Moondale

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  • UNA TURBA

    Lexie – Mansión Fenris

    Noche

    Me levanté de la cama y desconecté la InfiniBand en la que estaba comentando con Noah un capítulo del enésimo revival de Sexo en Nueva York. Era maravilloso que, cada cierto número de años, las chicas volvieran. Vale que ahora eran un puñado de octogenarias y se parecía más a Las Chicas de Oro que a la serie original, pero esta temporada en Florida le estaba sentando a la serie como un soplo de aire fresco.

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  • SIN UN DURO

    NIALL

    CARAVANA

     

    No recordaba que la cama de la nave fuera tan incomoda, tal vez mi cuerpo se había acostumbrado a dormir en mitad del suelo en un futón, gracias por tanto Japón feudal. Me tumbe boca arriba y el corazón se me acelero al ver el colchón de la litera de arriba. Me levante corriendo pero con cuidado de no dejarme la cabeza con las barras de la litera. En la cama de arriba encontré a mi madre aun dormida.

    Gire alrededor mía para confirmar donde me encontraba. No podía ser real. Acabábamos de regresar a la nave con el resto. ¿Acaso todo había terminado y habíamos regresado a  nuestro mundo, a casa?.

    Eche un vistazo a la caravana, estaba más destartalada de lo que la recordaba. Entre algunas de las fotos colgadas en la pared se intuían grietas del desgaste del metal. En el fregadero había dos platos con su respectiva pareja de vasos. ¿Cuánto tiempo llevaba aquí y porque no podía recordar nada de esto?.

    En la mini nevera simplemente había un bote de leche ya pasado de fecha por el hedor que desprendía el bote. No había ni rastro de comida, por lo general cuando acababa su turno mi madre se llevaba lo que había sobrado de comida del turno en la cafetería. Mire entre las cortinas raídas hacia el exterior, no había ni rastro de la gasolinera y la cafetería en la que la caravana solía estar aparcada en la parte de atrás, en su lugar había otras caravanas.

    Encima de la encimera había un montón de cartas desordenadas, en su mayoría por impagos y últimos avisos de desalojo del terreno en el que nos encontrábamos actualmente.

    – [B]Buenos días cielo.-[/B] Escuche a mi madre por detrás mía. Al girarme la vi aun en su cama desperezándose.

    – [Niall]Buenos… días.-[/Niall] Me lleve la mano a la garganta aterrado. Mi voz sonaba diferente, más grave. Carraspee varias veces por si se trataba de algún resfriado, pero físicamente parecía encontrarme bien.

    – [B]Nate, ¿estas bien?. Parece que has visto un fantasma.-[/B] A pesar de todo, de apenas tener lo justo para comer, mi madre siempre había poseído una belleza natural. Pero ahora se le marcaban las ojeras y se le acentuaba la clavícula. A pesar de la holgada camiseta vieja se notaba que había perdido peso.

    [Niall]- Yo… no. Esto no puede estar pasando.-[/Niall] Mi voz sonaba extraña en mí. Nada de esto podía estar sucediendo. Había echo un trato, se suponía que no iba a faltarle de nada a mi madre. Si esa gitana espacio temporal me había engañado no iba a tener dimensión en la que esconderse.

    – [B]Déjame que busque algo para comer, debes estar hambriento.-[/B] Añadió abriendo los armarios buscando alguna lata o algo que no necesitara ser calentado previamente ya que nos habían cortado el gas.

    – [Niall]¿Dónde esta mi móvil?.-[/Niall] Pregunte buscando entre las cosas. Necesita hablar con Lexie o Noah. Necesitaba una voz familiar que me calmara y me ayudara a procesar que todo esto no estaba pasando, que era una ilusión o algo por el estilo.

    – [B]¿Móvil? Lo vendiste el mes pasado junto con el violín para pagar parte del alquiler del terreno de la caravana.-[/B] No. Por mi mal que fueran las cosas nunca me habría dejado vender el violín. Era un regalo de los abuelos, siempre podía sacar un par de dólares tocando en la calle.

    – [Niall]Tengo… tengo que tomar algo de aire… esto…-[/Niall] Salí al exterior con lo puesto. Hacía tanto frío que había dormido con un abrigo puesto.

    – [B]Nate, cariño…-[/B] Fue lo último que escuche a mi espada antes de acelerar el paso.

    Había dado mi poder por una vida de lujos, una vida en la que a mi madre no le faltara de nada. Acoso esa perra me había engañado y se había quedado con mi voz como Ursula en la Sirenita. Maldita bruja cara de merluza, como te encuentre… yo…

    Fui a parar frente a una vieja cabina telefónica. Descolgué y gracias a Dios aun daba señal. Rebusque entre los bolsillos buscando alguna moneda, pero estaba pelado, sin un duro encima. De todos modos a quién iba a llamar, no sabía el teléfono de Lexie o Noah de memoria. – [Niall]Mierda de tecnología moderna.[/Niall]

     

     

     

  • UN RECUERDO PERDIDO EN LOS RECUERDOS

    NOAH ARKKAN

    HOSPITAL

    Abrí los ojos, sobresaltado. Donde esperaba encontrar la minimalista y cómoda más allá de lo imaginable cama de la nave, descubrí un colchón duro, caliente, que contribuía a un dolor de espalda del que cada vez era más consciente.

