Moondale

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  • PARECIDOS FAMILIARES

    MICHAEL SOLO-NOVAK

    SU CASA, LOUNA. NOCHE

     

    Me apoyé en el respaldo de la silla y noté dolor en el cuello. Llevaba demasiado rato estudiando, así que aprovechando que empezaba a notar algo de hambre, me levanté de la silla y bajé a la planta de abajo.

    Cuando llegué a la cocina, las vistas nocturas de la costa de Louna a través de la cristalera de la terraza me dejaron parado unos instantes. Mi madre estaba fuera, leyendo algo en su InfinityBook.

    – [Mike]Mamá ¿queda guacamole?[/Mike] – le pregunté. En casa solíamos tener guacamole, hummus y otros untables veganos para matar el hambre entre horas. Principalmente para mi madre y para mí, mi hermano solía tener helados, tabletas de chocolate y bolsas de patatas que a veces le saqueaba mi padre.

    – [Mara]Claro.[/Mara]- mi madre se levantó, dejando el lector en el asiento y caminó hasta la nevera para buscar un tupper de cristal. – [Mara]Lo ha hecho tu padre hace un rato y le ha salido muy bueno.[/Mara]- comentó, dedicándome una sonrisa. Mi padre había salido a dar su paseo nocturno por la playa. Era algo habitual mientras todavía hacía calor, decía que le ayudaba con el dolor de la pierna. Cuando todavía era detective en Louna recibió un disparo en la pierna que le dejó un nervio afectado. Tenía movilidad aunque con cierta rigidez, pero de vez en cuando le dolía bastante.

    – [Mike]Me ha dado hambre. Pero igual espero a la cena.[/Mike] – aseguré, mirando la hora en la InfinityBand. Ya quedaba poco para la cena, así que prefería guardarme las ganas. – [Mike]Drizz está con Lexie ¿no?[/Mike] – pregunté. Mi hermano estaba completamente volcado a asegurarse de que Lexie tenía una vida normal. Su problema auditivo siempre la había acomplejado y como la gente era bastante cruel en los institutos y en la vida en general, no le había ido bien.

    – [Mara]Se han ido a Moondale a comer pizza como si aquí no hubiera sitios para cenar.[/Mara]- respondió mi madre, en modo suspicaz. Mi padre era el detective, pero mi madre tenía su «olfato de loba» muy acentuado, no se le solía escapar nada.

    – [Mike]Creo que Lexie quería dejar el instituto de Moondale y Drizz intenta convencerla.[/Mike] – afirmé, pensativo. Cogí un nacho de la bolsa y lo mojé en guacamole, ya llegaba tarde para decirle a mi mano que no quería comer entre horas.

    – [Mara]No sé si lo conseguirá, porque Lexie es…testaruda.[/Mara]- replicó mi madre, haciendo lo mismo. Siempre era agradable hablar con mi madre, se preocupaba de nosotros y supongo que también influía que yo me parecía mucho a ella.- [Mara]De todas formas, creo… que tu hermano quiere algo.[/Mara] – añadió. Me reí, mi hermano era impredecible, un trozo de pan, sí, pero a veces formaba todo un espectáculo a su alrededor porque había heredado, quizá incluso más que yo, la riña de mi padre con las mentiras. Mi padre no podía genética o magicamente, decir mentiras, y nosotros habíamos acabado acostumbrándonos a no hacerlo. Además, parecía que a mi madre le gustaba bastante que todos fuésemos sinceros.

    – [Mike]Creo que es la pizzería favorita de Elle.[/Mike] – dije con sinceridad. Esbocé una tenue sonrisa.

    Mi madre estaba sirviéndonos un par de vasos de agua fría con hojas de menta y se quedó con una de ellas en la mano.- [Mara]Estás de broma, ¿no?[/Mara] – preguntó, asombrada. Lo de que llamase a Elle «Coquito» desde el verano, daba bastantes pistas.

    Me encogí de hombros, despreocupado. Mi madre se estaba preocupando de más. – [Mike]Yo te digo lo que sé.[/Mike] – dije, intentando sonar tranquilizador. Quizá eran puras especulaciones.

    – [Mara]Este Idris…[/Mara]-  exclamó, dando un trago de agua. Se quedó pensativa y yo sin darme cuenta, también. La brisa que se colaba por el ventanal era agradable, olía a mar. Pronto tendría que alejarme de allí, irme a un lugar completamente distinto, sin nadie conocido. Pero era mi vocación y estaba dispuesto al sacrificio que hiciese falta. Les echaría de menos a todos: a mis padres, a Drizz, al tío Bill, a la tía Karen y al tío Alex, a Dante…

    El verano había estado bastante bien. Había aprovechado que Idris iba y venía a menudo de Moondale para pasar más tiempo con mis amigos de la infancia, de los que me había distanciado un poco a medida que habíamos crecido. Con el único con el que había mantenido contacto era con Dante, pero tenía poco tiempo libre normalmente para seguir al día. Así que estuvo bien verles de nuevo a todos y almacenar buenos recuerdos antes de irme. La verdad es que en realidad fue Drizz el que me había convencido, mi hermano siempre intentaba que pasáramos más tiempo juntos y al final, nadando el uno tras el otro en el lago Gealach con el resto, me di cuenta de que echaría de menos no haber disfrutado más de su compañía por estar sumido en los estudios.

    – [Mike]Tranquila mamá, ya sabes cómo es. Siempre parece todo peor.[/Mike] – le defendí. Alguna vez me había parado a pensar que había tenido suerte con Idris. Siempre me había tratado bien. La gente a veces me había preguntado si no me tenía celos pero lo cierto es que no podía recordar ninguna vez en la que los hubiera mostrado. Era muy buena persona y la gente muchas veces por su aspecto o su forma de hablar, le tomaba por algo diferente. Hacía un par de años que no ocurría pero mi padre ya le había tenido que sacar dos veces de la comisaría. Daba igual que Idris se paseara por los barrios más problemáticos de Louna ayudando a chicos a salirse de las drogas dándoles un propósito cada noche. Para la policía solo era un negro con una banda con mala pinta y antecedentes. Le detuvieron por posesión de armas, pero al ver que eran un par de estacas afiladas les quedó poca defensa. Aun así volvieron a detenerle más veces por lo mismo.

    – [Mara]Confío en tu hermano, pero Ellie es menor.[/Mara]- respondió, algo estricta. Mi madre seguía las normas a rajatabla y creo que eso no habíamos terminado de heredarlo ninguno, desde luego Idris no. Le dediqué una mueca para que se relajara. Entendía parte de los problemas, principalmente que Elle era hija de una de sus mejores amigas y si las cosas saliesen mal, sería un lío. Pero mi hermano no iba a hacer nada que Elle no quisiera y al final, que fuera menor tampoco marcaba una diferencia significativa, no es que él tuviese 40 y ella 15.- [Mara]Bueno, cuéntame… algo de ti.[/Mara] – añadió, cambiando de tema, seguramente se quedase preocupada, pero mi madre era así, lo llevaría bien. Ella hacía las cosas a su manera, Sarah siempre contaba con orgullo que mi madre tenía tanta vocación de curar a la gente que se controlaba cuando era una vampiresa. Yo siempre había supuesto que había algo diferente en ella, porque también como licántropa era capaz de controlarse. Ella y el resto de gente cercana habían sido los que habían provocado mi interés por lo sobrenatural. La medicina humana me interesaba, pero quería ir más allá.

    Me encogí de hombros, no había nada relevante que no supiera. – [Mike]No sé, hay poco que contar. Estoy esperando la carta de la Western, pero habiéndome aceptado en Ottawa y la McGill.[/Mike] – no sabía qué esperar de Canadá ni de los estudios, pero sabía que era lo que tenía que hacer.

    – [Mara]No me refería…a los estudios.[/Mara]- puntualizó, mirándome. Vale, no lo había pillado, así que era una de esas charlas madre-hijo.

    – [Mike]Ah, eso.[/Mike] – repliqué. Tampoco es que tuviera mucho tiempo como para tener una vida amorosa muy plena.  – [Mike]No te creas que hay mucho que contar.[/Mike] – aseguré. Bueno, quizá había un par de cosas, una la sabía y la otra no.

    – [Mara]¿Nada… romántico ni amistoso?[/Mara]- preguntó, sonriendo. Me pregunté si mi madre habría mostrado esa faceta con todo el mundo. A veces ella y mi padre hablaban con nosotros de mis abuelos maternos. Después de «resucitar» con la orbe de isis, cuyo receptáculo llevaba yo ahora a modo de colgante, mi madre fue a verlos, pero no se atrevió. Mi padre tardó un tiempo pero finalmente la convenció de ir a verlos y contarles todo. No sé qué les sorprendió más de todo lo que les contó, pero en la foto que descansaba sobre la chimenea se veía al abuelo Illya sonriendo y feliz con Idris en brazos en una playa de Velze. Yo tuve la suerte de conocerles también.

    – [Mike]Si es que tampoco he tenido mucho tiempo entre la clínica y el curso.[/Mike] – me excusé. De pequeño no era un niño demasiado popular, pero con el aura de Idris cerca, al final te vuelves más desinhibido y te va mejor en las relaciones. Mi madre seguía observándome y me paré a pensar. – [Mike]Si lo dices por Dante, nos ha quedado claro que somos amigos y nada más.[/Mike] – afirmé. En verano, en una tarde en el Lago Gealach, Dante y yo fuimos a dar un paseo para distraernos. Al final terminamos intimando bastante y nos besamos. Éramos dos personas jóvenes, él era guapo, yo para él también y surgió. El tema es que nos dimos cuenta rápido de que había poca chispa, así que nos quedamos hablando y riendo. La etiqueta de mejores amigos nos pegaba más, estuvimos de acuerdo.

    – [Mara]Vaya.[/Mara]- replicó mi madre. – [Mara]Lo siento.[/Mara] – añadió. La pobre pensaba que era una decepción para mí.

    – [Mike]No sufras.[/Mike] – me reí y apoyé una mano sobre la suya. – [Mike]Fue algo del momento. Pero nos gusta más la etiqueta mejor amigo, sin la parte del derecho a roce.[/Mike] – confesé. Me alegraba habérselo contado, quería que supieran que me gustaban los hombres y las mujeres, sin más. Hoy en día era más habitual que en sus tiempos, pero seguía habiendo prejuicios. Aunque en una casa con alguien ‘ultrasexual‘, como Idris se definía, pocos prejuicios iba a haber.

    – [Mara]Estaba bien…que tuvieras a alguien…íntimo[/Mara].- comenzó a decir, tan avergonzada que empezó a contagiármelo. – [Mara]A veces, necesitamos…algo más que amistad[/Mara]. – añadió. No supe dónde esconderme, así que no me quedó otra que ser sincero.

    – [Mike]Mamá por dios…[/Mike] – me quejé, rompiendo a reír. Mi madre era práctica para todo, hasta para darse cuenta de que todos necesitamos pasar a horizontal de vez en cuando. – [Mike]Tampoco te preocupes por eso, tu becaria y yo…[/Mike] – añadí. Ahí estaba el secreto, no quería que me tomara por alguien poco profesional pero como estaba tan preocupada por mi vida íntima, se lo dejé saber.

    – [Mara]Vale[/Mara].- se tapó los oídos sin dejar de reírse. – [Mara]No quiero saberlo[/Mara]. – dijo intentando quitarse la imagen de la cabeza.

