preocupado.

    – [Vera]Tenemos que ir a buscar a Jane y a Elliot.[/Vera] – le dijo la chica, Vera. Así que no eran los únicos que habían venido.

    – [Hotah]¿Están en la ciudad?[/Hotah] – pregunté, verdaderamente preocupado. Las buenas personas apenas tenían cabida en la ciudad. Vera asintió.

    – [Hotah]Las ciudades son peligrosas, pero en Dodge vive el «Banquero».[/Hotah] – les expliqué, saliendo ya de la tienda. Él era la principal preocupación de las tribus. – [Hotah]Forajidos y gente normal trabajan para él. Solo le interesan los metales preciosos y están dispuestos a cualquier cosa.[/Hotah] – añadí. Los forajidos eran peligrosos, pero solían trabajar en solitario, el Banquero tenía la ley de su lado y además organizaba a los forajidos para su provecho. Era fácil imaginarse que nadie se iba a arriesgar a oponerse a él para salvar a un puñado de «indios». – [Hotah]Esta tribu y las vecinas protegen la zona y sus habitantes desde que sus hombres acabaron con casi todos los gigantes de piedra.[/Hotah] – aclaré. Aquello aún se recordaba entre las tribus cada año. Yo lo tenía muy presente pese a que había sido muchísimo antes de mi llegada. Había sido una masacre.

    – [Vera]El Daë.[/Vera]- comentó Vera. Vi cómo miraba a Owen.

    – [Hotah]¿Quién, el banquero?[/Hotah] – pregunté, sorprendido. Si era así no podía ayudarles, salvo que su destino fuera matarle.

    – [Vera]No, el gigante de piedra.[/Vera]- aclaró. ¿Él era el Daë?

    – [Hotah]¿Ugg’Krah? Es el último que queda. Está solo en la montaña, protegiendo el hogar de su tribu.[/Hotah] – era el último de su especie. Vivía sobre un cementerio de los suyos y los ataques no iban a menos porque el hogar ancestral de esa tribu de gigantes de piedra estaba sobre un enorme yacimiento de oro. – [Hotah]Los gigantes de piedra siempre han defendido a las tribus y ahora ellos le defienden también a él.[/Hotah] – añadí. Ellos habían sido los guardianes desde tiempos remotos, así que ahora le devolvían el favor. – [Hotah]Si ese es vuestro Daë, os ayudaré.[/Hotah] – sentencié. Ugg’Krah era un amigo, a veces iba a verle para que estuviera tan solo. En el fondo, los dos lo estábamos.

    – [Vera]Muchas gracias.[/Vera]- dijo Vera. Asentí y les conduje ante Ptaysanwee para explicarle todo y pedirle ayuda. La jefa enseguida mandó buscarles ropa y Vera y Owen se marcharon a cambiarse mientras yo preparaba el viaje.

    Cuando volví a unirme a ellos, ya estaban vestidos con ropas sioux tradicionales. Vera incluso llevaba el cabello recogido en una coleta que le había ayudado a hacer la hija de Ptaysanwee. Lo cierto era que incluso con la ropa, llamaban la atención.

    – [Vera]En un rato tendrían que volver al punto de encuentro. Si no lo hacen, iremos a por ellos.[/Vera] – comentó, preocupada, al poco de salir del poblado. La vi llevarse la mano a una bolsa y coger un pequeño orbe de cristal resplandeciente.

    No sé exactamente qué pasó, pero de pronto, Vera fijó la mirada al frente.  – [Vera]Elliot, ¿estáis bien?[/Vera]- preguntó con visible preocupación. Según lo que había captado en su conversación, Elliot era uno de los dos que habían venido con ellos. – [Vera]Sí, ya sé que no es la hora que habíamos acordado y que estáis investigando.[/Vera]- puso los ojos en blanco y esperó un momento, como si estuviera manteniendo una conversación. Miré a Owen, que parecía tan perdido como yo. Vera nos miró y notó que no estábamos viendo nada, pero no le dio importancia y siguió hablando. – [Vera]Sí, también sé que no deberías estar usando eso en esta época…[/Vera] – replicó con un suspiro de exasperación.

    Pasaron unos segundos en los que se cruzó de brazos. – [Vera]¿Quieres dejar de quejarte?[/Vera] – sentenció, alzando un poco la voz.- [Vera]Jane y tú tenéis que venir al punto de encuentro ya.[/Vera] – añadió. Fuera lo que fuera, era una suerte poder avisarles de que abandonaran esa ciudad condenada cuanto antes. También estaba la parte de mi mente que no estaba acostumbrada a todo lo sobrenatural, que pensaba que a aquella muchacha le estaba dando una alucinación por el calor. Por suerte, teniendo en cuenta que íbamos a ver a mi amigo el gigante de piedra, me forcé a pensar que era real. – [Vera]¿Eso que se oye es Jane discutiendo con vaqueros?[/Vera] – preguntó, colocándose para tratar de ver más cerca algo. – [Vera]¿Les está pegando?[/Vera] – añadió, conmocionada.  Me llevé una mano a la nuca, las cosas podían salir muy mal. – [Vera]¿Jane está intentando crear una sociedad feminista?[/Vera] – gritó.- [Vera]Dile que haga el favor de venir antes de que líe una paradoja.[/Vera] – sentenció. Aunque si la otra muchacha era capaz de estar pegándose por lograr el feminismo en un lugar tan lleno de machismo como el Viejo Oeste, dudaba que le hiciera caso.- [Vera]Bueno, pues echa andar y ya te seguirá. O roba un caballo. Uno que veas que no está muy enfermo.[/Vera] – sugirió. – [Vera]¿Cómo que no puedes robar un caballo?[/Vera] – añadió, poniendo de nuevo los ojos en blanco. – [Vera]Pues ven andando.[/Vera]- se quejó. – [Vera]Para cuando llegues seremos todos de piedra como el Daë.[/Vera] – gesticulaba, así que me imaginé que los dos se estarían viendo. – [Vera]Os esperamos…[/Vera]- empezó a decir. Entonces me miró y tardé un momento en darme cuenta de lo que quería.

    – [Hotah]En la cima de aquella montaña.[/Hotah] – le dije. No sabía si el muchacho me escuchaba o no.

    – [Vera]En la cima de esa montaña.[/Vera]- repitió. Después se quedó callada, esperando.- [Vera]Roba un caballo.[/Vera] – añadió antes de volver hacia nosotros.

    – [Owen]Te seguimos.-[/Owen] indicó Owen, haciendo que nos pusiéramos en marcha.

    Caminamos juntos por la senda de tierra, bajo el sol abrasador. Hacía unos meses no sabía todo lo que iba a cambiar la vida para mí, igual que en ese momento no sabía que mi destino iba unido al de aquellos extraños viajeros.

  • LLEGANDO A NUESTRO DESTINO

    NATE ROGERS

    SENATUS – TARDE

    Viviendo solo desde que puse un pie en la Tierra, me había acostumbrado a la compañía de las series y las películas. Había consumido bastante ficción a esas alturas, y como todos, tenía mis gustos. Entre ellos no estaba la antigua Roma, más allá de Asterix y Obelix. Y claramente, ellos no estaban allí.

    Después de colocarnos aquellas togas y sandalias, con las que me sentía como un auténtico payaso, seguimos andando a la comitiva de la mujer que había intercedido por nosotros. Se llamaba Calliope Asheby, así que a estas alturas si habéis leído el resto de los diarios, os podréis imaginar por qué no nos separamos de ella. Por si no es así, os lo diré, una de las Daë se llamaba Eleanor Asheby, la Kvasir de ese grupo, a la que se había enfrentado Daniel.

    Pese al peligro, necesitábamos reunir a los Daë, porque estaba claro que ningún otro camino nos llevaría a escapar de ese mundo. Así que después de discutirlo, tuve que admitir que era lo mejor que podíamos hacer y cargar con el peso de sacar a aquellos chicos a salvo de la ciudad.

    Estábamos a punto de llegar a ‘Nova Pompeya’. Calliope se mostró bastante sorprendida al escuchar a Bowie mencionar a Roma. De manera escueta conseguimos enterarnos de la supuesta historia de aquellos romanos perdidos en otra punta del universo, concretamente en la Galaxia del Ojo Negro, aunque no había querido dar detalles a los demás para no abrumarles con la distancia a la que nos encontrábamos.

    Aparentemente, en algún lugar alejado del último de los muros que protegían a la civillización, podían encontrarse los restos de las grandes ciudades romanas, arrasadas por la mano de los sobrenaturales. La primera de ellas, fue Pompeya. Uno de sus habitantes huyó de la devastación creada por un demonio y avisó a la ciudad de Roma, pero no le escucharon y la capital fue la siguiente. Los romanos que sobrevivieron huyeron y fundaron una ciudad llamada Nova Pompeya, resguardada por muros contra la amenaza sobrenatural.