    La tirantez de los cables en mi frente y pecho me hicieron percatarme de su presencia. Giré la cara, notando dolor en las cervicales, y vi un monitor controlando mi pulso.

    Miré a mi alrededor, todo parecía instrumental de la Tierra, aquello no era la Nave. ¿Pero cómo había vuelto? Traté de recordar, solo para conseguir que un dolor punzante se adentrase en mi sien. Al llevarme la mano solo conseguí notar un tirón agudo en la muñeca, como un corte. Tenía una vía.

    Esperé, por si alguien venía, busqué una forma de llamar a alguien, pero nada funcionaba. Me incorporé y busqué a los pies de la cama, tanteando hasta encontrar un fichero sobre mi condición.

    Noah Arkkan…coma provocado por memoria genética. ¿Cómo podían saberlo? La fecha de ingreso era…era poco tiempo después de regresar a la Nave con los demás. ¿Qué estaba pasando? ¿Cómo podía haber terminado allí?

    Tenía que ser un truco, obra de algún soldado renegado de Antailtire o de la oscuridad que se expandía a lo largo del Cúmulo. Quité los cables y con temor, la vía de mi mano. Al ponerme en pie noté que las piernas me fallaban, mi cuerpo estaba dolorido, adormecido.

    Con dolor me arrastré fuera de la sala, a un pasillo vacío en el que se escuchaban ecos lejanos de máquinas pitando. Sentía la cabeza embotada, como si en cualquier momento fuese a desplomarme en el suelo, inconsciente. Traté de resistir y seguí adelante.

    Unos metros más allá, sentada en unas sillas de una sala de espera estaba una mujer de cabello cano, liso, con un peinado muy cuidado y ropa impoluta. Pensé que podría ayudarme, así que me acerqué.

    – [Noah]S-señora…¿puede ayudarme?[/Noah] – pregunté. Un enfermero me alcanzó y me observó, preocupado.

    – [b]Eh, tranquilo. ¿Cómo te encuentras?[/b] – dijo, ayudándome a tomar asiento. – [b]¿Quieres un poco de agua?[/b] – añadió.

    La anciana dormitaba en la silla, a lo lejos no me había fijado, pero ahora podía ver como su respiración subía y bajaba en calma, sumida en un sueño ligero.

    – [Noah]Agua, sí.[/Noah] – pedí, llevándome una mano a la frente. Traté de sentarme bien en la silla cuando el enfermero se marchó, pero perdí fuerza en las piernas y me golpeé con fuerza contra ella. El estrépito hizo que la mujer abriera los ojos, sobresaltada.

    – [Lexie]¿Pero qué coj…?[/Lexie] – la anciana me miró, colocándose los audífonos en los oídos. Había algo en ella que me resultaba conocido, algo en sus ojos, en la forma de su rostro.- [Lexie]¿NOAH?[/Lexie] – preguntó la mujer. Su voz, aquella voz.

    Por un instante fue como si mi cuerpo dejase de funcionar mientras mi mente trataba de procesar lo que veía. – [Noah]¿Lexie?[/Noah] – no quería saber la respuesta, aunque en el fondo ya la sabía. – [Noah]¿Cómo es posible? ¿Qué ha pasado?[/Noah] – miré mis manos, tan jóvenes como las recordaba. Sin pensar, coloqué mi mano derecha sobre las suyas, más delgadas, cuidadas, pero marcadas por la edad.

    – [Lexie]La vida.[/Lexie]- respondió con una sonrisa triste. Aún en shock, vi que en su mano derecha tenía una alianza. ¿Cuánto tiempo había pasado en coma? Eso no podía estar pasando.

    Me eché hacia atrás, apartando la mirada. No quería afrontar la realidad. – [Noah]No lo entiendo. ¿Qué ha pasado?[/Noah] – me pasé una mano temblorosa por el pelo.

    Lexie suspiró. No, no podía llamarla Lexie, tenía que distanciarme de mis recuerdos. Pero no podía hacerlo, vi con claridad su rostro joven, tal y como lo recordaba antes de despertar. ¿Por qué no podía volver atrás? – [Lexie]Te quedaste…atrapado en tu memoria genética.[/Lexie]- atrapado en los recuerdos, durante…años. Mientras todo seguía adelante, mientras Lexie hacía su vida. Noté que le temblaba la voz. – [Lexie]Estabas intentando encontrar el camino a casa, arrancar la Nave y…[/Lexie] – cuanto más escuchaba, más empezaba a entender esa oscura realidad que tenía delante.

    – [Noah]Me he perdido…¿todo?[/Noah] – traté de controlar mi respiración, pero no era capaz. Lexie me miraba, apenada, contenida. No podía soportar verla así, pensar que nuestro futuro…no existiría nunca.