    – [Mike]Ahhh…tú has preguntado.[/Mike] – le respondí, tomándole el pelo. Nos quedamos un rato riendo y mi madre empezó a contar anécdotas de los Moondies. Siempre me habían gustado y ella lo sabía, no le había ocultado que en mi vocación médica estaba el interés por la biología de los sobrenaturales. Se sabía muy poco y casi siempre había que teorizar en base a la humana para poder curarlos, y eso si es que conseguían acudir a algún médico porque muchos vivían ocultos. Miré el calendario, tras ella, colgado en la nevera. Salíamos Idris y yo, como siempre, pero mis ojos se posaron sobre tres días marcados en rojo. No, no era la regla de mi madre, esa la marcaba en verde, era la Luna Llena. – [Mike]¿Vas a salir mañana o vas a contenerlo?[/Mike] – le pregunté. Llevaba ya unos meses quedándose en casa para estar con mi padre. No sabíamos qué podía hacerle contenerlo mucho tiempo, Christopher se había envenenado incluso para no transformarse durante años y seguía sano, pero me preocupaba que mi madre tuviera que rechazar su instinto, normalmente es lo que nos guía por el buen camino.

    – [Mara]Creo…que me quedaré en casa[/Mara].- comentó, pensativa.- [Mara]Tu padre…no lo está pasando bien[/Mara].- añadió. Aunque él se había tenido que retirar por la pierna y el tío Bill se jubiló tiempo después, a mi padre siempre se le quedó la sensación de que no habían hecho todo su trabajo, porque en Louna seguía habiendo problemas a los que no podía enfrentarse cualquier policía. El dolor a veces era demasiado para él, pero intentaba guardárselo para sí mismo. Para una persona que no puede mentir, mi padre era bastante reservado.

    – [Mike]Yo me quedo con él. Tú sal. No haces mal a nadie.[/Mike] – la animé. Mi madre parecía seria a mucha gente, pero yo la conocía bien y sabía que bajo toda esa lógica y practicidad, estaba también la loba de pelo negro que luchaba por salir. Contenerla no era bueno, somos quienes somos y tenemos que aprender a querernos así. Mi madre era consciente en su forma de loba así que no era un peligro para nadie. – [Mike]Veremos ‘Aun más loca academia de policía’, ya sabes que le gustan.[/Mike] – señalé la colección de discos GOD que mi padre tenía en una estantería del salón. Casi todos eran de «dudoso humor», pero al final todos acabábamos riéndonos, especialmente si Idris estaba en casa. Su risa era muy contagiosa.

    Mi madre se incorporó sobre la barra y me dio un beso en la frente. La miré, sonriendo.- [Mara]Gracias[/Mara].- dijo. Parecía más tranquila al ver que me iba bien. Quizá necesitaba esa charla para «dejarme ir», estaríamos una buena temporada apartados. – [Mara]Idris y yo…tenemos que hablar[/Mara].- aseguró, después de mirar el teléfono.

    – [Mike]Seguro que puedes estar tranquila, hasta el año que viene al menos.[/Mike] – bromeé, aunque no mentía. Me imaginaba a Idris presentándose en el dieciocho cumpleaños de Elle metido en una caja gigante y diciendo «I am the gift» como en el meme de Tyrion Lannister.

    – [Mara]No lo estás arreglando[/Mara]. – sentenció mi madre. Nos volvimos a echar a reír.

    Echaría de menos todo eso cuando me fuera, pero con suerte podría volver y trabajar en la clínica o en la Escuela Legado, aprendiendo más sobre los sobrenaturales y ayudándoles. Lo que no imaginaba es que terminaría por convertirme en uno de ellos de la forma más inesperada.

  • EL MURO

    Jane Jess JJ – Instituto

    Mañana

    Si había algo en lo que los Williams habíamos ido perfeccionando nuestro estilo, era a la hora de ignorarnos. Desde el divorcio de mis padres, nuestra relación familiar se había ido resintiendo de tal forma, que a estas alturas éramos unos cuantos desconocidos que compartían techo. A mí no me importaba, porque ni mi madre ni Owen me caían especialmente bien. Ella, porque parecía que estaba resentida con nosotros por no haber cumplidos sus sueños y él porque era, con toda seguridad, la persona más superficial y ridícula que había tenido la desgracia de conocer. Como digo, todo esto a mí no me afectaba, pero me daba pena por Elliot, que no había conocido cómo éramos los Williams antes de que todo se fuera a la mierda.  Eso ocurrió más o menos cuando empezó a tener conciencia de su propio cuerpo y descubrimos que su enfermedad era mucho más grave que la mía.

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  • QUÍMICA CON LEO

    Owen Williams – De Farra

    INSTITUTO HEDY LAMARR

    Cuando no me quedo en la residencia suelo ser el último en llegar a casa todas las noches, ya sea por haber salido de fiesta o por echar horas en el pub sirviendo copas para conseguirme algo de dinero. Cuando llego a casa a horas intempestivas, (menudo palabro, Kaylee estaría orgullosa), siempre suelo encontrar a mi madre dormida en el sofá con uno de los libros que está estudiando encima de ella. Ha renunciado a mucho a lo largo de su vida y la carrera Filología Inglesa es una de esas cosas, ahora tiene un trabajo de mierda por las mañanas y hace lo que puede con sus estudios por la tarde.

    Tras llevar a mi madre a su habitación pase por el cuarto de Elliot. Siempre encendía una luz por las noches que inundaba su cuarto de estrellas. No era por miedo a la oscuridad, Elliot le temía a pocas cosas en la vida, simplemente le relajaban a la hora de dormir. En una esquina tras su batería tenía colgado de la pared varios posters de grupos, entre ellos uno de una banda local que dio bastante que hablar hace años, Red Riding Wolf.

     

    Hace menos años que la vez anterior…

     

    Seguro que estáis pensando que en mi etapa estudiantil era el típico cachas popular sin cerebro que se dedicaba a acosar a los demás, bueno no vais mal desencaminados. La pubertad me había bendecido con un buen cuerpo que utilice para el futbol americano de donde nació mi popularidad, pero no era un acosador, no mangoneaba ni pegaba a los empollones de la clase, eso implicaría ser un capullo como los que acosaban a Elliot y me negaba a ser así.

    Tampoco era el mejor estudiante del mundo, de hecho de no ser por la beca deportiva y el copiarme descaradamente de Xander no hubiese ido a la universidad. Química era una de esas asignaturas que no aguantaba, la tabla periódica presidia la clase escoltada por un puñado de fotos de tíos barbudos con nombres raros. También tenía el típico esqueleto el cual a día de hoy sigo sin comprender que pintaba en una clase de química.

    Aquel día el profesor de química decidió mandar trabajos por parejas, lo que vendría a ser Xander haciendo el trabajo mientras yo le animaba con la tarea. Pero todo se fue al traste cuando el profesor decidió montar el mismo las parejas. Jane se separo todo lo que pudo de Xander cuando se sentó con ella, era como si tuviera la peste.

    Mientras que a mí me toco con Leo, con el cual nunca había tenido mucho trato. Ni de pequeños, ni por aquel entonces, ni en la actualidad. Pero por alguna extraña razón aquella clase sirvió para cambiar la percepción que teníamos de ambos.

    – [Owen]Espero que la química se te de tan bien como a tu hermano.-[/Owen] No era ningún secreto que Noah había heredado el cerebro en esa familia. Leo era el apuesto de ellos, tenía un rollete melancólico que hacia suspirar a las chicas, y chicos. Y mientras el resto teníamos una pelusilla de mierda por la cara él tenía lo que venía a ser los primeros brotes de una barba perfecta.

    – [Leo]Algo.[/Leo] – Se le notaba en la mirada que estaba tan emocionado como yo de trabajar juntos, es decir nada.

    – [Owen]Pues estamos apañados.-[/Owen] Tras un rato mirando la roña acumulada en las ventanas, y tamborilear con dos bolígrafos que seguramente estarían haciendo sangrar los oídos de Leo recordé que era un apasionado de la música. – [Owen]Por cierto os he escuchado tocar, sois bastante buenos.[/Owen]

    Creo que rompí a Leo porque soltó el bolígrafo y se me quedo mirándome unos segundos. – [Leo]¿Qué canción escuchaste?[/Leo] – Había conseguido sacarle más de dos palabras a Leo. Recordad que habéis leído esto aquí primero.

    – [Owen]Esa de una chica de cabellos rojos y una cárcel de plata.-[/Owen] La recuerdo muy bien porque la tocaron en acústico, Leo solo a la guitarra y poniendo los coros mientras Amy cantaba. Quién iba a decir también que Amy ocultara semejante voz. La gente del local saco los mecheros y se movían balanceándose, parecían una banda profesional.

    – [Leo]’La herida invisible’.[/Leo] – Se incorporo en su asiento y parecía que se le hinchaba el pecho de orgullo. Había despertado a la bestia. – [Leo]Es una de mis favoritas.[/Leo]

    – [Owen]Se nota, no he visto tanta pasión en un escenario desde que la profesora de música nos hiciera tocar Titanic con la flauta al principio de curso.-[/Owen] Fue lamentable, había más pitidos de flautas que otra cosa. Por suerte después salió un amigo de Noah que tocaba el violín para arreglar el estropicio que hicimos. Leo hizo una mueca con la boca, parecía el atisbo de una sonrisa.

    – [Leo]Quizá saquemos algunas nuevas ahora que empiezan a contratarnos.[/Leo] – Me alegre por él, Leo era un tío con las ideas claras que sabía lo que quería en la vida.

    – [Owen]Pues con estos dos lo mismo se te ocurre alguna.-[/Owen] Con las confianzas le di un codazo, el cabrón estaba fuerte, y le señale con la cabeza a Xander intentando dialogar con Jane – [Owen]Acuérdate de mí cuando seáis famosos, por si necesitáis un guardaespaldas, porque para científico desde luego no voy.[/Owen]

    Leo se quedo mirando a Xander y Jane cuando esta ultima se levanto marchandose. Xander salió pocos segundos después tras ella.  – [Leo]¿Has intentado hablar con ella?[/Leo] – La pregunta del millón, en alguna ocasión lo había intentando pero era como hablar con una pared, Leo estaba resultaba más accesible que mi propia hermana.

    – [Owen]Es difícil hablar con alguien que no quiere escuchar.-[/Owen] Intente centrarme en el trabajo porque era algo de lo que no quería hablar.

    – [Leo]No sé, a veces vemos a las personas de una forma que no es.[/Leo] – Note como me observaba Leo, parecía que podía ver a través mi alma, pero era perturbador también porque el tío no pestañeaba.

    – [Owen]¿Tengo algo en la cara?.-[/Owen] Me frote la cara por si me había manchando con el bolígrafo o con alguna de las mierdas que estábamos estudiando.

    – [Leo]Un moco.[/Leo] – Mi infancia de sacamocos me perseguiría para siempre, en mi defensa diré que no era el único crio que lo hacía, no daré nombres. – [Leo]Disimula.[/Leo] – Leo toco uno de los materiales y la punta, de su dedo no pensemos mal, se convirtió en lo mismo que el material. Era un poder que molaba, imaginaos a este tío cubierto de oro, Dios dorado.

    – [Owen]Leo haciendo una broma, el infierno se acaba de congelar.-[/Owen] Deje de reir cuando observe que me miraba fijamente serio.

    – [Leo]Apunta.[/Leo] – Hice caso y fui anotando todas las palabras que me iba diciendo que sonaban a chino.

    – [Owen]Dime, utilizar nuestras habilidades se consideraría hacer trampas o utilizar todos nuestros recursos para aprobar la materia.-[/Owen] Intentaba ir de guay calentando una de las probetas para que viera que mi poder también era la caña y casi la hago reventar.

    – [Leo]No creo que haya nada de malo en aprovechar algo con lo que nacimos.[/Leo] – El profesor solía dejar salir de clase a los que terminaban los trabajos antes de tiempo así que entre eso y la habilidad de Leo fue motivación más que suficiente para tomarme en serio la materia, al menos por aquel día. Fue maravilloso ver la cara del profesor, evidentemente saque a relucir mi mejor sonrisilla de suficiencia mientras le dejaba nuestro trabajo, Leo simplemente hizo una inclinación de cabeza y salió de clase.

    – [Owen]Bueno, creo que esto ha sido gratificante para ambas partes. Te he dado algo con lo que trabajar en tu próxima canción y tú me has ayudado con este sopor de clase. Ha sido… satisfactorio.[/Owen]- Leo asintió ligeramente, le había vuelto a comer la lengua el lobo.

