Moondale

Blog

  • DESCIFRANDO A CAITRIONA

    NATE ROGERS

    BOSQUE DEL CREPÚSCULO

    Estaba preocupado por los demás, a fin de cuentas, eran mi responsabilidad. Entendía que todo esto fuera parte de su camino y lo respetaba como parte de su crecimiento, pero eso no iba impedir que lo recorriese junto a ellos para protegerles. No podía regresar a casa sin ellos, así que tenía que escuchar lo que ofrecía esa mujer y esperar, ya había tratado de escapar sin éxito y sentía a los demás en alguna parte de ese «bosque».

    – [Nate]Te escucho. [/Nate]- le dije, pendiente de analizar sus emociones. Lo primero que encontré fue un muro de hielo, una frialdad con la que se había acostumbrado a protegerse. Sabía reconocer esa clase de escudos emocionales, había varios así en la Kvasir y en la Escuela Lega do.

    – [Caitriona]No voy a andarme por las ramas: puedo decirte de dónde vienes y que tú mismo lo recuerdes.[/Caitriona] – ofreció.

    – [Nate]Y seguro que tiene un buen precio.[/Nate]- había visto varias veces «Al Diablo con el Diablo» durante mi fase fan de Brendan Fraser, me imaginaba perfectamente recordando el lugar del que vengo para que al final resultara ser horrible, u olvidarme de como controlar los esfínteres.

    – [Caitriona]Quiero una pizca de tu poder.[/Caitriona]- fue sincera. Sentí palpitar un ansia de poder tras su muro de hielo, pero esa sed venía de un sentimiento enterrado en la profundidad, uno que llevaba día a día consigo, porque de otra manera no lo habría percibido. Una pena profunda y arraigada, rodeada de resentimiento y culpa, envenenada con venganza e ira.

    – [Nate]No, por mucho que quiera saber de dónde vengo, la humanidad también lleva milenios buscando esa respuesta.[/Nate] – le respondí. Mi origen no me hacía ser quien era, me habría enseñado algo más de mí pero no más de lo que ya sabía. – [Nate]Soy responsable de mi poder, no puedo entregar nada.[/Nate]  – le aseguré. Mi poder era parte de mí, pero también era su guardián.

    – [Caitriona]¿Prefieres vivir sin saber la verdad?[/Caitriona] – preguntó, tratando de convencerme.

    – [Nate]No, pero no me lo vas a dar gratis. [/Nate]- esbocé una sonrisa, pero no tenía el encanto del Príncipe.

    – [Caitriona]No soy tan buena.[/Caitriona]- dijo ella sonriendo.

    – [Nate]Ni tan mala. [/Nate]- afirmé. Mis sentidos habían calado en la profundidad de sus intrincadas emociones hasta llegar a hacerme una idea de qué la había llevado al punto en el que estaba.

    – [Caitriona]¿Rechazas el trato entonces?[/Caitriona] – preguntó y yo asentí. – [Caitriona]Volveremos a vernos.[/Caitriona] – se despidió.

    Guardé silencio, esperando a que tras irse, pudiera reunirme con el resto. Tenía ganas de comprobar que todos estaban bien porque una sensación desagradable me acechaba desde las sombras. Algo malo iba a pasar.

  • EL PRECIO DEL SABER

    MIKE SOLO-NOVAK

    BOSQUE DEL CREPÚSCULO

    – [Mike]No pretendo ofender Caitriona, pero entenderás que me preocupa más la situación de mis amigos que un trato con aspecto … turbio. [/Mike]- por lo general la gente tomaba mi forma de hablar en temas serios como que estaba enfadado o molesto, pero no era el caso. Sencillamente la situación no era informal y agradable, un trato con una emisaria de lo que podía ser el mismo diablo distaba bastante de una copa con unos amigos. No obstante, esperé que ella no lo entendiese así, no la conocía lo suficiente como para hacer un juicio de valor solo con lo que me había contado en los escasos minutos desde que había cruzado la puerta.

    – [Caitriona]Todo depende del cristal con el que quieras mirarlo.[/Caitriona] – respondió ella. Los debates filosóficos no solían ser mi fuerte porque mi opinión solía ser poco variable, no obtenía mucho de lo que se suponía que debía dar debatir.

    – [Mike]Soy un hombre de creencias firmes. [/Mike]- repliqué, llevando la mano por instinto a la cruz de platino que llevaba colgada al cuello, en una cadena fina, poco ornamentada, al igual que el símbolo de mi fe, de formas lisas y simples.

    – [Caitriona]Podría decirte unas cuantas cosas sobre eso.[/Caitriona]- comentó mirándola. Pese al aire celta que la rodeaba, parecía saber mucho de diferentes culturas. Viendo lo que sabía de mí y seguramente del resto, podía imaginar que su magia le permitía ver lo que deseara.- [Caitriona]No obstante, he venido a ofrecerte algo, pero si no te interesa, me puedo ir ya.[/Caitriona] – respondió. Según sus palabras una vez escuchásemos sus tratos nos dejaría ir. Omití responderle entonces que eso no era legal ni ético, porque no parecía que fuera a importarle ni a cambiar su opinión.

    – [Mike]Te escucharé, pero no confíes en que salga como esperas. [/Mike]- el frío platino contra las yemas de mis dedos me reconfortó.

    – [Caitriona]No soy un vampiro, Mike.[/Caitriona] – respondió ella observando el gesto.

    – [Mike]No tengo nada en contra de los vampiros Caitriona, pero el felino que hay en mi está alerta de la oscuridad que te acompaña.[/Mike] – lo notaba rondando en mi interior, trazando círculos, atento, a la espera de abalanzarse sobre ese ser si aparecía ante nosotros.