    Al parecer las patrullas fuera de las murallas eran algo habitual y por norma general, se acababa con todos los sobrenaturales. Vi la primera muralla poco después de salir del campamento. Era impresionante, al menos triplicaba mi altura y las puertas tenían que ser movidas por un grupo de varias personas. Tras ella, había interminables campos de cultivo y granjas. Caminamos durante horas, con solo un poco de pan de trigo y vino diluido en agua,  hasta llegar a la segunda muralla, aún más imponente, al menos el doble de gruesa que la anterior.

    Cuando la cruzamos, seguimos un camino guardado por la visión de templos cercanos a diversos dioses. La senda empedrada ascendía hasta una colina, sobre la que se asentaba la ciudad.

    Me gusta el arte, como persona observadora del mundo, me maravilla la capacidad de creación de la raza humana. Pero tengo que admitir que no sé mucho de arte. Seguramente no haga justicia con mis descripciones a la belleza arquitectónica de aquella ciudad. Las murallas cumplían su cometido, no eran bonitas porque no debían serlo. Pero los templos y aquél portal de entrada a la ciudad desbordaban la visión con sus labrados y sus figuras.

    En los campos habíamos visto unas pocas personas. En los templos, a lo lejos, se veían bastantes aglutinándose en la entrada. La ciudad, sin embargo, era un hervidero. No daba tiempo a procesar lo que veía. El bullicio del mercado, las calles repletas de gente en sus quehaceres. Bowie nos iba dando indicaciones, por suerte ya en voz baja después de que Elle se lo pidiera. Sus explicaciones ayudaban a distinguir a los ciudadanos en base a algunos de los colores que llevaban, especialmente si vestían de rojo o morado.

    Vimos personas de todos los estratos: ricos, pobres, esclavos. Todos juntos en el mismo espacio, algunos siendo vendidos allí mismo, otros comprando. Pasamos por delante de prostitutas a plena luz del día en calles principales. Recuerdo la imagen de una mujer semidesnuda al lado de una estatua impresionante que en nuestro tiempo estaría en un museo.

    Todo era extraño, cautivador en su medida. O casi todo. Lo que no llega a través de los libros de historia es que los mercados de productos frescos, huelen, igual que las gentes y los animales, aunque pasado el mercado, empezó a difuminarse a medida que nos acercábamos a una enorme plaza cuyo centro estaba marcado por una fuente dominada por la estatua de dos bebés alimentándose de una loba. Desde allí, a lo lejos, se veía un coliseo enorme. Al parecer, estábamos frente al Senado.

    Calliope se marchó y los soldados nos condujeron a un edificio grande, cercano al mismo. Parecían unas dependencias para los altos cargos militares. Nos llevaron a una sala sin salidas y se quedaron fuera, escoltando la puerta.

    En cuanto lo hicieron, Bowie sonrió y se acercó a una zona que parecía un escalón. Cruzó las piernas en postura de meditación y cerró los ojos. En el tiempo que llevaba con nosotros, habíamos aprendido algunas cosas sobre Rainbow y su biología que por lo general, eran un misterio. Bowie no necesitaba dormir de forma continuada, su mente funcionaba de una forma diferente y al igual que no olvidaba, no tenía que dormir y soñar para asimilar la información. Ella lo hacía a voluntad, con momentos de pausa como aquél, en los que se sumía en una especie de trance al que Elle llama a veces «la siesta».

    Ese tipo de cosas me hacían pensar en lo poco que sabíamos de lo que habían hecho con ella. Mis aptitudes habían sincronizado más de una vez con ella y sus emociones estaban muy dirigidas aún, muy lógicas, pero en todas había sentido algo oscuro subyacente: dolor. A veces me paraba a pensar en que, pese a que lo habíamos aceptado como parte de sí misma y ella parecía estar bien, saber que han modificado tu propio cuerpo de formas que desconoces, es aterrador.

    Con Bowie sumida en la «siesta», Xander se apoyó en una de las paredes con aspecto de cansado. –  [Xander]Tenemos que salir de aquí en cuanto podamos. Solo espero que Calliope sea de verdad la hermana de la Daë.[/Xander] – sincronicé sus sentimientos y empecé a sentir que el peso del mundo pesaba sobre mis hombros. Todo resultaba preocupante y había muchas cosas que podían salir mal.

    – [Elle]¿Qué te pasa, seta?[/Elle] – preguntó Elle con su habitual ánimo. Solo escuchar esas palabras me devolvió un ápice de luz y esperanza en el mundo. Si seguía existiendo alguien como él, entonces no todo iba tan mal.

    Xander esbozó una sonrisa, sintiendo exactamente lo mismo que yo, o más bien, al revés. – [Xander]Demasiadas preocupaciones.[/Xander] – aseguró. Había tanta preocupación que Xander no podía estar haciendo otra cosa que pensar en todos los demás.

    – [Elle]¿Qué te preocupa?[/Elle] – preguntó su hermana, acercándose.

    – [Xander]Son muchos y somos extranjeros y sobrenaturales.[/Xander] – empezó a decir, sus argumentos calaban en mi mente, influenciada por su estado de ánimo. Teníamos todo en contra, no había ninguna salida fácil. – [Xander]No sabemos donde están los demás, Omega sigue libre…[/Xander] – añadió. ¿Por qué nada podía salir bien? Absolutamente nada, no importaba cuanto lo planeases.

    – [Elle]¿Que te preocupes va a ayudar en algo? ¿Omega se muere por exceso de preocupaciones?[/Elle]
    añadió, sonriendo. Xander levantó la mirada y sus ojos se cruzaron con la sonrisa de su hermana. Se quedó callado un momento, debatiéndose, seguía preocupado, pero Elle no, y tenía sentido. Una chispa de determinación le sacudió y se incorporó, más erguido.

    – [Xander]Menos mal que me han enviado contigo.[/Xander] – admitió sonriendo. Podía decir lo mismo, el enlace emocional que tenía con ellos ponía un límite a mis poderes. Si hubiera tenido que ir de misión con Xander, Jane, Amy y Leo, habría tenido menos fuerza que una mosca.

    – [Elle]Es que molo.[/Elle] – se pavoneó. Elle irradiaba seguridad y autoconfianza, aunque en el fondo, tuviese dudas muy arraigadas. Pero ella era así, había aprendido a llevarlo de una forma muy distinta a su hermano y a su madre.

    – [Xander]Estás encantada porque siempre has querido ir de toga.[/Xander] – bromeó Xander. Elle había disfrutado desde pequeña los carnavales y la noche de Halloween. Quizá cuando consiguieramos volver a casa pudiese ir a Rio.

    – [Elle]Siempre me han gustado los de disfraces.[/Elle]- aseguró. Cuando la vi guiñarle un ojo entendí el doble sentido. – [Elle]Que te diga Idris.[/Elle] – aunque Elle lo dejó bien claro.

    Me forcé a mí mismo a quitarme esa imagen de la mente. Era mi pequeña Elle, pero había crecido tanto. Todos lo habían hecho. – [Xander]Demasiada información.[/Xander] – afirmó Xander. Elle se echó a reír y solté una carcajada, sincronizado con ella.

    – [Elle]Vas a ser el oruga toda la vida.[/Elle]- replicó, pinchándole con un dedo en el costado.

    – [Xander]Qué le vamos a hacer.[/Xander] – respondió Xander sonriendo. Su infancia iba a pasar al recuerdo de sus padres porque había sido un niño terriblemente bueno, pero muy inconformista y decidido. Cuando Xander quería algo, ya fuera que lo durmieran en brazos, comer solo lo que él quería o que alguien en concreto le acompañase, no se detenía hasta conseguirlo. – [Xander]Vale, entonces qué propones ‘Joy’?[/Xander] – trató de devolverle el apodo, pero no cuajó mucho porque todos sabíamos que ese no era uno de los apodos de infancia de Ellie.

    – [Elle]Disfrutar la experiencia.[/Elle]- sentenció, sonriente.

    – [Nate]Por eso me gusta estar cerca de Elle.[/Nate] – intervine, también sonriendo. Elle me provocaba un subidón anímico que me daba fuerzas suficientes como para derribar una de aquellas paredes.

    – [Elle]Seríamos OTP si no fuera una idea horrible.[/Elle] – añadió. Sentí un escalofrío en la espalda y los dos nos reímos. Por muy grandes que fueran ya y muy poco que envejeciese yo, aquellos eran mis niños, nunca los vería de otra forma.