    – [Leo]Hasta otra entonces.[/Leo] – Lo cierto es que no volvería a saber de él hasta un tiempo después. – [Leo]Por cierto, probablemente escriba: ‘Hermanos separados’.[/Leo]

    – [Owen]Otro éxito seguro. Recuerda, quien fue otra de tus musas para cuando el éxito llame a tu puerta.-[/Owen] Le di un manotazo en el hombro, seguía pareciendo de mármol, y me marche. Cerca de la salida Jane volvió a entrar con los ojos llorosos, no se percato de mi presencia y entro en el baño de chicas. Sabéis eso que dicen de la conexión que tienen los mellizos, pues bueno, era bastante doloroso ver a mi hermana sufrir sin poder hacer nada por ella más allá que dejarla que se desahogara todo lo que quisiera conmigo ignorándome.

  • DESPLEGANDO LAS ALAS

    Dante Villiers | Casa de los Echolls

    El sol se filtraba ya por las rendijas que había dejado en la persiana. Tenía que haberla bajado a tope, así podría seguir durmiendo y no tendría que fingir que seguía sin saber que llegaba tarde a clase. No me apetecía mentir a la gente que me había dado un hogar.

    Como si se oliese mis pensamientos, alguien llamó a la puerta y esperó. A esas horas solo podía ser Sarah, Daniel ya habría salido para la Escuela Legado y ella seguro que se había quedado atrás para hablar conmigo.

    – [Dante]¿Si?[/Dante] – pregunté, mientras salía de debajo de las sábanas. Entrecerré los ojos, la suave luz que se colaba por las rendijas me molestaba. La noche anterior me había acostado tarde y ahora iba a pagarlo.

    – [Sarah]¿Puedo pasar?[/Sarah] – preguntó, aún sin abrir, esperando al otro lado de la puerta. La tía Sarah era tan buena y ponía las cosas tan fáciles, que al final resultaban difíciles. Cogí la pila del despertador y volví a ponerla.

    – [Dante]Si, como si estuvieras en tu casa.[/Dante] – comenté. Mi sentido del humor era un poco gris, tirando a negro muchas veces. Cosas de tener un padre que no vale para nada, aprendes a pasar de todo.

    La tía Sarah abrió la puerta cuando estaba levantando la persiana. Me acerqué al tragaluz y abrí la contraventana para que el chorro de sol nos bañase. La buhardilla de la casa de los Echolls se había convertido en mi hogar desde poco después de que asesinaran a mi madre. Al principio dormía en la habitación de Xander, pero no tardé en tener la confianza suficiente como para pedirles cambiarme allí. Era amplia, estaba más aislada del resto de la casa y no la usaban. Como era tan grande, habían levantado un muro para hacer un cuarto trastero, pero por lo demás, era toda para mí, incluyendo la gran ventana por la que podía salir a volar. El sótano también estaba libre, pero como os imaginaréis, un pájaro no está muy cómodo bajo tierra.

    Ella entró llevando una bandeja con un desayuno completo y lo dejó en la mesa de escritorio. – [Sarah]Te he traído el desayuno a la cama, porque me he imaginado que estabas malo.[/Sarah]- comentó, siempre con un rostro amable. Llevaba la ropa de estar en casa, así que ese día trabajaba desde allí. Ventajas de tener tu propio negocio.

    – [Dante]Gracias, tía.[/Dante] – respondí. Tengo que reconocer que antes de todo lo que había pasado, no me habría imaginado llamando a Sarah y a Daniel tía y tío respectivamente. Mi padre contribuía a que mi familia estuviera más distanciada del resto de Moondies, solo mi madre me conectaba con ellos. Curiosamente, su último regalo fue dejarme a cargo de personas en condiciones, mientras que el de mi padre, fue largarse, arrastrando al pobre Cole a su mierda de búsqueda de venganza. – [Dante]Estoy bien, ya te lo imaginas. Me he dormido.[/Dante] – no le iba a mentir. Como ya he dicho, la tía Sarah ponía las cosas tan fáciles y daba tanta confianza, que era casi imposible mentirle y traicionar esa confianza.

    – [Sarah]Lo sé.[/Sarah]- respondió, señalándome la bandeja. Empecé a devorar las tostadas y el café, mientras ella me miraba, pensativa.

    – [Dante]Por algo eres la Elegida.[/Dante] – comenté, bromeando para aliviar la tensión. Bueno y quizá dorándole un poco la píldora. – [Dante]Es el primer día, no me pierdo mucho.[/Dante] – me defendí, con desgana en cualquier mención al instituto. En el colegio, cuando mi madre todavía estaba viva, había sido siempre el malote, dispuesto a evitar que se metieran con mi madre o hicieran bromas a costa de mi familia. En el instituto, después de morir mi madre, ya no me quedaban ganas para fingir que me importaba lo que pensara nadie. Por mí podían irse todos a tomar por el culo.

    – [Sarah]He pensado, que si quieres, puedo llevarte yo.[/Sarah]- se ofreció, observándome. Evité el plátano, con suerte podría esquivarlo si negociaba.- [Sarah]Soy guay[/Sarah] – añadió, sonriendo.

    Me reí inevitablemente. Esperé a tragar para responder. – [Dante] Solo por ver la cara de Xander y Elle aceptaría.[/Dante] – comenté. Bueno, sobre todo de Xander, la verdad es que a Elle todo le venía bien y seguro que le daba más por alegrarse que por avergonzarse al ver a su madre. Pensándolo bien, quizá a Xander también. Mierda, el complicado era yo, el que no quería ni acabar el instituto. – [Dante]Había pensado empezar mañana. De todas formas….[/Dante] – añadí. Había pasado de curso a duras penas, probablemente con algo de pena por parte de los profesores por lo de mi madre, igual que los cursos anteriores. Era el último año, pero para mi era una eternidad, y eso suponiendo que aprobase todo.

    – [Sarah]Si no vas hoy, tampoco irás mañana.[/Sarah]- me recordó. La tía Sarah sabía perfectamente cómo hablar conmigo. Era tan agradable que hacía que te sintieras mal por no hacer lo correcto.

    – [Dante]Ya pero….si es que nada de eso me vale. Se me dan bien los motores y no vemos casi nada de eso.[/Dante] – intenté argumentar. Sabía que no la convencería, pero es que de las clases solo se me daban bien las manualidades. No, no esas, hablo de carpintería, mecánica y cualquiera que implicara hacer algo práctico.

    La tía Sarah suspiró.- [Sarah]Me gustaría decirte que le prometí a tu madre que terminarías el instituto, pero no…[/Sarah]- no pudo terminar la frase. Todavía después de varios años, cuando mencionaba a mi madre se le saltaban las lágrimas. Sabía que la tía siempre se había sentido culpable, pero no tenía claro por qué. La culpa la tenía el asesino. Esperé a que se le pasara, si había alguien en el mundo que nos entendiese a Cole y a mí, era la tía Sarah. – [Sarah]Lo que quiero decir es que si no terminas el instituto y te va mal con el taller, vas a estar en la mierda.[/Sarah]- explicó con sinceridad. El taller que le había montado mi madre a mi padre para que hiciera algo llevaba alquilado una temporada a un conocido. Los Echolls gestionaban ese alquiler en una cuenta a nombre de Cole y mía, pero se renovaba cada mes, así que siempre estaba la opción de no renovarlo y que yo me hiciese cargo.

     – [Dante]Pero podríais ayudarme a llevarlo.[/Dante] – comenté, intentando negociar. Vale, era joven para llevar las cuentas y tal, pero eso siempre se podía contratar. Ellos ya tenían un negocio, podían ayudarme, o contratar a Cara aunque tuviese que darle un porcentaje.

    – [Sarah]¿Y qué gano yo con eso? Y no hablo de dinero.[/Sarah]- replicó, sonriendo. Suspiré, había llevado las riendas de la conversación en todo momento.

    – [Dante]A ver si adivino, si termino el instituto me ayudaréis.[/Dante] – respondí, dando los últimos mordiscos a la tostada.

    Sarah asintió, sonriendo.- [Sarah]Ahora puede parecerte el peor trato de la historia, pero conozco muy bien a alguien que era como tú.[/Sarah]- comentó. Era fácil imaginarse que hablaba del tío Daniel. Él siempre había intentado dejar claros sus errores a sus hijos para tratar de evitar que ellos los repitieran. Cuando era más joven que yo ya estaba solo por el mundo, buscando venganza y huyendo de su familia adoptiva. Bueno, yo no iba a huir de nadie, solo quería saltarme la parte inútil del instituto, pero supongo que no le faltaba razón. Curiosamente, pese a hablar tanto de lo que él creía haber hecho mal, Xander no terminaba de entender por qué no le dejaban ir de caza y pensaba era un sinónimo de ser débil.

    – [Dante]Sé que me ayudarías igual. Pero vale, te lo debo supongo.[/Dante] – comenté, no tenía sentido discutirlo eternamente, al menos sabía que me quedaba un año y ya, podría librarme de eso y dedicarme a lo que se me daba bien. De paso había aprovechado para darle las gracias a mi manera, por desgracia era un Villiers, así que lo de mostrar sentimientos se me daba bastante mal, aunque la influencia de los Echolls me había cambiado.

    – [Sarah]Eh, escucha.[/Sarah]- se acercó y me puso una mano en el hombro, con delicadeza.- [Sarah]No me debes nada. No le debes nada a nadie y menos, a nosotros.[/Sarah] – sentenció. Entendía lo que me estaba queriendo decir, que era que no me estaban haciendo ningún favor, ni caridad, algo que agradecí, odiaba despertar pena en la gente. Pero eso no hacía menos cierto que les debiese el tener un hogar estable. Con Logan no lo habría tenido en la vida, era mi madre la que hacía las cosas bien y mantenía unida la casa. Una vez murió, ya se veía en lo que quedaba la familia.

    – [Dante]Ya tenías bastante con un par de rubios y salvar el mundo.[/Dante] – le aclaré. Como si me recriminara no haberme acordado de ella, Xena, la samoyedo inmortal – sí como lo leeis, es una larga historia parece ser, pero bueno, yo tengo alas, no soy nadie para juzgar – me golpeó con el hocico. Acaricié su suave pelo blanco inmaculado y me acordé de Simba, tan bruto como noble e igual de inmortal que Xena y el resto de perros que se encontraron. Logan se lo había llevado con él. Si mi madre siguiese viva, el perro jamás se habría apartado de ella. Pero la vida funciona así, tienes a un gilipollas y a una inocente, la inocente acaba a dos metros bajo tierra y el gilipollas sigue vivo y sano.

    – [Sarah]Ahora tengo tres rubios y Sasha salva el mundo.[/Sarah]- respondió despreocupadamente. La tía Sasha se encargaba desde antes de nacer Xander de las patrullas nocturnas, pero desde hacía ya unos años, la tía Sarah y el tío Daniel habían vuelto a salir algunas noches con ella, no sé si porque de verdad hacía falta o porque querían recordar viejos tiempos.- [Sarah]Sé que nunca voy a ser tu madre, pero siempre voy a estar aquí para ti.[/Sarah] – añadió. Sentí una punzada en el corazón. Me habría gustado decirle que nunca dejaría de ser para mí una especie de madre, pero si ni siquiera soy capaz de escribirlo en condiciones, mucho menos decírselo a la cara. Mi madre había muerto, no lo había superado aún pese a que hacía años, y según decía el tío Daniel, jamás lo superaría, ese dolor siempre sería parte de mí igual que perder a sus padres era parte de él. Pero tenía gente que me quería y tiraba hacia delante.

    – [Dante]Intentaré estar a la altura.[/Dante] – dije simplemente. Ya os lo he dicho, no se me da bien mostrar mis sentimientos. – [Dante]Venga, vamos, toca el claxon cuando lleguemos y yo gritaré «Xandriiiii he venido a traerte la merienda»[/Dante] – bromeé, intentando cambiar de tema.