    Caitriona sonrió.- [Caitriona]Lo que te ofrezco es conocimiento ilimitado a cambio de la vida de lo que quieras conocer.[/Caitriona] – agradecí que su precio acompañara a su oferta, pero eso no impidió que me recorriese un escalofrío ante la severidad de su trato.

    – [Mike]¿Te refieres a matar a una criatura para saberlo todo de ella?[/Mike] – pregunté, para asegurarme. Ella asintió. – [Mike]No creo en el mal menor, Caitriona, ni soy un doctor Mengele.[/Mike] – mi vocación era la medicina, pero curaba personas, y mi moral era firme de nuevo respecto a eso, no sacrificaría ninguna vida, ni por salvar a varios. No se trataba de un dilema filosófico en el que tienes que decidir con cifras en frío, en el mundo real eso solo es un atajo, información y conocimientos rápidos, pero hay otras vías.

    – [Caitriona]¿Eso es un «no»?[/Caitriona] – preguntó ella para asegurarse, aunque conocía la respuesta, no lo dudé.

    – [Mike]Definitivo.[/Mike]

    – [Caitriona]Volveremos a vernos.[/Caitriona]- respondió levantándose y haciendo desaparecer la silla.

    – [Mike]Rezaré por ti hasta entonces. [/Mike]- dije con sinceridad. Igual que habría buscado una solución para salvar su cuerpo de una enfermedad, recurriría a la fe para sanar su alma de la oscuridad de ese ser que la acechaba.

    – [Caitriona]No tengo alma, Mike.[/Caitriona]- dijo ella esbozando una sonrisa.- [Caitriona]La vendí hace mucho para no dejar nunca de ser guapa.[/Caitriona]  – puede que fuese verdad, o solo un mito asociado habitualmente a las brujas.

    – [Mike]El alma no es algo que puedas entregar tan fácilmente, aún puedes luchar.[/Mike] – los pactos con el diablo solo son tales si los consentimos, el alma no puede darse a algo tan perverso, depende de nosotros y de nuestro libre albedrío la salud de nuestro espíritu.

    La puerta se cerró, pero algo en mí supo que me había escuchado.

  • SEGUNDAS OPORTUNIDADES

    EZRA WALKER

    BOSQUE DEL CREPÚSCULO

     

    Al abrir los ojos el laberinto había desaparecido y en su lugar me encontraba en el medio de una cabaña de pie. Me quede unos minutos así observando todo a mi alrededor. Una ventana me mostraba la oscuridad del exterior, pero no era más que un truco. Conocía muy bien la oscuridad de la noche, prácticamente eran las horas del día donde mejor me desenvolvía.

    Además había algo raro en esa cabaña, la soledad había sido mi compañera durante mucho tiempo y aunque con los ojos no era capaz de ver a nadie si podía percibirlos, era como si todos estuviéramos juntos dentro de esa cabaña pero en distintos planos astrales. Tal vez por eso lleve mejor el estar encerrado en esa cabaña, el saber que no estaba del todo solo.

    La puerta de la cabaña se abrió y por ella apareció una mujer, el lobo rasgo las paredes de mi mente queriendo salir. Compartir cuerpo con un lobo que desconfía de todo el mundo no ayudaba precisamente a confiar en nadie. – [Caitriona]Hola, Ezra. Soy Caitriona y he venido a hacer un trato.[/Caitriona]

    – [Ezra]No soy la mejor persona con la que puedes hacer un trato. Básicamente no tengo nada. ¿Pero te escucho?.-[/Ezra] Había llegado a este mundo con lo puesto y un único objetivo. No poseía nada material de lo que pudiera desprenderme y entregarle. Y si se trataba de un trato mágico el lobo no entraba dentro del trato, era una parte de mi, sería como perder una parte de mi alma. Y en cierta forma un regalo que me hizo Amy.

    – [Caitriona]Pero tienes recuerdos de tu mundo.-[/Caitriona] Materializo una silla sin pestañear y se sentó en ella. Debía de tener un poder mágico sorprendente si era capaz de mantener esta cabaña en esa especie de limbo en el que nos encontrábamos.

    – [Ezra]¿Quieres mis recuerdos?.-[/Ezra] Me cruce de brazos en un acto reflejo, como si eso pudiera escudarme de ella y su propuesta. Los recuerdos eran lo que me había convertido en lo que soy. Si se los entregaba temía perder aquello por lo que había venido, salvarlos.

    – [Caitriona]Quiero tus recuerdos felices a cambio de salvar a todas las personas de tu grupo en un único momento a tu elección.-[/Caitriona] No es que tuviera muy buenos recuerdos de mi mundo, casi todos eran tristes, cargados de dolor y perdidas. Pero no siempre había sido así, si aceptaba el trato era consciente de que recuerdos iba a perder.

    – [Ezra]Sin duda me conoces y sabes a qué me enfrento para ofrecerme este trato. ¿Que ganas tú con todo esto?.-[/Ezra] Quería cerciorarme de a quién iba a entregarle los recuerdos si aceptaba el trato. No quería que por el camino apareciera algo peor que Omega por mi culpa.

    – [Caitriona]¿Quieres que sea completamente sincera?.-[/Caitriona] Pregunto.

    – [Ezra]Es algo que agradecería.-[/Ezra] Agudice mis sentidos para asegurarme de que decía la verdad.

    – [Caitriona]Cada vez que vuelvas a este día y repases el trato que has hecho conmigo, quien me otorga los poderes se alimentara.-[/Caitriona] Su pulsación permaneció inalterada, por lo que decía la verdad.

