Moondale

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  • EL GUARDIAN DE LAS PESADILLAS

    OWEN WILLIAMS

    EL MUNDO DE LAS PESADILLAS (OBVIO)

    Como diría la señora del Titanic, han pasado 400 años…

    ¿Dónde te has metido todo este tiempo? Seguro que eso es lo que os estáis preguntado. Bueno, no estoy en el mejor momento de mi vida precisamente. En efecto sigo muriéndome lenta y dolorosamente, para colmo el amor de mi vida sigue dándome largas, lo segundo duele más que lo primero para que lo sepáis.

    El caso es que me había despertado en un lugar desconocido, cuando no. Apenas alcanzaba a ver el suelo que pisaba y mucho menos la profunda oscuridad que devoraba ambos lados del camino, el único camino por el que podía seguir era un puente de madera que con la más mínima brisa de aire se caería a cachos con total seguridad.

    – [Owen]¡Ah, me encanta el olor a musgo falso nocturno!.-[/Owen] Dije adentrándome en el puente con pies firmes – [Owen]Alguien necesita actualizar su base de datos. El del miedo a las alturas es mi padre, yo soy su versión mejorada. Segunda generación cariño, New Moondies.[/Owen]

    – [JJ]Owen, Owen ayúdame.-[/JJ] Era la voz de mi hermana al otro lado del puente, por un instante estuve a punto de salir corriendo a zancadas por el puente aunque este cediera a mi peso, pero probablemente eso es lo que quería que hiciera, a fin de cuentas morir aquí era morir en el mundo real, esto no es como cuando caes en una pesadilla y despiertas sobresaltado.

    – [Owen]Buen intento, nada me da más miedo que no poder ayudar a mi hermana, pero se que lo que esta al otro lado del puente no es ella, mi vinculo con ella es más fuerte que esta parafernalia.-[/Owen] El grito atroz de una criatura me erizo todo los pelos del cuerpo. Nota, nunca te encabrones con el miedo… no espera, que coño, hazlo, revélate, no te dejes devorar por el miedo.

    Una figura oculta entre trapos oscuros apareció al otro extremo del puente. Al estar muriéndome pensé que era la parca que ya venía por mi. Pero este ser era tan cutre que le había robado el look a la muerte. De su ropa comenzaron a desprenderse pequeños hilos de oscuridad, vale, eso si resultaba impresionante. La oscuridad se arremolino a mi alrededor haciéndolo desaparecer todo.

    Cuando la oscuridad se disipo el lugar había cambiado por completo, me sacudí la ropa en un acto reflejo ya que dudo que la oscuridad tenga polvo, uno, que tiene que ir siempre impoluto, no os hacéis una idea de lo mal que lo pase en mi estancia en el mundo medieval.

    – [Niall]¿Perdone, podría darme alguna moneda?-[/Niall] Al girarme me encontré con Niall, su aspecto estaba desmejorado y su ropa raída. – [Niall]¿Owen?[/Niall]

    – [Owen] ¿Niall?.-[/Owen] Se abalanzo sobre mi abrazándome con todas las fuerzas que le quedaban – [Owen]¿Tu miedo es ser pobre?.[/Owen]

    – [Niall]Lo he perdido todo Owen, mi voz, mi poder, mi sueño, mi madre esta…-[/Niall] Su voz se entrecorto incapaz de seguir.

    – [Owen]Niall, tu mejor amiga es Lexie, ella no dejaría que te pasara esto. Que has perdido tu voz, te mete en un garito a que pinches discos. Tu poder, eres un aviantropo, ese es tu poder. Y créeme con un hijo como tú a tu madre nunca le faltara de nada. Y si te quedas en la calle siempre podemos compartir piso.-[/Owen] De hecho ahora que escribo esto puedo decir que ese es uno de mis miedos, la soledad, gracias a mi mente maestra de superficialidad dejando oculto ese miedo en lo más profundo de mi corazón. El rostro de Niall se ilumino por completo por lo que le había dicho y daba la sensación de que había recuperado la confianza en si mismo.

    El grito atroz volvió a surgir de nuevo y la oscuridad reapareció de nuevo, solo que esta vez Niall fue tragado por ella junto a mí. La noche volvió a aparecer ante nosotros y esta vez nos encontrábamos en un lugar familiar, o lo que quedaba de el. La granja de los Walker estaba en llamas y Ezra enfrascado en un combate con lo que parecía ser una versión de mi mismo.