    – [Sarah]Puede que ese sea el peor chiste de la historia.[/Sarah]- replicó la tía Sarah, con una ligera sonrisa. Seguramente sabía que había cambiado de tema, pero como ella era así, no insistió, me dejó ir.

    – [Dante]Que va, eso sería si lo hubiera contado el tío.[/Dante] – respondí. El tío Daniel contaba tan bien los chistes como recordaba los refranes. A ver, que a veces tenía su gracia, como todo el mundo, pero a su estilo. Normalmente hablaba tan poco fuera de casa que era difícil llegar a escucharle alguna gracia. En casa sí, era más abierto, incluso conmigo.

    – [Sarah]Luego le cuento lo que has dicho.[/Sarah]- amenazó bromeando. Entonces desvió la mirada a mi plato y se fijó en el plátano que había esquivado.- [Sarah]Cómete eso o te dará escorbuto.[/Sarah] – sentenció. Era igual que Mike, que a su vez era igual que su madre. ¿Para qué comer tan sano si al final todos la vamos a palmar? Prefería dejar un cuerpo gordo y feliz atrás que se hubiera hinchado a fajitas.

    – [Dante]Cuando tenga el taller no pienso arreglaros el Mustang.[/Dante] – bromeé, comiéndome el plátano de mala gana.  El Mustang del tío Daniel era una preciosidad, una auténtica reliquia. Le había ayudado a arreglarlo varias veces y me había dejado conducirlo incluso. Elle o Xander lo heredarían algún día.

    – [Sarah]Iré al de al lado.[/Sarah]- me ignoró, encogiéndose de hombros.

    – [Dante]No te atreverás. [/Dante] – fingí mirarla mal mientras terminaba la fruta y recogía las cosas del desayuno. Al menos de lo que se come se cría. Me coloqué la Infinity Band que al instante me mostró el tiempo exterior y mis pulsaciones.

    La tía Sarah miró el reloj en la suya. -[Sarah] Tienes diez minutos para estar listo.-[/Sarah] se levantó del sillón y caminó hasta la puerta.-[Sarah] Tic tac…[/Sarah] – me apremió, asomando solo la cabeza.

    – [Dante]Ya va, ya va. [/Dante] – me quejé, aunque en el fondo estaba bastante más animado.

    No me entendáis mal, no tenía ni maldita gana de ir a clase, pero al menos ahora me lo tomaba como una barrera a superar para tomar las riendas de mi futuro. Eso y que estaba deseando meterme con Xander.

  • UNA AMISTAD ROTA

    XANDER ECHOLLS | INSTITUTO HEDY LAMARR

    Creo que es un buen día para retomar el diario. Dejé de hacerlo después de lo que pasó con Jane y tras lo que ha pasado hoy, quizá sea el momento para vaciar mi mente. Lo he estado retrasando mucho tiempo y necesito algo con lo que desahogarme, aunque sea un trozo de papel.

    Hoy era el inicio del último curso en el Instituto Hedy Lamarr. Ya tenía la plaza buscada en la Universidad de Moondale para estudiar psicología y me estaba preparando para que mi mundo diese un giro completo, de alejarme quizá de mucha gente a la que conocía porque se irían a otras universidades.

    En parte, supongo que pensar así ese día fue lo que propició que las cosas saliesen como salieron, quizá podía haberlo hecho mejor, siempre se puede hacer mejor, pero normalmente no sabemos cómo hacerlo en el momento. Por eso quería estudiar psicología, se me daba bien comprender a las personas y empatizar con ellas, pero quería entender también lo que no comprendía, aprender a ponerme en su lugar en otras situaciones y ayudar a evitar este tipo de problemas. Resumiendo, quería hacerme psicólogo para ayudar a la gente.

    Supongo que me venía de familia. Mi madre era ni más ni menos que la Elegida, la líder natural de los Daë, los salvadores del mundo en más de una ocasión. Tenía dos de los padres más heroicos que me pudiera encontrar y eso siempre me hizo fantasear con ser un héroe yo también. Por desgracia, mi genética solo me acompañó en parte. Sí, era un aesir como mi padre y eso me hacía más fuerte, resistente y veloz, pero mientras que Elle había heredado el poder de papá, yo no tenía ninguno.

    Además de eso, mis padres no nos habían permitido entrar en su mundo nocturno de caza de demonios. Mi padre a mi edad ya vagaba por el mundo dedicándose a cazar, pero él tenía poderes y yo no, pensarían que yo no era capaz.

    No es que estuviera resentido con ellos, pero sí que me dolía no poder formar parte de eso. Había días en los que pensaba de forma más lógica y me decía a mí mismo que ninguno de los otros podía tampoco salir de caza, pero otros días, cuando me cogía con la guardia baja y las hormonas adolescentes altas, me frustraba y me enfadaba.

    Supongo que fue eso lo que me llevó a hacer dúo con Noah para ayudar a la gente. Incluso en eso, resultaba frustrante no tener poderes. Mientras que Noah era una especie de leyenda conocida como ‘The Spark‘, yo era una especie de ‘White Canary‘ vestido de blanco para complementar su traje oscuro, ambos gracias a la tía Lucy. Pero al menos, en esos momentos, cuando nos enfrentábamos al peligro y tratábamos de ayudar a la gente, me sentía completo, sentía que estaba cumpliendo mi propósito.

    No sé si mi vocación de ayudar a la gente era algo familiar, un complejo frustrado de héroe que tenía desde pequeño, o una cicatriz por no haber podido ayudar a Jane cuando peor lo estaba pasando, pero ahí estaba y dudaba que fuera a marcharse.

    Como no tenía otros medios, trataba de llevar al límite mis genes aesir ya desde hacía tiempo. Practicaba natación con Bill todos los sábados por la mañana. Cuando entraba en el agua, parecía que las preocupaciones se desvanecían, era sin duda mi deporte favorito. A combatir me enseñaba Sasha muchas tardes, se lo pedí porque sabía que ella no me diría que no y porque era mucho más fuerte que yo. La tía Cara me enseñaba tiro con arco los domingos con un estilo de docencia diferente y divertido, perdiéndonos en los bosques. Me escapaba siempre que podía con el tío Ed a estudiar Demonología, porque sabía que el tío Christopher habría sospechado. Casi todas las mañanas, antes de clase, salía a correr con Owen. Lo más difícil, sin duda, había sido estudiar magia con mi madrina, la tía Diana, había aprendido algunas cosas pero solo podía asombrarme con la facilidad con la que ella lo hacía.

    El resto del tiempo se repartía entre las clases e intentar pasar buenos ratos con la familia, un término que para los míos es mucho más amplio. No solo me refería a Ellie, a la que adoraba, o a mis padres y mis tíos. También me refería a Dante, que vivía con nosotros desde lo que le pasó a su madre, a Noah, que era mi primo más cercano u Owen, que era mi mejor amigo aunque a veces me topase con una pared cuando intentaba aconsejarle. Estaban también Vera y Elliot, pero eran bastante más pequeños. Esos eran los más cercanos, porque el resto nos habíamos ido distanciando poco a poco, como Kaylee, que se había alejado de todos, Leo y Amy que iban a su rollo o Cole, que se había marchado con su padre. Y Jane, claro, que no me hablaba desde hacía años.

    Quizá deba hablar un poco de Jane, ya que es el motivo de que haya vuelto a escribir. Jane era mi mejor amiga, una de las personas más importantes de mi vida. No me imaginaba sin ella, de hecho, en mi futuro siempre me imaginaba con ella. Y sin embargo, de un instante para otro, por defender a Owen cuando ella lo estaba pasando muy mal por el problema de Elliot y la separación de sus padres, nuestra amistad se rompió.

    Desde entonces, pese a ser la mejor amiga de Ellie, me evitaba. Apenas habíamos cruzado palabras y cuando lo habíamos hecho, me había esquivado rápidamente. Por eso esta mañana pensé que lo que pasó era una señal del Destino para poder solucionar lo nuestro.

    Estábamos en clase de química, no era la asignatura que más me gustaba, pero había que hacerla de todas maneras. Al menos las prácticas solían ser divertidas, y ese día tocaba una que abarcaba toda la clase.

    Owen estaba sentado a mi lado, como en casi todas las clases salvo en matemáticas, que nos habían separado para que no hablásemos. Lo cierto es que normalmente Owen hablaba y yo sentía que no estaba bien ignorarle, pero la bronca nos caía a los dos. En ese momento concreto, mientras el profesor explicaba el experimento y repartía los grupos, estaba haciendo anotaciones en la parte de atrás de la libreta, cuando escuché mi nombre.

    – [b]Jane Williams y Alexander Echolls: os toca ser pareja de laboratorio.[/b] – mi mirada se fue directa a Jane, que me estaba dando la espalda en ese momento, sentada ya en el sitio que nos correspondía. Me levanté, recogiendo mis cosas, y dirigí una mirada a Owen, que alzó las cejas antes de irse a sentarse con Leo, su nuevo compañero.

    – [Jane]Señor Walsh, preferiría hacer la práctica sola.[/Jane]- pidió, alzando la mano, al ver que me acercaba ya a su sitio. Me enfadé, pero muy poco, estaba más dolido que otra cosa. No entendía cómo podíamos haber terminado así.

    – [b]Y yo preferiría ganar dinero sin trabajar, pero aquí estoy.[/b]- farfulló el profesor, poco conocido por ser agradable. De hecho la gente le llamaba ‘El Hyde’. Yo no, no me gustaba poner motes a la gente.

    Me senté e intenté colocar mis cosas de forma que no le molestaran. Conocía principalmente a la Jane de cuando era pequeña, pero había cosas en las que no había cambiado. En el fondo, ninguno cambiamos, simplemente nos pulimos y nos colocamos adornos para encajar mejor con los demás. Es como cuando alguien habla de que otro ha cambiado mucho, solo nos engañamos a nosotros mismos diciendo eso, la gente no cambia, cambia el contexto en el que se encuentran.

    Casi todo lo que sabía de la vida de Jane venía a través de Owen y Elle. Mi hermana había intentado muchas veces que nos arreglásemos, pero no hubo manera. Y Owen, poco podía hacer, Jane le hablaba casi tan poco como a mí. Aunque me había colocado lejos para no invadir su espacio, ella se movió el máximo posible.

    – [Xander]No hace falta que te apartes tanto.[/Xander] – respondí, de nuevo dolido. Se hizo el silencio y el profesor empezó a escribir una serie de compuestos en la pizarra para que experimentásemos. Jane me ignoró y comenzó a anotarlos. Era la dinámica habitual, otras veces le había dirigido la palabra y me había ignorado, pero esta vez confiaba en que al estar forzados a trabajar juntos, pudiéramos empezar a hablar más de dos palabras. – [Xander]Supongo que tenemos que probar las mezclas y corregir las que estén mal.[/Xander] – teoricé, mirándola. Ella estaba escondida tras su melena oscura, terminando de escribir. Vi que se encogía ligeramente de hombros, tenía tan pocas ganas de hablar conmigo que el gesto habría pasado desapercibido a cualquiera.

    En todos los años que llevábamos separados, había intentado dejar de pensar en ella, hacer el manido «ojos que no ven…», por suerte o por desgracia Jane formaba parte de mi vida. No solo estaba su recuerdo en los juegos que habíamos compartido, era la hermana de mi mejor amigo, la mejor amiga de mi hermana, la hija del mejor amigo de mi padre… En una ocasión, hace un par de años, había tratado de hablar con mis padres para cambiar de instituto para no encontrarme con Jane cada día en los pasillos. Quería escapar de ese dolor con todas mis fuerzas, pero no me dejaron. Entiendo que fue el mejor consejo que me pudieron dar, pero eso no hacía que fuese más fácil verla día tras día.