    – [Ezra]¿Y ese… ser, planea destruirnos a nosotros o la humanidad?[/Ezra].- Me sentía como si estuviera haciendo un pacto con el demonio

    – [Caitriona]No.[/Caitriona]

    – [Ezra]En ese caso, acepto. De todos modos ya has ganado. Mis propias dudas ya lo están alimentando.-[/Ezra] Daba igual si aceptaba o no, en el momento en el que Caitriona entro por la puerta ese ser comenzó a alimentarse. Si rechazaba su trato siempre tendría esa duda, esa desesperanza de que quizás debería de haber aceptado el trato. Si lo aceptaba se alimentaria de mis recuerdos, la sensación de que he perdido algo y mis lamentos. Si de un modo u otro iba a ganar prefería llevarme algo conmigo aun con el sacrificio que eso conllevaba.

    – [Caitriona]Así es. De todas formas, te pregunto una vez más: ¿aceptas el trato?.-[/Caitriona] Se levanto de su silla y la hizo desaparecer.

    – [Ezra]Mis recuerdos felices por una segunda oportunidad en caso de que todo salga mal. Son tuyos. Acepto.-[/Ezra] Ella se acerco hasta mí y poso su mano en mi antebrazo. No pensaba que fuera a tener tantos, pero antes de desvanecerse pude contemplar un gran número de ellos. Mi padre iluminando la casa con sus hechizos de luces, los teatros improvisados con mi madre, su numerosas veces sonriendo. Amy, Leo, Kaylee, Noah… Si algo tenía en común todos esos recuerdos es que ocurrieron en una época concreta de mi vida. Cuando todo aun estaba bien.

    – [Caitriona]Volveremos a vernos.-[/Caitriona] Caitriona se separo satisfecha con lo que había conseguido y se marcho. Mi mente se nublo. Solo era capaz de recordar lo peor de mi mundo. Los horrores que ocasiono la Iniciativa a su paso, el dolor y las muertes que sembró a su paso. Pero aun tenía recuerdos buenos, no de mi mundo, de este. Entre tanto sufrimiento afloro el recuerdo de un encuentro fortuito y una joven huyendo entre árboles nevados.

  • UN PACTO DE SANGRE

    EZEQUIEL

    BOSQUE DEL CREPÚSCULO

    El hombre, porque pese a su aspecto ya pocos podían referirse a él como el joven, cruzó el arco que llevaba al centro del laberinto y esperó. Sintió la densa niebla ascender. Era tal y como le habían dicho, el laberinto mágico y al final, la niebla ponzoñosa que abotarga los sentidos antes del viaje. Solo que en su caso, haría el viaje despierto.

    Esperó lo suficiente y sintió un tirón, parecido a la sensación que nos dejan los sueños de estar a punto de caer pero amplificado, como si el espacio dejase de existir y solo hubiese una caída infinita. Cuando volvió a sentir el suelo bajo sus pies lo agradeció. Estaba en una cabaña, con una mujer de aspecto joven, ataviada con una toga que no era más que un vestigio del mundo en el que se encontraban, uno en el que las leyendas de la mitología griega vivían día día, bestias y héroes, dioses y magia. Había tenido que atravesar varias ciudades, mares y montañas hasta llegar a la tierra donde el aire era diferente, donde la magia griega daba paso a la celta y los peligros eran otros, todo para encontrarla a ella.

    – [Ezequiel]Me han dicho que tú puedes darme lo que busco.[/Ezequiel] – dijo, sin prestar demasiada atención a la cabaña. Sabía que era parte de sus dominios, del Bosque del Crepúsculo que estaba tan vivo y ligado a ella como podría estarlo una mascota.

    – [Caitriona]Ezequiel, te esperaba un poco más tarde.[/Caitriona]- respondió Caitriona. Ezequiel vio la muestra de poder de la que hacía gala, ni siquiera su búsqueda pasaba desapercibida para ella. Le esperaba, sabía de él igual que él conocía su nombre y sus leyendas por boca de otros.

    – [Ezequiel]Prefiero llegar antes, así tengo más tiempo para discutir los términos.[/Ezequiel] – replicó él. Tenía claro su parte del trato, lo que quería, pero de ella dependía qué pedirle. Había escuchado de gente que había terminado perdiendo la cabeza al tener lo que creían querer y sin embargo perder algo que no valoraron hasta que ya no estaba. No quedaba duda de que el ser al que Caitriona servía se habría alimentado de esas personas hasta que ya no quedó más.

    Ella rió, le gustaba la sinceridad. – [Caitriona]Dime qué quieres y te diré qué puedo hacer al respecto.[/Caitriona] – propuso, sentándose en una silla que alzó en mitad de la cabaña, junto a una gemela para él. Aceptó la oferta y sentó, más por no parecer soberbio quedándose a una altura diferente mientras conversaban. Cosa que a él solía pasarle mucho con su escasa estatura.

    – [Ezequiel]He venido siguiendo la estela de tus pactos ‘Bruja del Crepúsculo’, sé que ya sabes lo que quiero.[/Ezequiel] – aclaró Ezequiel, usando el sobrenombre por el que la conocían, sobre todo al otro lado del mar. – [Ezequiel]¿Puede concederme eso quién está al mando?[/Ezequiel] – preguntó.

    – [Caitriona]Sí.[/Caitriona]- dijo sin más. Ezequiel supo que la mención a quien estaba al mando le había cambiado el rostro. Aquella mujer con tanto poder no disfrutaba viéndose servir a otros, y sin embargo lo hacía.

    – [Ezequiel]¿Cuál es el coste?[/Ezequiel]

    – [Caitriona]Tu sangre.[/Caitriona] – dijo, fue como si todo ese tiempo él hubiera sabido qué iba a pedir a cambio. Su sangre era valiosa, los dos eran conscientes de por qué cientos de miles de personas la habían buscado a lo largo de los siglos.