    – [Owen]Tienes una visión un tanto distorsionada hacia mi persona.-[/Owen] Eche un vistazo a mi otro yo, que porte, que presencia, para estar presuntamente muerto tenía mejor aspecto que en el que me encontraba yo en ese momento. Seguro que ahora estáis pensando en cosas, dos Owens, madre mía que fantasía, eso os lo dejo a vosotros, dejad muchos fics en la base de datos de la Kvasir.

    – [Ezra]O… Owen. ¿Cómo…?-[/Ezra] Su voz se entrecortaba por el cansancio de estar batallando con mi otra versión demasiado tiempo, a saber cuanto llevaba protegiendo a su familia en toda esta pantomima.

    – [Owen]He venido a ayudarte, ya no tienes porque hacer nada de esto solo, para eso esta la familia.-[/Owen] Iba a decir amigos, pero tras todo lo que hemos pasado en la nave y estos mundos creo que puedo considerarlos a todos y cada uno de ellos miembros de mi familia. ¿Moriría por ellos? Bueno probablemente es lo que acabe sucediendo como siga interviniendo en las pesadillas de los demás y jodiendo el chernoquete o como se llame.

    El Owen T-1000 nos lanzo una bola de fuego que le devolví de un manotazo, después de todo se estaba enfrentando al Owen original. – [Owen]A pesar del miedo que tenga hacía lo que la gente pueda pensar de mi tú no eres yo. Se la persona que soy y la que quiero ser para los demás.[/Owen]

    Note una mano posarse en mi hombro, Ezra no solo estaba aceptando la clase de persona que era, estaba dejando atrás su miedo confiando en mí, alejándose de su futuro y abrazando un presente con todos nosotros.

    – [Ezra]¿Qué demonios…?.-[/Ezra] Nuevamente nos envolvió un remolino de oscuridad seguido de un grito que francamente empezaba a sonar placentero.

    – [Owen]Tranquilo, es lo que suelo ocurrir cuando a la mente maestra de la oscuridad se le empiezan a acabar las ideas de tortura.-[/Owen] Aparecimos en una calle de Moondale inusualmente abarrotada de gente. Fuese de quien fuese este miedo no le gustaba la gente, al menos no el barullo de muchas personas, y podía hacerme una idea de quién se trataba.

    Avance entre la gente buscándolo, solo quería agarrarle de la mano y decirle que todo iba a estar bien como hacía cuando era pequeño. Ezra me hizo un gesto para que lo siguiera, debía de haber percibido donde estaba con su olfato. Llegamos hasta un callejón y allí tirado en el medio estaba Elliot inmóvil.

    Note como el miedo se apoderaba de mí, pero no solo eso, también una ira desenfrenada de partirle la cara al capullo en su túnica negra que se encontraba junto a él torturándolo en un mundo sin sentidos.

  • WHEN FEAR ARRIVES IV

    DANTE VILLIERS

    Dante se despertó en una cama menos cómoda que la de la Nave, pero a la vez, más acogedora, más propia de su tiempo, de su mundo. Se incorporó, revisando la habitación a su alrededor. No le resultaba conocida, pero prefería creer cualquier opción que implicase haber vuelto a casa.

    Al menos seguía entero. Se puso en pie para estirar las alas y su olfato se percató del olor a tabaco que impregnaba la habitación. Había botellas de cerveza tiradas por el suelo y el orden no se acercaba a ese piso desde hacía mucho.

    Se acercó al baño en busca de un espejo en el que verse. Estaba igual de descuidado que el resto, pero en el sucio espejo vio que le devolvía la mirada un rostro que no era el suyo. Pertenecía a otra persona con la que compartía más de lo que deseaba: Logan Villiers.

    El sonido del timbre contuvo su respuesta.

    AMY MACLEOD

    Amy estaba acostumbrada a despertarse sin recordar exactamente cómo había llegado a un lugar. Eran efectos secundarios de la oxitocina que segregaba su cuerpo de licántropa para atravesar la transformación sin volverse loca.

    Esta vez se sentía diferente, como si lo que hubiera olvidado fuese algo más profundo, algo tan arraigado en su interior que parecía que ni siquiera era ella misma. Empezó a sentirse ansiosa, agobiada por no recordar aquello que había olvidado.