    – [Xander]No sé cómo pretendes hacer el trabajo sin dirigirme la palabra.[/Xander] – dije después de varios minutos de silencio, sin saber qué hacer.

    – [Jane]Es que no voy a hacer ningún trabajo contigo.[/Jane]- espetó, sacando sus cosas. Empezó a hacer la práctica sola.- [Jane]Lo haremos por turnos y ya está.[/Jane] – aclaró. Por  muy maduro que pudiera considerarme, Jane era y siempre sería, por mucho que llegase a dudarlo, mi punto débil, así que me inquieté y me molesté.

    – [Xander]Eres imposible, Jane, en serio.[/Xander] – repliqué, haciendo evidente que me había molestado. Decir las cosas como las sientes suele ser la mejor manera de estar con uno mismo, pero a veces, en una discusión, no puedes pensar solo en ti, tienes que ceder. En ese momento tenía que haber aguantado y haber intentado hacer otra cosa. Jane no tenía la culpa de que su familia se hubiese venido abajo porque su hermano hubiese nacido con un problema muy parecido al suyo.

    Me callé, observando cómo se peleaba con los frascos y trataba de realizar una práctica que era para dos personas. Me giré y vi a Owen hablando con Leo, al parecer sus diferencias eran más fáciles de reconciliar que las nuestras.

    – [b]Alexander, tu compañera está haciendo la práctica sola.[/b]- escuché recriminarme al profesor. No sacaba sobresaliente en todo, pero intentaba esforzarme y nunca había suspendido ninguna asignatura. Si uníamos eso a que las reprimendas de los profesores siempre me hacían avergonzarme enormemente, podéis imaginaros el cóctel de nervios que tenía en ese momento.

    – [Xander]Jane o te ayudo o acabo suspenso.[/Xander] – le rogué, tratando de ser amable. En realidad, habría preferido suspender a que siguiese sin hablarme.

    Esta vez me devolvió la mirada, con el ceño fruncido. Incluso así estaba guapa. Habría sido todo más fácil si no me sintiera así respecto a ella. Si hubiera podido olvidarla. – [Jane]¿Y a mí, qué?[/Jane] replicó. Cuando Jane estaba herida, parecía fría, terriblemente fría. Tardaría mucho tiempo aún en darme cuenta de que solo era una máscara.

    – [Xander]Di lo que quieres que haga y ya está, no te hablaré si no quieres.[/Xander] – sabía que algo no había cambiado en ella, tenía alma de líder. Vamos, que era un poco mandona, así que pensé que dejarle ver que yo no iba a meterme calmaría los ánimos.

    Ella suspiró y me pasó la libreta, cediendo más de lo que nunca había cedido hasta el momento. Me confié y mientras trabajábamos, no pude evitar estar algo más alegre que de costumbre. Me hizo darme cuenta de lo mucho que la echaba de menos.

    – [Jane]Deja de mirarme así.[/Jane]- masculló ella, sin mirarme. No sabía cómo había podido verme, pero teniendo en cuenta que era una dísir y su pelo le cubría, podía haberme vigilado todo el tiempo.

    – [Xander]No te miraba de ninguna forma.[/Xander] – mentí. No era un apasionado de las mentiras, pero a veces es mejor no decir algunas cosas. Jane no quería saber nada de mí, así que prefería que no supiera lo que aún sentía por ella.

    – [Jane]Ya.[/Jane]- replicó, suspirando. Quizá sí lo sabía, me resultaba muy difícil saber qué hacer, era una situación que se escapaba totalmente a mi control y que encima estaba en el peor sitio posible, en clase. Pensé en lo que me había aconsejado varias veces mi madre, que tuviera paciencia, que fuera bueno con ella porque estaba siendo todo muy duro. Así que pensé en que quizá era un buen momento de recordar los buenos tiempos.

    – [Xander]Esto sería más divertido si hiciésemos nutella.[/Xander] – comenté, con una leve sonrisa. Quise mostrarle todo mi apoyo. Ella me miró, fijó en mi esos preciosos ojos de color azul verdoso que hacía tanto que no veía. Mantuve la sonrisa, intenté transmitirle que Xander seguía aquí, que su mejor amigo seguía al alcance de la mano.

    Entonces sus ojos se anegaron en lágrimas y se levantó corriendo, pasando por la mesa del profesor antes de salir de clase. Me quedé un instante dudando sobre si terminar la práctica o ir detrás de ella. Esa vez mi sentido del deber perdió, Jane era más importante. Pasé por la mesa del profesor y le pedí permiso para salir.

    Tuve que correr, buscándola por los pasillos, hasta que la vi, sentada en un banco del patio. Había estado llorando, todavía lo estaba.

    – [Xander]Jane, lo siento, yo no…[/Xander] – me disculpé. No sabía qué decir ni qué hacer, solo quería que dejase de llorar, que dejase de sufrir.

    Se giró al escucharme hablar. Se limpió las lágrimas y se sonó la nariz tratando de evitar mi mirada. – [Jane]No vuelvas a hablar de cuando éramos pequeños.[/Jane]- fijó sus ojos en mí y esta vez estaba n cargados de ira, que parecía manifestarse en lo rojos que los tenía por haber estado llorando.- [Jane]No tienes derecho a mencionar a mi mejor amigo.[/Jane]- espetó antes de alejarse de mí. Me quedé quito en el sitio durante unos minutos, sin saber qué hacer.

    Caminé hasta el banco y me senté, como un autómata. Las esperanzas que había mantenido al empezar la clase se habían esfumado completamente. Jane me odiaba, no quería saber nada de mí y mi corazón sin embargo no dejaba de pensar en lo mucho que quería estar con ella.

    Tina había salido a tomarse un café y me encontró allí, destrozado. – [Tina]¿Estás triste, guapísimo?[/Tina]- preguntó acercándose con una sonrisa. No pude mirarla, no dejaba de pensar en lo que había perdido con Jane por no saber qué hacer ni qué decir. Me había equivocado hacía años y me frustraba no ser capaz de arreglarlo nunca, haber perdido tanto sin posibilidad de vuelta atrás. Esa frustración y esa tristeza hicieron que las lágrimas brotasen solas. No quería que nadie me viese así. En plena mitad del siglo XXI a los hombres todavía se les juzgaba por mostrarse vulnerables.

    Entonces Tina se acercó a mí y me abrazó. Y me sentí bien, dejé que las emociones y la frustración saliesen, no contuve las lágrimas. Me dejé ir y me apoyé en el cariño de Tina para mantenerme a flote. El tacto de sus labios hizo remitir el dolor por unos instantes. Después siguió abrazándome, ayudándome a aguantar.

    Fue una suerte encontrar a Tina para mí, porque la necesitaba, necesitaba su cariño incondicional y el hecho de que ella me quisiera. – [Tina]No sufras por alguien que no te merece[/Tina].- me dijo, antes de volver a besarme. En ese momento me sentí bien, me dejé llevar.

    Pasaría mucho tiempo así, sin ser completamente yo, dejándome llevar, intentando olvidar a Jane y disfrutando del amor que Tina tenía para mí. El problema era que sabía que no estaban siendo justo con ella, y eso me mataba por dentro. Pero eso es una historia que contaré en su momento. Por ahora voy a volver a hacer un descanso. Volveré a escribir cuando consiga volver a confiar en mí.

  • LA VUELTA AL MUNDO

    Henry L. Crowe | Neverland

    Nunca me ha gustado la isla perdida de Z, me refiero a su nombre no al lugar en sí. Resultaba un poco ególatra llamar a un lugar en el que viven cientos de personas por uno de tus apodos, por eso para mí desde pequeño siempre ha sido Neverland, como la isla del cuento de Peter Pan. No es que la isla estuviese plagada de niños que no querían crecer, simplemente me parecía un nombre mágico para la gente tan mágica que habita en ella.

    No era especial fan de Siegfried por todo lo que me fue contando mi madre a media que crecí, se le podían reprochar muchas cosas por cómo había llevado sus planes, pero no era un tirano, y al final había logrado un lugar en el que las personas con habilidades, demonios y demás razas podían vivir en armonía y paz sin temor a ser cazados.

    Si, esta pacifica isla era un lugar maravilloso, pero a medida que me hacia mayor me sentía más y más atrapado, conocía cada rincón de la isla, podía ir de una punta a otra en cuestión de segundos, la isla se había quedado pequeña para mí. Necesitaba explorar más, ver el mundo, otros lugares y culturas. Las primeras semanas de mi partida las pase con Russell, pero yo no era un reclutador como él, así me fue a vivir en solitario.

    He recorrido la famosa ruta 66, era un modo sencillo de visitar varios estados y poder volver a ellos en un chasquido de dedos. Selvas amazónicas las cuales parecen un mundo dentro de otro al no haber sido nunca tocadas por el hombre. Y esto es solo una pequeña parte de lo que había visto, aun quedaba muchísimo más por ver, la idea era dar la vuelta al mundo.

    Así que aquí estoy, un año después de vuelta en casa. Salir de la isla es fácil, no es una prisión para los sobrenaturales, alguien puede marcharse si quiere, cosa que nunca ha ocurrido. Lo difícil es entrar en ella. Estamos hablando de una isla flotante en constante movimiento que nunca esta quieta en ningún lugar. Así que Russell me consiguió un trabajo en un crucero por el Atlántico en el SS Banana Split. Nunca sabes dónde puede estar la isla, pero cuando ves un banco de niebla desentonar en un día despejado sabes lo que se oculta detrás.

    Pase el primer día en descontaminación y observación por si era portador de alguna enfermedad que pudiera poner en peligro al resto de habitantes, y los días siguiente con mi madre contándole donde había estado. Pero eso ella ya lo sabía cortesía de Software con el localizar que había implantado tan delicadamente en el reloj que me regalo Lincoln antes de marcharme, pero nunca les dije que lo encontré.

    Mi breve estancia estaba llegando a su fin, había regresado para ver a mi familia, mostrarles que seguía de una pieza y cumplir una promesa que hice un año atrás. No fue complicado encontrar a Laura, solía pasar las horas muertas en el lago tomando el sol y leyendo novelas de amor.

    – [Henry]Te vas a quemar como sigas tomando el sol.-[/Henry] Aunque la verdad Laura no era de las que se quemaba, su piel era algo más morena en contraste con mi blanco nuclear.

    – [Laura]¿Ya te has cansado de ver mundo?.-[/Laura] Pregunto mirándome por encima de sus gafas de sol con estampados de leopardo.

    – [Henry]Para nada.-[/Henry] Añadí sentándome a su lado. En la orilla del lago se encontraba Teach con un grupo de niños. Sabía lo que estaba haciendo porque Laura y yo también lo hacíamos de pequeños, búsquedas del tesoro. – [Henry]Simplemente me encontraba cerca y he pasado a saludar.[/Henry]

    – [Laura]Eso es que me echas de menos.- [/Laura]  Laura se incorporo en su toalla de Bruno Mars dejando a un lado el libro que estaba leyendo.- [Laura]Soy la mejor. [/Laura]

    – [Henry]Bueno señorita Petrov. ¿Está preparada para ir a ver el mundo y dejar de estar encerrada como un canario?.-[/Henry] No encontré ningún pájaro en los arboles cercanos, pero si a Vine echado en una de las ramas al que salude. Vine era el villano más temible que teníamos en la isla, lo cual chocaba con su aspecto adorable.

    – [Laura]¿Me estás llamando cara de pájaro?- [/Laura]  Pregunto sacando a relucir su acento ruso. Cuando las Pretov hablaban en ruso podías echarte a temblar.

    [Henry]Es una metáfora. Jaula. Isla. Canario. Petrov.-[/Henry] Uno de los niños tropezó y se hizo un corte en el brazo con una roca. Por suerte Elixir estaba cerca y tras posar la mano en el corte del niño la herida había desaparecido. No era especial fan de las heridas teniendo en cuenta que si alguna vez me hacia una no podría cicatrizar.