    Escuchamos ruidos en la puerta y Bowie abrió los ojos, colocándose a nuestro lado. Alguien se acercaba, así que teníamos que estar preparados. Sentí la sensación de urgencia de Xander, la absoluta concentración de estar preparado para todo. Curiosamente, pese a ser despreocupada, Elle también estaba preparada.  – [Elle]Piensa que estamos en el Assassins Creed.[/Elle]- susurró a su hermano.- [Elle]Estos son generales de nivel alto a los que es mejor no enfrentarse.[/Elle] – añadió. Ella y su hermano habían estado enganchados hacía unos años a un remake de un juego de asesinos ubicado en la Grecia de la antigüedad. Jugaban a dobles, cada uno con el control de uno de los dos hermanos de la historia. En el juego, si te cogían haciendo algo «turbio», enviaban mercenarios contra ti. Xander y Elle les habían llamado generales desde el principio y así se habían quedado, como una broma entre ellos.

    Xander asintió y lo sentí más relajado. Al final no importan las preocupaciones, estarás preparado para lo que pueda ocurrir, preocupado o no.

    La puerta se abrió y entró un hombre vestido como un soldado de alto rango, con su vestimenta escarlata adornada en algunos puntos de morado. Era un hombre de edad avanzada, cerca de los sesenta. Llevaba corto su pelo plateado, níveo en algunos puntos. A su lado se colocó Calliope y media docena más entraron en la sala.

    – [b]Soy el Legatus Tulio Quinto Lucilio.[/b] – se presentó con una voz poderosa, acostumbrada a mandar. – [b]Me han dicho que uno de mis hombres intentó acabar con vosotros. Y que sobrevivisteis.[/b] – las traducciones de Bowie nos estaban salvando. De otra forma, habríamos estado condenados, porque una de las cosas que más valoraba el pueblo romano junto con sus habilidades militares, era su lengua.

    Xander miró a Elle, contenido. Ella solía tomar las decisiones en los juegos donde éstas importaban, así que estaba aplicando la misma máxima.

    – [Elle]Así es.[/Elle]- replicó ella con un tono formal que Bowie imitó perfectamente.

    – [b]Tenemos que resolver unos asuntos, pero el responsable será castigado.[/b] – afirmó. Aquél hombre tenía un porte regio, honorable, quizá. Pero no conseguía conectar con sus emociones y eso no me gustaba. – [b]Mientras tanto quedaréis bajo la tutela de Calliope.[/b] – añadió. Calliope, sin hacer apenas un gesto, asintió, y nosotros hicimos lo mismo. – [b]Son días aciagos, así que si mostráis valía y aprendéis la lengua ilustrada podríais ayudar al imperio. Tú serías un buen soldado. O un gladiador si te place.[/b]- aseguró, mirándome. Traté de no mostrar el desagrado que sentía en realidad por lo que me estaba diciendo. La gloria de ser un gladiador estaba bien para un juego, pero no me apetecía que mis manos estuvieran cubiertas de la sangre de otros por mera diversión de nadie. Además en un lugar como ese, tan lleno de tantas emociones negativas, contaría, como mucho, con la fuerza de un humano cualquiera.

    – [Calliope]Seguidme.[/Calliope] – nos indicó Calliope. Empezamos a caminar y el Legatus nos observó inmutable.

    – [b]Adelantaos un momento mientras discuto un asunto con Calliope.[/b] – salimos de la sala y del edificio. Bowie nos hizo una señal y empezamos a caminar más despacio. Estaba escuchando la conversación.

    – [Bowie]Está pidiendo que nos mate. Somos una amenaza para su pueblo.[/Bowie] – añadió. Por los retazos de historia que habíamos ido escuchando, su gente se defendía de los sobrenaturales por cuestión de supervivencia. En las altas esferas debían ser conscientes de que todos los no humanos no eran malos, pero debían tener algún interés en que la gente siguiera pensándolo y por eso era un problema dejarnos con vida.

    Calliope salió del recinto con gesto aún más serio de lo habitual y dirigió una mirada de soslayo al Legatus, que se dirigía al edificio más grande de la plaza, el Senado probablemente. Noté su conflicto interno sin ni siquiera intentarlo, era una llamada a gritos.

    Caminamos en silencio un buen tramo, bajando por un camino diferente al que habíamos tomado antes. Era increíble estar en mitad de un paraje natural en la ladera de una colina minutos después de estar en una plaza tan impresionante.

    Calliope se despidió de los soldados que la acompañaban y nos quedamos solos, descendendiendo aquella silenciosa ladera.

    – [Bowie]¿Nos vas a matar?[/Bowie] – preguntó Bowie con tono neutral mientras los demás ya estaban suficientemente alejados.

    – [Calliope]Puede.[/Calliope]- replicó tratando de no darle importancia. Trataba de parecer fría y dura, pero todos sentimos algo aunque nos empeñemos en esconderlo.

    – [Bowie]Eso no está bien.[/Bowie]- le reprendió. Bowie era un eterno contraste entre niña y adulta, aún no conseguía encajar en mi mente cómo tratarla.

    Calliope se encogió de hombros, pero noté que su debate interno se intensificaba. Estaba preocupada y había dolores pasados que estaban resurgiendo. – [Nate]No lo harás. Estás confusa. Traicionada.[/Nate] – expliqué. No podíamos dejar pasar la oportunidad de encontrar en ella una aliada. Era posible que Eleanor fuera pariente de ella, así que teníamos que arriesgarnos a descubrir nuestras cartas.

    Ella respondió en un arrebato de ira que me tomó por sorpresa. Usó toda la fuerza de su entrenado cuerpo para llevarme contra un árbol. Para cuando me quise dar cuenta, el filo de su espada estaba en mi cuello.

    – [Nate]No me vas a matar. Te ha defraudado. Tienes dudas.[/Nate] – continué diciendo. Estaba conectado a sus sentimientos y la entendía. No era una psicópata, no me mataría así como así. Calliope mataba para defender, para proteger, no para cubrir mentiras. Podría haberme zafado de ella, pese a que sus sentimientos me hacían débil, tenía sentimientos positivos de Xander y Elle de los que sacar fuerzas. Pero estaba esperando.

    – [Calliope]¿Qué eres?[/Calliope] – preguntó, mirándome a los ojos.

    – [Elle]Sí quieres que te conteste, es mejor que lo trates con delicadeza.[/Elle] – intervino Elle, seria. Supe que cualquiera de ellos estaba preparado para detenerla. Pero no haría falta.

    Movió su mano para hacer presión y en un rápido movimiento imbuido por la determinación de los Echolls, di la vuelta a la situación y ella quedó contra el árbol, con la espada inmovilizada.

    – [Calliope]No eres humano.[/Calliope]- replicó. Eso era peligroso, era el argumento de su gente para defenderse. No eras humano así que eras peligroso. Mostrarme en una situación de poder no ayudaría a mi defensa.

    – [Nate]No somos humanos, pero no somos malos.[/Nate] – solté la presa y me eché dos pasos hacia atrás, abriendo los brazos en señal de desprotección. Si quería matarme, podía.

    – [Calliope]Debería matarte.[/Calliope]- sentenció, molesta.

    – [Xander]¿Vas a hacer lo que te ordenan?[/Xander] – preguntó Xander, acercándose. – [Xander]Te han dicho toda la vida que los sobrenaturales son malvados. Ya ves que no. Que vivías una mentira.[/Xander] – trató de hacerla entrar en razón. La batalla de Calliope iba en aumento. Se estaba dando cuenta de muchas cosas que no cuadraban en la historia que había escuchado siempre.

    – [Calliope]Puede ser un truco.[/Calliope]- aseguró.

    – [Xander]Igual que todo lo que te han contado.[/Xander] – replicó Xander. Ella se quedó pensativa y continuó el camino por la colina. – [Xander]Eleanor también hace cosas que no puede hacer un humano cualquiera.[/Xander] – añadió, mientras caminábamos tras ella. Era una jugada arriesgada, obligaba a asumir que Eleanor era pariente de verdad y lo dejaba a la suerte. Aun así, era buena idea, Xander sabía bien cómo era la vida de una Kvasir y las preocupaciones que podía acarrear.

    – [Calliope]¿Cómo sabes de Eleanor?[/Calliope] – respondió, girándose. Sentí todo su instinto protector desplegarse. Fuera quien fuera Eleanor en su vida, era importante.

    – [Xander]Venimos de un tiempo donde ella ya ha salvado este mundo.[/Xander] – confesó. No le faltaba razón, pero había un problema. Había salvado al mundo, a costa de su vida.

    – [Calliope]Suena a brujería.[/Calliope]- aseguró.

    – [Nate]Todo lo que no entendemos parece brujería.[/Nate] – intervine. En aquellos tiempos había muchos fenónemos que se atribuían a los dioses cuando en nuestro tiempo eran física básica.