    Fue entonces cuando la vio, saliendo entre los árboles. Una loba de pelaje rojizo mirándola fijamente con unos ojos castaños llenos de arrojo. Ella era lo que había olvidado, lo que había perdido.

    OWEN WILLIAMS

    Owen sacudió la cabeza. La notaba pesada. Bostezó, pero el aire parecía no llegar bien a sus pulmones. Parpadeó varias veces pero la neblina no se disipó, estaba en el ambiente, no en sus ojos.

    Miró a su alrededor y vio roca húmeda y musgosa. Al moverse, uno de sus pies patinó y resbaló, quedando de rodillas en el suelo mientras el pie tocaba el vacío. Agachado miró a ambos lados de la pequeña zona en la que se encontraba. No había nada más que metros y metros entre él y el suelo.

    Solo encontró una alternativa en uno de los lados, donde un puente de cuerda se mecía ante el viento que azotaba, helador e inclemente. Se puso en pie y colocó una mano sobre la cuerda, fría y húmeda por el rocío. Dio un paso adelante y la primera tablilla crugió bajo su peso, amenazando con ceder.

    Retrocedió. Tenía que pensar claro, no podía ir a lo loco. Así solía hacer las cosas y esta vez podía meterle en una situación complicada. Escuchó un susurro que parecía el rumor del viento, pero que se acrecentó hasta sonar a una voz humana y muy conocida.

    – [Jane]Owen, Owen ayúdame.[/Jane] – gritaba la voz de su hermana al otro lado del puente.

    LEKWAA

    ¿Cuál era su nombre? No podía recordarlo. ¿Tenía importancia siquiera? Era un arma, un guerrero con un propósito, una venganza, un destino. Lo demás no tenía sentido. ¿Necesitaba un nombre alguien como él? No, aunque podían llamarle ‘Lekwaa’. Era lo único que necesitaban para referirse a él.

    Aquellos extraños eran tan solo un medio para lograr su propósito. ‘Lekwaa’ no tenía amigos, ‘Lekwaa’ no podía amar. No era más que una herramienta, un cuerpo puesto a disposición de los espíritus.

    NATE ROGERS

    Nate abrió los ojos y percibió un aroma agradable a café recién hecho filtrándose por la ventana. Lo recibió con normalidad, estaba en su cama y siempre se despertaba con el café que preparaba MacLeod nada más llegar a la Escuela Legado.

    Sin embargo, en lo más recóndito de su mente, un pensamiento germinó, recordando que hacía mucho que no se despertaba así, que hacía mucho que no estaba en su hogar.

    Se puso en pie y salió corriendo, tratando de averiguar qué estaba pasando. No encontró a nadie en la recepción de la Escuela, pero si vio una escultura de piedra que nunca había estado allí. En la cima de ella rezaba un grabado en piedra que decía ‘In memoriam’. Y debajo de él, uno tras otro, estaban los nombres de todos aquellos con los que había vivido en la Kvasir.

    CHLOE MACLAY

    Parpadeó un par de veces, tratando de librarse del sopor. Hacía calor en aquella clase y a juzgar por el olor, debía ser una de las últimas horas, después de educación física.

    Miró el móvil, nadie había escrito. Tampoco era raro si estaban en clase, pero el mero hecho de estar allí parecía fuera de lugar. Chloe sentía que tenía que estar en otra parte, sin saber muy claro cuál.

    De pronto un golpe sobre su mesa la sobresaltó. Levantó la vista hasta ver a la Meister mirándola con regocijo. Solo podía tramar algo horrible, porque aquella mujer la odiaba. Bajó la vista y vio un examen. De pronto empezó a sudar. ¿Cómo era posible? No recordaba nada de un examen y ni siquiera reconocía los temas que había. Cada pregunta que leía le sonaba aún más rara que la anterior.

  • EL ORIGEN DEL MIEDO

    DIARIOS DE DESTINO

    NEXUS

    La ciudad de ‘Flecha’ estaba llena de vida y luz pese a haber caído la noche hacía ya horas. Ajenos a que sus beneficios y protecciones se habían desvanecido junto a la derrota de Antailtire, sus vidas seguían como si en el castillo aún habitase alguien. Aunque no estaban del todo errados.