    – [Laura]Lo sé, me estaba quedando contigo.- [/Laura]  Se coloco las gafas en la cabeza y sonrió un poco para ver que estaba bromeando.

    – [Henry]Te has acomodado a la buena vida, hace un año me estabas pidiendo venir conmigo.-[/Henry] Otro de los factores negativos que tenía la isla era precisamente ese, el acomodarte, vivir despreocupado sin problemas a los que enfrentarte.

    – [Laura]Es que vivo muy bien.- [/Laura]  Se mordió un labio pensativa.- [Laura]¿Hay macizos y fiestas donde vamos? -[/Laura] Sabía que esta pregunta saldría a relucir por lo que no me quedo otra que suspirar.

    – [Henry]Bueno, podemos ir al carnaval de Rio, celebrar San Patricio en Irlanda. Coachellas, no soy fan pero seguro que te gusta.-[/Henry] Me estaba viendo de nuevo rodeado de gente con pintas de haber atracado un mercadillo y olor a pachuli y porros.

    – [Laura]Eh… es que tú no eres guay.- [/Laura]  Se puso en pie de un brinco y se puso a recoger sus cosas.- [Laura]Pero me llevas y esperas en el coche. Es que no voy a ligar nada si vas pegado a mí.[/Laura]

    – [Henry]Estará complicado esperar en el coche cuando el medio de transporte soy yo.-[/Henry] Laura se echo a reír pero era verdad. Iba a ser de lo más divertido esperar afuera de los locales de moda mientras charlaba con los choferes de los niños ricos del lugar.

    – [Laura]Te compraré uno con el dinero de mi madre. [/Laura]

    – [Henry]No necesito coche, pero ese dinero vendrá bien para tus fiestas.- [/Henry]El dinero no crecía de los arboles precisamente, y mira que existían poderes y ninguna habilidad con la que crear dinero.

    – [Laura]Qué bien me conoces.- [/Laura]  Me paso una mano por el pelo alborotándolo, probablemente ahora parecería que he recibido una descarga eléctrica.- [Laura]Podría decirse que quizás te he echado un poco de menos. [/Laura]

    – [Henry]Menos sentimentalismos. Corre, ve a casa a por tus cosas, despídete de tu familia. Que se prepare el mundo porque allá va Laura Petrov.-[/Henry] En lo alto de su árbol Vine acababa de levantar la mano al saludo anterior, muy propio para la despedida de Laura ahora.

    – [Laura]¡Cómo lo sabes!- [/Laura]  Exclamo marchándose mientras bailaba una conga imaginaria.

    Un par de horas después, tras recoger mis pertenencias y despedirme de nuevo de familiares y amigos espere a Laura en los acantilados de la isla. Venía arrastrando dos maletas de considerable tamaño. Llevaba un vestido floral blanco con un collar de flores y una flor a juego en la oreja. Resultaba bastante obvio cual quería que fuera nuestra primera parada.

    [Henry]Aloha isla.-[/Henry] Dije mientras le tendía una mano para que se agarrara. En su rostro se dibujo una sonrisilla de emoción. Si, viajar estaba bien, pero en compañía era mucho más entretenido y divertido. De que servía ver lugares increíbles si no los podías compartir con nadie.

  • CORRER Y ESCONDERME

    Lexie – Instituto

    Mañana

    Le había prometido a Idris que no utilizaría una apariencia que no fuera la de verdad, a mi madre que la tendría al tanto de todos mis movimientos, a Alexander que no me metería en líos y a la profesora de Física que iría al despacho, pero en vez de eso, había abofeteado a la Queen Bee del instituto y me había transformado en mapache para saltarme unas cuantas clases.

    Era mi primer día en el ‘Hedy Lamarr’ y, desde luego, no estaba consiguiendo pasar desapercibida. ¿Qué más daba la apariencia que tomase si seguía siendo incapaz de morderme la lengua? La mala baba de los Reed y la soberbia de los Fenris. Una joyita, vaya.

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  • JERARQUÍA

    NOAH ARKKAN | INSTITUTO HEDY LAMARR

    Hola, Destina. Estaba esperando para empezar este nuevo diario a que ocurriese algo importante, y hoy ha pasado. No tengas miedo, el resto de tus memorias están en mi habitación, en el estante reservado para los diarios. Sé que Leo también los guarda, pero los suyos no están a la vista.

    Voy a volver a ponerte al día por el tiempo que ha pasado desde la última vez. Me quedan dos años de enseñanza secundaria en el Instituto Hedy Lamarr, este y el siguiente. Estoy deseando liberarme ya de la monotonía de permanecer durante horas sentado en unas clases en las que se hablan cosas que ya he aprendido o memorizado en una fracción de segundo. Además, los Institutos son civilizaciones en miniatura, caldos de cultivo en los que podría observarse a la humanidad tal y como nosotros observamos a otras especies. Se crean y se mantienen estratos sociales peligrosos, pero es lo que dice la tía Sarah, al final todo pasa, hay que tener paciencia.

    El caso es que en parte estaba deseando llegar a la Universidad. Si conseguía beca, podría intentar apuntarme en dos carreras de las que me gustaban. No me haría falta ir a las clases completas y si lo hacía, podía aprovechar el tiempo que me sobrase para hacer cosas de la otra asignatura.

    La última vez que te conté mi historia todavía tenía problemas con la tecnología. Ahora ya he aprendido a no sobrecargarlos y a controlar la estática que sale de mi cuerpo. Alguna vez me he pasado tecleando demasiado rápido y he terminado por saturar el equipo, pero me estoy acostumbrado, me ayudará bastante para el plan de las dos carreras. He conseguido reducir la lista a estudiar fotografía, escritura, historia o arquitectura. Por el momento he visto que hay una carrera que ofertan en la Universidad de Moondale que se llama Artes Creativas y según dice el padrino, fotografía y escritura vendrían a estar contenidas. Así que quedaría decidir entre las otras dos, pero creo que arquitectura va ganando. Los juguetes de piezas marcaron mi infancia, eran los únicos que conseguían entretenerme.

    No pensé que el inicio de curso fuese a diferenciarse en nada del de otros años, salvo por el hecho de que Amy había tenido que repetir curso en lugar de graduarse y ahora estaba en la clase de mi hermano. Me sentía mal por ella, pero no estaba seguro de cómo acercarme lo suficiente como para darle ánimos, así que preferí no molestarla.

    Esta mañana estaba probando mi nueva taquilla y guardando algunas cosas que me podían hacer falta cuando la vi aparecer. Era nueva, me aburría tanto en las clases y los pasillos que conocía todas y cada una de las caras del instituto. Definitivamente la suya no la habría olvidado, sus ojos parecían de otro mundo, un azul celeste que te dejaba clavado en el sitio. Por suerte, como era rápido, a mí no se me había notado.

    Caminaba buscando algo que tenía anotado, probablemente la clase o la taquilla. Inmediatamente pensé en ayudarla, pero vi a un par de tipos grandotes de último año con el chacal en sus chaquetas de fútbol americano, listos para hacer su papel de babosos oficiales.

    No tardó en impresionarme, pasando de ellos abiertamente mientras seguía buscando ella sola. Sonreí, distraído, se lo tenían merecido. Que fuese una chica guapa no les daba ningún derecho, a absolutamente nada. Así que decidí no molestarla intentando ayudarla.

    Aquí es donde me golpeó tu padre, el Destino. Estaba tan metido en mis pensamientos mientras cerraba la taquilla que no me di cuenta de que ella apuraba el paso. Acostumbrado a no usar mi poder en público, no pude evitar que chocásemos aunque conseguí que ninguno de los dos perdiera el equilibrio y se cayese.

    — [Lexie]Lo siento.[/Lexie]— se disculpó, mirándome directamente con esos ojos que parecía atravesarme. No conseguí aguantarle la mirada mucho tiempo.— [Lexie]Es que soy nueva y no encuentro nada.[/Lexie] – explicó. De cerca era todavía más guapa, pero me sentí mal parándome a pensarlo porque seguramente era así como la viese todo el mundo, sin querer saber más.

    – [Noah]P-perdona, la culpa es mía.[/Noah] – respondí. Podía haber evitado que chocásemos, era suficientemente rápido como para hacerlo sin problemas y quizá sin que nadie me viese, pero ya estaba acostumbrado a ser simplemente el friki, el raro con hiperactividad. – [Noah]Puedo ayudarte si q…si quieres.[/Noah] – ofrecí. Había querido ayudarla desde el principio y ahora tenía la excusa perfecta para que no pareciera que solo lo hacía por su aspecto. Tampoco sé cómo explicartelo, Destina, para que no suene ofensivo. Era muy guapa y también muy…explosiva.

    — [Lexie]Genial.[/Lexie]— sonrió con timidez. — [Lexie]Estoy buscando la clase de primero de bachillerato…C[/Lexie] – afirmó, después de comprobarlo en la nota. No pude evitar sonreír, aunque por suerte, evite soltar una risa.

    – [Noah]Ah, vamos a la misma clase.[/Noah] – respondí intentando disimular un poco el hecho de haberme alegrado en exceso.

    — [Lexie]¡Qué puntería![/Lexie]— replicó. Me quedé un instante observándola, más rápido de lo que ella pensaba, tratando de recomponer un retazo de su persona a través de lo que veía. No obstante había cosas confusas, pistas que llevaban en direcciones opuestas. Lo que sí me quedó claro en su forma de vestir y en sus movimientos, es que detestaba que le prestasen atención por su físico.— [Lexie] Me llamo Alexandra, pero me dicen Alex, Lexa, Lexie, Xandra… ¿y tú?[/Lexie] – se presentó. Me sentí un poco avergonzado por no haberme presentado hasta ese momento, aunque eso no evitó que me asombrase la cantidad de nombres.

    – [Noah]Soy Noah y me llaman…eh, bueno…eso…[/Noah] – expliqué, de una forma bastante lamentable. Ya sabes que las relaciones sociales no siempre terminan de ser lo mío. Que pienses rápido no garantiza que no metas la pata igualmente. – [Noah]¿Cómo prefieres que te llame?[/Noah] – pregunté, mientras caminábamos juntos por el pasillo.

    — [Lexie]Lexie.[/Lexie]— aseguró, apretando la carpeta contra el pecho. Era amarilla, pero llevaba pegada lo que parecía la portada de un libro. Mostraba a un caballo de color rojo sangre. No lo conocía. — [Lexie]Creo que me pega más.[/Lexie] – me extrañó esa forma de decirlo, pero tampoco le di demasiadas vueltas. Pensándolo ahora, sé por qué. Temía que fuese una de esas personas que tienen que fingir ser de otra forma para sobrevivir a una fauna como la del instituto.

    – [Noah]Lexie entonces. Encantado.[/Noah] – repliqué, tendiéndole la mano. No quería crear tensión con un acercamiento forzado típico como era tener que dar dos besos si era una mujer. Mis padres me habían enseñado desde pequeño que no tenía que besar a nadie si no quería, así que aplicaba eso a todo el mundo.

    Lexie miró mi mano extendida y se rió.— [Lexie]Eres raro, Noah.[/Lexie]— sentenció, mirándome. Aparté la mano, algo cohibido. Tenía miedo de caerle mal, todavía soy demasiado joven y algo inexperto en las relaciones sociales «normales». A fin de cuentas, en la memoria genética de mi padre estaba su experiencia y la de cientos de demonios antiguos, y mi madre había llevado una vida…poco habitual.— [Lexie]Me vas a caer bien.[/Lexie] – apuntó. Eso me tranquilizó, no voy a negarlo.

    – [Noah]Me lo dicen mucho, lo de raro, no lo otro.[/Noah] – le aclaré. Y desde hacía mucho tiempo, como bien sabes. Ya no me importaba, prefería ser diferente, ser algo inesperado, algo que esas jerarquías sociales del instituto no supieran calificar y por eso fuera simplemente «raro». Como os decía antes, con unos padres que nunca habían ido al instituto y los recuerdos de unos antepasados que vivían en tribus, poca experiencia podía tener de antemano. – [Noah]¿De dónde eres?[/Noah] – pregunté, intentando hablar de algo.