    Calliope pareció pensarlo y echó a andar de nuevo. Hizo una mueca de dolor y movió la pierna en una postura diferente. Apenas se le notaba segundos después, pero noté su dolor y se lo dije a los demás.

    – [Elle]¿Estás bien? ¿Quieres parar?[/Elle] – le preguntó Ellie, acercándose más. A esas alturas el miedo a que acabase con nosotros ya había pasado. Aunque no por eso íbamos a perder de vista nuestras espaldas.

    – [Calliope]Es una vieja lesión.[/Calliope]- explicó, suspirando.- [Calliope]Me caí del caballo cuando era pequeña.[/Calliope] – añadió. Pese al dolor que sentía, trataba de ocultarlo con mucho empeño. Me imaginé que en una sociedad donde el talento para el combate es uno de los puntos clave, mostrar una debilidad no era lo más recomendable.

    – [Elle]¿Quieres algo para el dolor?[/Elle] – le preguntó.

    – [Calliope]El dolor no se arregla.[/Calliope]- afirmó ella.

    Bowie se acercó a ellas sonriente.- [Bowie]Yo soy fisioterapeuta.[/Bowie] – dijo.

    – [Elle]¿Desde cuándo?[/Elle] – le preguntó Elle, sorprendida.

    – [Bowie]Desde ahora.[/Bowie]- replicó con orgullo. – [Bowie] Puedo echarte un vistazo.[/Bowie] – se ofreció.

    Calliope dudó, pero al final el miedo a vivir para siempre con ese dolor era tan intenso que cedió a la oportunidad. Xander y yo nos quedamos cerca de ellas, mientras Bowie se colocaba cerca de ella y Elle se mantenía al lado, por si necesitaba ayuda.

    – [Calliope]No sé qué dices que eres.[/Calliope]- dijo, mirando a Bowie fijamente.- [Calliope]¿Curandera?[/Calliope] – preguntó.

    – [Bowie]Sí.[/Bowie]- resumió Bowie. Se colocó al lado de su pierna y empezó a realizar una serie de estiramientos. Sentir el dolor de Calliope durante esos momentos no era muy agradable, pero con el último crugido, sentí un alivio sin igual. – [Bowie]Cuando lleguemos la granja, te enseñaré una rutina de yoga y ya no tendrás nunca más dolor.[/Bowie] – añadió, ya levantándose mientras ella y Elle le tendían una mano a Calliope.

    – [Calliope]Gracias.[/Calliope] – dijo, sorprendida, moviendo la pierna en varias posturas, sin dolor.- [Calliope]Llevo enferma toda mi vida.[/Calliope] – añadió.

    – [Xander]Supongo que eso significa que no vas a matarnos.[/Xander] – comentó Xander.

    – [Calliope]Ya veremos.[/Calliope]- replicó ella, volviendo a su habitual máscara. Era una mujer firme y decidida. Le habían dado una misión y valoraba el honor por encima de muchas cosas, pero no del suyo propio ni de su familia.

    Tras un rato, volvimos a la caballeriza y Calliope se subió a su caballo, al que esta vez engancharon un carro de madera al que nos subimos. No era lo más cómodo de este mundo, pero era mejor que volver a viajar durante horas a pie.

    Elle dio una cabezada apoyada en el hombro de su hermano y yo estuve a punto de caer rendido, pero para cuando iba a cerrar los ojos, un bache me despertó y vi que estábamos yendo más despacio. Miré hacia la cabecera y vi a lo lejos una granja. En un exterior que parecía sacado de una ensoñación, una joven de cabello rubio largo estaba tendiendo la ropa. Eleanor Asheby.

    Habíamos llegado a nuestro destino.

  • EN BUENA COMPAÑÍA

    Laura – Esfera Nexus

    Mañana

    Caminábamos a paso ligero detrás de aquella mujer, Zahra o algo así había dicho que se llamaba. Intentaba recordar las razones que me habían llevado a estar allí, mientras atravesábamos el angosto bosque, pero no se me ocurrían. Jane me había pedido que fuera con ella y como era lo más parecido a una amiga que tenía en la Universidad, le había dicho que sí. Bueno, a lo mejor también había influido el hecho de que Henry también se había apuntado, aunque fuera con el grupo contrario.

    La cuestión es que empezaba a hartarme. Tenía sed, ganas de hacer pis y me empezaban a doler las piernas. Mi vida en la isla siempre había sido muy tranquila: estudiaba, iba de fiesta, tomaba café con gente de las altas esferas y me tostaba al sol en la playa. No era una chica de acción y tampoco me interesaba. En el mundo había muchísima gente y seguro que estaban todos encantados de salvar al resto de la población. Vamos, que yo ni siquiera era de ese tipo de gente que hacía donaciones a ONGs. Cuando veía a los de la carpeta pulular por el campus, huía en dirección opuesta.

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  • UNA CONSTANTE HABITUAL

    EZRA WALKER

    ESFERA GWIDDON – MAÑANA

    Empezaba a notar una cierta constante en mi vida. La mayor parte de ella la había vivido oculto en las alcantarillas por pura supervivencia junto a los demás. Fui capturado y encerrado por la Iniciativa en una prisión no muy diferente a esta. Y había pasado dos décadas en una capsula congelado. He vivido más tiempo capturado que en libertad.

    Al menos la comida parecía más comestible que la de la Iniciativa y llevaba horas sin comer, así que si quería seguir en pie debía aguantar la respiración y acabar ese cuenco de gachas.

    La puerta de madera rechino de tal manera que me hizo estremecerme, cosas de tener buen oído. Entraron dos guardias de rojo, puede que la ropa roja que llevaban fuera para camuflar la sangre, pero podía olerla en ella,  y un tercero que desentonaba sobre el resto.

    – [Nigromante]Hacía tiempo que esto no estaba tan concurrido.[/Nigromante] – Un hombre vestido de negro y con una amplia sonrisa se quedo mirándome a mí y a la mujer que se encontraba en la celda de al lado.

    – [Ezra]Es lo que suele ocurrir cuando matas a gente inocente en lugar de capturarlas.-[/Ezra] Estaba agarrado a los barrotes esperando a que estuviera lo bastante cerca como para borrarle esa sonrisa de la cara. Pero uno de sus escoltas me hizo retroceder en mi celda con una pica.

    – [Nigromante]Trabajo mejor con los muertos. Y normalmente ya me han dado lo que quiero.[/Nigromante] – Añadió jactándose. Me vinieron recuerdos de mi pasado, este mundo estaba siendo doblegado también por un déspota, un tirano.

    – [Ezra]Ya he tratado con gente como tú en el pasado. Y ese totem me pertenece.-[/Ezra] Le señale en un burdo intento de intimidarle. No me daba ningún miedo. Ya sufrí a manos de un nigromante, e incluso mi propio padre sucumbió a tal poder al perder a mi madre en otra realidad.

    – [Nigromante]Ahora mismo no lo parece. -[/Nigromante]  Una ligera sonrisa se volvió a perfilar en su boca. – [Nigromante] No eres de este mundo. –[/Nigromante]  Note como una cuarta mirada se clavaba en mí, la mujer que se encontraba en la otra celda se quedo observándome fijamente.

    – [Ezra]¿Eso lo has deducido por mis ropajes o por la ausencia de miedo hacia vuestra persona?.-[/Ezra] A veces las palabras hacian más daño que un puñetazo, como en este caso.

    – [Nigromante]Mi magia te sorprendería lupino. –[/Nigromante]  Al juzgar por cómo había levantado la voz y el modo en el que apretaba mi tótem había conseguido molestarlo.

    – [Ezra]Resucitar a los muertos. Si, sorprendente.-[/Ezra] No me daba miedo ningún ejercito de no muertos, lo que de verdad temía era lo que eso podía infundir en una persona, el miedo a enfrentarse a un ser querido. Aun siendo simples carcasas vacías manejadas por un titiritero.

    – [Nigromante]Entre otras cosas. -[/Nigromante]   Cierto, habíamos obviado la parte en la que es un ladrón que se dedica a robar objetos mágicos, como esa piedra que producía agua y hacia subsistir a un poblado ahora arrasado. – [Nigromante]Has oído hablar de mi entonces, pero asumo que no vienes de parte del Arquitecto.[/Nigromante]

    – [Ezra]No exactamente.-[/Ezra] No podía decirle quien me había mandado y porque estaba allí. Es cierto que habíamos perdido el factor sorpresa, pero aun podíamos desestabilizarlo, hacerle pensar porque estábamos allí, si era por él o algo más.

    – [Nigromante]Le gustará este artefacto. No teníamos nada así en este mundo. –[/Nigromante]  Se quedo observando el tótem pasando el dedo por la fisura que tenía.