    Una sombra recorrió a toda velocidad sus calles y se adentró en el vacío castillo, decorado con excesos para todos los gustos que podía presentar quien vivía en él. A la sombra se le unieron más y más, que empezaron a tomar una forma tangible bajo la luz de la luna. Era un ser de un negro insondable, tan oscuro que la luz parecía huir de él. La silueta, apenas humanoide porque no pretendía parecerse a aquellos seres inferiores, caminó hasta un ventanal y observó la ciudad festejando.

    Parásitos. Alimentados durante un milenio con la sangre del resto de mundos. Infantes mimados que no han conocido el hambre, la enfermedad o la guerra. La utopía de alguien que creía ser un dios. Que se veía con tanto poder como para osar encerrar a uno.La silueta mostró una sonrisa de dientes blancos y afilados. – Pero ya no. Al final te alcanzó la profecía, pequeña deidad. Y yo sin embargo, estoy aquí, libre, mientras tú vives una eternidad de locura.los ojos de la oscuridad miraban más allá, tan lejos como podía estar el Vacío, donde Antailtire cumpliría su condena. – Y ahora uno de los tuyos cumple mis órdenes. Que osadez pensar que podrías controlar el miedo. ¿No sabías que yo soy el origen del miedo? No te preocupes, le daré buen uso, ahora mismo está alimentándose de los Daë que han enviado a detenerme a mí. – el ser soltó una risotada que reverberó en el salón. – No espero que dure eternamente, pero yo me encargaré cara a cara. Hace mucho que no disfruto de la libertad. Y quería empezar devolviéndote mi encierro y asegurándome de que lo vieses a través de mis ojos.

    La visión viajó hacia el insondable Vacío, donde Ella la dejó pasar para que la cordura de Antailtire empezara a resentirse antes de conocerla siquiera. Vio su ciudad, su obra de siglos seleccionando culturas, ajustando sus relaciones para obtener lo mejor de lo mejor y crear una sociedad perfecta. Su gente festejaba, pero las luces empezaron a fallar y apagarse. Las personas entraron en pánico y la oscuridad, como tentáculos, comenzó a adentrarse y corromper a algunos de ellos, que se golpeaban, asaltaban comercios y cometían toda clase de fechorías seguidos rápidamente por los que no estaban aún corruptos. En tan solo unos segundos, Chernobog había convertido su Utopía en una caos de crimen y destrucción. Aun así, una pizca de la cordura de Antailtire empezó a quebrarse y se echó a reír, porque sabía que ahora les tocaba a los New Moondies, y ese nombre se grabaría con obsesión en su fracturada mente.

  • MI PEQUEÑA Y ADORABLE VARIANTE

    EZRA WALKER

    MOONDALE

    Observe perplejo las imágenes que se sucedían en la televisión, daba igual que cadena pusieras, todas hablaban de lo mismo, una guerra mundial hacia los sobrenaturales, una guerra que creía haber dejado atrás. Observe a mi padre, por la frente comenzaron a brotarle pequeñas gotas de sudor, sabía lo que estaba pensando, ambos procedíamos de mundos destruidos, mi padre había conseguido evitar el suyo y el mío parecía haberme alcanzado.

    Junto a él mi madre aferraba a Chloe en brazos, su expresión de terror me encogió el corazón. Me había acomodado, el nacimiento de mi hermana me había hecho creer que todo había cambiado, una pequeña y adorable variante que hacia vislumbrar un futuro brillante, ahora calcinado por la versión corrupta de Owen.

    Pero no podía ser él, había muerto, dos veces. Yo mismo acabe con esa aberración que ahora mismo aparecía en televisión quemando a la gente por las calles de Moondale, aun tenía las manos manchadas con su sangre. y nuestro Owen había muerto por el mordisco del licántropo, habíamos hecho todo lo posible por salvarlo, pero al final la llama en él se apago.

    Note como el licántropo rasgaba las paredes de mi mente queriendo salir, algo le perturbaba y no era lo que estaba sucediendo a escasos kilómetros de nuestro hogar, había algo aquí con nosotros. Intente agudizar mis sentidos, escuche el murmullo de gente gritando, pidiendo auxilio, el olor de cuerpos quemados me trajo viejos recuerdos, algo intentaba nublar mi mente, hacerme perder la concentración, y entonces lo vislumbre, una bruma negra al fondo del pasillo preparada para devorarlo todo.