    – [Lexie]Han pasado cincuenta años.[/Lexie]- cincuenta años. La Lexie que conocía y amaba era ahora una anciana de más de setenta. Una mujer que ya había vivido toda una vida sin mí, mucho más que a mi lado.

    – [Noah]Cincuenta años…perdido en mis recuerdos.[/Noah] – no conseguí evitar que las lágrimas me resbalasen por el rostro. Y todo era culpa mía, había entregado mi velocidad y la había usado para absorber conocimientos uno tras otro, conocimientos para una vida. Y sin la velocidad, mi cerebro se perdió en esa infinidad de información absorbida gracias a una agilidad de la que ya carecía.

    – [Lexie]Pero ahora estás aquí.[/Lexie]- sonrió y puso su mano sobre la mía. En aquél gesto había cariño, no amor. Para ella era algo del pasado, y demostraba un aprecio…como el de una abuela.

    – [Noah]No queda nada de mi vida, tú…tú ya habrás vivido la tuya.[/Noah] – sollocé. Aquello me estaba destrozando, solo quería volver a caer en mis recuerdos y dejar de vivir la cruda realidad en la que había despertado.

    – [Lexie]Espero no morirme tan pronto como estás dando a entender.[/Lexie]- replicó ella, sonriendo.

    – [Noah]Me refiero a que…ya tienes tu familia y yo…no soy yo.[/Noah] – nunca me había hecho ilusiones claras de mi futuro con Lexie, siempre había temido que se cansara de mí, que no fuera suficiente para alguien tan…impresionante. Ni siquiera estaba seguro de que ella se viera con hijos, pero sí que lo había imaginado alguna vez. Y ahora, todo eso había desaparecido.

    – [Lexie]Te esperé.[/Lexie]- aclaró. Aquello hacía que doliese más. Cada detalle que me traía el recuerdo de que ella alguna vez me había amado.- [Lexie]Y he venido a verte todos los viernes desde aquel día, pero…[/Lexie] – ese terrible ‘pero’.

    – [Noah]La vida siguió.[/Noah] – tragué saliva, la información era como trozos de cristal atravesando mi garganta. – [Noah]¿Le conozco? ¿A él o ella?[/Noah] – no sabía qué me había llevado a preguntar aquello, no quería saberlo.

    – [Lexie]Tuve que seguir.[/Lexie]- explicó ella. Mostró una foto en su infiniBand, parecía más avanzada, pero no sabía decir cómo. Había dos niños. Se parecían a ella pero ese pelo oscuro….- [Lexie]Al final, me decidí a tenerlos y fue una buena decisión. Este es Noah. Se lo pusimos en tu honor. Le encantan los animales y tiene una cafetería a medias con su pareja, Víctor. Mi otro hijo se llama Devon. Sí, yo también odio su nombre. Devon es un viva la vida. A mí a veces tampoco me cae bien.[/Lexie]- ese era mi futuro con ella, dar nombre a uno de sus hijos. Ser un recuerdo. Un recuerdo perdido en los recuerdos..

    Asentí, no era capaz de hablar, ni me sentía con fuerzas para escuchar. – [Lexie]Sé que te estarás preguntando con quién me casé.[/Lexie]- parecía costarle. Mostró otra foto, muy del estilo que ella solía tener. Entonces me fijé primero en el pelo oscuro.

    – [Noah]No puede ser.[/Noah] – repliqué. Había terminado casándose con Owen.

    – [Lexie]Nos hicimos muy amigos cuando… cuando te perdiste.[/Lexie]- tragué saliva, ahora como arena que rasgaba las heridas abiertas por el cristal.- [Lexie]Me ayudó mucho.[/Lexie]

    Apoyé los codos en las rodillas y me doblé hacia delante. La vida había seguido, mi futuro con Lexie, esfumado, junto con la vida que habría tenido junto a todos los demás. Había perdido cincuenta años, me había perdido la vida de Leo, de mis padres, del resto de New Moondies. Todo. Me había perdido mi propia vida.

     – [Noah]No puede ser… [/Noah]- grité, destrozado. Los nervios recorrían todo mi cuerpo. No dejaba de ver cómo eran las cosas hacía unos minutos, lleno de esperanza. Aquél dolor recorrió mis venas haciéndolas arder. Se encendieron con tanta intensidad que para cuando noté la chispa, ya era tarde. Estaba rodeado de electricidad que emanaba de mí y se expandía rápidamente. – [Noah]Lexie vete…corre.[/Noah] – no podía controlarlo. No había podido controlar mi memoria genética y ahora no podía controlar este poder.

    La electricidad alcanzó a Lexie, que cayó al suelo. Sus ojos seguían abiertos cuando me agaché a su lado. Los enfermeros vinieron y me apartaron, pero ella ya no respiraba y yo habría deseado dejar de hacerlo antes que ella.