    – [Ezra]De poco te va a servir. Cuando salga de aquí recuperare lo que es mío.-[/Ezra] No temía lo que pudiera hacer con él, ya que el tótem estaba vinculado a mi padre y a mí, lo que temía era perderlo para siempre.

    – [Nigromante]Si lo dices por los otros dos, no tardaremos en encontrarlos. -[/Nigromante] Subestimaba a Amy y Leo, ambos podían ver venir a estos soldados a kilómetros, siempre y cuando no estuvieran distraídos discutiendo entre ellos [Nigromante]- Te queda una larga estancia, aprovecha la compañía, dicen que estar en un tiempo extraño ayuda. -[/Nigromante] Echo su capa hacia atras de manera bastante teatral e de decir y se marcho junto a sus esbirros.

    – [Julia]Ese Tótem tiene pinta de chungo, pero tú no.- [/Julia] Añadió mi compañera de prisión en cuanto se marcho el Nigromante. El tótem solía causar esa reacción con su color rojo como las sangres y sus vetas negras.

    – [Ezra]Es una reliquia familiar, y no es tan terrible como piensas.-[/Ezra] Me acerque hasta la parte en la que nuestras celdas conectaban para verla un poco mejor. Debía de tener unos treinta y pocos. Y al juzgar por sus ojos cansados daba la impresión de haber visto mucho en su vida, o simplemente estaba cansada. -[Ezra]Ezra.[/Ezra]

    – [Julia]Una familiar peculiar la tuya.- [/Julia]  Dijo arqueando una deja. Y porque no le había dicho que vengo del futuro, mi padre de otra realidad y mi madre es un cumulo de energía. – [Julia]Julia. [/Julia]

    – [Ezra]¿Llevas mucho tiempo aquí encerrada?.-[/Ezra] Tenía girones en la ropa y bastante suciedad encima, daba la impresión de que llevaba tiempo encerrada. Aunque claro yo llevaba apenas unas horas en este mundo y me encontraba en el mismo estado.

    – [Julia]Dos días.- [/Julia]  Su expresión cambio algo confundida. Como si no estuviera segura de ello.- [Julia]O eso creo. [/Julia]

    – [Ezra]Tampoco eres de este mundo, ¿verdad?.-[/Ezra] Algo deducible por su ropa y que se encontraba viva como yo.

    – [Julia]Curiosa pregunta.- [/Julia]  Sonrió de medio lado, pero fue fugaz en cuanto se puso en pie. Una mueca de dolor se reflejo en su rostro.

    – [Ezra]Porque sino estarías aquí encerrada, conmigo. No hacen prisioneros, ya lo has visto. ¿Te encuentras bien?.-[/Ezra] Cargaba el peso en una sola pierna y se ayudaba de la pared para moverse, tenía una cojera bastante fea en la pierna.

    – [Julia]Regular, pero no me voy a morir o eso espero.- [/Julia]  volvió a sonreír ocultando el dolor que le producía su pierna, no le gustaba mostarse débil  – [Julia]Gracias por preguntar. [/Julia]

    – [Ezra]¿Fue él?.-[/Ezra] No hizo falta llamarlo por su nombre, o más bien su seudónimo. Ella sabía a quién me refería.

    – [Julia]No.- [/Julia]  Añadió escuetamente y deje el tema, parecía que era algo de lo que no quería hablar.

    – [Ezra]Bueno Julia, dentro de poco saldremos de aquí.-[/Ezra] No quise prometérselo, pero confiaba en que Amy y Leo estarían al caer para liberarnos y de paso acabar con ese Nigromante antes de que hiciera más daño.

    – [Julia]Ojalá tengas razón. -[/Julia] dijo apoyándose contra la pared.

    En el exterior comenzó a escucharse jaleo, pero no eran vítores ni celebraciones, era gente escapando del ataque de alguien, o algo.

     

  • DESUNIDOS

    LEO ARKKAN

    ESFERA GWIDDON – MAÑANA

    Aquél lugar despertaba mis ganas de componer de una forma extraña. Sabía que la música que saldría de allí podría ser tan alegre como triste. Aquella naturaleza propia de un mundo en el que el ser humano es igual de implacable cogiendo lo que quiere, pero aún no tiene tantos medios como para arrasar demasiado, inspiraba una canción de anhelo y libertad, una oda al instinto que todos conservamos en nuestro interior de ser salvajes.

    Pero después estaba la desolación. Tras ver cómo los soldados de casacas rojas rapiñaban las pertenencias de aquellos dos a los que habían matado, nos encontramos con un pueblo en el que quedaban poco más que cenizas.

    Entre los cadáveres cuyos rostros nunca podría borrar de mi mente, encontramos a una mujer que apenas se mantenía con vida. Mientras intentábamos curarla, Elspeth nos dijo que aquello había sido obra del ejército del Nigromante, un brujo con poder sobre los muertos que se había alzado como soberano de aquellas tierras y enviaba a sus soldados con ropas color sangre a buscar objetos mágicos y matar indiscriminadamente a quien resistiera.

    Allí nadie se resistió. Tenían una gema de aguamarina que les proporcionaba agua pura continuamente, por eso arrasaron con todos. Ver morir a alguien es muy distinto a como lo pinta la ficción. Es horrible, no importa si conoces a la persona o no. Te marca para siempre. Me hice la débil promesa de escribir una canción sobre aquella joven a la que se lo habían quitado todo mucho antes de su tiempo.

    Incluso yo estuve de acuerdo en transformarnos y poner camino entre nosotros y aquél poblado. Ser un lobo era la mejor forma de no pensar en tus sentimientos, de dejarte llevar por tus instintos primigenios. Normalmente rechazaba esa pérdida de control, especialmente convirtiéndonos en lobos, cuando poco quedaba de humano, pero aquella vez era distinta.

    Finalmente llegamos a un claro cerca de un río y nos detuvimos, volviendo a nuestra forma humana. Las imágenes de la muerte de Elspeth me sobrepasaron, llegando en una oleada. Me miré la mano, recordaba perfectamente cómo había flaqueado su agarre al final. Apenas podía soportar esos recuerdos, pero no quería volver a esconderme, estaba resultando mucho peor.

    – [Leo]No deberíamos transformarnos mucho.[/Leo] – comenté para que me escuchasen los dos. Me imaginaba que Amy estaría en contra, incluso Ezra parecía más cómodo en su piel de lobo que yo. Pero no solo lo decía por la avalancha de sensaciones que tenía encima en ese momento, si no porque en el poblado habíamos encontrado al menos un par de licántropos muertos.

    – [Amy]Tú encantado.[/Amy] – replicó. Pese a haber dicho que no me guardaba rencor, las cosas parecían ir peor desde que habíamos hablado, o quizá solo lo pensaba porque verdaderamente desde que había vuelto a Moondale no me había cruzado con ella hasta ese momento.

    – [Leo]No me entusiasma la idea morir como si me hubieran sacrificado. [/Leo] – reconozco que respondí molesto. Lo que había pasado me había afectado y los demás no tenían la culpa. No era la mejor forma de arreglar las cosas con Amy, pero a veces los dos éramos demasiado temperamentales y eso iba a ser un problema.

    – [Amy]A mí no me parece tan mala idea.[/Amy]- replicó ella. Había llegado a conocerla mucho y hay cosas de las personas que nunca cambian. Aun así, me incomodó que pareciera valorar tan poco su vida. Quizá porque me sentía culpable y el enfado no era con ella.

    Negué con la cabeza. Prefería no decir nada que empeorase las cosas.

    – [Ezra]Por qué no dejamos la discusión para luego y evitamos morir los tres.-[/Ezra] – sugirió Ezra. Era una persona que transmitía mucha calma. Sabía cosas de su futuro, no demasiadas porque los Moondies se habían asegurado de que no conociésemos demasiado de Omega e incluso Noah había intentado guardar el secreto. Supuse que había sufrido tanto que nuestra pelea le parecía de lo más superflua. No le faltaba razón, pero a veces cuesta coger perspectiva.

    – [Leo]Tenemos que encontrar al Daë para poder salir de aquí.[/Leo] – comenté. Si hubiera podido estar en contacto con Noah habría podido saber algo del Daë. O si hubiera sido un Rakkthathor como ellos.

    – [Amy]Yo no pedí venir aquí con este.[/Amy]- sentenció. Llegaba a dudar que Amy fuese a perdonarme realmente algún día.

    – [Leo]Te he pedido disculpas, no puedo cambiar lo que hice.[/Leo] – repliqué, serio. – [Leo]Y pelearnos aquí en mitad de la nada no va a solucionar mucho.[/Leo] – añadí. Nada de eso iba a ayudar a llevarnos bien, pero no siempre impera la lógica. Si fuera así, los artistas no tendríamos sentido. Hablamos de emociones, de sensaciones. Por eso las inteligencias artificiales no han llegado aún a pintar cuadros o hacer música.