    -[Ed]Tenemos que irnos.-[/Ed] La voz de mi padre me hizo volver… a la… realidad. La escuela Legado era el mejor lugar para refugiarse, pero también era el primer sitio que atacarían con total seguridad. Debíamos unirnos, juntos eramos más fuertes.

    Cuando estabamos a punto de salir una explosión en el exterior nos sobresalto, seguido de un golpe fuerte contra el suelo. La camioneta de mi padre había volado por los aires y varias pisadas se acercaban con rapidez hacia la granja.

    – [Ezra]¡Volved a dentro, rápido!.-[/Ezra] Del interior del bosque comenzaron a aparecer soldados. Sus trajes blancos se habían teñido de carmesí, apestaban a sangre.

    – [Owen]Sal lobito, vamos a jugar.-[/Owen] Note como se me erizaban los pelos al escuchar esa voz. No era la emoción de escuchar a un viejo amigo, era el miedo a lo que había ocurrido y estaba a punto de volver a pasar, a todos los recuerdos que esa persona había dejado marcada a fuego en mi mente.

    –  [Ed]Hijo…-[/Ed] Mi padre negó con la cabeza. Mi madre me agarro del brazo intentando tirar de mí. Chloe rompió a llorar y el lobo rugió con rabia.

    – [Ezra]Papá.-[/Ezra] En todo este tiempo nunca le había llamado así, no porque no lo considerara como tal mi padre, sino porque lo había reprimido, después de todo lo que había pasado, el como había perdido a ambos, no me consideraba digno de que me llamaran su hijo.

    Pero no esta vez. Esta vez no me ocultaría entre las cloacas. Los protegería a ambos y… a ella. No iba a dejar que mi hermana creciera en mundo desolado. Ella me había dado esperanza, yo iba a darle un futuro.

     

  • VIVIENDO DE VERDAD

    Vera – Artisan

    Mañana

    Cuando eres pequeña, tienes que aprender a perder. De nada sirve que juegues si no eres consciente de que a esta vida has venido a que se coman tus fichas, a vender tus hoteles por cuatro duros, a que la palabra correcta se te quede en la punta de la lengua, por muy injusto que te parezca. Desde bien pronto, descubres que hay un montón de niñas más altas que tú, más listas que tú, más guapas que tú. Nunca nada es suficiente. Si sacas un nueve en un examen, una compañera, esa que se sienta tres pupitres más allá, tiene un diez y si siempre sacas dieces, un día malo sacas un nueve y alguien se convierte en la «Nueva Persona Más Lista».

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  • SILENCIO DE NUEVO

    DIARIOS DE DESTINO

    LA KVASIR

    Metal tratado por los mejores alquimistas, doblado y plegado a la perfección por los metálicos de un país que aún no conocía el universo. Capas de aislamiento, cámaras de aire, sistemas de calefacción y depuración de aire y todo ello cubierto con un interior de madera criada por el equipo de botánicos para aportarle un necesario toque de hogar. Y sin embargo el frío se filtraba por sus pasillos y la gente que había vuelto para darle vida estaba a punto de perder la suya en una pesadilla sin fin, sin que la Kvasir pudiera hacer nada.

    El terror pisaba sus suelos, observando con una sonrisa los cuerpos sumidos en un sueño turbado. Aquello le estaba dando un festín como hacía tiempo que no conocía. Al miedo le encargaba alimentarse de las personas buenas, porque eran las que más tenían que perder, las que tenían una conciencia más sensible.

    Se colocó al lado de Jane y se agachó, pasando la mano a escasos centímetros de su rostro. Con solo tocarla podría acabar debilitado, incluso muerto. Tanto poder y al final, rendida a su reino de noche eterna. Más allá podía ver a Elle, removiéndose como si tratase de salir de un ataúd. A Kaylee, con el rostro compungido como si fuera a echarse a llorar. Mostró una sonrisa de dientes afilados. Adoraba alimentarse de mujeres, por eso vestía ese cuerpo de depredador, de hombre blanco que cree ser superior a cualquier mujer, que cree tener derecho sobre ellas y sobre todo lo que tenga a mano. Una pesadilla en carne y hueso.

