ELLE ECHOLLS
Elle abrió los ojos y su cuerpo tardó unos segundos en darse cuenta de que, en lugar de haberse despertado en la cama de la habitación que compartía con Jane en la Nave, estaba en un entorno cerrado, comprimido. Donde quiera que moviese las manos y las piernas en la oscuridad, se encontraba con una textura acolchada, con algo duro detrás. Cuando comprendió que estaba en un ataúd la asaltó un ataque de pánico.
En el exterior caía la lluvia. Sin paraguas, a la intemperie, Jane Williams estaba sobre la tumba, con lágrimas cayéndole de los ojos. Esperó escuchar algo removerse en el ataúd, una señal de que su vieja amiga Elle seguía viva. Lo necesitaba. Después de matar a todos los demás necesitaba que acabase con ella también. Solo así encontraría la paz.
IDRIS SOLO-NOVAK
La luz al final de la habitación se hizo más clara. Esperaba ver a mi madre o mi padre, que habían llegado más tarde y venían a verme y darme un beso de buenas noches antes de irse a dormir.
Pero la figura no se movió, cuanto más la observaba, más seguro estaba de que no eran ellos y en el fondo, de que ni siquiera era humano. Sea lo que sea, me miraba fijamente, inmóvil. La luz que provenía de la habitación de mis padres dejaba ver una mancha rojiza en sus manos. Aquél ser era el hombre del saco, había matado a mis padres y ahora estaba pensando qué hacer conmigo.
EZRA WALKER
Ezra abrió los ojos, sobresaltado. La televisión estaba bastante alta. Lucy y Edward la veían expectantes, con la pequeña Chloe en brazos, ajena a todo lo que ocurría, salvo el miedo en las venas de sus padres. El licántropo también lo sintió, haciendo que se despejara del efecto tan horrible que aquella siesta había tenido en él.
Eran las noticias lo que estaba en la televisión. Imágenes de bombardeos y gente malherida, muerta o esposada se sucedían una tras otra. Unos soldados de blancos trajes con el logo de Infinity portaban armas y se las veían con un muchacho que lanzaba llamaradas con sus manos.
La siguiente guerra mundial había comenzado y esta vez, el objetivo eran los sobrenaturales.
VERA MACLEOD
Apatía. Era lo único que sentía. Algo curioso teniendo en cuenta que no era una emoción en sí. Los días pasaban uno tras otro, fríos y vacíos desde hacía ya tanto que ni siquiera lo recordaba.
Quizá fue cuando Jamie se fue. Pero no, ahí ya le daba todo igual. O puede que cuando Amy se internó para siempre en el bosque, como una loba para siempre. Aunque tampoco, en aquél entonces ya no había intentado detenerla. No, fue cuando Kaylee murió, el mismo día que casi todos los demás.
Ahí fue cuando dejó de importarle. Cuando dejó de buscar un camino a casa porque no había casa a la que volver.
BOWIE
– [b]Ok 003475-B.[/b] – escuchó decir a una voz. Toda la potencia computacional de su cerebro aumentado no era capaz de entender cómo había llegado allí de nuevo. – [b]Ok 003475-B.[/b] – dijo la voz, ahora más alto. Pertenecía a un hombre con una coleta desaliñada y migas de galletas en una camiseta con el estampado ‘Sudo make me a sandwich’. – [b]Debe tener los receptores auditivos jodidos. ¿Tenemos un recambio?[/b] – preguntó.
Se apartó cuando trató de acercarse y en su intento de alejarse se chocó contra un cuerpo. Al girarse vio que su rostro era exactamente igual que el de ella. Y no había una, sino cientos. Cuanto más lejos miraba, más veía. Echó a correr y en su avance se encontró con que sus clones habían dado paso a tan solo androides sin piel. ¿Era ella así de artificial? ¿Sólo una mera soldado?
JAMIE BARNES
Jamie dio un beso en la frente a Vera y se levantó de su cómoda cama en la Kvasir. A veces pensaba en cuánto tiempo duraría aquél idilio, si no se desvanecería todo cuando Vera volviese a un mundo más normal en el que ella no encajase.
Caminó hacia el baño para prepararse y se echó hacia atrás al ver a un hombre devolverle la mirada en el espejo. Tenía el pelo corto, el rostro delgado y acerado. Se movió y la figura se movió con ella, era ella, pero no, no podía serlo. Se llevó la mano al pelo, buscó y buscó pero su melena se había convertido en el pelo corto que veía tocarse al joven del espejo.
Los nervios la atacaron, ¿qué era aquello? Forzó su mente hasta el agotamiento pero ese rostro no dejaba de devolverle la mirada. Entonces Vera se levantó y le miró, como si nada hubiera cambiado. Como si la chica nunca hubiera existido.