    – [Ezra]Amy, los Daesdi no han elegido los grupos así porque sí. Sabían lo nuestro, una manada desunida.- [/Ezra] Amy le observaba fijamente. – [Ezra]Si queremos salir de esta tenemos que trabajar juntos, te guste o no.-[/Ezra]  añadió. Recapacité un poco, no tenía sentido seguir peleando, estábamos perdidos muy lejos de casa y solo nos teníamos los unos a los otros. Él lo había perdido todo.

    – [Amy]No somos una manada.[/Amy]- afirmó, con el ceño fruncido. Su dolor irradiaba, golpeando como una ola gigantesca. – [Amy]A ti no te conozco y el otro es un…[/Amy]- empezó a decir, dejando salir solo una pequeña parte de ese dolor. Entonces se calló, había escuchado algo, pero no tuvo tiempo a reaccionar porque los casacas sangrientas nos rodearon.

    No hubo tiempo a dialogar. Venían con un objetivo claro. Cargaban sus fusiles, con brillantes bayonetas que apuntaban a nuestros corazones. Uno de ellos embistió. Me giré y aferré su arma. Mi dedo rozó la bayoneta y fui uno con su material: plata.

    Intenté avisar a los demás, pero en aquél caos no había sonido, solo movimiento. Amy era ágil, esquivaba a los casacas y consiguió dejar a uno inconsciente. Ezra era más robusto, pero estaba acostumbrado a luchar, se le notaba. Pudo con dos. Aun así, eran demasiados.

    Me zafé de los míos y me acerqué a los demás. Teníamos que huir, no había otra forma. Amy lo supo y nos hizo una señal para salir de allí. Ella iba delante. Ezra estaba a mi lado.

    Cruzamos el río y seguimos corriendo, mirando solo hacia delante. Cuando el frío ya hizo que me doliese la cabeza, nos detuvimos. Ezra ya no estaba a nuestro lado.

    – [Amy]Te podían haber secuestrado a ti.[/Amy] – no respondí, temiendo reafirmar que eso era lo que pensaba de verdad.

    Esperamos, en silencio, aferrados a una vana esperanza. Una que nunca llegó. Estábamos rotos, desunidos. Nuestros enemigos habían acechado en las sombras y nos sorprendieron porque nuestra preocupación en ese momento era discutir.

    No sé cuanto tiempo pasamos en aquél claro, en silencio. Amy tenía la esfera en las manos, estuvo hablando con su padre, pero me forcé a no escuchar, por respeto. Cuando terminó, seguimos en silencio.

    – [Ezra]¿Estáis bien?-[/Ezra] – nos sorprendió la voz de Ezra. Alcé la mirada, pero mis ojos no se encontraron con la visión de su cuerpo tangible, si no una especie de forma en la niebla. Era su forma astral, por lo que sabía, podía proyectarla dejando atrás su cuerpo, pero no lo había visto hasta entonces.

    – [Amy]¿Tú cómo estás?[/Amy] – Amy se acercó, preocupada.

    – [Ezra]Algo magullado.-[/Ezra] replicó. Su forma se hizo algo más visible. Tenía una herida en la ceja que sangraba ligeramente y un jirón en una de las mangas.

    – [Leo]¿Dónde estás?[/Leo] – pregunté. Teníamos que encontrarle, buscar al Daë y salir rápido de ese mundo.

    – [Ezra]No pude ver mucho, pero tampoco hizo falta. Buscad en el río hasta dar con unos establos, una vez deis con él, seguid el camino hasta el castillo.-[/Ezra] explicó. Los lobos se rigen por su olfato, así que Ezra no había necesitado ver para saber por dónde pasaba. Alguna ventaja tenía que tener.

    – [Amy]Voy a por ti.[/Amy] – afirmó Amy. No pasé por alto que hablaba solo por ella.

    – [Leo]Vamos.[/Leo] – corregí, mientras ella cogía sus cosas. – [Leo]¿Llevas la gema?[/Leo] – le pregunté. Si buscaban objetos mágicos, ese sin duda sería algo llamativo. Ezra asintió. Si no era por la gema, ¿por qué se lo habían llevado? A otros no habían tenido problema en matarlos a sangre fría.

    – [Amy]Prefiero ir sola.[/Amy] – aseguró ella. Por muy enfadada que estuviese conmigo, no iba a dejarla ir sola. Ya nos habían superado estando juntos y esto sería mucho más difícil.

    – [Ezra]No. Si de veras quieres salvarme tendrás que dejar que Leo te ayude. No podrás con ellos tu sola.[/Ezra] – si la Amy de su futuro se parecía a la nuestra, Ezra debía imaginarse cual sería su respuesta.

    – [Amy]Claro que puedo sola.[/Amy] – afirmó. Cabezota con todas las consecuencias.

    – [Leo]Luego me odias todo lo que quieras, pero lo más importante ahora es Ezra. Así que tenemos que trabajar juntos.[/Leo] – le aclaré. – [Leo]Tú puedes hablar con Ezra si él no puede aparecerse. Yo no.[/Leo] – y yo tenía una ventaja contra las armas de plata de los casacas sangrientas. Nos necesitábamos.

    La respuesta de Amy fue encogerse de hombros y empezar a caminar. Negué con la cabeza y me adentré en el bosque tras ella, pensando en cómo podríamos asaltar el castillo entre dos personas.

     

  • INMACULADO

    COLE ROMAN

    CASTILLO DE LA HERMANDAD DE TAURO, KARDAS – TARDE

    Nos vimos obligados a pasar gran parte del camino junto a los Caballeros en silencio, temiendo que pudieran escuchar nuestra conversación y acabar con nosotros allí mismo sin que tuviésemos demasiadas oportunidades.

    El Castillo era visible desde bastante lejos, pero la caminata se hizo larga y me dio mucho tiempo para pensar y plantear el lugar en el que estábamos. Mi padrino me había enseñado el valor de guardar silencio y observar, así que eso fue lo que hice, durante todo el camino.

    Cruzamos el puente que daba con el castillo, tuve el valor de mirar hacia abajo y vi que el abismo terminaba en unas aguas oscuras y turbulentas. Atravesamos la entrada del pueblo, parecida en cierta medida a algunas de las películas de la Edad Media más logradas, aunque lo que nunca percibías en una película era el olor. Aquél lugar era un hervidero de olores, desde humanos hasta los de las comidas del mercado.

    Entramos al castillo bajo la atenta mirada de los lugareños, una mezcla entre temor y asco se veía en sus ojos. Por alguna razón, asocié en mi mente lo que no debía asociar y me sentí demasiado vinculado a esas miradas, demasiado tocado por ellas. Era el reflejo de cómo llevaba sintiéndome gran parte de mi vida, de las etiquetas que siempre había llevado colgadas: el delincuente, el mal estudiante, un asesino, una serpiente, un desviado.

    Teniendo eso en cuenta, podréis imaginar que los estandartes del toro y la cruz cristiana colgando de las paredes me hicieron pensar que aquél no era un lugar donde aceptaran nada de lo que yo era. Subimos una interminable sucesión de escaleras de piedra estrechas, siempre guardados por los Caballeros, hasta llegar a la cima de uno de los torreones. Allí abrieron una pesada puerta de madera y entramos a una gran sala que parecía una Iglesia.

    Estandartes del toro blanco a un lado, la cruz al otro. Bancos de madera apuntando hacia el final de la sala, donde dos lonas más grandes mostraban de nuevo los dos símbolos reverenciados. Al igual que en las Iglesias cristianas, había un altar y un púlpito al lado izquierdo. Al lado opuesto había algo que no encajaba, una especie de brasero dorado, apagado en ese momento. No había pila bautismal. Parece ser que aquella Iglesia se había decidido por el fuego en lugar del agua.

    Los Caballeros nos dejaron allí, a un par de metros del altar, separados de él por una barandilla de madera. Después se retiraron, tomando posiciones alrededor de los bancos.

    – [Cole]Tenemos que intentar escapar.[/Cole] – les dije a los demás, una frase demasiado obvia, la verdad, podéis decirlo, lo admito.

    – [Niall]¿E ir adónde? No tenemos ni idea de dónde está el Daë de este mundo.-[/Niall] respondió Niall. Medité unos segundos. Ser los hijos de Logan implicaba que no éramos precisamente los más versados en todo el tema de los Daë. Mi padre había odiado siempre aquél recuerdo y por eso se había desecho del disco. No me atrevería a decirlo delante de Dante, pero en parte, tenía sus motivos para sentirse así. Me lo había contado una noche, unos cuantos meses antes de que me fuera con Hiroshi.