  • POR TU CULPA

    Robin – Grevolia

    Mañana

    Me llevé la mano a la sien e intenté aguantar la compostura. El dolor era punzante e iba acompañado de náuseas. Era similar al de una resaca. Por suerte, cesó pronto y miré a mi alrededor: estaba a las puertas de mi hogar. Me había acostumbrado a ignorar la devastación de Terra, porque una vez la atravesabas, llegabas a mi amada Grevolia. Reconocía a la perfección los bosques que lindaban con ella y la vasta pradera que predecía los muros del reino. Lo que para mucha gente no eran más que un puñado de ladrillos, para mí eran historia, familia y dedicación.

    Tomé aire y avancé con paso decidido. Reparé en mi ropa, tan poco apropiada, tan…mundana. Llevaba una blusa de cuello bebé, un pantalón negro y una gabardina azul. ¿Era el atuendo apropiado para un miembro de la realeza? Desde luego que no, pero si algo había aprendido de mis parientes era que el cetro no hace a la reina.

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  • ABANDONADA

    COLE ROMAN

    MINA

    Olía a humedad. No era ningún licántropo, pero mis sentidos de demonio cruzado hicieron que fuese una de las primeras cosas que detecté. La vista no me ayudaba mucho, agudizada o no, estaba casi en una oscuridad total. Tanteé el suelo y las paredes para levantarme. Era roca, fría, húmeda. A lo lejos escuchaba goteos dispersos.

    Inmediatamente noté el cansancio. Para mí, con unas pocas horas de claridad o calor era suficiente para encontrarme bien, lleno de energía. El invierno solía ser un poco peor respecto al calor, pero salvo que el cielo estuviese muy cubierto y el frío calase hasta los huesos, me las apañaba acercándome a una estufa o cualquier fuente de calor, humana también. Allí estaba solo, helado y sin rastro de luz, así que el agotamiento me hacía pedir a gritos tumbarme.

    Caminé hasta la única luz que veía a mano, un viejo candil cuya pequeña llama no iba a darme nada de la energía que necesitaba. Al menos vería algo de dónde me encontraba.

    Vigas de madera, paredes de roca desnuda y suelos con vías mal envejecidas. Había terminado en una mina. No recordaba cómo, pero eso no era lo más importante. Traté de seguir el camino ascendente esperando recibir una oleada de luz al llegar a la entrada, cada paso me costaba un esfuerzo enorme, y aun así llegué, solo para encontrarme el camino tapado con un derrumbamiento. Apenas se filtraban pequeños rayos de luz entre las piedras.

    En otro momento habría tenido fuerza para moverlas, pero en ese no. Aquellos pequeños rayos de luz me reconfortaron ligeramente, pero solo lo suficiente para afrontar que el único camino era descender y ver si encontraba otra salida.

    Empecé el descenso, apoyándome en las paredes hasta que noté las manos tan frías que parecía que la roca absorbía mi propio calor. El estómago me rugía, hambriento. El calor y la luz se encargaban de los nutrientes que necesitaba mi cuerpo para sobrevivir, aunque comía, claro está, por gusto más que por necesidad. Aquí no tenía nada a mano, ni comida, ni luz, ni calor.

    Me pareció escuchar algo entre los goteos, una especie de eco lejano. Las fuerzas me flaquearon y me vi obligado a sentarme. Mi respiración subía y bajaba. No sabía si de verdad me estaba costando más respirar cuanto más descendía o era el cansancio.

    Me pesaban incluso los párpados. Tenía que volver a ponerme en marcha, porque si me dormía allí, dudaba que fuera a volver a despertarme.

    De nuevo escuché una voz a lo lejos, en las profundidades. Sentí que la conocía de algo, sin saber muy bien de qué. A rastras, me apoyé en la pared y me levanté. Tenía que seguir adelante.

    El candil titilaba a medida que me adentraba en la profundidad, donde el frío húmedo se apoderaba completamente de mis huesos. Me rodeé con los brazos, estirando el candil para tratar de ver algo. Solo había camino más adelante, apenas veía un par de metros más allá.

    La voz se oía más cerca, y junto a ella el sonido de algo más, algo arañando la piedra. – [Cole]¿Hola? ¿Me oye alguien?[/Cole] – llamé, a riesgo de atraer a lo que estuviera rascando la piedra. Continué el descenso. El ruido aumentaba con mi avance, cada vez más cerca, cada vez más frenético.

    Noté que la pared giraba hacia la derecha de forma abrupta y la oscuridad se despejaba en un rango más amplio, había llegado a una caverna.

    La voz que susurraba estaba allí, cerca. Caminé con cuidado. No tenía armas ni fuerzas y lo que estuviera rascando la roca estaba también allí. Seguí el rumor y llegué a una figura acurrucada en una esquina. Tenía el pelo largo, ralo en algunos puntos y una delgada mano estirada hacia la pared, rascándola con unas uñas largas y negras. Entonces se dio cuenta de que la luz la iluminaba y giró el rostro hacia mí.