    – [Ezequiel]¿Se utilizará contra mí?[/Ezequiel] – preguntó el hombre, echándose un poco hacia delante, apoyando una mano en la rodilla. Bajo la toga celta que llevaba, su musculatura se apreciaba firme, preparada para saltar en cualquier momento como si de un gran felino se tratase. Ezequiel había conocido muchos tipos de magia y sabía lo que alguien con poder tendría la capacidad de hacer con la sangre de otro, llegando incluso a dominarlo por completo.

    – [Caitriona]No.[/Caitriona] – supo que no mentía, igual que ella misma valoraba la sinceridad.

    – [Ezequiel]¿Y contra otros?[/Ezequiel] – tenía que asegurarse de que no haría mal a nadie con su decisión. Lo que necesitaba de ella era parte de su camino, pero si alguien salía perjudicado, tendría que valorar otras opciones, aunque no hubiese ninguna a simple vista.

    – [Caitriona]No.[/Caitriona] – añadió.

    – [Ezequiel]Pero sí dolerá.[/Ezequiel]- aquello ya no era una pregunta, si la deidad a la que servía Caitriona no lo iba a aprovechar para obtener dolor de otros, lo haría de su sacrificio.

    – [Caitriona]Un poquito.[/Caitriona]- dijo mirándole fijamente. Esbozó una leve sonrisa, dejando clara la verdad.

    – [Ezequiel]Los dos sabemos que eso no es del todo cierto. [/Ezequiel]- dijo él, volviendo a apoyarse en el respaldo mientras pensaba en lo mucho que echaba de menos no tener que llevar aquellas pesadas ropas sobre su camiseta y sus vaqueros. Pero habría llamado demasiado la atención. – [Ezequiel]Tu deidad tiene que alimentarse y lo hará con lo que yo sufra.[/Ezequiel] – dijo en voz alta. Sabía que estaría escuchando en todo momento, pero si iba a aceptar ese pacto, sería dejando claro de que era consciente de qué implicaba. – [Ezequiel]Estoy seguro de que la sangre quedará en tus manos, espero que la uses bien.[/Ezequiel] – afirmó, mirándola. Ella no dijo nada, pero él sintió que le daría buen uso, comprometida con proteger ese poder que corría por sus venas.

    – [Caitriona]¿Entonces aceptas el pacto?[/Caitriona] – preguntó, poniéndose en pie. Él se levantó también, estando tan cerca notaba más los más de diez centímetros que debían separarles.

    – [Ezequiel]Lo acepto.[/Ezequiel] – extendió su mano y ella la agarró con la suya. Sintió una descarga que le atravesaba, desgarrando y a la vez, iluminando el camino a su paso. Cuando Caitriona apartó la mano, Ezequiel encontró una daga ornamentada en ella. Sabía lo que tenía que hacer, pero ella le detuvo y con un gesto de su mano hizo que en el suelo se gravase un símbolo que no reconocía. Cada uno de sus trazos horadado en la misma piedra, preparado para recibir su sacrificio.

    Sin pensarlo más, Ezequiel cogió la daga y se cortó la palma. La sangre, roja como la de cualquiera, comenzó a caer. La sostuvo hasta que el símbolo estuvo lleno de ella y comenzó a brillar.

    – [Caitriona]Volveremos a vernos.[/Caitriona] – dijo ella, girándose para marcharse.

    – [Ezequiel]Hasta entonces.[/Ezequiel] – se despidió él preguntándose cuándo y por qué volverían a cruzarse sus caminos.

    – [Caitriona]Disfruta de ser Daë.[/Caitriona]- le guiñó un ojo antes de desaparecer por la puerta.

    Ezequiel observó el lugar donde ella había estado, pensativo. Había buscado durante mucho tiempo, atravesando todos los mundos de aquél Cúmulo, sorteando y sufriendo los peligros que escondía cada uno de ellos, pero finalmente había llegado a su destino. Era uno de los Daë, tal como estaba escrito, pero no le había venido otorgado si no que había tenido que luchar por ello. No se le escapaba que incluso aunque aquella deidad tuviese poder, los Daesdi no habrían permitido que él se convirtiera en uno de sus elegidos sin su supervisión. Había padecido para ello y había pagado en sangre. Aunque eso no significase que la sangre que había manchado sus manos en otros tiempos fuese a ser olvidada.

    Miró una vez más el símbolo en el suelo, redibujado con su sangre, hasta que volvió a sentir un tirón. Solo que ahora, a diferencia de antes, aferraba en su mano derecha una esfera en la que dos colores fluctuaban continuamente.

  • EN MI HOGAR

    Laura – Bosque del Crepúsculo

    ¿Tarde?

    Estaba tan harta, tan cansada de la nave, de la misión y de todo, que la inconsciencia me resultó casi un regalo. Abrí los ojos cuando escuché la puerta y me incorporé en aquella cama mugrienta a juego con el resto de la estancia.- [Laura]¿Has venido a rematarme?[/Laura]- le pregunté a aquella mujer ataviada con una especie de saco de patatas, que debía estar en la treintena. El cabello largo le caía por la espalda y estaba bastante limpio teniendo el cuenta el resto.

    – [Caitriona]Hola, Laura. Mi nombre es Caitriona y he venido a hacer un trato[/Caitriona].- mientras me sentaba en la cama, la tal Caitriona materializó una silla que salió de la misma Tierra y se sentó.

    (más…)

  • CALOR EN LAS MEJILLAS

    Bowie – Bosque del Crepúsculo

    ¿Tarde?