    Aquél ser se quedó allí, observando, deleitándose, empezando a creerse superior al desafío que los Daë debían plantearle.

    Dicen que el ego es peligroso, y ni siquiera el miedo está libre de él.

  • MIEDO Y ESPERANZA

    MIEDO Y ESPERANZA

    EL MENTOR

    ESCUELA LEGADO

    El Mentor depositó la taza de café en la mesa, procurando que la cerámica caliente no entrase en contacto con la madera, y se frotó las sienes, observando el objeto que se encontraba a unos pocos centímetros de la taza.

    La piedra Daë era una reliquia cuya existencia conocían muy pocos. Durante años, había sido un recuerdo de un tiempo pasado, un tiempo de hazañas y sacrificios que nadie recordaría en un siglo. Pero desde hacía ya más de un mes, se había convertido en el único medio que tenían para saber si sus hijos e hijas se encontraban bien.

    Y con un suspiro, ese último mecanismo para no perder la cordura se había esfumado. Nadie respondía ya al otro lado. Pero no porque no estuviesen disponibles. Algo iba mal, una especie de bruma oscura se había extendido desde el interior de la piedra y ahora oscurecía ya gran parte de su brillo.

    Él tenía un presentimiento de qué significaba todo aquello, al igual que Diana y los demás. Esto no era un problema que hubiera podido ocultarles hasta haber tenido una solución.

    Esa bruma les decía que sus hijos e hijas estaban vivos, sí. Pero se enfrentaban a una de las fuerzas más temibles de la existencia. Sus propios miedos.

    Christopher fue consciente de las botellas de alcohol que había una sala más abajo, en la parte restringida a alumnos de la Escuela. Eran una muestra de confianza por parte de los demás, pero el miedo a caer en ello seguiría siempre acechando. En aquél instante todo parecía una broma cruel de la vida.

    No dejaba de pensar en la depresión de Amy, en la inseguridad de Kaylee, en la extrema madurez de Vera. Tres pilares a los que el miedo se agarraría con firmeza. Christopher había sobrevivido, gracias también a la ayuda de los demás. Pero también habían muerto otros siendo incapaces de salir de aquél lugar.

    Y aun así, con todo el mundo preocupado por cómo superarían sus miedos, el Mentor no dejaba de ver un paso más allá. Si superaban sus miedos, su posición como Daë estaría marcada a fuego, destinándoles a entrar al Axis Mundi. El lugar donde él mismo había muerto y del que solo consiguió volver por pura suerte. Al final, si no les mataba el miedo, podría hacerlo la esperanza de volver a casa.

  • DISOCIACIÓN

    JAMIE BARNES

    Tenía la respiración agitada, el corazón desbocado. ¿Quién era esa persona que me miraba desde el espejo? No podía reconocerme, pero era mi reflejo, ¿qué clase de juego era ése?

    El hombre del espejo parecía asustado, inquieto. Su rostro delgado parecía haber perdido el tono. Me llevé una mano a mi suave melena y él se tocó un pelo corto y rizoso. Lo único que teníamos en común era el color. No lo comprendía, yo no era él, no era él.

    – [Vera]¿Estás bien cariño? [/Vera] – preguntó Vera finalmente, después de observarme mientras me miraba en el espejo. Fuera lo que fuera aquello, ella no veía nada raro. Quizá me estaba volviendo loca como mi padre, no podía contárselo, no quería que ella pensara que lo estaba. Tenía que haber una explicación.

    – [Jamie]Me encuentro un poco rara.[/Jamie] – dije, tratando de disimular.

    – [Vera]Será raro, ¿ya te has pasado viendo RuPaul?[/Vera] – bromeó, pero la puntualización me hizo apartarme, asustada. Por el rabillo del ojo vi que él también estaba asustado, en una posición defensiva que le alejaba de Vera. – [Vera]¿Qué te pasa? Me estás preocupando, James.[/Vera]

    James. Ese nombre. Empecé a sudar en frío y noté que perdía fuerza. ¿ Quién era? ¿James? No, no, yo era Jamie, Jamie. Me llevé la mano de forma inconsciente al pelo y noté su ausencia. Estaba corto, rizado. Me toqué la cara, mi rostro redondeado ahora era delgado, de mandíbula marcada. En el espejo, la chica de pelo largo me devolvía la mirada.