    Me eché hacia atrás al ver aquellos ojos ambarinos, como los de una serpiente. No quería creerlo, pero como si lo supiera, ella me llamó. – [b]Padre…[/b] – dijo. Su voz era áspera, como si llevase mucho sin usarla. Estaba delgada y llevaba un camisón manchado. – [b]Me abandonaste y ella me dejó aquí para pudrirme.[/b] – se puso en pie con un cuerpo largo y delgado. Su dientes eran finos y afilados. – [b]No quería ni mirarme. ¿Y tú?[/b] – se acercó a mí, su aliento olía a sangre. – [b]¿Vas a volver a abandonarme?[/b] – continuó acercándose y retrocedí por instinto. – [b]Tengo hambre…padre.[/b] – mostró una sonrisa con dientes como los de un pez abisal y se abalanzó contra mí.

    Golpeé con el candil y frené su ataque, pero lo perdí por el camino. Me puse en pie antes de que fuera tarde y eché a correr desatendiendo los gritos de auxilio que salían de cada músculo de mi cuerpo. Estaba agotado.

    Corrí a ciegas, descendiendo aún más profundamente. Detrás de mí escuchaba la voz sibilante y el sonido de las uñas contra la roca. Necesitaba encontrar una salida, obligándome a abandonarla por segunda vez.

  • WHEN FEAR ARRIVES I

    DIARIOS DE DESTINO

    “We meet fear. We greet the unexpected visitor and listen to what he has to tell us. When fear arrives, something is about to happen.”
    Leigh Bardugo, Crooked Kingdom

    RUBY

    Ruby posó la palma en el lector de la puerta de la Nave y se preparó para dejarse llevar entre unos rostros que se habían vuelto muy conocidos en muy poco tiempo. La acogida, sin embargo, no llegó. La Nave la recibió de forma fría y silenciosa, sin que no pareciese haber nada ni nadie en su interior.

    Caminó por el hangar y subió hasta la planta principal, aún esperanzada. Allí no había nada, solo sombras y un susurro que parecía adentrarse más y más en su cabeza. Era como si alguien la estuviese vigilando desde atrás. Se giró y vio un cuerpo tendido en el suelo. Era Kaylee, le miró el pulso, parecía dormida, pero sus ojos estaban abiertos.

    De nuevo sintió algo a sus espaldas. Aferró la espada que había cogido en la zona de entrenamiento y se giró, pero la espada cortó solo las sombras, que parecieron difuminarlo todo a su alrededor.

    Una risa conocida la sorprendió. Cole estaba tras ella, sonriendo, pero sus dientes estaban afilados como cuchillas. Se echó hacia atrás y sus manos tocaron tierra oscura y fría. No podía ser cierto, no podía estar allí de nuevo. Y sin embargo, dos lunas recortadas en la profunda noche confirmaban lo contrario. Nunca había salido de Dyavol, solo había sido otro juego enfermizo del Amo del Portal. Seguía estando sola, indefensa, incapaz de liberarse.


    COLE ROMAN

    No había rastro del más mínimo rayo de sol en aquél lugar. Cole trató de seguir un camino ascendente, sin embargo no fue capaz de encontrar una salida.

    Llevaba desde que se había despertado buscando el camino, cualquiera que evitase internarse más en aquella mina oscura, privada de calor y de luz. Se notaba mucho más cansado, apenas con fuerzas para aguantar unas horas más.

    Apoyó la espalda en la pared y se sentó para tratar de recuperar una energía que jamás iba a volver si no encontraba una fuente. Miró hacia el camino descendente, que se sumía en la oscuridad. De él parecía venir una voz lejana, una voz que creía conocer.


    NIALL

    Despertó con un dolor punzante. Al girarse, vio que un muelle del colchón se había salido y se le había estado clavando quién sabe durante cuanto tiempo. Alguien se removió en la parte superior de la litera. Aún confuso, Niall se puso en pie para comprobar quién era, y se sorprendió al ver a su madre, removerse en sueños, encogida, sin apenas una manta con la que taparse.

    No lo entendía, acababa de hacer un trato para que a ninguno le faltase de nada. ¿O quizá todo había sido un sueño? Cuanto más veía las fotos distribuidas por la vieja caravana, muchas tapando agujeros o grietas en la carrocería, más dudas le surgían.

    Abrió la nevera, estaba vacía salvo por un cartón de leche caducado y un par de huevos. Puso una sartén en el fuego pero el gas no funcionaba. Sobre una mesa desconchada, se acumulaban avisos para mover la caravana por impago.


    ROBIN

    Robin se llevó una mano a la sien, aún dolorida. Pensaba en alguien que faltaba a su lado, alguien que hasta hacía poco estaba allí. Lo único que sabía a ciencia cierta era que volvía a casa después de tanta guerra. Necesitaba paz, tranquilidad.

    Cruzó los límites del reino y esperó su esplendor, su olor característico, el frío acogedor de la nieve. Un penetrante olor a humo le inundó las fosas nasales y le hizo abrir los ojos. El hermoso bosque estaba quemado al menos en dos tercios.