    Diría que me quedé inconsciente, pero no sería del todo correcto y las cosas que no son correctas me provocan cierta aversión. Quizás por eso no soy del todo humana, ni lo seré nunca. Que todo no pueda ser reducido a números y operaciones matemáticas es algo con lo que tenía que luchar a diario. En la nave, la gente se relacionaba de una forma extraña, como si les diera igual la misión y nos hubieran enviado de vacaciones. Por un lado, me parecía admirable que fueran capaces de disfrutar de un entorno desconocido y perdieran de vista para lo que estábamos aquí, pero por otro, me preocupaba, que llegado el momento, no fuéramos capaces de estar a la altura.

    Me levanté de la cama como un resorte y me alejé de ella. La habitación de mobiliario casi inexistente la que me encontraba parecía haber estado ocupada con anterioridad y, con toda probabilidad, volvería a estarlo. Eso me provocaba una leve inquietud, porque me gustaban el orden y la limpieza.

    (más…)

  • LLEVANDO LA CONTRARIA

    DANTE VILLIERS

    BOSQUE DEL CREPÚSCULO

    En esa cabaña que me hizo pensar que estaba de vuelta en la tierra de los vikingos o en la Edad Media, aunque esta parecía más abandonada y tan pequeña que casi no podía estirar las alas del todo.

    Tampoco tuve tiempo a agobiarme demasiado, porque enseguida se abrió la puerta y una mujer algo mayor que yo, vestida como si saliera de una serie de gladiadores, solo que esto no iba a acabar de la misma forma, no porque no me pareciera atractiva, si no porque no sabía si no sería, bueno, mala.

    – [Caitriona]Hola, Dante. Mi nombre es Caitriona y he venido a hacer un trato.[/Caitriona]- ofreció. En un oscuro rincón de mi poder, sentí que la oscuridad la acompañaba también, pero no como parte de ella. No estábamos solos.

    – [Dante]No sé muy bien qué me vas ofrecer pero te adelanto que será un no.[/Dante] -repliqué. No tenía interés en negociar sabiendo que el resto podían estar en cualquier parte. Y además, si aquella cosa que nos rondaba quería un trato conmigo, que me lo dijera a la cara.

    – [Caitriona]Puede que tenga algo interesante que ofrecerte.[/Caitriona]- intentó abrirse paso, pero no era muy paciente cuando trataban de venderme algo. – [Caitriona]Si no me quieres escuchar, me voy.[/Caitriona]- dijo con calma. La miré, decidí que ya que me había explicado después de su presentación que todos nos reuniríamos cuando escucháramos su oferta, al menos podría aguantar unos minutos.

    – [Dante]Te escucho, ya has dicho que no vería al resto hasta entonces. [/Dante]- me apoyé en la pared, sin esconder lo que pensaba. Ella hizo aparecer un silla y se sentó. Magia, no me hacía mucha gracia ver que la usaba con tanta facilidad.

    – [Caitriona]Puedo llevarte de vuelta a la Tierra.[/Caitriona]- solté una risa, desde luego estaba bien informada.- [Caitriona]Ahora mismo.[/Caitriona] – aclaró.

    – [Dante]¿Sólo a mi? [/Dante]- pregunté, me imaginaba lo que dirían si cuando todos se reunieran yo no estaba, habiendo vuelto a casa.

    Ella asintió.- [Caitriona]No puedes decidir por el resto.[/Caitriona] – afirmó. No le estaba pidiendo decidir por ellos, solo ampliar la oferta, pero no tenía pinta de ser negociable.

    – [Dante]¿Y a ellos que les pasará?[/Dante]

    – [Caitriona]Seguirán su camino.[/Caitriona]

    Alcé una ceja. Todo parecía muy fácil según lo decía. – [Dante]Ya. ¿Y el truco?[/Dante]

    – [Caitriona]El truco es que dejarías de ser Daë.[/Caitriona]- comentó encogiéndose de hombros.

    – [Dante]¿Te quedarías con el título para tu colección a cambio de llevarme a casa? [/Dante]- repliqué para confirmar su idea.

    Ella se rió.- [Caitriona]No funciona así.[/Caitriona] – explicó, sin dar detalles de cómo se suponía que funcionaba e realidad.

    – [Dante]Otra persona seria Daë en mi lugar y ya está, seguro que alguien que te viniera bien. [/Dante]- comenté, sonriendo.

    – [Caitriona]Si aceptas, aparecerá otra persona para ocupar tu lugar y volverás a la Tierra.[/Caitriona] – con eso no negaba lo que yo había dicho. Me estaba ofreciendo básicamente quitarme del medio, mandarme a casa pero llevarse mi papel en todo esto y poner a alguna marioneta a cargo. Quien sabe si para tratar de que nuestra supuesta misión final no llegase a tener lugar.

    La observé, me fijé en sus movimientos, repasé sus palabras, el trato. – [Dante]Ya he decidido.[/Dante] – dije al final.

    – [Caitriona]Te escucho.[/Caitriona]

    – [Dante]Tiene gracia porque hace nada estaba a punto de largarme. [/Dante]- comenté, consciente de que cualquiera, incluso los que me conocieran, aludirían a esa parte de mi carácter que me hacía llevar la contraria a menudo. Y el caso es que era un poco así, al ver que me estaba ofreciendo todo en bandeja para quedare con mi «título» de Daë, eso me hizo plantearme el valor que tenía en realidad. – [Dante]Pero voy a pasar de la oferta. [/Dante]

    – [Caitriona]¿Y qué te ha hecho cambiar de idea?[/Caitriona] – preguntó ella, disimulando su molestia.