    – [Jamie]No me llames así, no soy James, no soy…[/Jamie] – me miré las manos, más grandes, de dedos largos. Mi pecho plano, delgado. Y sin embargo en el espejo allí estaba, tal y como me recordaba. Noté que me iba, que dejaba el mundo atrás y caía. Escuchaba a Vera de fondo pero no conseguía abrir los ojos.

    Cuando lo hice, el mundo parecía extraño, oscuro salvo por una parte. Veía una escena de Vera arrodillada al lado de aquél chico. Me toqué el pelo, volvía a ser largo, mi cuerpo volvía a ser el mío. Pero ahora estaba atrapada detrás del espejo.

    Fui hacia el cristal y lo golpeé, pero Vera no me escuchaba. – [b]Da igual cuánto lo intentes, James es el de verdad. Tú no has sido más que un sueño efímero.[/b] – dijo una voz a mis espaldas. Al girarme vi el rostro de mi padre, serio, juzgándome desde la distancia. No aprobaba quién era en realidad, pero, ¿había llegado a serlo siquiera? ¿Iba a quedarme atrapada viendo la vida que podía haber tenido desde ese vacío?

    – [Jamie]Soy Jamie, soy la verdadera. James solo fue…lo que tu intentaste que fuera.[/Jamie] – repliqué. Me sentía pequeña ante él, pero a la vez, aquél hombre era el padre de James, para mí significaba poco más que una señal de opresión. No debía respetarle, no debía escucharle.

    – [b]Si James no es el de verdad, ¿por qué mantuviste un nombre tan parecido?[/b] – preguntó, con disgusto al mirarme.

    No supe qué decirle, me hizo dudar de mí misma, de quién era, de que no le debía nada a ese hombre ni a nadie más, solo a mí misma. ¿Pero yo era algo? ¿O era James? Quizá tenía razón, quizá era un sueño efímero y por eso no me había molestado en que me conocieran por otro nombre.

    No era más que una pasajera en la vida que conducía James. Me había dejado el mando brevemente, pero no iba a durar para siempre, solo por un descanso. Y Vera, Vera le seguiría amando, yo ya no existiría para ella. Porque no era nada, no tenía entidad propia y nadie me recordaría.

    – [b]Ponte cómoda, los rechazados estamos aquí. Este es nuestro sitio.[/b] – multitud de figuras se dibujaron en el horizonte. Alguna me pareció conocida, pero estaba demasiado oscuro, la única luz venía del cristal. Vera sonreía mirando a mi otro yo, como alguna vez había sonreído mirándome a mí.

    Era una pesadilla hecha realidad.

    – [Jamie]¿Cómo me llamaste antes? ¿Un sueño hecho realidad?[/Jamie] – pregunté, poniéndome en pie y forzándome a parar de temblar.

    – [b]Da igual lo que intentes, Jamie.[/b] – dijo el hombre.

    – [Jamie]No, no da igual. Y no me llames así.[/Jamie] – repliqué. Miré el espejo y todo pareció cobrar sentido. – [Jaime]Llámame Isleen. Porque soy un sueño hecho realidad.[/Jaime] – cerré el puño y golpeé una vez más el cristal, haciéndolo añicos.

  • SOLO EN LA OSCURIDAD

    IDRIS SOLO-NOVAK

    NOCHE

     

    Algo me despertó del sueño. Abrí los ojos en duermevela, esperando ver el triángulo que formaba la luz que se colaba a partir de la puerta entreabierta de mi habitación, señal de que mis padres estaban despiertos.

    Me había acostumbrado a ese retazo de luz para calmarme, para saber que si el escalofrío que me provocaba la oscuridad me asaltaba, ellos estarían ahí para protegerme.

    Pero ese día, no estaba. No había ni un solo ruido en la casa, solo el del árbol frente al apartamento, el que daba contra mi ventana y me hacía despertarme llorando en los días de mucho viento. Ese día había tormenta, por eso estaba despierto. La lluvia apenas se escuchaba pero el árbol arañaba el cristal cada vez más fuerte, hasta hacerse ensordecedor.

    ¿Por qué no estaban allí? ¿Por qué no había venido ella ya corriendo? ¿O él con cara de cansado? Cara. Su cara. No podía recordar su cara. Cuanto más lo intentaba más pequeño me volvía y más grande se hacían las sombras de la habitación.