    — [Lexie]Eh…de por aquí.[/Lexie]— respondió, visiblemente incómoda. Estupendo, primera cosa que le decía después de presentarnos y ya la había cagado.

    – [Noah]Lo siento, pregunto mucho.[/Noah] – me disculpé.

    — [Lexie] No, no.[/Lexie]— replicó ella, quitándole importancia. Lexie parecía una chica muy maja, muy accesible. No sé explicarlo, porque aún no la conozco lo suficiente.

    – [Noah]Nuestra clase no está mal.[/Noah] – empecé a decir lo que me habría gustado escuchar. – [Noah]Lo típico: una reina de la clase, una seguidora…está Niall que es amigo mío, es buena gente.[/Noah] – aclaré. La jerarquía que ya había mencionado. Pensar en ello no me parecía muy agradable, pero al menos era algo pasajero.

    — [Lexie]Me conformo con pasar desapercibida.[/Lexie]— sentenció ella. Le dediqué una sonrisa.

    – [Noah]Entonces Niall y yo somos la apuesta segura.[/Noah] – comenté. No éramos populares, pero nos llevábamos más o menos bien con todo el mundo, aunque a veces teníamos que aguantar a otros. Ella me sonrió y volvió a pasarme lo que últimamente me estaba persiguiendo. Desde hacía una temporada, controlaba mejor mis poderes, pero a veces, en momentos puntuales de nervios, mis manos temblaban. Esto no sería muy grave si no lo hicieran a una velocidad sobrehumana. Por suerte, conseguí esconderlo.

    En ese momento, para contribuir a tranquilizar mis nervios, apareció Kaylee con su corte. — [Kaylee]Eh, rarito.[/Kaylee]— chasqueó los dedos. Sabía que estaba hablando conmigo, pero la ignoré. ¿Recuerdas lo que decía de la «reina» de la clase y sus seguidores? Pues era Kaylee, aquella niña inteligente y madura había sucumbido a la jerarquía y llevaba siendo así desde principios del instituto. Supongo que se cansó de que se metieran con ella y tomó las riendas, creando un papel que ha terminado por comérsela.— [Kaylee]¿Te has tomado la medicación? Porque te veo hablando solo.[/Kaylee] – se burló. Preferí no hacerle caso, aunque la risa de Tina y de Blue e Indigo, los hermanos Stevens, me hizo sentirme mal.

    Igualmente la ignoré, Kaylee y yo nos conocíamos desde hacía mucho tiempo y aprovechaba esa confianza para burlarse, sabía perfectamente que yo no le haría caso. Miré a Lexie esperando no ver pena o vergüenza en su mirada. Lo que vi no fue ninguna de las dos cosas, si no una mirada acerada en dirección a Kaylee.— [Lexie]Está hablando conmigo.[/Lexie] – le espetó.

    – [Noah]No le hagas mucho caso.[/Noah] – intervine, esperando restarle importancia a la situación. No me apetecía estropear las cosas con Lexie ni tampoco que pensase que Kaylee era así, aunque hiciese poco por demostrar lo contrario.

    — [Kaylee]Anda mira, si las tetas te dejan hablar.[/Kaylee] – replicó. Vi la cara que puso Lexie y me enfadé, de verdad.

    – [Noah]¿Quién te crees que eres, Kaylee?[/Noah] – le espeté. Tengo paciencia e intento vivir siempre pensando en que mis actos tienen consecuencias y que está en mi mano mantener el equilibrio y ser fiel a mí mismo. Lo que decían de mí no me importaba, pero Kaylee se había pasado y no podía, ni quería, permitirlo.

    Índigo se acercó a mí en actitud beligerante. No retrocedí, podía esquivarle sin llamar la atención. No me iba a enfrentar abiertamente a él solo porque tenía de mi lado el físico de mi lado demoníaco y la velocidad de mi poder. Tener poder no implica tener que utilizarlo a la ligera. No estaba en una película superhéroes adolescentes.

    Kaylee le detuvo.— [Kaylee]No te molestes.[/Kaylee] – añadió. Me quedé mirándola, esperando que respondiese. Quise volver a conectar con ella como hacía años que era incapaz, como amigos, como familia, teniendo en cuenta que su padre era mi padrino y siempre habíamos sido muy cercanos. Pero me topé con la pared de siempre.

    — [Lexie]No me das miedo, Barbie.[/Lexie]— le espetó Lexie, colocándose frente a ella. No me atreví a detenerla, no era quien para privarla de defenderse, pero tampoco me apetecía que las cosas se salieran de madre. Kaylee, ¿qué estás haciendo con tu vida? Un coro de gente murmuró, cada vez estábamos llamando más la atención.— [Lexie]No sé quién te ha hecho creer que mandas, pero estás muy equivocada.[/Lexie] – añadió. Kaylee esbozó una sonrisa, dispuesta a liberar su ira con Lexie.

    – [Noah]Déjala tranquila.[/Noah] – le pedí, serio. Apelaba a la Kaylee que se ocultaba detrás de la máscara.

    — [Kaylee]Escúchame bien, friki.[/Kaylee]— me replicó. Trató de convertir eso en un ataque, pero conmigo no iba a tener resultado. No sé qué la hacía querer apartarse de esa forma de todos nosotros, pero con muchos funcionaba.— [Kaylee]Tu amiga no sabe aún cómo funciona la cosa, así que más te vale que se lo enseñes.[/Kaylee] – sentenció. La observé fijamente.

    – [Noah]¿Quieres que hable de todo esto con mi padrino?[/Noah] – le advertí, intentando hablar de la forma más críptica que pude, teniendo en cuenta toda la gente que nos observaba. La mayoría no tenía ni idea de la relación que teníamos, porque Kaylee no se hablaba con casi ninguno desde que empezó el instituto, salvo con Owen.

    — [Lexie]Que me hables a mí, estropajo.[/Lexie]— le espetó Lexie, que no se andaba por las ramas.

    — [Kaylee]¿Pero qué dices, Michelín?[/Kaylee] — le insultó Kaylee. La miré, enfadado, mientras se llevaba una mano a la sien teatralmente. Ahí pasó algo que no me esperaba, Lexie le dio un tortazo a Kaylee con la mano abierta, que se echó hacia atrás, dolorida. Me giré hacia Lexie para apartarlas antes de la que cosa fuera a más.

    — [Lexie]Déjanos en paz, abusona.[/Lexie] – añadió, sin apartar la vista de ella. No sabía cómo decirle a alguien que acababa de conocer que no estaba bien lo que había hecho, por muchos motivos que le hubiese dado Kaylee.

    — [b]La nueva, al despacho.[/b]— se escuchó decir a la señora Kent, la profesora de física. Lexie seguía enfadada, pero se alejó, caminando lentamente.

    Kaylee aprovechó la situación para dramatizar.— [Kaylee]Me ha pegado.[/Kaylee]— se quejó, con lágrimas en los ojos.

    – [Noah]No sé cómo has cambiado tanto.[/Noah] – reconozco que no es la mejor forma de habérselo dicho, pero ya no sé cómo hablar con Kaylee. Ojalá pudiera quitarse la máscara.

    Fui detrás de Lexie, que iba murmurando por lo bajo. Antes de que la alcanzara se giró y le hizo un gesto a Kaylee para dejarle claro que la vigilaba, pero Kaylee fingió ignorarla mientras se pintaba los labios.

    Cuando la alcancé, Lexie llevaba los puños apretados e iba maldiciendo. Era un mal momento para decirle que había otras formas de solucionar las cosas y no teníamos la confianza suficiente, pero aun así, me sentí mal por callármelo.

    – [Noah]No le hagas caso, no merece la pena.[/Noah] – comenté, intentando decirle lo que pensaba por otra vía. – [Noah]La señora Kent lo entenderá cuando se lo expliquemos.[/Noah] – añadí, tratando de quitarle peso.

    — [Lexie] A la salida le arranco los pelos.[/Lexie]— espetó ella. La miré de nuevo a los ojos. Tras ellos vi el dolor de alguien que lo ha pasado muy mal. Lo que había pasado con Kaylee no parecía ser solo con Kaylee si no con lo que representaba.

    – [Noah]Kaylee está muy equivocada. Antes no era así.[/Noah] – comenté. De lo que había sentido de pequeño por Kaylee quedaba ya solo una amistad muy fracturada. Por mucho que hiciera por evitarlo, día a día se iba rompiendo un poco más y tenía miedo de que al final no quedase nada. – [Noah]Vales más que eso.[/Noah] – le aseguré. Lexie parecía una buena persona, no se merecía empañar eso con peleas así.

    — [Lexie]Antes no era así, ¿entonces cómo era, peor?[/Lexie] — preguntó, enfadada. Me preocupó que al final ese enfado y esa mala situación se volviesen contra nosotros. Me apetecía conocerla de verdad. Sí, vale, me parecía increíblemente guapa, sería absurdo negar que si me había llamado la atención desde lejos era por otra cosa que no fuera su aspecto, pero tenía claro que me quería saber más de ella, conocerla bien. La verdad es que suena bastante irracional viéndolo así escrito, pero no dejo de ser un adolescente con las hormonas revolucionadas que no ha tenido novia. A ver, no pienses mal, Destina, no es sexo, o sea, podría ser, pero ahora no hablo de eso. Simplemente me gustaría tener a alguien, igual que mis padres se tienen entre sí, o el padrino y la tía Diana, o el tío Daniel y la tía Sarah. Creo que algo así no tiene precio.

    – [Noah]Entiendo que estés enfadada.[/Noah] – dije, intentando mantener la conversación en un ambiente tranquilo. – [Noah]Pero le has plantado cara, eso ya es motivo para estar orgulloso.[/Noah] – le dediqué una sonrisa para darle ánimos.

    — [Lexie]Podría matarla mientras duerme.[/Lexie]— propusó. Me miró, algo más tranquila. Me dolían los ojos de lo guapa que era. No entendía cómo le podía haber dicho Kaylee esas barbaridades, salvo envidia, quizá, o que la perspicacia que siempre había tenido ahora, estando tan perdida, la utilizaba para saber dónde dar.

    – [Noah]Tendría que sacarte de la cárcel y no me veo con ganas de tatuarme.[/Noah] – ya me conoces, Destina, ser demasiado rápido implica tener demasiado tiempo libre, así que tenía tiempo de sobra para verme series viejas en Infinity TV en velocidad cuádruple. – [Noah]En serio, Lexie. No está bien que le hayas pegado. Te hace más daño a ti que a ella.[/Noah] – al final no pude evitarlo. Quería conocer a Lexie, me parecía buena persona y muy divertida, pero no podía presentarle a un Noah diferente. Si le caía bien, tendría que ser por cómo era en realidad, sin engaños, sin «cortejos» como un pavo real que luego es un pollo con tocado.

    — [Lexie]No voy a dejar que me pisotee.[/Lexie]— suspiró, resignada. Pensé que no le había gustado lo que acababa de decirle y me vine un poco abajo, la verdad.— [Lexie]Voy al despacho.[/Lexie] – sentenció, apurando el paso en dirección a jefatura.

    Me fui quedando atrás, así que me detuve para dirigirme de vuelta a clase. – [Noah]Suerte. Nos vemos en clase.[/Noah] – me despedí. Ya me estaba dando la vuelta, sumido en mis pensamientos y la preocupación de haber fastidiado el inicio de nuestra amistad, cuando Lexie se giró y me sacó la lengua, guiñándome un ojo. Mi día mejoró con solo un gesto.

    Y por eso he decidido que era un buen momento de retomar nuestra conversación, Destina. Lexie me cae muy bien. Hemos hablado más a lo largo del día y he podido confirmarlo, es muy simpática, extrovertida y sincera. Niall parece llevarse con ella de maravilla. Es una lástima tener que ocultarle parte de quien soy, pero no queda más remedio, la sorpresa cuando le hablase del mundo sobrenatural podía ser tan positiva como negativa, y no podíamos arriesgarnos a ser descubiertos.