    – [Dante]Soy un tipo sencillo, me gusta reducir todo a lo básico.[/Dante] – aclaré. No necesitaba mucho, las cosas normales, no verme convertido en una especie de salvador y enfrentarme a la muerte a menudo. Me bastaba con tener mi apartamento sobre el taller, mi trabajo en él y una vida social resumida a los días de salir de fiesta o salir a comer, a ser posible con un buen recorrido por carretera. Y ocasionalmente, perderme en las montañas y volar. – [Dante]Para mí ser Daë no significa nada, mi padre lo era y no soy su mayor fan. Pero me he dado cuenta de una cosa…[/Dante]- dije con la cara de picardía que siempre me habían señalado en las fotos. No tenía reparos en asumir que parte de lo que me desagradaba de ser Daë era tener más cosas en común con él. Si mi madre lo hubiera sido, quizá pensaría diferente. Tampoco me encantaba la presión de lo que se esperaba de mí por serlo, ¿y si no era digno? ¿Si no pasaba las Pruebas? – [Dante]… Y es que si tú quieres cambiarlo, tiene que tener valor.[/Dante] – razoné.

    Caitriona sonrió.- [Caitriona]¿Entonces no aceptas el trato?[/Caitriona] – repitió, para asegurarse, aunque su silla ya estaba desapareciendo, sin duda sabía la respuesta.

    – [Dante]No, creo que me lo quedaré. Aún estoy a tiempo de volver con el tipo ese de la luna.[/Dante] – habíamos tenido que salir corriendo pero en algún momento volveríamos a la Kvasir.

    – [Caitriona]Está muerto.[/Caitriona]- puntualizó ella. Parecía divertirle que mi plan no hubiera salido tan bien.

    – [Dante]Qué suerte…[/Dante] – me quejé. Ella me miró fijamente y mostró una esfera allí en medio de la cabaña. La escena fue breve, salía una persona con aspecto místico, no la conocía pero sabía que era quien podía enviarnos a casa. Su rostro se crispó y segundos más tarde una figura menuda le sujetaba por el cuello mientras se sacudía hasta quedar sin vida. La figura se giró, era ella, Omega. Se miró las manos y quedó quieta unos segundos hasta que creó un portal y lo atravesó. Había estado en estos mundos todo este tiempo sin que lo supiéramos y ahora no solo había acabado con nuestra forma de volver si no que la había aprovechado para regresar ella.

    – [Caitriona]Volveremos a vernos, Dante.[/Caitriona]- dijo cuando la silla desapareció. Mi rostro estaba crispado por la ira tras ver a la asesina de mi madre, pero no podía dejar que ella supiera que había conseguido afectarme sí.

    – [Dante]¿Esta noche?[/Dante] – traté de bromear. Era guapa, pero en ese momento solo tenía ira dentro. Pensándolo bien, habría sido una buena forma de dejarla ir.

    – [Caitriona]En tus sueños, quizás.[/Caitriona]- respondió dándome la espalda. Era una de las cosas que hacía la gente que más disfrutaba. – [Caitriona]Por cierto, tu madre está en la Tierra.[/Caitriona] – añadió.

    – [Dante]¿Cómo…?[/Dante] – pregunté, pero ella ya se había ido atravesando la puerta. ¿A qué se refería con que mi madre estaba en la Tierra? ¿Había…vuelto?

    Ni siquiera podía llegar a alegrarme y supuse que Caitriona lo sabía, había dejado caer los dos datos uno tras otro. Mi madre estaba en la Tierra y Omega había ido derecha hacia allí. Ya tenía su poder, no ganaba nada, pero lo que había visto de ella me había dejado claro que era lo bastante cabrona y mala como para querer que lo que había hecho fuera permanente.

    Solté un grito de ira que quedó amortiguado en la soledad de la cabaña.

  • PERDER SIN HABER CONOCIDO

    COLE ROMAN

    BOSQUE DEL CREPÚSCULO

    Despertar en un lugar desconocido tras haber cruzado un laberinto mágico y ser atacados tras haber cambiado de cuerpos entre nosotros podría catalogarse como demasiadas emociones para un mismo día. Así que al ver que no podía salir por la puerta ni la ventana de la cabaña, decidí sentarme en el suelo y meditar para relajarme y poner mis ideas en orden.

    En ese estado pude escuchar enseguida la puerta abrirse y la serpiente que yacía en mí sintió la oscuridad arrastrarse a través de ella casi en el mismo instante.

    – [Caitriona]Hola, Cole.[/Caitriona]- dijo una voz femenina con un acento que no pude reconocer.- [Caitriona]Soy Caitriona y he venido a hacer un trato.[/Caitriona] – añadió. Abrí los ojos y vi a una bella mujer con oscura melena ataviada con una toga marrón. Unas ropas sencillas que sin embargo llevaba alguien que caminaba como una misma diosa.

    Mi interior siseaba ante la oscuridad que sin embargo, ahora nos rodeaba a ambos. No provenía de ella, pero la acompañaba. Antes de permitirle ofrecerme un trato, me aseguré de la situación del resto. Si era verdad lo que contaba, el conjuro de Kaylee había conseguido sacarnos del peligro pero nos había transportado a sus dominios y cualquiera que los cruzara debía escuchar una de sus propuestas. Una cosa a cambio de otra. No tuve más remedio que confiar en su palabra de que cuando terminase sus ofertas, podríamos irnos.

    En el tiempo que pasé con el tío Hiroshi, en Japón especialmente, había conocido toda clase de criaturas cuya misma existencia constituía una amenaza y sin embargo, en muchas ocasiones me había encontrado con que no eran los culpables que buscaba, porque se regían por un código, una moral perversa a veces, pero que permitía saber a que atenerse. Caitriona parecía tener un código así, una regla sagrada que sentí que no rompería, cuando los tratos estuviesen aceptados o rechazados, nos podríamos ir. Me atreví a preguntar a cuántos había ofrecido ya su pacto, pero ella se limitó a responder que a más de la mitad.