    Corrió, sin pensar dónde se estaba metiendo, y entonces cayó de rodillas. A lo lejos se veía el castillo de su familia, en ruinas, destrozado por la artillería de los morteros. El pueblo a su alrededor estaba igual. La guerra había llegado mientras no estaba y había arrasado con todo.


    NOAH ARKKAN

    Abrió los ojos. El cuerpo entero le dolía: cabeza, articulaciones, incluso los mismos ojos. Llevó las manos a los cables que tenía sujetos a la sien y los palpó. Después a la vía clavada firmemente en el brazo.

    Se incorporó, desconectando los cables y suspiró para quitarse la vía. La sensación era desagradable, pero también el dolor palpitante en la nuca y la sequedad que sentía en la boca.  Confuso, buscó el dossier a los pies de la cama y trató de leer. Era como si su mente tuviera problemas entendiendo las palabras, pero le recorrió un escalofrío al ver el año de ingreso y el de la última intervención. Llevaba veinte años allí.


    LEXIE FENRIS

    Llegaba tarde a la fiesta y no terminaba de encontrar el vestido adecuado. Tras un rato, se decidió y se maquilló. Bajó las escaleras de la mansión Fenris, lista para sorprender a todos con su aspecto.

    A mitad de camino recordó que era un baile veneciano, así que dio la vuelta a la habitación, pero no fue capaz de encontrar una máscara. Pensó que se la pediría a alguien abajo, seguro que su madre tenía varias.

    Volvió a bajar las escaleras y las máscaras se giraron hacia ella, murmurando que no llevaba una. Lexie maldijo controlando las apariencias y se internó en la muchedumbre. Buscó a sus padres, pero las máscaras les confundían. Solo veía rostros cubiertos y ya no eran planas, con bonitos decorados. Eran horrendas, como picos de aves exageradamente grandes y amenazadores. Todo el mundo llevaba, de diferentes colores y estilos, pero cada vez que la miraban esos picos apuntaban a ella.

  • EL VERDADERO COLE

    Ruby – Dyavol

    Noche

    Dejé caer a la criatura montaña abajo con una patada y me limpié el cuchillo con el pantalón. Tras eso, lo guardé en el cinto e inspiré. Eché un vistazo a mi alrededor: estaba oscuro. Qué novedad.

    Dyavol era un pedrusco casi carente de vegetación, repleto de seres deseosos de clavarme el diente, putrefacción y agua..

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  • TIGRE Y SERPIENTE

    COLE ROMAN

    NARA – NOCHE

    El pueblo oculto tenía unas reglas muy claras, solo los ninja podían acercarse al Bosque del Tigre para obtener su bendición, ya que, incluso los mejor formados, no volvían nunca y los que lo hacían, tenían conocimientos más allá de los que podían encontrar en su mundo.

    Puse todo mi empeño en atender a los maestros, en convertirme en un ninja de nivel suficiente como para tener permitido el paso, pero aquello se dilató durante semanas. Zahra participó también en el entrenamiento pero aquello no era territorio de Niall, que no estaba interesado. Si todos teníamos que llegar al nivel que ellos consideraban, no saldríamos de allí nunca. Tenía que tomar una decisión

    Esperé tras la cena y las clases, hasta la hora de dormir, era el único momento en el que estábamos solos de verdad los tres, aunque en un pueblo de espías profesionales poco podía fiarme.

    Seguí esperando. Niall se tomaba un té y me miraba con el ceño fruncido mientras trasteaba en su InfiniBand anticuada hasta encontrar unos audios con solos de varios instrumentos. Sabía que sería rata con los datos y tendría descargado lo que necesitara. Le pregunté por señas para que me dijera el que mejor podía encajar y cuando la música empezó a sonar, les mandé acercarse.

    – [Cole]No podemos esperar a la aprobación del clan, tenemos que ir ya a por el portal, esto es eterno.[/Cole] – les expliqué.

    – [Zahra]Lo veo correcto.[/Zahra] – replicó Zahra. Era una persona muy práctica, así que no esperaba menos. Tampoco era alguien que se quedara mucho tiempo en el mismo lugar. No sabía qué le pasaría si algún día lográbamos volver a casa.

    – [Cole]¿Niall? Tenemos que estar todos de acuerdo. Será peligroso.[/Cole]- pregunté a mi hermanastro. Niall no era persona de vivir luchas, conflictos y grandes batallas, si no más bien de cantarlas.

    – [Niall]¿Me estas diciendo que si me niego nos quedamos aquí para siempre? Por suerte para vosotros me quiero ir a casa, por muy peligroso que sea.[/Niall] – sentenció. Asentí, preocupado, las otras veces que habíamos hecho misiones habíamos sido grupos más numerosos. Y ni siquiera entonces nos enfrentamos a entidades ancestrales protectoras de la comunicación entre planetas.

    Recogimos nuestras cosas en silencio y salimos sin que nadie nos viera. Era un reto, pero nos habían enseñado bien y no debían esperar que nos saltáramos aquella regla vital a riesgo de morir tan fácilmente.