    Era un sueño recurrente, una sombra oscura que crecía hasta el infinito y me perseguía sin detenerse. La sombra estaba allí, en la habitación, y nadie venía. Tenía que ser un sueño, una pesadilla horrible. Normalmente me despertaba sobresaltado, pero ahora no lo conseguía, mi corazón se aceleraba, mis ojos no veían a través de la oscuridad como estaba acostumbrado.

    Me tapé con la sábana, sentía que algo me vigilaba y di gracias a no ver a través de la oscuridad para no saber qué se encontraba en ella. El agobio me estaba dominando. Había algo que no encajaba en todo aquello, una extraña sensación de que pertenecía a otro momento, a otra vida.

    Me sentía pequeño, solo, pero era un adulto, tenía amigos, tenía familia, tenía a Elle. Y sin embargo todo ese conocimiento se esfumó al ver la puerta de la habitación abrirse.

    Se filtró por ella la anaranjada luz de la farola de la calle que daba al pasillo, marcando una silueta oscura que se detuvo en el umbral. Pareció una eternidad lo que estuvo allí parado. Esa silueta me hizo volver a sentirme pequeño, su visión estaba grabada a fuego en mi subconsciente, incluso aunque tardé mucho tiempo en comprender lo que significaba, el cambio que había provocado en mi vida. Incluso aunque no tenía una mala vida.

    Aquella figura había matado a mis padres y ahora observaba fijamente mi cuna, decidiendo si matarme o alimentarse de ese miedo tan jugoso toda la vida. Decidiría la segunda opción, pero no dejaba de temer que en ese momento decidiera la primera, que todo lo que había vivido después no llegase a pasar.

    Esa silueta representaba todo el miedo que había en mí. Era demasiado pequeño para saber la amenaza que suponía cuando le vi, para saber que acababa de matar a unos padres a los que apenas recordaba, de borrar su rostro de mi memoria y hacerme sentir culpable toda la vida por no hacerles justicia al menos en eso. Pero no era solo la muerte de mis padres lo que ese monstruo negro significaba. Era la amenaza incierta de que cualquier día podría volver y llevarse de nuevo a mi familia: a mamá, a papá, a Mike, a Ellie, a Lexie…a todos ellos, sin que pudiera ni siquiera moverme.

    La silueta oscura dio media vuelta y se internó en el pasillo, alejándose de mi habitación. Me sentí seguro por un instante, pero aquello era lo que había pasado de verdad, lo que me había provocado ese miedo durante toda una vida, esa sensación de que en cualquier instante podía pasar lo peor.

    No podía permitirlo, tenía que hacer algo distinto. En aquél entonces era un bebé, no podía hacer nada, pero ahora podía ir tras él, podía detenerle, salvarles a todos. Y sin embargo era incapaz de moverme, solo pensaba y pensaba en lo que podía pasar, en el temor que me infundía, en lo que podía hacerles a los demás.

    Me lo imaginaba caminando hacia la siguiente habitación, solo que ahora no estaba en la cuna del piso que apenas recordaba, si no en mi cama en el ático de Louna. Mis padres gritaron, por muy Moondies que fueran, no podían enfrentarse a ese miedo absoluto. Más pisadas, Mike estaría durmiendo en su habitación. Tenía que levantarme, pero estaba paralizado, solo veía el tiempo pasar como si estuviera fuera de mi cuerpo y en consecuencia no pudiera hacerlo reaccionar.

    Cuando dejé de escuchar a Mike, los pasos volvieron a resonar. Una voz me llamó desde el pasillo: – [Elle]¿Idris? ¿Estás bien?[/Elle] – los pasos aceleraron y cambiaron de dirección para seguir la voz. Ellie estaba en peligro.

    ¿Cuánto le iba a dejar arrebatarme? ¿Cuántos futuros iban a morir a manos de ese mal encarnado? ¿El de Elle no, no podía permitirlo. Así que me puse en pie y caminé hacia la puerta.

    El espacio no parecía seguir una ley lógica, la puerta parecía más lejana, la habitación más grande y sobrecogedora. Pero al final, me adentré en aquél pasillo oscuro donde reinaba un silencio sepulcral.