    – [Logan]¿Quieres saberlo?[/Logan] – preguntó. Había salido el tema de su disco y por qué mi padrino si lo guardaba. – [Logan]Porque lo que hicimos no valió una mierda. Solo para que una chica perdiera la vida y me dieran una puta espada maldita.[/Logan] – dijo tras un trago de su cerveza. – [Logan]A la hora de la verdad estás solo y muere gente.[/Logan] – fueron las últimas palabras que mencionó sobre el tema.

    – [Cole]Tengo una teoría.[/Cole] – susurré. – [Cole]¿Habéis visto el símbolo de los caballeros?[/Cole] – todos y cada uno de los Caballeros llevaban unas armaduras distintivas, todas con un casco astado y todas con un toro de color blanco en la capa y algunos puntos de la armadura, además del toro blanco por todas partes del castillo. Si en ese sitio había un Daë, parecía lógico pensar que era el de mi padre, un caballero con un casco astado.

    – [Dante]El Daë de Logan era un caballero con un yelmo de toro.[/Dante] – les explicó mi hermano a mi otro hermano y a Mike.

    – [Niall]Por lo que podría ser uno de estos «caballeros». ¿Cómo vamos a dar con él?[/Niall] – preguntó Niall.

    – [Mike]¿Sin nombre? Difícil.[/Mike] – respondió Mike. Intenté recordarlo pero no fui capaz, mi memoria no era tan buena.

    – [Cole]Le reconocería si lo viera.[/Cole] – aseguré. Mi mirada se cruzó con la de Dante. Él no había visto nunca el disco de nuestro padre, pero yo sí. Había pasado por sus recuerdos de aquél lugar y había vuelto a hacerlo poco antes de iniciar la subida del Pico, gracias a que Henry me lo había prestado durante unos minutos.

    – [Niall]Pues atento porque aquí vienen.-[/Niall] nos indicó Niall. Al parecer a mi hermano se le daba bien la música porque también tenía muy buen oído. Los Caballeros que nos habían acompañado se arrodillaron en sus posiciones cuando la puerta tras el altar se abrió y dio paso a un hombre mayor, de pelo cano, vestido con una sotana azul, negra y blanca con el símbolo del toro. Iba acompañado de tres Caballeros, dos se quedaron a su lado y uno de ellos se colocó al nuestro.

    – [b]Detrás de la baranda.[/b] – nos ordenó. – [b]Manos sobre ella.[/b] – obedecimos, teníamos las de perder porque ni siquiera sabíamos a qué nos enfrentábamos. Miré al Caballero, su rostro estaba cruzado por una cicatriz que le cegaba un ojo. No era el Daë, ni tampoco los otros dos, así como ninguno de los que nos había acompañado, pude verles bien porque, arrodillados, todos se habían quitado el casco. Los demás me miraron y negué con la cabeza.

    – [Cardenal]’Sagrada Hermandad de Tauro’, alzaos.[/Cardenal] – el hombre, al que llamaré «Cardenal» de ahora en adelante porque mi mente solo podía pensar en los Tres Mosqueteros, abrió los brazos con las palmas hacia nosotros y vi que en ellas tenía tatuados los dos símbolos de nuevo, la cruz y el toro.

    Los Caballeros se pusieron en pie, con el casco astado en sus manos. El sonido del metal sincronizado perfectamente ponía los pelos de punta.

    – [b]Traemos a cuatro víctimas que esperan liberar su alma.[/b] – dijo el que estaba a nuestro lado. Me imaginé que las víctimas éramos nosotros. La parte de liberar el alma no me gustaba demasiado, la prefería donde estaba, cerca de mi cuerpo, aún móvil y con la sangre circulando. – [b]Los hermanos Dayne y Everett están en camino con otra alma perdida.[/b] – añadió. Mis transcripciones puede que no sean lo más fiables que os encontréis, pero hablaban en un inglés muy arcaico, no como en una feria medieval, y había cosas que solo entendía por el contexto.

    Acto seguido, todos juntos rompieron a cantar, de una forma, de hecho, bastante notable.

    – [Niall]Menuda secta tienen estos montada…-[/Niall] susurró Niall. Por suerte, perdidos en su salmo, no podían escucharle.

    – [Mike]El Daë puede ser uno de los dos que faltan.[/Mike] – comentó Mike. Dayne y Everett no me sonaban. No recordaba el nombre completo del Daë y tampoco es que mi padre se hubiera matado a hacerle preguntas, pero no era Dayne ni Everett. Volví a aprovechar para echar un vistazo alrededor, a los bancos individuales que estaban contra la pared. Todos llevaban un nombre inscrito. Había cuatro libres, pero estaban demasiado lejos como para poder leerlos. Dos serían Dayne y Everett y uno sería el del que estaba a nuestro lado. Pero el otro, quizá era el de nuestro Daë.

    Terminado el salmo, el Cardenal caminó hasta la barandilla que nos separaba y nos miró. El Caballero a nuestro lado nos hizo un gesto para que alzásemos la mirada.

    Se fijó uno a uno en nuestros ojos. – [Cardenal]Vuestros ojos tienen alma.[/Cardenal] – recitó, como si fuese parte de un discurso ya aprendido. Me imaginé que sería una forma arcaica de saber si alguien era demonio, por tener unos ojos inusuales. No me habría extrañado que muchos hubiesen muerto por tenerlos de un color poco habitual. – [Cardenal]Di tu nombre, súbdito del Señor.[/Cardenal] – añadió, colocándose frente a Dante, que le observó, desafiante, algo habitual en mi hermano.

    – [Dante]Henry Ford.[/Dante] – dijo. Tengo que reconocer que suspiré aliviado, Dante era demasiado temerario y teníamos que seguirles el rollo si queríamos encontrar una forma de escapar.

    – [b]De Gondor.[/b] – puntualizó uno de los Caballeros que nos habían escoltado.

    – [Cardenal]Henry Ford, de Gondor.[/Cardenal] – afirmó el Cardenal, cogiendo una enjoyada pluma para escribir el nombre en una libreta del atril.

    – [Cole]Nicholas…Templeton.[/Cole] – lo mío no era la improvisación, la verdad, ni la sutilidad tampoco. Lo de Nicholas era obvio de dónde venía. Resistí decir Flamel por si resultaba que había existido, así que mi cabeza tiró de un crush de mi adolescencia, Templeton Peck. El actor del remake, no penséis que me atraía alguien que llevaba ya años criando malvas.

    – [Cardenal]Nicholas Templeton de Gondor.[/Cardenal] – sentenció el Cardenal. Al menos habían asumido que éramos todos de Gondor, así no tenía que inventarme también un lugar ficticio. Anotó mi nombre y pasó a mi hermano Niall, que estaba a mi derecha.

    – [Niall]Ludwig Amadeus.-[/Niall] replicó encogiéndose ligeramente de hombros.

    – [Cardenal]Ludwig Amadeus, de Gondor.[/Cardenal] – repitió el Cardenal, anotando su nombre.

    Por último le tocó a Michael. – [Mike]Michael…Jackson.[/Mike] – dijo. Me sentí un poco mejor, no era el peor inventando nombres ficticios.

    – [Cardenal]Michael Jackson, de Gondor.[/Cardenal] – anotó el último nombre y nos miró.

    – [Cardenal]Cuando llegue la última alma procederemos al ‘Juicio de la Llama‘.[/Cardenal] – no era por ser mal pensado, pero no sonaba excesivamente bien. – [Cardenal]¿Con vuestra alma en la mano, tenéis algo que confesar antes de él?[/Cardenal] – nos observó fijamente. Sus ojos tenían algo, como si pudiesen ver demasiado. Me sentí expuesto y terriblemente incómodo.

    – [Dante]Este tipo es un vendemotos, no va a saber nada.[/Dante] – susurró mi hermano Dante, tratando de tranquilizarnos.

    Como si le hubiese escuchado, tras unos minutos de silencio, movió sus manos y murmuró unas palabras que encendieron una enorme llama blanca en el brasero. Me di cuenta, por desgracia, de que era suficientemente grande como para que entrase una persona. Miré de nuevo a nuestro alrededor, demasiados Caballeros como para salir libres. Ese fuego blanco me hacía tener mis reservas, de otra forma hubiera esperado a que me mandaran a él para absorberlo y aprovechar la nueva fuerza para librarnos de ellos. Pero no parecía un fuego normal.

    La sala se abrió y entraron los dos Caballeros que faltaban, portando una figura menuda cubierta con la capucha de una capa ajada. La colocaron a nuestro lado y le descubrieron el rostro.

    Me sorprendí al reconocerla. No sabía de qué, pero había visto a esa chica antes. Los demás parecían más sorprendidos, como si la conocieran. Cuando el Cardenal le pidió su nombre, ella permaneció callada unos segundos.