    – [Zahra]En realidad, te habríamos dejado tirado sin miramientos.[/Zahra] – le chinchó Zahra, cuando ya no podría oírnos nadie de la aldea. Sonreí al ver que había aprendido a bromear.

    En el bosque hacía un frío demencial y eso significaba problemas. – [Cole]Había pocas dudas, no eres persona de duchas frías.[/Cole] – Niall tenía un origen humilde del que no daba muchos detalles, pero se había acostumbrado muy rápido a algunas comodidades. De hecho su mochila era el doble que las nuestras.

    Tras caminar unos cuantos minutos, aún manteniendo el silencio, empezamos a ver ánimas, linternas espectrales que dotaban al bosque de un aire azulado y tétrico. – [Cole]No deberían hacernos nada, pero cada vez hay más.[/Cole] – aclaré.

    – [Zahra]Lo mejor que se puede hacer es ignorarlas.[/Zahra] – seguía siendo una experta en supervivencia.

    Pasamos entre ellas, cada vez más, como si fueran medusas del aire. Niall rozó una con el brazo.

    – [Niall]Está helado.[/Nial] – se quejó, abrazándose.

    – [Cole]No sé qué te pasa con el frío, debería estar quejándome yo. [/Cole]- que sin luz y calor solo era un demonio cruzado.

    Zahra continuó liderando la marcha, en silencio.

    – [Niall]Te recuerdo que soy medio pájaro.[/Niall] – replicó.

    – [Cole]¿Y no podías haber sacado la vista aguda en lugar de la piel de gallina?[/Cole] – pregunté, intentando mantenerle distraído del hecho de que había tantas que no se sabía por dónde pasar.

    – [Niall]También tengo el pico afilado.[/Niall]

    – [Cole]Vete preparándolo, porque mi ‘sentido lagartico’ dice algo. [/Cole]- Zahra se agachó y la imitamos.

    El frío a esas alturas era terrible, húmedo, calando hasta los huesos. De poco servirían mis poderes allí.

    Al frente las linternas se apartaron dejando paso a un tigre más grande de lo habitual hecho de pura niebla.

    – [b]Sé que venís a reclamar el portal.[/b] – sentenció. – [b]Pero aquí ya no hay pruebas de valor, solo muerte.[/b] – se acercó a nosotros y  la luz de la luna podían verse hebras de oscuridad dispersa recorriendo su cuerpo de niebla.

    – [Niall]Creo que el té ese de hierbas llevaba algo porque estoy viendo un tigre de humo.[/Niall] – dio un paso atrás.

    – [Cole]Lo divertido va a ser detenerlo. Tenemos que ir despa… [/Cole]- organizar no era lo mío, líderes natos teníamos a los Echolls, pero al menos esa vez debía intentarlo. Aun así el destino no lo quiso igual y aquella niebla oscura salió del tigre y nos rodeó completamente penetrando a través de las fosas nasales, los oídos, la boca….

    Mis ojos vieron entonces un mundo distinto, un mundo caótico, lleno de demonios que me invitaban a vivir como ellos, a controlar a esos débiles humanos, a usar nuestro poder. Ellos, con sus rostros de serpiente, llamándome, diciéndome que nunca me juzgarían porque eran como yo.

    Zahra estaba allí, sin querer moverse para ayudar a las personas que estaban a merced de los demonios. Niall también, observando desde un palco, protegido, a salvo.

    No sé lo que tardamos, solo sé que me enfrenté a esa parte de mí, no necesitaba ser aceptado por todo el mundo, no tenía que ser igual que los demás. Zahra consiguió ponerse en pie y Niall bajó de su zona de seguridad para ayudarnos. Salvamos a una joven y la oscuridad se desvaneció.

     – [b]Gracias por liberarme de ese ser.[/b] – dijo la joven, ahora en mitad del bosque, ataviada con un vestido decorado con el motivo de dos tigres entrelazados.

    – [Cole]Gracias a ti por dejarnos pasar.[/Cole] – asentí y juntos cruzamos. No habíamos obtenido poderes inconmensurables, pero el portal que abrió para nosotros nos dejó ver una silueta roja conocida en la distancia. Estábamos en casa.

  • LA OSCURIDAD DEL CORAZÓN

    XANDER ECHOLLS

    SELAS – NOCHE

    Caitriona se movía con la hierba bajo sus pies como si fuera un hada de cuento. Era difícil seguirle el ritmo, también en parte porque estaba preocupado por Jane y quería dejarles margen para solucionarlo.

    Cuando las alcancé, aún estaban hablando, así que me senté en un tronco caído a esperar. Mientras escuchaba el rumor distante de sus voces y sentía el frío de la noche calarme los huesos, pensé en lo que Caitriona me había mostrado.