     – [Cole]¿Que clase de trato?[/Cole] – mientras ella se colocaba en la silla que había alzado de la tierra, yo me senté en la cama para estar a su altura en lugar de en el suelo.

    – [Caitriona]Puedo traer de vuelta a tu madre.[/Caitriona] – cada una de sus palabras cayeron como un peso sobre mí. En el fondo había esperado una oferta menos trascendental, algo como poder, riquezas o inmortalidad, algo que fuera sencillo de rechazar.

    – [Cole]¿Sin peros? ¿Sin engaños?[/Cole] – indagué, con los seres sobrenaturales había que tener mucho cuidado y con los que hacían tratos a menudo, como los faerie, mucho más. Ella parecía ser una de ellos, aunque nada en su aspecto lo delataba, era más bien una impresión, algo que mi mitad demonio sabía mejor que yo.

    – [Caitriona]Con una condición, pero sin engaños.[/Caitriona]- puntualizo ella. Ahí estaría sin duda la parte dolorosa de esta situación, lo que exigiría a cambio.

    – [Cole]¿Que condición? [/Cole]- pregunté, preparándome para el sacrificio que exigiera y para estar dispuesto a darlo o rechazarlo y arrepentirme toda una vida.

    – [Caitriona]Una madre por una hija.[/Caitriona]- dijo con la mirada fija en mí. ¿Una hija? Quizá estaba tratando con el Villiers equivocado, era mi padre quien había sembrado descendientes a lo largo de sus viajes.

    – [Cole]No tengo ninguna hija.[/Cole] – afirmé. Lo pensé bien durante unos instantes, si era posible que en alguna relación hubiese llegado a ocurrir, pero no podía ser, tanto con hombres como con mujeres siempre había utilizado preservativos, un consejo de mi padre que quizá él mismo había aprendido tarde. Ya se sabe lo que se suele decir, haz lo que digo, no lo que hago.

    – [Caitriona]¿Sabes cómo funciona el tiempo, Cole?[/Caitriona] – comentó ella, sonriendo. No estaba hablando entonces de una niña que tuviera ya. Futuro, nunca me había gustado jugar con esas fuerzas, saber qué me deparaba me hacía pensar que estaba condenado a cambiarlo o a repetirlo.

    – [Cole]¿Una hija futura? ¿Como en el cuento… en el que tenías que decir el nombre al revés? [/Cole]- no recordaba el nombre, solo que era uno de los muchos que estaban en la sala en la que los hijos de los Moondies jugábamos mientras ellos se reunían. Contaba la historia de un ser mágico que hacía un pacto a cambio de llevarse a su primogénita, pero le derrotaba diciendo el nombre al revés, que era un trabalenguas que Noah se había entretenido en memorizar. No quería pensar en la idea de tener siempre acechando sobre mí esa decisión, llegar a tener una hija y que me fuese arrebatada siendo solo mi culpa.

    – [Caitriona]No conozco bien la mitología de tu mundo, lo siento.[/Caitriona]- explicó ella, excusándose.- [Caitriona]No sería un robo.[/Caitriona] – aclaró, como si sintiera mis dudas. Puede que la oscuridad se lo hubiese contado.

    – [Cole]¿Llegaría a conocerla? ¿Sería…solo mía?[/Cole] – tantas preguntas agolpándose en mi mente. La vida de mi madre estaba en juego, pero a cambio de entregar una parte de mí, una parte que aún no conocía.

    – [Caitriona]Nuestra. [/Caitriona]- replicó ella.- [Caitriona]Pero el vínculo sería mágico, no sexual.[/Caitriona] – aclaró al ver mi mirada.

    Suspiré aliviado, no es que no la considerase atractiva, pero no habría podido llevar adelante ese acto con la frialdad de saber lo que entregaba y por qué lo hacía.

    – [Cole]¿Estará bien? ¿La niña, quiero decir? ¿Estará segura?[/Cole] – dije. Con aquella presencia malvada, no me atrevía a dejar a la niña en sus manos, convertida en quién sabe qué, solo para cumplir sus designios.

    – [Caitriona]Yo la cuidaré.[/Caitriona]- sentenció ella sin dejar de mirarme y de algún modo, supe que era cierto, que ni siquiera aquella presencia le haría nada.- [Caitriona]Te dejo elegir su nombre si quieres.[/Caitriona] – comentó ella. Me paré a pensarlo, alguna vez se me había pasado por la cabeza la idea de si algún día tendría niños. Me gustaban, me parecería antinatural lo contrario, pero no había llegado a meditarlo fríamente, veía mi vida poco asentada y yo poco preparado frente a mis demonios.

    Al final negué con la cabeza, ponerle nombre haría que el dolor estuviera presente día a día. – [Cole]¿Será feliz?[/Cole] – pregunté. Decidí que si no iba a serlo, si mi decisión iba a hacer que su vida fuera mala aunque fuera poco tiempo, no lo haría. Pero también estaba el hecho de que si no lo hacía, ella ni siquiera llegaría a nacer. La magia la haría a partir de Caitriona y de mí, un encuentro que de otra manera nunca habría pasado. Visto de esa perspectiva, estaba decidiendo si la niña venía al mundo o no.

    – [Caitriona]Eso depende de ella, Cole.[/Caitriona] – replicó, esquiva. Tenía que insistir, llevarme al menos ese trocito de paz.

    – [Cole]Si tienes poder para hacer esto y para saber lo que sabes de mí podrás saber si llevará una buena vida.[/Cole] – dije. No sabía cuentos de mi mundo, pero sí que conocía lo que ocultaba mi corazón, podría saber eso. No en todo momento, claro, había ido demasiado lejos pensando en una felicidad continua, nadie es feliz en cada instante de su vida, pero sí podía saber si su vida sería buena en general.

