January Allard | Subterraneo tres
No me moví cuando los tres guardias aparecieron delante del cristal. Estaba tumbada en la cama, boca abajo, mirando por encima de la almohada cómo se acercaban a mi celda. Me quedé estática, pensando qué hacer e intentando olvidar que no podía hacer nada. Como había predicho: no había pegado ojo. Lo había intentado, pero había sido una especie de duermevela interrumpido, en el que nunca me había llegado a dormir del todo. Notaba que me picaban los ojos y el cansancio ocupaba cada célula de mi cuerpo mientras seguía viendo cómo se movía el cristal.
De repente, me levanté bruscamente, con una energía renovada, y les esperé de pie en el centro de la celda. Sin duda, ésa no era la reacción que esperaba de mí misma. Me había imaginado más bien corriendo y llorando como una niña, pero cuando me apuntaron con las armas y espetaron un seco [i]Camina[/i] levanté la cabeza y me quedé estática en el sitio. En mi cabeza una voz gritó [i]muévete[/i], pero evidentemente mi cabezonería había tomado el control.