    Las cosas habían cambiado poco en casa, sabíamos que el tiempo apenas había pasado allí en comparación con los meses que llevábamos varados, algunos más dependiendo del mundo en el que hubieran terminado. Pero verlo era diferente, mi casa estaba igual, mi madre, mi padre y mi tía también, solo que preocupados. Era un suerte que la tía Diana estuviera allí, con su confianza y su aspecto de despreocupada siempre hacía pensar al resto que no había motivo para agobiarse, que seguramente ella ya hubiera visto lo que iba a pasar y por eso estaba tranquila. Quise creerlo yo también, hasta hacía bien poco lo había creído, y entonces Jane murió.

    Ahora era una cáscara vacía, mi alma estaba en ella pero ella no quería ni verme por lo que había hecho, así que estaba irremediablemente destinado a acabar como un muerto en vida. Solo esperaba verlos a todos al menos una vez más, para despedirme antes de dejar de reconocerles.

    De pronto me fijé en el silencio y me acerqué a ellas. Me miraron al verme salir entre los árboles, pero Jane enseguida apartó la mirada y reanudó la marcha con Caitriona cerca. Yo me limité a seguirlas, sin hablar. Ni siquiera cuando el frío nos congelaba las pestañas, ni tampoco cuando los huesos empezaron a acumularse en el suelo.

    El Dragón no tardó en aparecer. Era lo que se esperaría de una leyenda, escamas brillantes, blancas como la nieve. En otro momento habría abierto los ojos de pura fascinación, pero no fue así. Puede que se debiera a la ausencia de mi alma. Puede que fijarme en esos ojos como dos pozos negros, sin iris, sin pupilas, fuera de lugar en una bestia tan magnífica. O quizá el hecho de saber que Jane y yo estábamos muy cerca físicamente, pero a la vez demasiado lejos.

    Caitriona se adelantó y se dispuso a usar su magia. Me preparé para que las cosas fueran más fáciles por una vez. Y cómo no, no iba a ser así. Caitriona esperó y empezó a extrañarse, lo que quiera que estuviese intentando, no funcionaba.

    Un aleteo del dragón me obligó a plantar los pies con fuerza en la tierra. Su aliento era helado, a Idris le habría ido mejor, prácticamente a cualquiera. Jane y yo solo teníamos nuestra fuerza física, el resto lo tenía Caitriona y su poder.

    Pareció oscurecer más, pensé que era la silueta enorme del dragón pero vi que de él o ella emanaba una niebla oscura que nos rodeó. Miré una vez más a Jane antes de que nos engullera, ¿para esto tanto sufrimiento? ¿Solo unas semanas más?

    Pero cuando la oscuridad se lo llevó todo, dejó de importarme. Nada tenía sentido, ¿para qué luchar? Ya no volvería a ver a nadie que me importase. Cualquier esperanza de lo que pudiera haber entre Jane y yo se había esfumado, nuestro futuro había sido compartido, sí, en una fosa común en una montaña cuyo nombre nadie recordaría, al otro lado del espacio y el tiempo.

    Veía una figura en la oscuridad, una que reconocía perfectamente porque era mi propio cuerpo, solo que lo observaba desde fuera de él. Estaba inmóvil, con la mirada perdida, ajeno a todo lo que me rodease. Ése debía ser el «muerto en vida» que Caitriona mencionaba.

    Vi que su mirada estaba fija más allá, donde Jane se debatía contra un enemigo que yo no alcanzaba a ver. Caitriona estaba más lejos, apenas divisible en la lejanía.

    Seguí mirando a Jane sacar fuerzas de ninguna parte, después de haber muerto, de haber vuelto y seguir adelante, ¿quién era yo para rendirme?

    Me forcé a pensar, Chernobog era nuestro enemigo, el que nos había aislado. Chernobog el Corruptor, controlando a los guardianes, intoxicando al Dragón con esos ojos negros, reflejo de su alma atormentada. Y ahora nos hacía lo mismo a nosotros, buscaba nuestra oscuridad para aferrarse a ella.

    Éramos presa fácil:  vidas duras, tratos oscuros, sacrificios, pérdidas. Pero no éramos solo eso, había mucho más. Jane estaba sobreponiéndose a su visión, alzándose, brillante, sobre lo peor que había en ella. Siempre había sido demasiado consciente de lo malo de su vida y de sí misma, muy crítica, muy dura. Y eso ahora le estaba haciendo más fácil luchar contra él.

    Tomé su ejemplo, la belleza de verla luchar pese a lo que acababa de sufrir, y luché yo también. Luché hasta que entre los tres hicimos retroceder la oscuridad de Chernobog, hasta el Dragón y luego más allá, replegándose hacia su amo, que sin duda no olvidaría la afrenta.

    El Dragón, o Dragona quizá, nos observó con unos ojos como gemas. Su aliento, antes frío, era ahora pura magia y lo usó para abrir el portal. Jane cruzó sin mirar atrás, Caitriona la siguió y yo cerré la marcha.

    Una cálida brisa en lo alto del valle me devolvió las ganas de sonreír. La Kvasir estaba allí, al fondo, y en ella gran parte de mi familia.