    – [Ruby]Alejandra Roberta Fernanda.[/Ruby]- replicó.

    – [b]¿De Gondor?[/b] – preguntó el Caballero que estaba a nuestro lado, que empezaba a pensar que era el líder militar de esa Hermandad.

    – [Ruby]Casi.[/Ruby]- replicó mirándole.- [Ruby]Lenox Hill.[/Ruby] – añadió. Esa chica irradiaba confianza, algo que no parecía encajar mucho en un tiempo tan arcaico y machista como aquél.

    – [Cardenal]Alejandra Roberta…Fernanda, de Lenox Hill.[/Cardenal] – de nuevo escribió el nombre en el atril, pero esta vez tomó los cinco papeles y los arrojó a la pira de fuego blanco, que centelleó en un azul intenso. – [Cardenal]Ahora impondré las manos sobre vosotros. Los inmaculados serán libres ciudadanos de estas tierras. Los demás que no teman, pues serán purificados en las llamas del Señor.[/Cardenal] – nos explicó. El resumen venía a ser que si no éramos sobrenaturales podíamos vivir allí con ellos en ese castillo prohumano y si no, a las llamas. No me molesté en preguntarme si tus preferencias sexuales también te hacían  sobrenatural porque conocía la respuesta.

    – [Ruby]Señor cardenal, ¿usted es más de carne o de pescado?[/Ruby] – preguntó la muchacha. Tengo que reconocer que me dejó a cuadros.

    El Cardenal la miró fijamente. Nosotros sabíamos a qué se refería, pero obviamente él no. – [Cardenal]¿Te encuentras bien hija mía?[/Cardenal] – preguntó.

    – [Ruby]Es que noto que hace mucho calor aquí.[/Ruby] – cuando lo dijo, me pareció extremadamente sugerente. De pronto mi cabeza empezó a estar en un segundo plano a medida que me fijaba en un caballero de cabello oscuro y barba afeitada  y en aquella chica de melena plateada.

    Pensé que era un momento extraño para sentirse tan animado, pero entonces empecé a darme cuenta de que no era el único. A mi alrededor los Caballeros se removían, incómodos, el que nos custodiaba se apartó de la joven, confuso y mis compañeros parecían estar perdidos en sus pensamientos.

    Todos menos el Cardenal, que miraba fijamente a la joven. Ella le devolvía la mirada, esperando que su poder obrase efecto, pero no parecía hacerlo. – [Cardenal]Hermanos, resistid la tentación. Tenemos un súcubo entre nosotros.[/Cardenal] – dijo al cabo de un rato. No le había afectado pero lo había sabido, había algo en aquél hombre, algo sobrenatural.

    – [Dante]Sé de sobra que hay erecciones incómodas pero esto no me debería estar pasando. No soy de sotanas ni armaduras.[/Dante] – se quejó Dante. La chica le guiñó un ojo y el gesto me pilló en medio. Tragué saliva, costaba pensar en algo que no fuesen cuerpos desnudos rozándose. Dante le sonrió y alzó una ceja, parecía darle igual. Todo lo abierto sexualmente que era mi hermano, lo compensaba yo siendo lo opuesto.

    – [Niall]Alejandra Roberta… ¿cómo has podido? -[/Niall] dramatizó Niall, mirándola. De los presentes era de los pocos que no la miraban «así», aunque capté a un par de Caballeros que tampoco lo hacían.

    – [Cole]Supongo que esto se lleva por delante todo eso de pasar desapercibidos.[/Cole] – ya no tenía sentido esperar, teníamos una distracción y había que aprovecharla. Que sí, que no descarto que había otras opciones como esperar allí sentados a que matasen a esa chica como unos completos cobardes, pero seamos sinceros, por mucho que uno no esté metido en la vida idílica y fantasiosa de ser un héroe, no íbamos a dejar que eso pasase. Me «tragué» el fuego de las dos velas que tenía más cerca y salté la barandilla para colocarme justo detrás del Cardenal, sujetando su cuello con mi mano. Cuando mi piel tocó la suya volví a sentir esa sensación incómoda de estar desnudo y expuesto.

    – [Cardenal]La Serpiente me sostiene. Acabad con este demonio, traed la paz al alma torturada de este joven con monstruos en su interior.[/Cardenal] – pidió a la Hermandad. Me había llamado la ‘Serpiente’, así que sí, podía ver lo que éramos. – [Cardenal]Deja que el fuego te consuma, en el Etéreo tu alma no buscará esos deseos impuros.[/Cardenal] – supe a qué se refería, lo supe desde que empezó a hablar. La cuestión es que me distrajo lo suficiente como para que una cuchilla se me clavara en el brazo.

    Me aparté del Cardenal y corrí hacia mis compañeros, no teníamos nada que hacer contra la Hermandad de Tauro, solo podíamos huir. Mike ayudó a Dante a soltarse las alas mientras éste lanzaba un candelabro contra la cristalera y se subía al alféizar.

    – [Dante]Creo que puedo con dos.[/Dante] – nos dijo. La chica, cuyo nombre real aún no sabíamos, seguía sembrando la confusión entre la Hermandad con su poder. Luchó con uno de ellos con un estilo que parecía coger toda la agilidad del ballet y convertirla en algo agresivo en lugar de artístico.

    Mike se transformó en un ser mitad hombre mitad leopardo de las nieves y golpeó, haciendo que la Hermandad retrocediera para esquivarle. Aproveché la confusión para fijarme en los asientos de la Hermandad. Me puse nervioso pero conseguí encontrar el asiento vacío. ‘Hermano Richard Crane’. Eso era, Richard Crane, así se llamaba el Daë. Entonces sí era un miembro pero no estaba allí.

    – [Niall]Para que salir por la puerta como las personas normales.-[/Niall] mi hermano Niall se acercó a Dante y con un gañido de dolor su cuerpo empezó a cambiar hasta convertirse en un ser mitad hombre, mitad ave.

    – [Cole]Las águilas están aquí.[/Cole] – bromeé, para algo de ficción que conocía… Niall se encaramó al lado de Dante y yo me subí a su espalda.

    – [Dante]Si vas a venir apaga el cachondinator, necesito concentrarme para no estamparnos.[/Dante] – le dijo a la muchacha, mientras aferraba un leopardo de las nieves, ya sin forma humanoide.

    – [Ruby]Pero si hace un rato que no funciona: eso lo traerás tú de serie.[/Ruby] – sentenció mientras se agarraba de su mano y en una fracción de segundo, nos precipitábamos al vacío.

    Miré hacia atrás y vi una llamarada blanca azotar la ventana por la que habíamos saltado. Los cristales cercanos estallaron y cayeron sobre nosotros. Nos habíamos librado por segundos.

    Dante y Niall consiguieron remontar el vuelo con el peso que llevaban a cuestas y se dirigieron hacia el bosque. Tragué saliva cuando pasamos sobre el muro del castillo y vi el abismo profundo debajo de mí. Por suerte, unos minutos más tarde, volvimos a tierra firme. Perseguidos, odiados y perdidos, pero con una nueva compañera y un nombre al que agarrarnos.

    Por suerte, la chica había apagado su poder, pero os confesaré una cosa, yo no era como mi hermano Dante, a mí si me iban los caballeros. Las sotanas la verdad es que no.

     

  • DEJA LA CHARLA AMOROSA PARA OTRO MOMENTO

    Vera – Esfera Kouras

    Mañana

    Hacía un calor infernal y más con mi ropa de exploradora de la jungla (pantalones con bolsillos, camiseta y chubasquero). Estábamos en un desierto rocoso de escasa vegetación y agua inexistente. Era, de todas las opciones, la peor para perderse. No había dónde resguardarse, ni qué comer y las opciones de sobrevivir más días de los que teníamos cubiertos con las provisiones eran irrisorias.

    Elliot y Jane se fueron en dirección al pueblo. No me parecía la posibilidad más inteligente, pero era la que ellos habían elegido. En el pueblo había mucha gente y en el Oeste la gente no se caracterizaba por su amabilidad. Era una época nauseabunda que el cine se había empeñado en mitificar como si tuviera algo de bonito robar, pelearse y beber hasta la inconsciencia.
    Noté una molestia en el vientre y eché cuentas: me iba a venir la regla. Yo, que siempre había sido muy previsora, había echado mi copa menstrual en la mochila de útiles, pero aquí no había agua más que la que traía para beber y no iba a utilizar el cazo de cocinar para estos menesteres, así que estaba igual de fastidiada que si no hubiera traído nada. Tendría que improvisar unas compresas con alguna camiseta a la que hubiera dejado de tenerle cariño. Menudo asco de viaje me esperaba.

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