    Mi padrino me contó que hubo un tiempo en el que el mundo estuvo a punto de abrir los ojos, cuando la ‘Guerra de Moondale’ con el discurso de la madre de Dante. Pero el gobierno se encargó de taparlo todo. Si tanto miedo tenían de que el mundo supiera el secreto, podían estar dispuestos a cualquier cosa por ocultarlo. Conocía la Iniciativa, la había sufrido como si fuera en mis propias carnes gracias a los recuerdos de mi padre, y sabía que la tía Sarah aún hoy en día tenía pesadillas con ella, no podíamos cometer una imprudencia que les diese el impulso necesario para volver a invertir en ella.

    Pero no voy a terminar con algo negativo. Volvamos a lo importante, tengo una nueva amiga que es estupenda y pocas cosas me amargarán hoy el día.

  • MI MANADA

    Amy | Casa de Lucy y Ed

    Me sentía rara fuera de mi cuerpo. Como si no fuera yo. Como si llevara un disfraz tres tallas más pequeño que me asfixiaba. Estaba acostumbrada a ser un bicho raro, a distraerme en clase con demasiada facilidad, a hablar poco. Prefería ser una loba. Mamá y papá sabían que era diferente. Siempre lo habían sabido y me dejaban a mi aire. La vida social me agobiaba. Hablar con más de tres personas suponía un esfuerzo que casi nunca quería hacer y ahora estaba en una casa con un montón de gente que me caía bien, pero con la que no necesitaba estar hablando todo el tiempo.

    Los Moondies eran una manada, pero yo tenía bastante con la mía. Leo era mi manada desde aquel día en el que, siendo pequeños, le mordí. No estoy segura de si lo hice sin querer. A lo mejor no. Probablemente, no. Ellie también me caía bien, porque nos gustaban las mismas cosas y podíamos estar juntas sin hablar, pero no se había sentado conmigo en el autobús. Últimamente prefería a Jane y Leo quería estar solo. Leo siempre quería estar solo.- [Amy]Burbuja/Amy].-  La llamé por el nombre que nos habíamos puesto «cuando éramos pequeñas». Cuando terminamos de merendar, Ellie había salido fuera a darle de comer a las cabras de Lucy. Todo el mundo insistía en que le dijera «tía Lucy», pero me parecía demasiado infantil.- [Amy]Ayer no te sentaste conmigo en el bus[/Amy].

    – [Elle]¡Cactus![/Ellie]- me dijo con alegría.- [Elle]Es que Jane me lo pidió antes[/Elle].- era una excusa bastante mala.

    – [Amy]¿Desde cuándo haces lo que te dice Jane?[/Amy]- me crucé de brazos y me apoyé en un árbol que había junto al cercado en el que estaban las cabras. Seguramente, prefirieran correr por el bosque.

    Ellie puso una cara rara y me llamó para que me acercase: se avecinaba un secreto.- [Elle]¿Si te cuento algo me prometes que no se lo dirás a nadie?[/Elle]

    – [Amy]Soy una tumba[/Amy].- hice como si me cosiera una cremallera y elle acercó a mi oído. [Elle]Es que….me gusta Jane.[/Elle]- susurró.

    – [Amy]Venga, cuéntame el secreto[/Amy].- chasqueé la lengua: ¿Dónde estaba el secreto? A mí me gustaban los chicos y las chicas. Y ya está. Cero dramas.

    – [Elle]¡Ese es el secreto![/Elle] – lo dijo gritando un poco. A Ellie no se le daba muy bien ser discreta.

    – [Amy]Pero si tu hermano también pierde el culo por Jane[/Amy].- me pasé una mano por la cara.- [Amy]No sé qué le veis[/Amy].- Jane era aburrida, sosa y estaba todo el día peleándose con su mellizo. Al menos, Owen era gracioso una vez de cada tres millones.

    – [Elle]Ya…[/Elle] – bajó la vista y miró las deportivas blancas de Sarah.

    – [Amy]Eh, Burb…[/Amy].- le pasé una mano por el hombro y empezamos a andar.- [Amy]Hay más peces en el mar[/Amy].- pegué su cabeza a la mía.- [Amy]No te agobies[/Amy].- y me separé.

    – [Elle]Te quiero un montonazo, Cactus.[/Elle] – quiso darme un abrazo y me eché atrás.

    – [Amy]Eh, eh…que corra el aire[/Amy].- me reí y se le contagió.- [Amy]Los cactus no abrazan…dos veces.[/Amy]

    – [Elle]¡Y pinchan a las burbujas![/Elle] – para que todo hubiera sido perfecto, tenía que haber estado Kay, pero seguro que estaba con la nariz metida en algún libro.

    Estuvimos un rato diciendo tonterías, hasta que le dije.- [Amy]A la vuelta te sientas conmigo, ¿vale?[/Amy]- y ella me prometió que eso haría.

    Después, se fue a jugar a Star Wars con Xander y Owen, porque eran bastante infantiles todavía.

    * * *

    Como estaba aburrida, decidí salir fuera de los límites de la casa, porque para algo tenía que servirme tener el cuerpo de una persona mayor.- [Amy]LEOCADIOOO[/Amy].- grité al verle entre los árboles con la pinta verde de su padre. ¿Dónde estaba el lobo negro que me acompañaba en las noches de luna llena?

    – [Leo]Amelia.[/Leo] – se giró.

    – [Amy]En la próxima luna llena he pensado que podíamos escaparnos[/Amy].- le propuse. Llevaba un tiempo dándole vueltas a la idea de correr en libertad sin vigilancia. Solo nosotros.- [Amy]Le echaremos la culpa al lobo y nadie nos castigará[/Amy].

    – [Leo]No, mejor no.[/Leo] – me cortó. – [Leo]Pero podemos escuchar música en las jaulas.[/Leo]

    – [Amy]¿Por qué? Será divertido[/Amy].- le pinché nuevamente.

    – [Leo]Pero no quiero asustar a otros.[/Leo] – suspiré molesta y como vio que estaba de morros, cambió de tema. – [Leo]¿Quieres escuchar una canción nueva?[/Leo]- Leo llevaba su Infinity Band a todas partes y la tenía llena de música. Ni siquiera en el cuerpo de su padre la había dejado.

    — [Amy]La escucho si nos escapamos[/Amy].— le tenté.

    – [Leo]Me da miedo.[/Leo] – no era la respuesta que esperaba.

    — [Amy]Estás conmigo[/Amy].— le recordé.—[Amy]Yo te protejo[/Amy].- era mi manada. Siempre íbamos a estar juntos.

    – [Leo]Vale, pero con cuidado.[/Leo] – me tendió la pulsera y escuché ‘You’ve got the love’ de Florence Welch (lo sé porque me lo dijo). Me reí, porque no le pegaba nada.- [Amy]A veces creo que mordí al más soso[/Amy].- me quejé cuando terminó la canción.

    – [Leo]Muerde a Owen, un licántropo sacamocos.[/Leo] -me sacó la lengua.

    — [Amy]A lo mejor lo hago[/Amy].— le enseñé los dientes y gruñí.

    – [Leo]Suerte. Seguro que toca el triángulo.[/Leo] – me replicó.

    — [Amy]Más aburrido que tú no puede ser[/Amy].—  le recordé subiendo una ceja.

    – [Leo]Cuando seas famosa me echarás de menos.[/Leo] – alguna vez habíamos hablado de montar una banda e ir de gira. Todo el mundo decía que cantaba bien. Bueno, Leo decía que cantaba bien. Leo y Ellie eran «todo el mundo.» Al menos, los que importaban.

    — [Amy]Te llamaré para que me limpies el avión privado[/Amy].— me limpié de los hombros unas motas de polvo imaginarias.

    – [Leo]No te cogeré el teléfono. Estaré en la orquesta de Viena.[/Leo] – soltó una carcajada.

    – [Amy]No te invitaré a mi palacio[/Amy].- empezaba a molestarme aquel juego.

    – [Leo]Me da igual.[/Leo] – y que no se callara nunca, también, así que me di la vuelta y eché a andar en dirección a la casa.

    – [Leo]Pues vale. Pero voy a correr más que tú en la próxima luna.[/Leo]- me gritó a la espalda y yo le enseñé el dedo corazón.

    – [Amy]Lalalala[/Amy].- me tapé los oídos y escuché cómo caminaba rápido para ponerse a mi altura.

    – [Leo]No te enfades.[/Leo] – me pidió.

    – [Amy]Se supone que te mordí para que fueras de mi manada[/Amy].- le recordé.

    – [Leo]Ya.[/Leo] – se quedó pensativo. A veces, daba la impresión de que Leo no quería ser un lobo.- [Leo]Pero me gustas más cuando no somos peludos.[/Leo]

    – [Amy]Yo soy las dos cosas[/Amy].- le aclaré- [Amy]Tú solo quieres ser una[/Amy].

    – [Leo]Ya…mira, escucha.[/Leo] – volvió a tenderme los auriculares de su band y esta vez, sonó una maqueta. Eran unos treinta segundos y se escuchaba a Leo tocando la guitarra.

    – [Amy]Está guay[/Amy].- admití. Estaba un poco…saturada por las emociones y nos quedamos los dos en silencio.- [Amy]Voy a dar una vuelta.[/Amy].-pude decir finalmente y lo dejé ahí.

    ***

    UNOS AÑOS DESPUÉS…

    – [Amy]El concierto ha sido la hostia[/Amy].- exclamé eufórica. Habíamos llenado el local de mierda aquel. El primer concierto de ‘Red Riding Wolf’ (el nombre era mejorable) y lo habíamos petado. – [Leo]Tengo que comprar púas.[/Leo] – comentó Leo dejando la guitarra en el almacén del garito.

    – [Amy]Que te la compren las groupies de la primera fila[/Amy].- esbocé una sonrisa de medio lado y él soltó una carcajada. El batería y el bajista eran una mierda, así que tendríamos que buscar reemplazo si queríamos triunfar. – [Leo]Mira quien habla.[/Leo] – y se sentó en una vieja silla entre cajas de cerveza vacías. – [Leo]Ni ellos ni ellas te quitaban ojo.[/Leo]

    – [Amy]Voy a salir a fumar[/Amy].- saqué un paquete de tabaco de mi bolso.- [Amy]Tengo una reputación que mantener[/Amy].- había empezado a fumar para hacerme la guay en el instituto y la había cagado pero bien.

    – [Leo]Deberías dejarlo. Nos vamos a quedar sin cantante.[/Leo] – lo dijo preocupado.

    – [Amy]Sí, mamá[/Amy].- me burlé tanteando para encontrar el mechero. Seguro que lo había perdido.

    – [Leo]Ríete, pero cuando tosas hasta en luna llena me harás caso.[/Leo]- puse los ojos en blanco.

    — [Amy]Nunca te voy a hacer caso[/Amy].— le aclaré.

    – [Leo]Ya, estoy acostumbrado.[/Leo] – se encogió de hombros y se levantó. – [Leo]Hay un hindú aquí al lado, ¿te apetece cenar algo?[/Leo] – preguntó sujetándome la mano para que dejase de buscar el mechero y se me olvidara que iba a fumar. No era tan fácil, pero siempre lo intentaba.

    — [Amy]Claro[/Amy].— le di un manotazo para que me soltara y nos reímos. Yo con fuerza y él a su estilo sosete.—[Amy]Siempre tengo tiempo para mi mejor amigo[/Amy].- aunque al día siguiente tuviéramos clase y esto me fuese a costar una discusión con mi madre.-[Leo]Estupendo.[/Leo] – y  vi que algo asomaba por el bolsillo delantero de su vaquero.

    – [Amy]¡Me has robado el mechero![/Amy]- y le di una patada en el culo.

    Leo me complementaba, era mi otra mitad. Mi manada.