    – [Caitriona]Haré todo lo que esté en mi mano.[/Caitriona]- respondió. Parecía como si algo le impidiese decirme algo en firme, pero con su mirada demostró su intención. Aquella niña estaría a salvo. Mi hija.

    Asentí, suspirando profundamente. – [Cole]Mi madre por una hija.[/Cole] – dije tendiéndole la mano. Casi podía imaginarme abrazando a mi madre, contándole todo lo que se había perdido después de su trágica muerte.

    – [Caitriona]¿Aceptas el trato?[/Caitriona] – preguntó ella de nuevo, para cerciorarse de mi decisión.

    – [Cole]Si, acepto. Con dos condiciones.[/Cole] – dije, aún con la mano extendida.

    – [Caitriona]Te escucho.[/Caitriona] – dijo ella. Retiré la mano a la espera de reunir las palabras.

    – [Cole]Quiero hablar con ella cuando regrese a la vida.[/Cole] – pedí. Para asegurarme de que no había sido todo en vano y que aquella niña, la niña sin nombre, no había llegado al mundo sin conocer a su padre por un buen motivo. – [Cole]Y quiero saber su nombre.[/Cole] – accedí. No me sentía digno de ponerle nombre, pero quería saberlo. Aunque era probable que aquella presencia que se agitaba con profusión cuanto más dudaba y me debatía, se alimentara de todas las veces que volvería a esa cabaña, a esa decisión.

    – [Caitriona]Tu madre estará en la Tierra cuando vuelvas. Es muy probable que os esté esperando en casa, así que esa condición no es tal cosa. Te dejo que pidas algo diferente.[/Caitriona]- respondió ella. Agradecí que intentase ser justa conmigo.

    – [Cole]Pensé que volvería ya. Sin esperar a que yo regrese.[/Cole]- no podía estar seguro de que regresara a la Tierra, podían pasar demasiadas cosas y no me fiaba de que nuestro trato dependiera de eso.

    – [Caitriona]¿Quieres hablar con ella ahora? No sé si he entendido bien tu petición.[/Caitriona] – comentó. Nunca había sido del todo bueno explicándome. El don de la palabra lo tenían otros New Moondies como Kaylee con increíble inteligencia, Noah con su sabiduría, Xander con su habilidad para entenderse con los demás, Owen con sus halagos sinceros o Lexie con su habilidad para engañar y manejar la situación.

    – [Cole]En cuanto sellemos el pacto[/Cole] – dije asintiendo.

    – [Caitriona]De acuerdo.[/Caitriona] – dijo ella.

    – [Cole]Y la segunda condición…[/Cole] – le recordé. El nombre de la niña.

    – [Caitriona]Su nombre es Jade.[/Caitriona] – dijo sin atisbo de duda. Asentí y nuestras manos se fundieron en un apretón de manos. Sus dedos ascendieron por mi antebrazo hasta convertirse en rayos que atravesaron todo mi cuerpo como una descarga. Me la estaban quitando, se estaban llevando a Jade.

    Acabé casi arrodillado en el suelo, dolorido, sintiendo un vacío en el pecho que correspondía a ella. No la había conocido, pero ya la estaba echando de menos. Aquella carga iba a ser más pesada de lo que había pensado, pero había sido por una buena causa.

    – [Caitriona]Como deferencia hacia nuestro trato, añadiré a tu madre al pacto que hice con tu amigo Noah antes.[/Caitriona]- comentó de forma misteriosa. No sabía que clase de trato había aceptado Noah, pero tenía que preguntarle. – [Caitriona]Y ahora, te dejo solo unos minutos.[/Caitriona] – se alejó y al abrir la puerta la vi agacharse sobre una especie de cunita de ratán para recoger un bebé envuelto cuidadosamente en una mantilla de color verde.

    La puerta se cerró y sentí que no volvería a ver a esa pequeña más. Pero no podía derrumbarme. Un orbe apareció en mitad de la sala y creció hasta convertirse en una gran esfera que parecía como si el tejido mismo del mundo estuviera rasgado.

    Ella estaba al otro lado, primero vi su melena rubia y cuando se giró, su inconfundible sonrisa.

    – [Cole]Mamá…[/Cole]- la llamé. No podía llegar hasta ella aunque lo intentó, extendió aquellas alas blancas como para arroparme con ellas, pero no pudo. Solo podíamos hablar.

    Y así lo hicimos, le conté todo lo que había pasado, con papá, con Dante, conmigo. Cómo había vuelto y con un nudo en el pecho, el coste que había tenido. Los dos terminamos llorando, pero ese dolor que me atenazaba se hizo un poco más pequeño al compartirlo. Mi madre vivía y en algún lugar, Jade también lo haría, sin un padre a su lado quizá, pero mi amor por ella llegaría hasta donde se encontrase para protegerla.

  • CICATRICES POR UNA CHICA

    Vera – Bosque del Crepúsculo

    ¿Tarde?

    Me quedé inconsciente mientras hablaba con Elliot y, cuando volví a estar en pleno control de mi cuerpo, me encontré con que me habían movido en contra de mi voluntad. La sensación de desagrado fue en aumento al darme cuenta de que estaba en una cama mugrienta dentro de una habitación que no pasaba los estándares mínimos de salubridad. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal y pensé en que quizás habían abusado de mí.

    Intenté tranquilizarme mientras me incorporaba. Observé mi ropa, que era la misma que antes de quedarme inconsciente: vaqueros y blazer negros y camiseta blanca. No tenía marcas en ninguna parte visible y mi ropa interior parecía intacta. Fuera quien fuera la persona que me había movido, no me había tocado.

    (más…)